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Dante y el Rosario

Dante y el Rosario

La conmemoración de los seiscientos años de la desaparición de Dante Alighieri no pasó inadvertida en el país, menos en el Rosario. Prueba de ello es el número 159 de la Revista del Rosario (v.16 oct. 1921), dedicado casi enteramente al autor de la Divina comedia. Abre el número una dedicatoria, a manera de inscripción:

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A 14 de septiembre de dicho año, el presidente Marco Fidel Suárez firmó el decreto de honores al Poeta. Ha cambiado el lenguaje y el país en un siglo, según puede verse en estas frases: “El Gobierno colombiano se complace en interpretar el sentimiento de esta católica República”, “Que este hombre singular, engrandecido por el dolor, animado por el patriotismo y colocado por la Providencia en el confín de las edades principales del mundo, no pertenece sólo a su patria, sino que puede considerarse como conciudadano de todas las naciones”. Difícil saber si la redacción corrió por cuenta del presidente o de su ministro de Instrucción Pública, Miguel Abadía Méndez, entonces catedrático y consiliario. En el programa de los festejos figura la inauguración de una placa en la Academia Colombiana, de la mente del presbítero José Vicente Castro Silva, que entonces debía de ser catedrático de la Universidad y que participó además con una conferencia en el Cinerama. Otra parte literaria iba por cuenta de monseñor Carrasquilla, a la sazón director de la Academia y rector del Rosario. Como era costumbre, hubo una coronación de Dante.

 

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En honor de Dante Alighieri, versado en la sabiduría humana y celestial, celebrado por el universal pregón, en el sexcentésimo año de su muerte, por la poesía con que ensalzó el poder divino, la sabiduría suma, el primer amor, el Dios excelente y magnífico que gobierna el mundo en el tiempo y en la eternidad, los ciudadanos colombianos, de común acuerdo, dejaron grabado este recuerdo el día 14 de septiembre de 1921. Traducción de la Revista.

Años después, ya como rector, Castro Silva vuelve sobre el asunto en un artículo titulado Memoria dantesca (v.31 n.303 abril de 1936). La frase con que principia es la mejor invitación a su lectura: “Henos aquí en Florencia, ciudad legendaria y de pocas creces”. El país y el Rosario cumplieron así con el tradicional imperativo “onorate l’altissimo poeta”.
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Principio del discurso de R. M. Carrasquilla.