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Exposición de mujeres mártires en el Archivo Histórico

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Exposición de mujeres mártires en el Archivo Histórico
Por Álvaro Pablo Ortiz
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Importante labor ha venido cumpliendo el Archivo Histórico de la Universidad del Rosario al vincularse, por motivos más que obvios, con el bicentenario de la denominada Reconquista española. Efeméride de tensa y dolorosa recordación por la crueldad ejercida sobre todo por tres de los grandes protagonistas del bando contrario, los generales Pablo Morillo, Pascual Enrile y Juan Sámano. Sed de sangre de la que tampoco se libró el bando patriota.
Para el caso que nos ocupa, este espíritu de retaliación también hizo su agosto con numerosas mujeres pertenecientes a las clases altas y también con las provenientes de la más pura y noble extracción popular. Si bien la más privilegiada de esas voces femeninas –levantadas en atrevida voz de desafío contra la tiranía, haciéndola extensiva a la multitud, enrostrándole su indolencia y su cobardía– ha sido la de Policarpa Salavarrieta, faltaba la inclusión de otras mujeres, cuya valentía y fervor republicanos –aunque no hayan merecido el mármol ni el bronce– ofrecieron similar desborde de coraje que tantas veces, y con toda razón, se le ha atribuido a la más dilecta de las hijas de la emblemática población de Guaduas, que cumplió su cita con la muerte el 14 de noviembre de 1817, en la Plaza Mayor de Santafé de Bogotá. Antes, como es de público conocimiento, había estado como prisionera en uno de los calabozos improvisados por Morillo, dándose el inadmisible lujo de convertir, por cerca de once meses, al histórico Claustro en cárcel.
Conscientes de lo que en verdad era una seria carencia, todo el equipo que conforma el Archivo Histórico se dio a la tarea de investigar sobre las diversas modalidades de maltrato de que fueran objeto las mujeres afectas al proceso independentista. Esa necesidad de inclusión fue la que llevó a la historiadora María Clara Quiroz, Directora del Archivo, y en igual voluntad de compromiso a la también historiadora Marcela Camargo a establecer con rigor documental, contrastando fuentes y desechando lugares comunes, la suerte corrida por más de cien mujeres durante el mal denominado periodo de la Pacificación, e incluso antes de dicha fecha. Como resultado de ello, desde el día viernes 28 de octubre se inauguró una exposición resaltando el patriotismo de figuras como Francisca Prieto, Mercedes Ábrego, Carlota Armero, Rafaela Desing, María de los Ángeles Ávila, Leonor Guerra, Rosaura Rivera, Josefa Ricaurte, Petronila Navia y Juana Escobar, con sus respectivas anotaciones biográficas, seleccionadas entre las más de cien mujeres descubiertas. Varias de las aquí mencionadas fueron pasadas por las armas; otras sometidas a todo tipo de vejámenes –del maltrato físico al abuso sexual–, el maltrato psicológico y emocional, en toda la gama que el sadismo  contempla y alimenta, para solaz de su abominable perversión. De esas víctimas femeninas de la represión ejercida por cuenta de los peores hijos de España, se trazó una periodización, que va de 1813 a 1819.
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Con ingenio, recursividad y alto sentido estético, Sandra  Yazo, secundada en tan encomiable labor por Diana Ortiz –ambas funcionarias  del Archivo–, reconstruyó, acudiendo a la técnica conocida como pop-up –o sea, la de buscar una tercera dimensión en lo que se conoce como perspectivas de fondo y profundidad–, los hogares de estas aguerridas patriotas junto con otras edificaciones notables de la época.
Para tal fin fue fundamental la consulta de obras como el Papel Periódico Ilustrado, el Álbum de Boyacá y el Álbum de Costumbres Colombianas, publicado por la Junta Nacional del Primer Centenario de la Proclamación de la Independencia, con ilustraciones de Víctor Sperling.
Esta reinterpretación y valoración de la participación femenina en nuestras gestas republicanas en verdad se estaba echando de menos. En buena hora los miembros del Archivo Histórico del Colegio del Rosario subsanaron con creces este vacío, salvaguardando para el futuro la parábola vital de estas colombianas de valor y dignidad a toda prueba, comprendiendo que todo se puede negociar, menos los principios.

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