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Contra los ingratos: notas en las guardas de un libro

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Es corriente encontrarse anotaciones marginales en los libros antiguos: llamadas de atención, resúmenes, comentarios, etcétera. Esta vez, nos encontramos un texto de mayor extensión y que, al parecer, quedó en pleno desarrollo. En unos Comentarios de Gregorio Martínez a santo Tomás de Aquino [Commentaria super Primam Secundae D. Thomae. Toledo, 1622: AHUR E10N048], encontramos un párrafo original, es decir, no copiado de algún libro, sobre la ingratitud:

 

El texto sobre ingratitud va en el centro del folio,
entre tachones, pruebas de escritura y otros textos.

 

Comparanse los ingratos a las culebras, y bien; porque estas despues de

recibir abrigo en el seno del durmiente, le recompensan el be-

neficio, con morderle, y con su vigente, y benenosa ponzoña inficionan-

le; asi aquel despues de beneficiado paga el beneficio con desaires, recom-

pensas con maleficios, y satisface con tirarle a su bienhechor; o pension

humana! o desdicha mundana que das veneno por paga del potaje que

le sirvio de alimento. Refiere Virgilio en el libro X de su Eneidos

lo que le dio la gana [tachado]

 

Al pie, hay una firma: “D[octo]r Parada”, a quien presentaremos luego.

En los Emblemas morales, de Juan de Horozco y Covarrubias [Segovia: Juan de la Cuesta, 1591], nos encontramos el emblema XIV, del libro segundo, sobre este asunto. El lema latino es Ingratis servire nephas [No se debe servir a los ingratos]. En el grabado que explica la sentencia, un hombre es atacado por la culebra que lleva en el seno. A continuación, estos versos:

 

El emblema XIV, en Horozco.

 

Siendo el culebro solo conocido

por animal de mil pinturas lleno,

hallole uno de yelo esperecido[1],

y quiso recogerle al proprio seno:

donde con el calor desencogido,

no tardo en esparzir de su veneno,

y desta suerte el bien se le agradece,

que hazer bien a los tales tal merece.

 

La imagen que vincula la ingratitud con las culebras aparecía también en la literatura. En un pasaje del Quijote, en referencia a la expulsión de los moros, se dice:

(...) algunos había cristianos firmes y verdaderos, pero eran tan pocos que no se podían oponer a los que no lo eran, y no era bien criar la sierpe en el seno, teniendo el enemigo dentro de casa[2].

En el párrafo manuscrito que vamos comentando, hay una alusión final a Virgilio, libro X de Eneida. No hemos hallado allí referencias a culebras o ingratitud.

Volviendo al doctor Parada, se trata de Pedro Francisco de Parada Sáenz, a quien hemos rastreado usando nuestro catálogo de documentos. Fue catedrático de Filosofía (1725), maestro de ceremonias (1723), consiliario (1723-25) y vicerrector (1725-26)[3]. Estamos seguros de esta identificación pues, al final de la misma obra, aparece una firma que pone todos los nombres de Parada:

 

También es común, en los libros antiguos,
encontrar firmas de varios propietarios o lectores.

 

[1] Participio del verbo ‘esperecer’, forma anticuada de ‘perecer’. Asimismo, ‘culebro’ es anticuado por ‘culebra’. Núñez de Taboada, M. (1825). Diccionario de la lengua castellana. París: Librería de Seguin.

[2] Segunda parte, capítulo 54, citado por Arellano, I. (2000). Emblemas en el Quijote. En Zafra, R. Azanza, J. (eds.), Emblemata aurea. La emblemática en el arte y la literatura (pp. 9-31). Madrid: Akal.

[3] Que era caraqueño, según Hernández, G. (1938). Crónica del muy ilustre Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario en Santafé de Bogotá. Bogotá: Centro.