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Comunicación y contexto social de John B. Thompson

Felipe Charry

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A partir de lo anterior, el autor va a concluir que comunicar, por encima de todas las cosas, es una acción, y, sobre todo, una acción social.

 

Ahora bien, como la comunicación es un actuar en un contexto de sociedad, necesariamente deben existir unos puntos de roce o encuentro entre las personas que ejecutan esa actividad. A éstos, el autor los va a llamar “campos de interacción”, utilizando un concepto de Pierre Bourdieu. Para desarrollarse en esos campos, los individuos van a hacer uso de diferentes tipos de recursos disponibles, los cuales adquieren estabilidad mediante su institucionalización; ésta los va a convertir en “un paquete de reglas, recursos y relaciones sociales relativamente estables” (Thompson, pg. 2).
 
Sumado a lo anterior, una de las características definitorias de los sujetos en sociedad es el poder que ejerzan en la misma. El poder, en suma, es la capacidad de intervenir en los acontecimientos y modificar su resultado. Para ejercerlo, los sujetos utilizan los mencionados recursos en algún tipo de actividad; así mismo, el tipo de poder que se ejerza va a estar definido según los recursos que se empleen y la actividad que se lleve a cabo. El autor va a categorizar el poder utilizando un esquema extraído de las teorías de Michael Mann según las cuales existen cuatro tipos: el poder económico, político, coercitivo y simbólico. Las anteriores características, sin embargo, no deben entenderse separadas herméticamente una de la otra, puesto que en la realidad se solapan los sujetos que tienen los recursos y que ejercen las actividades que definen algún tipo de poder. Para mejor explicar este punto, el autor va a ejemplarizar las entidades que ostentan cada tipo de poder, denominándolas “instituciones paradigmáticas”, según reflejen en mayor medida algún tipo de ejercicio de poder, pero mostrando que también van a gozar del ejercicio de otros tipos de poder.

Para iniciar, el autor va a desarrollar el poder económico. Éste procede de la actividad humana productiva, a través de la modificación de materia prima en bienes de consumo intercambiables en el mercado con el fin principal de acumular capital. El autor no dilucida completamente cuál es la institución paradigmática que ejerce este tipo de poder, pero se acerca conceptualmente mencionando que la actividad que principalmente es llevada a cabo es la de la manufactura. Acto seguido, se presta el autor a desarrollar el poder político. Este poder es el que es ejercico para coordinar y regular los patrones de interacción de las personas en sociedad. Sin duda, menciona el autor, la institución paradigmática es el Estado, aunque en general todas las organizaciones tienen el fin de y utilizan para su organización las mencionadas coordinación y regulación. Para sostenerse, el Estado utiliza de los dos tipos de poderes restantes.

El profesor Thompson menciona que esta institución ejerce el poder coercitivo, entendido como el uso de la fuerza física para que alguna persona o sección social haga o deje de hacer algo, para satisfacer sus intereses. Así mismo, el Estado utiliza del poder simbólico para que cultivar y sostener la creencia de la legitimidad en sus decisiones y su razón de ser. Ahora bien, destaca el escritor, a pesar de la íntima relación entre poder político y coercitivo, estos dos se pueden diferenciar porque este útlimo está encaminado al ejercicio de la fuerza material sobre la humanida de otro, no sólo utilizando la fuerza del cuerpo del atacante sino amplificado con material bélico y militar. Por ende, la institución paradgimática vendría a ser la fuerza militar, con sus ramificaciones en el poder de policía y las instituciones penitenciarias. Este poder, remata Thompson, ha sido utilizado por el Estado para ampliar y proteger sus fronteras y garantizar el orden público interno.

Esclarecidos los tres tipos anteriores de poder, Thompson describe el último y más importante en el contexto de su escrito. El poder simbólico es definido como “el que procede de la actividad productiva, transmisora y receptora de formas simbólicas significativas” (Thompson, pg. 5). Para el autor, esta actividad está íntimamente relacionada con la condición humana y ha sido transversal a la historia de las civilizaciones. Los recursos que utilizan para esto son llamados los “medios de información y comunicación” (Thompson pg. 5), los cuales se nutren de “medios técnicos para la fijación y transmisión, las habilidades, competencias y formas de conocimiento empleados en la producción, transmisión y recepción de información y contenido simbólico […]; y el prestigio acumulado, reconocimiento y respeto otorgado a determinados productores e instituciones” (Thompson, pg. 5). Han existido varias instituciones paradigmáticas de este tipo de poder según el contenido de sus elementos simbólicos transferidos, como las instituciones religiosas para las formas simbólicas de la salvación, los valores espirituales y otras creencias mundanas;  las instituciones educativas para los contenidos simbólicos del conocimiento y las habilidades y competencias; y, las instituciones mediáticas para la “producción y difusión generalizada a gran escala de formas simbólicas en el espacio y el tiempo” (Thompson pg. 6).

Técnicas de comunicación

Ahora bien, conociendo el sector de la comunidad que ejerce el poder simbólico, el autor menciona las técnicas que se utilizan para la comunicación, reparando en la naturaleza de los medios y los usos de los mismos. Para ejercer este poder, las instituciones paradigmáticas tienen que fijar y transmitir el contenido simbólico a los receptores utilizando medios técnicos. Éstos últimos, son herramientas para el intercambio de este tipo de contenidos los cuales han tenido una serie de funciones y características que el autor expone. La primera función que se resalta es la de la fijación de las formas para que sean durables en el tiempo, lo cual se hace mediante materiales que puedan almacenar información, tales como el papel, las piedras, las grabaciones de sonido y video, entre otras. Tales herramientas han afectado seriamente el desarrollo de la sociedad; como ejemplo de lo anterior, el autor muestra cómo el mantener cuentas afectó la actividad económica desde la Alta Edad Media, donde el registro y protección de la información sobre los intercambios de bienes y su producción fomentó la actividad económica.
 
Otra característica que influyó en la utilidad de los medios técnicos es su capacidad de reproducción en copias múltiples del contenido simbólico. Esto genera dos fenómenos evidentes: primero, hace que el contenido pueda ser fácilmente conocido por gran cantidad de sujetos, y, segundo, convierte el contenido en bienes de consumo que se compran y venden en el mercado. Esta capacidad de reproducción puede aumentar o disminuir el precio, y puede afectar cómo se mueve en el mercado. La protección de los derechos de autor puede ser determinante para el tráfico de estos contenidos en cuanto que puede elevar los precios, pero reflejando una copia auténtica del contenido. Por el contrario, las copias que no respetan los derechos de autor pueden disminuir el precio, pero afectar el contenido, o afectar los derechos del creador.
 
Aparte de lo anterior, otra característica de los medios técnicos es la separación del tiempo y del espacio que se crea entre el contenido simbólico y el receptor. Siempre un mensaje va a variar en el espacio y en el tiempo de cuando es emitido y cuando es recibido, aunque en diferente proporción dependiendo de la forma como esté consignada la información. Así, por ejemplo, va a ser mínimo el distanciamiento en una conversación cara a cara, en contraposición a un libro de la antigüedad que se lea hoy en día. Así mismo, la separación en el tiempo y espacio de la locución a la recepción influye en cómo es ejercido el poder. Es posible que, a través de la separación en tiempo y espacio, el poder sea ejercido en más regiones en tiempos diferentes, ampliando su espectro.
 
Para finalizar este acápite, el autor resalta algunas características de los sujetos que utilizan los medios técnicos. Principalmente, éstos deben ser capaces de utilizar las reglas y procedimientos que gobiernan el uso de esos medios. En primera medida, es necesario que los individuos que utilizan y los que reciben los medios técnicos conozcan y sepan utilizar las reglas y los procedimientos de los mismos, de lo contrario se entraría en un ejercicio inútil para la comunidad. Así mismo, deben ser capaces de llevarlos a práctica, no ya solamente saber expresarlos de manera clara y explícita. Además, deben ser capaces de saber cómo codificar y descodificar el mensaje, para mostrar que saben utilizarlo de tal manera como pregona el autor.  Finalmente, también deben conocer las formas y las presuposiciones que subyacen el contenido simbólico para poder desarrollarlo a cabalidad.

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Particularidades de la comunicación de masas

Para este punto, el autor menciona que ha utilizado el término “soportes técnicos de comunicación” de manera muy general para mencionar las formas en que los mensajes son producidos y emitidos. Otro término que propone es el de “medios de comunicación”, aunque este tiene una carga simbólica importante. Finalmente, se pregunta por lo que lleva implícito el termino “comunicación de masas”, el cual se dispone a definir y delimitar. Para empezar, desglosa el término en sus partes, iniciando por el final. Para el autor, la noción “masas” tiene unos problemas, principalmente que se podría pensar en que se está haciendo referencia a una multiplicidad de personas sin más; el término, puntualiza el autor, debe entender más en la medida en que está el producto dirigido a “una pluralidad de destinatarios” (Thompson, pg. 11). Además, se señala, el término “masas” puede hacer pensar en una serie de receptores pasivos que no reflexionan y no discuten con los mensajes que reciben, cuando la realidad muestra que tal situación no se presenta. Las personas que reciben los contenidos simbólicos llevan a cabo procesos complejos que desenvuelven el significado de lo que está siendo recibido, y emiten sus conclusiones.

Por demás, continuando con el mencionado desglose, el autor se ocupa del término “comunicación”, en el sentido de que puede hacer pensar en algo que en realidad no se da. Esta noción, en su sentido más primigenio recuerda a la conversación cara-a-cara en donde la comunicación fluye y está nutrida por los aportes de las dos partes de la relación comunicativa. En realidad, se destaca, la comunicación de masas, en su mayor medida, solamente está servida de lo que la parte emisora dispone al extremo receptor. Sumado a lo anterior, el contenido de la relación, el mensaje simbólico, sufre la mencionada separación espacio-temporal mientras llega de un extremo al otro. Por eso, puntualiza el autor, debe entenderse esa concepción más bien como un proceso de transmisión o difusión de los mensajes. Aparte de lo anterior, para el autor el precitado término ya empieza a mostrar un anacronismo difícil de superar debido a las nuevas tecnologías que surgen para llevar a cabo los mismos procesos; el cambio de lo analógico a lo digital debería también traer un reconcepción conceptual.

Por todo lo anterior, para lo que el autor debería referirse como “comunicación de masas”, de ahora en adelante utilizará otras nociones como “comunicación mediática” o los “media”, que no cuentan con tantas “suposiciones engañosas” (Thompson, pg. 12). Sin embargo, no repudiará el problemático término, sino que lo utilizará para un “conjunto de desarrollos y fenómenos comunicativos históricos” que se han venido desarrollando, ejemplarizado en un “amplio fenómeno  que emerge históricamente a través del desarrollo de instituciones que tratan de explotar nuevas oportunidades aglutinando y registrando información, para producir y reproducir formas simbólicas, y para transmitir información y contenido simbólico a una pluralidad de receptores a cambio de algún tipo de remuneración financiera” (Thompson pg. 12).

A partir de la anterior definición para la comunicación de masas, el autor va a destacar cinco características de esta. La primera se refiere a “ciertos medios de producción y difusión técnicos e institucionales” (Thompson, pg.12), que, en suma, trata sobre el hecho de que las innovaciones técnicas de los media están dirigidas a su mayor explotación comercial. Esta característica se ha dado en diferentes instituciones que continúan dando forma a la manera en que operan los media. La segunda característica que, además, apoya a la primera, es que las formas simbólicas han devenido en bienes para el consumo.

Ahora las formas simbólicas tienen que ser apreciables patrimonialmente y tienen un valor económico, el cual es considerado al momento de su producción. Las formas simbólicas, en suma, tiene que ser compradas por los consumidores para que mantengan su existencia. Ahora bien, no sólo los mensajes tienen que tener valor económico, sino también los medios en los cuales se difunden deben tener espacio, publicitario, por ejemplo, para la venta. Además, los contenidos simbólicos consumibles no están solamente en la comunicación de masas; la pintura, las obras de
La tearte, etc… también deben ser susceptibles de valoración económica. 
 rcera característica, destaca el autor, es la ruptura que se da entre la “ruptura estructurada” (Thompson, pg. 14) entre la producción y la recepción de las mencionadas formas. Retomando lo que ha venido insistiendo, en los media hay una separación tajante entre el contexto espacio-temporal en que es creado el mensaje y en el que es recibido, de manera unidireccional.

Esto genera dos consecuencias: primero, los contenidos tienden a estar indeterminados en su respuesta, por cuanto los emisores no pueden saber la reacción del público, lo que ha obligado a que los creadores utilicen una serie de fórmulas para audiencias predeterminadas de manera que puedan estandarizar el mensaje y la respuesta de los receptores; segundo, el público, sujeto pasivo de la relación, tiene libertad para hacer del mensaje lo que le plazca y lo interprete como mejor le parezca, la textura abierta del mensaje da libertad al receptor para interpretarlo. Una cuarta característica que se sigue de la anterior, es que se ha dado una gran disponibilidad de las formas simbólicas, por cuanto estas, en tanto más se rompen entre los contextos de producción y recepción, logran llegar a más receptores. La quinta y última característica es que los ya citados contenidos llegan a una gran pluralidad de individuos a diferencia de, por ejemplo, una conversación telefónica. Un elemento esencial para la entidad de las comunicaciones de masas es que tengan un público amplio y diverso, y no restringido. Esto último trae el problema de la difuminación de la línea entre lo público y lo privado ya que, al estar dirigidos los mensajes a la generalidad, se llega a considerar que, así mismo, puedan ser contenidos de propiedad pública, materia complicada para la sociedad por el reconocimiento de, por ejemplo, los derechos de autor.

Reordenación del espacio y del tiempo

El autor en este punto retoma una de las cuestiones neurálgicas de la comunicación de masas, la cuál, por demás, ha venido desarrollando transversalmente en su texto. El interesantísimo fenómeno de la separación del tiempo y del espacio en la producción de un mensaje y su recepción es analizado en este acápite, haciendo hincapié en la simultaneidad. Esta última noción se refiere al desmembramiento de estos dos conceptos que parecían íntimamente unidos. En otras palabras, con el advenimiento de las comunicaciones es posible que un mensaje viaje mayor distancia en menor tiempo, por lo que su espectro de influencia crece de manera exponencial. Por una parte, para el autor, un reflejo de cómo la sociedad ha desarrollado este fenómeno es la estandarización de los usos horarios en el planeta. Recuerda el autor cómo se adoptó el Meridiano de Greenwich para denotar el punto cero de los usos horarios, y cómo se utilizó el aparato político internacional para institucionalizar estas medidas.

Esta separación también afectó el arte, lo que se evidencia en las obras de Baudelaire, Proust y James Joyce. Esta es una muestra de la cultura y, principalmente del cambio de concepción de la realidad. Anteriormente, el conocimiento de la historia estaba reservado a la oralidad, pero con el advenimiento de las nuevas formas simbólicas, se ha cambiado la concepción del pasado y del presente, así como de la concepción del aquí y de los otros lugares. Por ende, el autor menciona el concepto de la “historicidad mediática” (Thompson pg. 17), que ha reformado el cómo vemos los sucesos del pasado y la medida en que estos nos afectan, y que nos ha llevado a comprender que el mundo se desarrolla mucho más allá de nuestra experiencia personal. Esto a su vez ha influenciado el sentimiento de comunidad y de sentirse parte de un grupo, ya que le ha demostrado al individuo lo que es tener un pasado común y un devenir o futuro común.

Aparte del tiempo, las comunicaciones han influido en cómo evidenciamos la distancia. Con el advenimiento de noticias y comunicaciones que anteriormente se demoraban más en llegar, la concepción del espacio se redujo. Con la reducción del tiempo para llegar de un punto a otro, la distancia recorrida parece mucho menor. Unido a esto, se dio el nacimiento del capitalismo, fenómeno culturar que, al fomentar el intercambio entre cada vez más diversas áreas del planeta, fue desdibujando fronteras y uniendo mundos anteriormente separados. Para finalizar, el autor menciona que este nuevo entendimiento del tiempo ha hecho que dejemos de visualizar el futuro como algo lejano para conquistar, siendo ahora lo inmediato lo más importante por colonizar.

La comunicación en contexto

Para finalizar el texto, el autor trae a colación otro tema que atraviesa su texto, el hecho de que la comunicación no deba ser leído como algo hermético, alejado de un contexto social, sino que, bien por el contrario, los contenidos simbólicos son descodificados por un público con una serie de experiencias y en circunstancias específicas que van a influir en la interpretación del mensaje. Esto, por una parte, va a mostrar que, contrario a la creencia clásica, la audiencia no es pasiva en cuanto a lo que recibe, sino que va a darle el significado a un mensaje en su coyuntura propia.

Además, la recepción de los mismo debe verse, también, como una actividad, no como algo que le sucede a la persona. Esta actividad, como se dijo anteriormente, depende del contexto de los receptores y además es rutinaria, se hace todo el tiempo, así el sujeto se dé cuenta o no. Esto último ha generado que los espectadores también quieran imbuirse en mensajes simbólicos para escapar de su cotidianeidad, y ejerciten ese músculo para interpretar algún mensaje que le sea enviado, ya sea en revistas, periódicos, libros o películas, entre otros. Por lo demás, esta actividad también requiere de una serie de habilidades por parte de la audiencia, las cuales pueden ser aprendidas y dependen, así mismo, de cada contexto.

Ahora bien, aparte de todo lo anterior, lo más importante para destacar, es que éste es un proceso hermenéutico, en el cuál los sujetos surten un proceso interpretativo del mensaje que reciben y al cual le dan sentido. Este proceso requiere de algún grado de interés, concentración y preocupación por parte del receptor, un proceso de aprehensión de los conceptos que le están siendo enviados. Como proceso hermenéutico, hay que considerarlo como lleno de presuposiciones necesarias para desarrollarlo, y, además, como un proceso, en suma, creativo, en el cual se recibe algo y se le da su significado en función del contexto socio-histórico de los receptores.

Lo anterior da varias conclusiones: en primera medida, el significado de lo enviado no es estático por cuanto de un mensaje varias conclusiones se pueden extraer dependiendo de la comunidad que lo decodifique; segundo, el mensaje, en este proceso, es incorporado a la comunidad la cual lo hace suyo, “lo utilizan como vehículo para reflejarse a sí mismos y a los otros, como base para reflexionar sobre sí mismos, sobre los otros y sobre el mundo al cual pertenecen” (Thompson, pg. 23), el cual algunas veces requiere de muy poco esfuerzo, y en otras requiere de un esfuerzo consciente. Este mensaje, por demás, también influye en nuestra concepción del yo: el proceso de apropiación del mensaje y la manera en que lo decodificamos y lo interpretamos nos forma como sociedad, “dando forma y transformando nuestras habilidades y reservas de conocimiento, poniendo a prueba nuestros sentimientos y preferencias y expandiendo los horizontes de nuestra experiencia” (Thompson, pg. 24). Para finalizar, el autor menciona que este proceso no es más que uno de las coyunturas que nos forman como sociedad y nos dan sentido.

Referencias

  • Thomson, John B. (1998/1997).  Comunicación y contexto social. En Los media y la modernidad: una teoría de los medios de comunicación (trad. Jordi Colobrans Delgado). Barcelona: Paidós.