Pasar al contenido principal

Las virtudes cardinales en el Archivo Histórico

portada

Un cuadro sinóptico, de esos que uno aprendió a hacer en el colegio, viene a resolver de un golpe de vista[1] una cuestión planteada a esta redacción: ¿los cuatro vitrales del Archivo Histórico representan las virtudes de los rosaristas?

 

Pues nada más abrir el tercer tomo de la Suma teológica (Madrid: Moya y Plaza, 1882), se nos ofrece el cuadro analítico, o sinóptico, “de la sección segunda de la segunda parte”, que trata de dos asuntos: virtudes cardinales y morales, y virtudes teologales. Aquellas son cuatro; estas, tres.
 

E17N018V3.

De la Teología moral para seglares[2], entendemos lo siguiente: los hábitos buenos constituyen las virtudes. Ellas pueden ser adquiridas, innatas o infusas. Las adquiridas, por las fuerzas naturales del hombre, pueden ser intelectuales o morales. Estas últimas residen en el apetito y se ordenan a las buenas costumbres, a la honestidad de los actos humanos. Con ser muchas, hay unas fundamentales, “ya que sobre ellas, como sobre quicios, gira y descansa toda la vida moral humana”. La etimología es latina: cardo-cardinis era el quicio o gozne de la puerta. Por ello se conocen como virtudes cardinales. Oigamos al padre Royo:

 

Son cuatro: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. La prudencia dirige al entendimiento práctico en sus determinaciones; la justicia perfecciona la voluntad para dar a cada uno lo que le corresponde; la fortaleza refuerza el apetito irascible para tolerar lo desagradable y acometer lo que debe hacerse a pesar de las dificultades, y la templanza pone orden en el recto uso de las cosas placenteras y agradables. 

 

La iconografía.

 

Los vitrales del Archivo, con la interpretación rosarista de las virtudes cardinales.

 

Siendo rector el Dr. Gustavo de Greiff, se adelantaron trabajos de restauración en el Archivo Histórico. Por el Acta de Consiliatura 347 (24-5-1991), sabemos que además se instalaron los cuatro vitrales de la fotografía. Veamos, pues, de dónde proceden el reloj de arena, el muro, la balanza y la serpiente.

Si la tradición ideológica se remonta a la filosofía clásica griega, la iconografía fue sistematizada por Cesare Ripa, en el siglo XVI, en su tratado de iconología[3].

 

Prudencia. Aunque no se ve en el grabado de Ripa, también se le asocia una sierpe. Por dos motivos: uno, porque a los golpes de la fortuna debemos defendernos con todo, como la sierpe combatida; dos, porque la Escritura manda estote prudentes sicut serpentes [sed prudentes como las serpientes].

 

Justicia. El grabado tampoco representa los elementos que ahora son corrientes, pero sí los menciona: una mujer vendada, portadora de una llama, una espada y la balanza.

 

Fortaleza. Suele representarse como mujer armada, de traje leonado, apoyada en una columna, por ser la parte más sólida del edificio.

 

Templanza. Se simboliza con un freno, pero también con el reloj, en la idea de que se deben moderar los apetitos según el tiempo.
 

Prudencia, en la edición veneciana de 1645. Lo que se enrosca en la flecha
no es una sierpe, sino una rémora.

 

Justicia, según lo que refiere Aulo Gelio.

 

Fortaleza, con todas sus armas.

 

Templanza. El elefante, en caso necesario, se acostumbra a comer la mitad de su ración.

 

[1] Restrepo-Hernández asientan, en la Llave del griego, que σύνοψις [sýnopsis] es el “cuadro que se abarca de un golpe de vista, sinopsis (conspectus)”.

[2] Por el padre Antonio Royo Marín. Madrid: BAC, 1979; p. 176 ss.

[3] Iconologia di Cesare Ripa Perugino etc. Venecia: Cristoforo Tomasini, 1645. Primera edición romana de 1593, tiene por fuentes los Hieroglyphica, de Pierio Valeriano, el Emblematum libellus de Andrea Alciato, el Discorso sopra le medaglie degli antichi de Sebastiano Erizzo y las Pitture de Anton Francesco Doni.