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Manuel Rodríguez Torices, boceto biográfico por J. M. Salazar

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“Torices”, como solía llamársele, es un personaje conocido en el Archivo Histórico. En nuestra exposición virtual Quién es quién en 1816, Torices ocupa el décimo lugar entre los próceres. Llama la atención, dicho sea de paso, que se le conozca por el segundo apellido paterno (hijo de don Matías Rodríguez Torices y doña María Trinidad Quirós Navarro), con absoluto olvido del materno.

De Torices apenas existe hoy documentos en el Archivo Histórico. En la Revista del Rosario, en cambio, se había publicado una biografía, por Rodolfo Daníes, oriundo de Riohacha (Guajira) y que por 1912 estaba finalizando la carrera de Jurisprudencia.

 

Manuel Rodríguez Torices (detalle), por Luis García Hevia, 1837.

 

Una biografía de Torices.

En 1867, José María Vergara, en su Historia de la literatura en Nueva Granada, citaba apartes de una biografía del prócer, por Salazar. Por el propio Vergara sabemos que José María Salazar nació en Rionegro (Antioquia), en 1785. Graduado en Jurisprudencia en el Colegio de San Bartolomé, ya entonces componía piezas teatrales y de circunstancias, como el El placer público de Santafé, además de colaboraciones para el Semanario de Caldas. Viajó a Mompós como vicerrector del colegio que había fundado don Pedro Pinillos, de donde se trasladó a Caracas, por los hechos políticos de 1810. Luego retornará a Cartagena, encargado de la redacción de El Mensajero. De allí huye a La Trinidad, cuando llegó Morillo, para volver a Venezuela, donde se casó. En 1827, se le nombra plenipotenciario ante los Estados Unidos. Hizo un último viaje a París, donde murió, en 1828. Su familia regresó a Caracas.

No sabemos en dónde leyó Vergara el boceto biográfico de Torices, por Salazar; lo cierto es que se volvió a publicar en la Revista de Bogotá, en mayo de 1872[1]. Como fuente interesante para la biografía del prócer, transcribimos el boceto a continuación:

 

Nótese que Daníes, presentando a Torices en la "Galería de hijos del Colegio",
no menciona precisamente su retrato, en la colección del Museo.

 

 

D. Manuel Rodríguez Torices

 

Se nos ha repetido por relaciones fidedignas que al lado de los restos insepultos del Sr. Camilo Tórres están colocados con el mismo fin los del Sr. Torices, último Vicepresidente de la Nueva Granada. Así como ocuparon un mismo lugar estos dos individuos después de la muerte, lo tendrán Igualmente en este humilde escrito, y ¡ojalá sean también inseparables en la memoria de la posteridad!

El Sr. Toríces era nativo de la ciudad de Cartagena, y pertenecia por su orígen á una familia rica y decente: unía á la ventaja del nacimiento la de las prendas personales, un entendimiento nada vulgar, una figura interesante, carácter amable y circunspecto. Educóse en el Colegio del Rosario de la capital de la Nueva Granada (establecimiento que se ha hecho célebre por el amor que le profesan sus individuos, que creen estar allí en la casa paterna), y fue siempre reputado por un jóven de mucho provecho, hasta completar su estudio de leyes; pero no aspirando á ejercerlas, sino á otra carrera más conforme á sus inclinaciones y al buen estado de su fortuna, dedicó sus tareas privadas á otros ramos más agradables. En la escogida sociedad de algunos jóvenes literatos ocupaba Toríces los días más bellos de la vida en el estudio de las humanidades y ciencias naturales, y en mejorar su espíritu y su corazón con interesantes lecturas. El oro del pais, más poderoso que la inquisicion de Cartagena, hacia venir de Francia los mejores libros, y con muchos otros que se encontraban en la biblioteca de los sabios Jesuitas, y en librerías particulares, no faltaba pábulo al buen gusto ni á la aplicación. La envidia perseguidora del mérito, no perdonó á esta juventud, que con sarcasmo se llamaba en Santafé Compañía de los sabios; pero la conducta irreprensible, y la dulzura y fuerza de carácter de sus individuos, hizo al fin callar la maledicencia. El jóven Torices se separó de tan buenos amigos cuando ellos empezaron á publicar el Semanario la Nueva Granada, papel que atrajo suscritores de toda la América, y áun de los paises extranjeros, y que los amantes de las letras y ciencias naturales recibieron con mucho aplauso.

Torices llevaba en Cartagena la vida de un filósofo, hasta que la revolucion política le hizo brillar y ser conocido: se le nombró por el Gobierno para la redaccion de un papel público, en union de D. José M. Madrid, jóven de talento extraordinario y de conocimientos generales. El Argos de Cartagena de Indias hará siempre honor á estos dos individuos por la propiedad de su estilo y asuntos que comprende: no parecia un periódico de manos tan nuevas en escribir sobre política, sino de otras ya ejercitadas en este género de escritos.

Otra revolucion que sobrevino en la ciudad de Cartagena, conducida por el ciudadano Piñéres, génio emprendedor y de una viveza extraordinaria, no en contra del gobierno de España, que ya habia caido, sino para reformar el existente, y cuyos resultados fueron los más felices, elevó á Torices al más alto puesto de la República. Era ciertamente un bello ejemplo para animar la emulacion, que un jóven sin la edad constitucional, que fué preciso dispensarle, fuese elevado al primer lugar en una provincia que no carecia de hombres de mérito: y como el nuevo Presidente no sabia manejar la intriga, es menester atribuir su eleccion al concepto que se habia adquirido.

Este jefe era lento en deliberar, tímido para determinarse, pero inflexible una vez resuelto. Un decreto suyo excitó cierto dia una conmocion popular, y se presentó sólo á impedirla, imponiendo silencio á la multitud; pero no tenia contra los españoles la severidad necesaria, y quiso domar tigres con halagos. Era infatigable en el trabajo, más pareciendo Secretario que Presidente; y no se permitia otro recreo que tomar el fresco por la tarde en el paseo público, y conversar de noche con dos ó tres amigos. Su probidad era ejemplar: no hubiera podido el Potosí entero sacar de su pluma una orden injusta. Era amado de los extranjeros; protegió el sistema de corsarios que tanto mal ha hecho á los enemigos, aunque no ha estado libre de abusos, y estableció reglas convenientes para mantener en su deber á los que habian obtenido patentes. Salvó más de una vez la República, y la entregó a su sucesor íntegra y segura. Con más resolucion, más conocimientos del mundo, ménos confianza en los aduladores, hubiera acertado siempre en los importantes empleos que obtuvo.

El Congreso de la Nueva Granada, invitado por el voto comun, expresado solemnemente y por la pluma de algunos escritores, alteró la forma de gobierno, concentrando todos los recursos de las provincias y las extraordinarias facultades de las Legislaturas en la autoridad general; pero por motivos y miramientos que creyó de importancia, puso en tres personas el Poder Ejecutivo, que falto de la unidad natural, se debilita. Elegido el señor Toríces para hacer uno de sus miembros, dejó la Presidencia de Cartagena, y partió al lugar en donde residia el Congreso, á tomar su asiento en aquel triunvirato. Poco podia hacer para la salvacion de la patria, en la espantosa crisis en que se hallaba un cuerpo así constituido, y cuyo Presidente en turno era nombrado cada trimestre con varias facultades privativas: hoy se obraba de este modo, mañana de otro; más se discutia que se determinaba, y en vano recibia nueva autoridad del Congreso, no haciéndose con esto otra cosa que embarazar más el despacho diario de los negocios, hasta que por fin se nombró un sólo hombre de jefe del Estado, de quien Toríces fué Vicepresidente.

Muy tarde se adoptó esta reforma y se empezaron á tomar medidas proporcionadas á la entidad del mal; desfallecida la República, debió caer á los piés del tirano, para levantarse algun dia, y no volver á caer jamás. Estaba decretado que este hermoso suelo fuese teatro de horrores, y que sus grandes hombres espirasen en los suplicios.

Virtuoso Torices! Oye en la mansion de los justos los suspiros de tus conciudadanos! Ellos celebraron tu valor el dia que te vieron marchar al patíbulo con el aire de un ángel y la conciencia del inocente; tu alma voló á los cielos y tu cuerpo mortal quedó presa de los tiranos para que combatas despues de muerto por la causa de tu país!

José María Salazar

 

¿Salazar o Zea?
 
Decíamos que Vergara y Vergara nos puso en la pista del boceto biográfico, autoría de Salazar. La misma atribución hizo, antes que él, el autor de la cartela del retrato de Torices. Sin embargo, José P. Urueta* atribuye el escrito a Francisco Antonio Zea, afirmando incluso que había conocido a Torices. Seguro por influencia de Urueta, Rodolfo Daníes comparte la misma atribución.
 
En todo caso, el original del boceto biográfico apareció en el Correo del Orinoco, 2(40), correspondiente al sábado 2 de octubre de 1819, como segunda entrega de la Memoria Biográfica de la Nueva-Granada. El Señor Manuel Rodríguez Torices**. En el número anterior (39) comenzó a publicarse la Memoria Biográfica de la Nueva-Granada, escrita por un Miembro de su último Congreso. Con los mismos títulos, es decir, autor de la Memoria biográfica y miembro del último Congreso, se publicó La campaña de Bogotá. Canto heroyco (Bogotá: Imprenta del C. B. E., 1820). A pesar de la vaguedad en esta declaración de autoría, los catálogos de las bibliotecas colombianas atribuyen las obras citadas a Salazar. 
 
 
*Urueta, J. (1886). Los mártires de Cartagena. Cartagena: Araújo-O’Byrne.
**Se publicó por segunda vez en Gazeta de la ciudad de Bogotá, capital del Departamento de Cundinamarca, n. 50, 9 de julio de 1820, 192-93.

 

[1] Salazar, J. (1872). D. Manuel Rodríguez Torices. Revista de Bogotá1(10), 605-6.