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Mapas antiguos: datos versus imaginarios

geografia
La geografía en el país —la propia y la de otros lugares— es un saber recientemente profesionalizado y también es reciente su consideración como objeto de estudio. Al parecer fue durante muchos años un mero saber auxiliar para el comercio y el ejército, lo que además le daba cierto aire de información restringida, por tratarse de seguridad nacional[1].
Encontramos en la biblioteca antigua del Archivo Histórico el Atlas elemental de geografía para el uso de las escuelas y familias, dirigido por José Jerónimo Triana hacia el último tercio del siglo XIX. Aquí una reseña del atlas.

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Triana nació en Bogotá en 1828. Se graduó como médico en 1852, pero se dedicaría principalmente a la botánica, tanto así que fue el encargado de botánica de la Comisión Corográfica desde 1850. Concluido este trabajo, en 1857 viajó a París contratado por el gobierno colombiano a adelantar más estudios en botánica para ser nombrado allí cónsul de Colombia, en 1874. En esa ciudad murió en 1880. Al buscar en internet por el título de la obra, no se encuentra nada; no se tiene en cuenta en los inventarios de cartillas de geografía, ni en las historias de la educación ni de geografía; incluso en la vasta producción científica de su autor tampoco aparece.
Este es un atlas con los mapas políticos de los cinco continentes.

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El Atlas empieza con dos páginas de “términos geográficos”. Tiene un mapamundi que muestra el hemisferio oriental a la izquierda —invertido de lo que estamos acostumbrados a ver en este tipo de planos—, longitud de los principales ríos del globo y convenciones llamadas signos usuales en los mapas. En las altimetrías hay un nuevo detalle: se señala que el pico de Soratá, en Bolivia, es el más elevado del continente —7696 msnm—, por encima del Aconcagua. Revisando fuentes, el pico Soratá está por los 6368 msnm, siendo la cuarta elevación más alta de Bolivia; mientras que el Aconcagua lo registró con 7150 msnm y tiene 6960 msnm[2]. Hay además un corte geológico.
El primero de los mapas es de los Estados Unidos de Colombia, lo cual nos da un rango de fechas de elaboración del atlas (1861-86). El mapa incluye los territorios luego perdidos de Panamá, el norte del Ecuador y una porción de la Amazonia, hacia el suroriente del actual territorio colombiano.

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En el mapa de América del Sur —para el que aún se usa el galicismo Sud— se ven muchas diferencias: Bolivia aún tenía mar y la Patagonia era un territorio independiente de Argentina y de Chile.
A Norte América ya se le veía Alaska; tenía aún anexionada la provincia de Quebec —hoy Canadá— y a Canadá la llamó Nueva Bretaña.
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Quizás el mapa que más cambios ha tenido sea el de Europa. La hoy independiente Irlanda era, en ese entonces, de las llamadas Islas Británicas. Finlandia pertenecía a Rusia y existían dos imperios: el alemán y el austriaco. Hay otras dos curiosidades: sobre la porción enorme de Rusia, el nombre que se lee es Rusia Europea —su límite no es claro si natural o político, o los dos, eran los montes Urales— y para Turquía se ve una Turquía europea y otra Turquía asiática. En la europea estaban los países que hoy conocemos como los Balcanes y en la asiática lo que hoy se identifica como Turquía.
Pasando al mapa de Asia, en las siguientes páginas, hay más información que complementa el de Europa. Lo que hay al oriente de los montes Urales es nombrado “Siberia”, parte de un conjunto más grande llamado aquí Imperio Ruso, que recoge en este mapa la Rusia europea y Siberia; entonces eran una unidad pero una europea y otra simplemente Siberia. El resto de Asia eran grandes porciones de tierra llamadas imperios y reinos —Imperio de la China, Reino de Siam—; Indostán era todo el sudeste y la península Arábica era Arabia, como la Arabia de Las mil y una noches: región de desiertos, califas, mujeres tapadas; y todos eran iguales y uniformes. También estaba Persia como una gran masa uniforme.
Curiosamente, a medida que se van pasando mapas, los niveles de identificación y análisis cada vez son menos. El mapa de África se llama África y Egipto y se identifican países al norte, al occidente, una franja al centro y otros al sur. La mayoría son nombres que se fueron con la descolonización. Por otra parte, la gran mayoría es del mismo color y el nombre que tiene es Sahara o Gran Desierto. No se lee nada más.

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Al final está Australia con sus islas también identificadas por metrópoli colonial y no más.

¿Datos o imaginarios?

Si bien el Atlas de Triana no tiene pie de imprenta, se puede inferir a través de la organización del territorio que plasmó y del dato que hay en la portada “J. Triana. Miembro de la comisión geográfica del gobierno de Colombia y Delegado al Congreso de Geografía de París de 1875”, que estamos hablando de un libro hecho en la segunda mitad del siglo XIX; época también de las llamadas reformas liberales del siglo XIX que incluyeron, por ejemplo, una reforma laicizando la educación. Por otro lado, también hay que tener en cuenta que la Comisión Corográfica había concluido hacía pocos años (1859) y que, para finales del siglo, estaban saliendo a la luz sus resultados, mediante la publicación de mapas y dibujos; además de los resultados que se dejaron ver en la proliferación de obras y compendios de geografía, del inicio de su enseñanza  y en general, de esas ansias de clasificar y ordenar el mundo de acuerdo con patrones y convenciones.
Luego de ver los mapas del Atlas de Triana, queda la pregunta de si allí están plasmados datos reales o más bien imaginarios que tenían las personas sobre lo desconocido para Europa; o una mezcla de las dos cosas en las que, a pesar de estar transitando por periodos reformistas de idearios liberales, se impuso la desconsideración por lo diferente. Veamos:
Del mapamundi con el hemisferio oriental a la izquierda podemos decir que es imaginario pues, en nuestro sistema occidental de escritura lineal, se escribe de izquierda a derecha, luego está ordenando el mundo de acuerdo con la creencia de que Europa es el principio. En el caso de la confusión con las alturas, hay algo de datos y de imaginarios. Allí se ve el afán por mencionar y ordenar sistemáticamente datos medibles y corroborables; sin embargo hay errores. Siguiendo con el mapa de Europa: ¿había otra Rusia? ¿Dónde? ¿Por qué no está ni siquiera señalada; y si no, por qué aclarar que es europea? Por otro lado está el dato de los países balcánicos llamados Turquía europea, donde casi un siglo después estallaría una cruenta guerra por diferencias probablemente surgidas con la desmembración de esa Turquía.
Cuanto más lejano lo que se plasmaba más imprecisa y más cargada de subjetividad estaba la imagen y su subtexto. Ese es el caso de Arabia, África, Asia y Oceanía (entonces Oceánia). Terminando el siglo XIX, aunque Arabia fuera una unidad política, ya se sabía de sus diferencias culturales; se sabía de sus distintos pueblos, idiomas, historia, etc. y, por lo tanto, de los estados que existían en su interior. Sin embargo, Triana se decanta por exponer un territorio que se mira así: uniforme. Lo mismo sucede con África. Los europeos conocían el continente desde el siglo XVI, sabían de las diferencias de todo tipo de sus habitantes, y pasa lo mismo: se muestra como una unidad que solo se diferencia por su metrópoli colonial, anulando las especificidades de cada pueblo.
Se anulan unas, se inventan otras y otras se exageran; aclarando cómo se miraba el mundo ajeno y, en últimas, el propio.
María Clara Quiroz Arango, 
Directora Archivo Histórico

[1] Gustavo Montañez Gómez, Elementos de historiografía de la geografía colombiana. Disponible en http://res.uniandes.edu.co/view.php/79/1.php.; consultado 15-12-2015. [2] Fuente: Wikipedia, en los artículos Illampu y Cordillera de los Andes.