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Tres momentos de una escalera

portada

Se oye con frecuencia, a quienes suben y bajan la escalera principal del Claustro, aquello de que quien no se caiga en el trayecto, no se gradúa. Es una tradición difícil de rastrear, como todo cuento o leyenda.

Lo que sí podemos hacer nosotros, siguiendo documentos de archivo, es señalar el cambio arquitectónico de la famosa escalera. Para ello contamos con la fototeca de la institución, que cubre precisamente el periodo de los principales cambios del edificio.
Podemos afirmar que el instituto que fundara fray Cristóbal de Torres se mantuvo prácticamente igual hasta los estragos del terremoto de 1917. De la época presísmica conservamos una preciosa imagen: modesta escalera y modesta placa de Caldas.

 

Vemos ahí una balaustrada como la que hoy existe en el claustro nuevo  o en cualquier casa de La Candelaria. El terremoto cambió el aspecto profundamente, precisamente en el adorno de los balaústres y la placa de Caldas (¿qué se haría el retrato?).

 

Sin que mediara movimiento telúrico, apenas por el tercer centenario del Instituto, se acometió otra reforma arquitectónica, guiada por el artista Luis Alberto Acuña. Cambio de estilo y de material: de la madera a la piedra. La anterior balaustrada sobrevive en un sitio del Colegio...

 

Ese es el aspecto actual del edificio, al parecer definitivo.

La balaustrada en tres épocas.

No obstante la última intervención, todavía un observador atento puede contemplar los tres momentos estilísticos mencionados.
Uno, la balaustrada primitiva (o muy semejante):

 

Vista del Claustro nuevo, con sus balaústres presísmicos.

Dos, la balaustrada modelo Carrasquilla:



 

Interior del Archivo Histórico.

Tres, la balaustrada modelo Acuña:

 

Archivo Histórico, segundo piso.

Coda.

Hallamos, en la Revista del Rosario (oct. 1954) una sucinta explicación arquitectónica de la reforma centenarista: