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Censurar, tachar y rasgar: la censura en el Archivo Histórico

Censurar, tachar y rasgar: la censura en el Archivo Histórico
El profesor Alberto Campillo publicó, el año pasado, un libro que ha tenido buena acogida. Su tema es el inquietante mundo de la censura, capítulo colonial. El texto, Censura, expurgo y control en la biblioteca colonial neogranadina, ya reproduce en varias imágenes el proceder de los censores, pero nada nos costaba presentar los libros al público, por lo menos el capítulo que afecta a los libros del Archivo Histórico.
Veamos, pues, algunas de las obras que forman nuestra exposición Censurar, tachar y rasgar, remitiendo a los interesados a la exposición detallada de la obra del profesor Campillo, comprensiva además de las obras de la Biblioteca Nacional.
No figura en la exposición, pero es la censura mínima: una palabra tachada.


"Como los alimentos malolientes no parecen olerles mal a quienes se los comen, así las sucias obras de (escotistas) y sofistas, muy ofensivas y que provocan náuseas a quienes están bien instruidos, no ofenden a quienes están familiarizados con bagatelas de esta clase, sino que les parecen bellas y elegantes". El censurado fue Erasmo de Róterdam.

Pueden asimismo tacharse frases y renglones enteros:


El censurado es Newton. No puede negársele al censor el esmero en su tarea. Compárese con otras muestras, más abajo.

Aquí el censor echa mano de todos sus recursos: del tachón escolar a complicadas tramas y figuras, abarcando párrafos enteros:


El censurado es Arnoldo Vinnio, comentarista de las Instituciones de Justiniano.

Pasamos a la censura más grave: arrancar páginas, caso Newton, o pegar un folio encima del texto:


El censurado es el comentario a las Décadas de Tito Livio.

Hay toda clase de advertencias, como esta que pone en la portada: "Juan Velcurión, autor condenado: permítese esta obra con expurgación".


En las mismas Décadas.

Prueba de la rigurosidad de un censor es el hecho de copiar un edicto completo de la Inquisición con las instrucciones precisas de lo que se debía censurar:

Ñapa. Hemos visto la muestra de un procedimiento ciertamente hostil a los libros y sus autores. Pero esas mismas obras dan el testimonio contrario: el aprecio sincero de un desinteresado lector.


Obra dorada, no solo útil sino necesaria para quienes llevan la lengua latina en el corazón (en las mismas Décadas).