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Discurso pronunciado por el Colegial Lino Pombo
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en la Capilla del Colegio del Rosario dedicando
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unas conclusiones de Aritmetica y Geometria
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à santo Tomas
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[rúbrica- tachadura]
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Señores
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Las materias que hoy proponemos
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como objeto de este acto literario, son de las mas
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interesantes al genero humano. El calculo nu-
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merico y las lineas, la Aritmetica y la Geo-
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metria, siempre han sido miradas como ba-
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se de todos los conocimientos à que puede aspirar
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el hombre en sociedad. El calculo mide to-
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das nuestras relaciones con los seres que nos ro-
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dean, y la Geometria auxîliada[1] del calcu-
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lo ensancha estas mismas relaciones, y nos
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hace señores y dueños de los objetos mas dis-
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tantes. Desde el simple labrador hasta aquel
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que se halla sobre el trono, desde el mas contem-
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plativo solitario hasta el hombre de estado, des-
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el rustico hasta Newton; todas las cla-
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ses, todas las condiciones todos los estados ne-
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cesitan de la artorcha de estas dos ci-
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encias bienhechoras.
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El origen del calculo se pierde
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en las tinieblas de los siglos mas remotos: èl pa-
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rece coetaneo à la exîstencia del hombre sobre la
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tierra. Si reflexîonamos que la sociedad no pue-
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de exîstir sin el calculo, que todas las naciones le
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han usado, que los salbages mas estupidos le han usa-
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do tienen su Aritmetica, y lo que es bien singu-
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lar, que todos usan el sistema décuplo asi en
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el antiguo, como en el nuevo continente, se per-
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cibira un origen comun à todos los hombres,
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y la Aritmetica, y que su principio comienza
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con el mundo.
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Si el alimentarse, el vestirse
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y alojarse son las primeras necesidades del
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hombre, el calculo es su primera ciencia. Ape-
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nas valbucea las palabras, cuenta sus dedos,
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sus manos, sus hermanos, los objetos mas in-
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mediatos, y los mas queridos. Despues lleva el
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calculo à sus corderos, à sus vacas, y à todos
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los seres que le subministran la subsistencia,
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las comodidades, y los placeres. De aqui pasa à
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contar las montañas, los rios y quanto rodea
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su cabaña.
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La duracion de su exîstencia, este
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deseo de medir su mansion sobre la tierra, ele-
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va sus ideas y da un grado de perfeccion à
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su calculo. Las revoluciones del sol, los dias le
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sirven de unidad, las acumula y aumenta suce-
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sivamente. Este numero crece demasiado, y fa-
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tiga la imaginacion: es necesario subdividir-
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le. Las estaciones, el verdor, las escarchas,
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los colores, las mieses hacen como otros tantos
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puntos de apoyo para recomenzar el periodo, y el
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año solar establece. La Luna, siempre varia
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en sus aspectos, ha presentado à todos los pue-
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blos una regla sencilla para medir el ti-
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empo: de aqui el año lunar.
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A proporcion que la
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sociedad ha hecho progresos que las nececida-
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des se han multiplicado, [entre líneas: se han multiplicado] tambien los conocimi-
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entos. Se pretendió reunir las ventajas de es-
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tos dos años: se quiso la simplicidad del so-
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lar y las comodidades del lunar. Se preten-
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dió hallar las relaciones con las nuevas lunas
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y de aqui el calendario, y la cronologia primitiva.
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Quando el genero hu-
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mano ya no pudo existir reunido sobre las lla-
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nuras del Sennaar[2], quando se derramó sobre
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la Arabia, sobre la Asia, y sobre la Europa
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quando se formaron las naciones y los imperios, qu-
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ando nacieron las Artes y el comercio, entonces se ele-
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vo el calculo à un punto de perfeccion inesperado:
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los Tirios[3], este pueblo situado en los confines del
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Oceano y de la tierra, rodeado de los imperios mas
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celebres, y mas civilisados, con el Líbano, y famosos
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cedros à la mano, lo llamaban al comercio de
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todas las naciones. El llevó los productos de su
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agricultura, e industria à muchos puntos del
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mundo conocido. En Roma, en Hesperia, en
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Sicilia, en Berbería, en Egipto, mas alla de
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las columnas de Hercules, en el mismo Ponto, y
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generalmente en casi todos los puertos, no se veian
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sinó flotas fenicias cargadas de purpura, de
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aromas, de vasos, de telas, y conduciendo à Tiro
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las producciones de todos los climas, y de todas
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las zonas conocidas. Esta nacion comercian-
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te perfeccionó la utilisima Aritmetica. Entre
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las manos de los Tirios se comenzó à calcular
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y se percibieron las relaciones fecundas de los
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numeros; y esta, se puede decir, es la època en
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que comenzó à formar su cuerpo de ciencia la
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Aritmetica: hé aqui un nuevo servicio, que el co-
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mercio ha hecho al genero humano. Satisfa-
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ciendo nuestras necesidades, enriqueciendo, civilisan-
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do las naciones, el comercio ha dado tambien na-
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cimiento à las Artes, à la Aritmetica, à la Geo-
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grafía, à la Astronomia, y à tantas otras.
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El curso de los astros se ob-
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servaba entre los laboriosos Tirios: por tal me-
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dio aseguraban su navegacion, las maqui-
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nas, las fuerzas se profundisaban, y elevaban
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sobre las ondas esos edificios enormes, esas ci-
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udades flotantes, que llevaban à todas partes las
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riquezas, y el nombre fenicio, respetado y queri-
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do de todas las naciones. El llevo los productos
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de su agricultura è industria à muchos puntos
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del mundo conocido. Los puertos, las radas, los
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bancos, los escollos se pintaban sobre tablas, y
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estas guiaban al navegante sobre las llanu-
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ras uniformes è inmensas de los mares. Asi
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nacieron, asi se elevaron, estos preciosos co-
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nocimientos, y tuvo principios el calculo, la
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Mecanica, la Astronomia, y la Geografía.
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El Egipto tan grande
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tan sabio, como misterioso dio nacimiento a las
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lineas, y à sus propiedades: en una palabra à
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la geometria. El Nilo, con un origen inci-
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erto en la Numidia, y Abisinia, se elevaba
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periodicamente, salia de madre, inundaba los cam-
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pos, y deponia un limo bienhechor, origen de la
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fecundidad, y de la abundancia: los escritos de las
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heredades desaparecian, y fuè necesario, que la Geo-
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metria restableciese el orden y la paz. Naci-
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da en medio del fango, y de los misterios, fue à pros-
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perar baxo el clima feliz de la Grecia; pero
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los genios inmortales de Platon, de Euclides
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de Arquimedes, de Apolonio elevaron esta cien-
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cia à un grado inconcebible de sublimidad
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y de perfeccion.
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Pero el griego Pitagoras,
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este genio elevado, y criador, enseño verdades
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fecundas, verdades que la posteridad respeta, y que
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han hecho su nombre celebre en todos los siglos.
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El quadrado de la hypotenusa, la tabla que
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lleva su nombre, las propiedades de los nu-
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meros y de las líneas le haran mirar como
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el geometra mas ilustre de toda la antigüe-
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dad; pero el hombre abusa de todo: los nume-
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ros que habian revelado misterios profundos
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al genio de Pitagoras, le sirvieron de obje-
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to para delirar. Todo era numerico, todo ar-
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monico en el universo: las distancias de los
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planetas, los arboles, y las plantas, en todos los
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seres no veia sinó numeros, y relaciones.
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Entonces tuvieron origen los quadrados ma-
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gicos tan inutiles, como misteriosos. Esta es
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la supersticion de la Aritmetica.
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La espada barbara
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de los califas apagó todos los conocimientos. La
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Escuela de Alexandria, escuela en que habian
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florecido Hiparco, Eratostenes, Ptolomeo; la fa-
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mosa Biblioteca, todo pereció baxo del yugo
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de Mahoma. Este fanatico afortunado, sem-
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brando con la una mano en Egipto, en Asia,
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en Europa una religion sanguinaria y
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voluptuosa, arrancaba con la otra las cien-
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cias y los conocimientos: sabía muy bien que
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el error no puede establecerce en el pais
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de las luces. El genero humano se habria vu-
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elto à sumergir en la ignorancia mas ver-
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gonzoza si un pueblo del Asia, cansado de los
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horrores de la guerra, de incendios, de carni-
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ceria y de crimenes no huviese recogido las
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reliquias de las ciencias, que habian escapa-
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do del furor del ignorante Omar.
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Los Arabes, en otro
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tiempo barbaros, ladrones, salvages han teni-
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do esta gloria: ellos, como un deposito sa-
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grado conservan los libros, que habian per-
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donado las llamas. Ellos traducen, anotan,
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ilustran los escritores griegos, ellos arrancan
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del centro del Asia los conocimientos dela Yndia
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y dela China, y reunen las ciencias del Ori-
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ente y del Ocaso; hay mas: ellos las cultivan
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y hacen progresos señalados: este puebo [sic] sin-
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gular presenta las ciencias à la Europa:
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ella enseña à todas las naciones, y es el
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unico eslabon, que reune à la respetable
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antigüedad con los siglos modernos. Los Ara-
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bes son los padres de nuestros conocimientos
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y à los Arabes debemos nuestras ciencias.
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Asi que calmó el
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mar tempestuoso de la irrupcion de los barba-
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ros del norte, las ciencias recobraron sus de-
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rechos. La Aritmetica arabe, el don mas pre-
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cioso, que esta nacion celebre ha hecho à la
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Europa y à las ciencias, se cultivo con entusi-
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asmo. Las fracciones, el calculo decimal, ó
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sexâgecimal, las relaciones, las progresiones
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y en fin los logaritmos mudaron la faz
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de las ciencias, ensancharon nuestros cono-
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cimientos, y nos hicieron superiores à to-
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dos los siglos que nos han precedido pro-
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fundo Neper![4] permite que yo que acabo de
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poner mis pies sobre los umbrales del templo
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de las ciencias te tribute este homenage de
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admiracion, y de reconocimiento. Bien co-
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nozco, que una voz debil, esta voz que se oye
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por la primera vez en este recinto consagra-
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do à las ciencias, no es digna de formar tu elo-
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gio; pero si de admirarte, de estudiar tus ta-
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blas inmortales, y de seguir tus huellas.
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Estos son, ciudadanos,
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los pasos, que la Aritmetica y la Geometria
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han dado en los siglos que nos han precedido.
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Este estudio ha hecho el objeto de mis tare-
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as en el año escolar que acaba, y estas las
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que hoy presento al publico como un testimo-
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nio del respeto y amor, que le profeso.
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Si yo consultara so-
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lamente mis fuerzas, si solo me apoyase so-
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bre los conocimientos, que he adquirido, tem-
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blaria à la vista de tantos hombres ilus-
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trados, que me van à juzgar. Pero poni-
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endo mi confianza en el Angel tutelar
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delas escuelas, en este modelo de sabiduria
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y de virtud, nada tengo què temer. El
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protege las ciencias, su doctrina siempre sa-
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na, siempre pura, guia este ilustre cuerpo de
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que tengo el honor de ser miembro. Si, san-
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to docto, santo sabio, protexe la inocencia de
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mis primeros años, ilumina mis tinieblas y
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sosten mi debilidad. Yo te tomo por mi protector
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y lleno de respeto y humildad, te consagro este
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pequeño don, como un testimonio publico del
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amor que te profeso, del deseo que tengo de
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imitar tu sabiduria y tu virtud.
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Dixe
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Compuesto por el Doctor Don Francisco Caldas, ca-
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tedratico de Matematicas en dicho Colegio.
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Año de 1810