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El Rosario en los tiempos del cólera

portada

Los documentos son, que sepamos, la única máquina de que disponemos para viajar en el tiempo. Les ofrecemos una prueba: el nueve de junio de 1832 llegó un oficio muy particular dirigido al rector del Rosario [v.24 ff.115-16].

 

Desde el encabezado, viajamos también en el espacio: Estado de la Nueva Granada. El gobernador de la Provincia ha dispuesto que “el miércoles próximo, 13 del corriente, se haga una rogacion pública en esta Catedrál, para implorar la misericordia del altisimo en la presente crisis”. La cosa era, pues, alarmante, como para implorar el auxilio divino. ¿Qué sería la cosa? “La invacion de la funesta epidemia conocida con el nombre de cólera morbus, que ya ha comensado á descargar sus golpes en una de las rejiones de nuestro continente”. Entonces, y conocida “la piedad de ese Colejio”, se le invitaba á “concurrir a un acto tan catolico y del que debemos aguardar toda la proteccion que sola es capás de dispensar la divina Omnipotencia á nuestro aflijido pueblo”. A tono con lo anterior, y por la piedad del remitente, se despide deseando que “Dios guarde á U.”, como era de costumbre en la comunicación epistolar.
 

Mapa itinerario del cólera-morbo, en que se demarca su curso, desde el Indostán (en donde apareció en 1817) hasta los países que ha invadido hasta principios de 1832. Fuente: Paz Reverol et al., The Santaroseros.

 

 

El Dr. Cuervo.

 

Ya es hora de decir quién era el remitente y gobernador de la Provincia, el Dr. Rufino Cuervo. Natural de Tibirita (Cundinamarca), vistió la beca del Colegio como porcionista, en 1819. Estudió Derecho canónico y se recibió de doctor, en 1823. Luego fue catedrático, consiliario y vicerrector interino. En 1847, estuvo encargado de la presidencia, por ausencia del titular Tomás cipriano de Mosquera. A estos títulos podemos añadir, conforme al documento, el de gobernador de la Provincia de Bogotá, en 1832.

 

Por el lado médico, tenemos que en lo que iba de siglo, se registraban ya dos epidemias de cólera. La primera "descargó sus golpes", como diría Cuervo, sobre Asia, en 1817; la segunda golpeó, apenas doce años después, a Europa; hacia 1830 alcanzó a Inglaterra y, para la época del oficio del gobernador, acababa de cruzar el Atlántico (junio de 1832), tocando tierra americana por Quebec y Montreal. En Nueva York se cobró tres mil víctimas, por lo cual el gobernador estimó, como también hubiera dicho Cuervo, que “Dios, infinitamente justo y sabio, encontró apropiado emplear esa pestilencia como medio para castigar a la raza humana por sus pecados”. Siguió al sur por Méjico, Guatemala, Belice y Honduras. En el Perú, tomaban precauciones contra los buques mejicanos, en octubre de 1833. En una novena zacatecana de este año, a san Roque se impetraba “que me libre tu celo / en esta peste fatal / de la cólera del mal / o que te goce en el cielo!”.
 

El oficio de la Gobernación. No hemos hallado otras menciones al tema en el Archivo.

 

 

El azote del cólera no llegó al país esa vez, queremos creer que gracias a la conocida piedad de este Colegio. Para la historia posterior, recomendamos un artículo del Dr. Emilio Quevedo.

 

Cuestión idiomática.

 

Siguiendo el documentado estudio de Dicciomed, tenemos que “cólera” significó un concepto médico y uno fisiológico (bilis), es decir, un término técnico; últimamente una palabra común referente a un estado de ánimo (ira). Entre la primera y última acepciones media un cambio de género gramatical. En fránces, para lo primero se usa la ortografía etimológica choléra; para lo último, la forma colère; añadiendo la misma distribución de géneros que en español.

 

Instrucción sobre la cólera morbo. Texto digitalizado por la Biblioteca Nacional.

 

Bibliografía:

 

López, D. (2011). “La epidemia del cólera de 1833-1834 en el obispado de Guadalajara. Rutas de contagio y mortalidad”. Historia Mexicana, 60(4 (240)), 2025-2067. Tomado de: http://www.jstor.org/stable/41151315