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Blog Archivo Histórico > Documentos > Marzo 2022 > Tesis patológicas de Joaquín Cajiao, en 1805

Tesis patológicas de Joaquín Cajiao, en 1805

22/03/2022 4:21:20 p. m.

Joaquín Cajiao y Pombo nació en Santiago de Cali, el 12 de febrero de 1783. Vistió la beca del Rosario como colegial porcionista, el 18 de noviembre de 1801. Bachiller en Filosofía y en Derecho civil. Inició los estudios de Medicina en 1803 y, según el documento, presentó exámenes en Anatomía y Fisiología, “que comprehenden el estudio del 1.o y 2.o año”. No era caso excepcional, pues Miguel Domínguez y Esteban Quintana se sometieron al mismo examen, cuyo jurado estuvo compuesto por Miguel de Isla, catedrático; Vicente Gil de Tejada, pasante; y Jorge Tadeo Lozano, catedrático sustituto de Matemáticas [AHUR, vol. 122 ff. 83-84]. En 1804, defendió conclusiones “y por eso no dio examen”. En 1805, cursó el tercer año de Medicina. Obtuvo los grados de bachiller, licenciado y doctor, en 1807[1].

Joaquín Cajiao estuvo entre los estudiantes de Medicina, cátedra que había ofrecido Miguel de Isla desde el 21 de octubre de 1802 y que seguirá funcionando toda la década, a partir de un Plan de estudios redactado por José Celestino Mutis[2]. Cajiao Pombo aparece como catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad del Cauca, que se había organizado en 1835[3].

El documento es un impreso de nueve folios (19,5 x 20 cm) y está, según los investigadores, entre las “primeras tesis que registra la historia de la enseñanza médica en Colombia”[4].

 

Portada del impreso, disponible en el repositorio.
Nada sabemos de las siglas M. H. A.
 

 

Sobre la inflamación y las fiebres en general [AHUR, caja 15 ff. 236-41]

Tesis patológicas que, Dios mediante y con la dirección del doctor don Miguel de Isla, profesor regio de la cátedra de Medicina, intentará defender Joaquín Cajiao, bachiller en Artes liberales y Derecho civil.

Santafé. En el Colegio Mayor de Real Patronato de Nuestra Señora del Rosario, año de la Salvación 1805. Acto público de tercer año de Medicina. M. H. A.

Sobre la inflamación.

Habiendo un movimiento por el que vivimos, crecemos y nos mantenemos sanos, cuando algo lo altera se echa a perder la salud y se precipita a la ruina el cuerpo: ¡qué Iliada de enfermedades[5], qué serie de males de allí sobreviene! Disminuido y lánguido el circuito sanguíneo, languidecen y se consumen las funciones del cuerpo. Aumentado y muy acelerado, la economía animal[6] se excita desordenadamente: por pequeñísimas sinuosidades de los vasos, corren más rápido los líquidos. Poco después se detienen, se estancan y por ello tomarán varias formas, según que las fuerzas naturales intenten una u otra salida. Entre las enfermedades, ocurre con mayor frecuencia la inflamación.

Naturaleza de la inflamación.

La presión y la frotación de la sangre roja arterial que se estanca en pequeñísimos canales, movida por el impulso de la restante sangre y agitada con más vigor por la fiebre, se distingue con el nombre de inflamación gracias al celebérrimo Boerhaave[7]. El célebre comentarista Van Swieten[8] la llama obstrucción con fiebre, parcial o total.

Sede de la inflamación.

La sangre se detiene en los propios vasos o, impelida por fuerza mayor, entra en las boquillas de los vasos mínimos; luego la sede de la inflamación está en las prolongaciones extremas de las arterias o en el nacimiento de los linfáticos arteriales.

Diferencia.

Por la variada naturaleza, sede y extensión de la inflamación, debe buscarse su característica: resulta claro cómo pasa desde aquí a flemón o erisipela, y cuál es la genuina diferencia entre ella y el flemón, la erisipela, el edema, el escirro y otros tumores.

Causas.

Cualquiera sea la causa que empuje la sangre arterial en los vasos mínimos, y por ella agitada más de lo conveniente, se establece la acción de las arterias como la causa más cercana de la inflamación. Esta causa la incrementan muchas causas remotas:  a veces internas, como el demasiado grosor de los vasos, la plétora, la condensación de fluidos o una mala predisposición, etc. Otras veces externas, como la ingesta o aplicación de sustancias acres, frío intenso, calor excesivo, ligaduras y compresiones, quemaduras y muchas otras causas.

Diagnóstico.

Una abundante serie de síntomas manifiesta la inflamación, a saber: tumor, dolor, calor, dureza y resistencia de la parte, que con mayor frecuencia ocurren con fiebre, sed, dolores de cabeza, sueño turbulento, vigilias y debilidad. La inflamación tiene lugar en sitios internos y se conoce en varias partes, de distintas maneras.

Prognosis.

Debe de buscarse a partir de la parte afectada, la causa de la enfermedad, velocidad y extensión, constitución del enfermo y síntomas.

Terminación de la inflamación.

En este punto, la inflamación conoce varios resultados: que la materia ahora extravasada se reabsorba en celular y que se disipen la tensión y el espasmo de las partes por resolución blanda, caso en que se expele la linfa, resumida en la sangre y tan alterada por la inflamación que apenas participa de la primitiva naturaleza del principio nutriente, con aspecto de humor purulento por orinas, excremento, esputo o bien por metástasis, sudores olorosos o exantemas. También puede ser que, estancándose en un circuito celuloso de vasos inflamados, el humor coagulado se convierte en absceso, por calor prolongado y preparación. O bien, condensándose la linfa con las células, deja una dureza en la parte, insensibilizada, que es un principio de escirro; o bien, por la fuerza de la inflamación, la sensibilidad e irritabilidad de la parte, toda la circulación y el calor natural se arruina y nace un esfácelo o, si subsiste la vida, gangrena. O bien, en el hueco que rodea la inflamación, rápidamente se acumula mucho suero y resulta una hidropesía aguda o purulenta.

Tratamiento.

La cura de la inflamación difiere mucho, en función de su varia naturaleza, la diversidad de la fiebre que la acompaña, y, finalmente, dependiendo de las causas, el sujeto, la parte afectada y el tiempo en que el medicamento se establece. En la curación de inflamaciones, el objetivo principal esla resolución y,  si no es con ella, no recuperamos la salud en muchas partes. Pero cualquier inflamación no admite o indica resolución: una herida contusa no reciente, las viruelas, un forúnculo o una deposición crítica al exterior dan ejemplos de esta verdad. La resolución, entonces, se ejecuta removiendo las causas remotas, controlando el espasmo o la reacción excesiva en la parte inflamada y disminuyendo la masa abundante de fluidos, en todo o en el sistema especial de los vasos.

Se recomiendan secciones de la vena, principalmente si se ejecutan en la parte inflamada o enferma. La solución será afortunada, ciertamente, seccionando la vena; pero aún mejor si se secciona la arteria sobre el lugar obstruido.

Sobre las fiebres.

Por los calores febriles, la naturaleza humana a menudo ha llorado vencida, y la Medicina no ha estado a la altura de semejante mal. ‘Fiebre’ es el nombre de una gran familia de enfermedades, que no perdona edad, sexo o complexión alguna.

Es difícil definir la fiebre: decir que es un instrumento de la naturaleza con que se separan las cosas puras de las impuras o decir que es una afección de la vida que intenta alejar la muerte, es indicar el efecto más que la cosa misma.

Síntomas generales.

En toda fiebre nacida de causas internas, se presentan horripilación, pulso veloz y calor, en distinto tiempo y grado de la fiebre[9]. De ellos, solo la velocidad del pulso[10] se presenta en todo tiempo de la fiebre, de inicio a fin, y con ella sola el médico juzga que se presenta fiebre.

Causa próxima.

Entonces la causa próxima de esta velocidad es, igualmente, la causa de la fiebre, conocida como próxima. Una contracción, pues, más veloz del corazón[11].

Es muy cierto que, tanto en el cuerpo animal como en el vegetal, existe un principio desconocido, que restituye las partes cortadas, une las fracturadas y separadas, que limpia, envuelve, separa y expele lo perjudicial. Al ubicarse este principio en la fibra irritable y sensible del corazón, durante las fiebres se hace más eficaz por los estímulos, se excita y abrasa en su propia destrucción, y entonces produce contracciones más veloces del corazón y espasmos en los capilares. Existiendo dichas causas, se presenta fiebre; deja de haberla cuando ya no existen.

Causas remotas.

Las causas remotas, en cambio, hay que elegirlas de: una emanación pútrida o mefítica, miasma, contagio, tristeza, temor, alguna enfermedad anímica muy fuerte, falta del alimento necesario y otras, por las cuales el mencionado principio se debilita, deprime o ahoga.

Curación.

El tratamiento se deduce del examen atento de las causas, de lo cual ahora no vamos a tratar.

Fin.


[1] Guillén, M. (2006). Los estudiantes del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, 1773-1826. Bogotá: E

[2] Quevedo, E. Duque, C. (2002). Historia de la cátedra de Medicina, 1653-1865. Bogotá: Editorial Universidad del Rosario.

[3] Erazo, J. (2000). Historia de la primera Facultad de Medicina de la Universidad del Cauca, 1835-1890. Rev. Fac. Cienc. Salud Univ. Cauca, 2(1), 64-68.

[4] Mendoza-Vega, J. (1994). Discípulos médicos de Mutis: Cajiao, Domínguez, Merizalde, en El humanismo de Mutis: proyección y vigencia. Bogotá: Editorial Universidad del Rosario.

[5] Erasmo, en el Adagio 226 explica “Ἰλιὰς κακῶν, id est Ilias malorum”, es decir, “Ἰλιὰς κακῶν, o sea, una Iliada de males”, para referirse a las mayores y más numerosas calamidades.

[6] “Economía animal: Conjunto armónico de los aparatos orgánicos y funciones fisiológicas de los cuerpos vivos”. RAE, DLE, s. v. ‘economía’.

[7] Aforismos de Boerhaave, 371: sobre el reconocimiento y curación de enfermedades. El aforismo dice así: “371. Es una compresion y colision de la sangre roxa arterial detenida en los canales minimos, ocasionada por el movimiento de la demás sangre, á la que la calentura pone en mayor agitación”.

[8] Cf. los comentarios al aforismo, allí mismo.

[9] Aforismo de Boerhaave, 563.

[10] Continúa el mismo autor, aforismo 570.

[11] Aforismos 572 y 573 del mismo autor.

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