En 1866, el rector del Rosario, Francisco Eustaquio Álvarez, solicita al arzobispo de Bogotá, Antonio Herrán, información sobre los “ornamentos i alhajas” del Colegio, que el capellán Agustín Rodríguez había puesto en su poder. El caso fue que los ornamentos que venían sirviendo para el culto fueron solicitados por su dueño, Gregorio Gutiérrez.