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Leonardo Parra

Beatriz Londoño, comprometida con la defensa de los derechos humanos

Por:Juliana Vergara Agámez

Foto:Leonardo Parra

Tras 20 años de investigación y docencia en la Universidad del Rosario, Beatriz Londoño Toro fue nombrada profesora emérita, una distinción que tienen pocas mujeres. Su vida la ha dedicado a la defensa de los derechos humanos desde diferentes frentes, muchos de los cuales ella misma creó.

Antioqueña de nacimiento, abogada de profesión y rosarista por adopción. Esas son algunas de las características que podrían identificar a la profesora emérita Beatriz Londoño, que por veinte años tuvo las aulas y los pasillos de la Universidad del Rosario como su segunda casa. Sin embargo, son otras las palabras que la definen como profesional: defensora de derechos humanos y pionera.

Creería que sí soy pionera, con mucha humildad. La vida me dio la oportunidad de iniciar cosas. Me gusta esa palabra. Pionero no es solo quien da una nueva idea, sino quien puede desarrollarla y acompañarla”, reflexiona, mientras toma una taza de café en la tranquilidad de su hogar, en Santa Marta (Magdalena). Allí vive la jubilación que le ha permitido retomar la música y el ejercicio, dos actividades que había dejado suspendidas por el día a día de la academia.

La profesora Beatriz integró el comité editorial que presentó en 1998 la Revista Estudios Socio-Jurídicos, fue creadora del Grupo de Acciones Públicas (GAP), impulsora de la Maestría en Derecho con énfasis en Derechos Humanos y Justicia Transicional, y fundadora de la Red Sociojurídica, entre muchos logros que se encuentran en la larga lista de acciones a las que dio inicio en la Universidad del Rosario. Por eso, ha hecho historia en ella, desde su llegada al Centro de Investigaciones, Estudios y Consultoría (Ciec) —de la mano del jurista Ovidio Oundjián (Q.E.P.D.), considerado un rosarista ilustre por sus contribuciones durante casi cuatro décadas a esta alma mater—.

Un año después de ingresar al Rosario, la profesora Beatriz fue parte del Grupo de Derecho Público liderado por el abogado Carlos Ariel Sánchez y coordinó la línea de Mecanismos de Protección en Derechos Humanos, en la Facultad de Jurisprudencia, idea que contó con el apoyo visionario del entonces decano Marco Gerardo Monroy.

“La vida de los investigadores está llena de altibajos y se requiere fortaleza para luchar por las ideas innovadoras. Y siempre aprendemos mucho en el proceso”, afirma la profesora. Todo lo llevó a cabo porque estaba convencida de la obligación que tiene la academia en general, y la Universidad del Rosario en particular, por apostarle a la investigación de los grandes problemas del país. Por eso, también abogó por la creación del Grupo de Investigación en Derechos Humanos. “Era el año 2003, hubo una oposición muy fuerte, que planteó grandes dificultades”, recuerda. Al final, no solo alcanzó ese propósito, sino que también, en su calidad de líder de este nuevo grupo, logró posicionarlo en Colciencias (entidad rectora de la ciencia en Colombia, hoy Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación) en la máxima categoría y participó en la creación del área electiva de Derechos Humanos para incidir en la docencia de pregrado en la Facultad de Jurisprudencia. Un episodio que resume con una frase: “Yo he sido muy feliz en la universidad, me ha permitido usar la creatividad para formar e investigar en derechos humanos”.

Eso mismo ha inculcado a sus estudiantes, a quienes respalda en las propuestas que considera que aportan a la academia. Como, por ejemplo, en 2004, cuando dos de ellos llegaron a su oficina a contarle sobre la ‘novedad’ de los semilleros de investigación. Los acompañó a hablar con las directivas de la universidad y los apoyó para que les dieran todas las posibilidades de asistir a un encuentro en Cali donde podrían conocer las experiencias de otras universidades en esta materia. Viajaron y regresaron para ser los fundadores del semillero.

Beatriz Londoño Toro fue nombrada profesora emérita, una de las distinciones más altas que otorga la Universidad del Rosario a profesores destacados, entre los que también se encuentran personas externas a la institución.

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“La vida de los investigadores está llena de altibajos y se requiere fortaleza para luchar por las ideas innovadoras. Y siempre aprendemos mucho en el proceso”, afirma la investigadora Beatriz Londoño.


Un gran recorrido

En la lista de logros en la defensa de los derechos humanos de la profesora emérita Beatriz Londoño se destacan:
-Asesora de la Consejería Presidencial para los Derechos Humanos
-Defensora Delegada para los Derechos Colectivos de la Defensoría del Pueblo
-Magistrada adjunta del Tribunal Contencioso Administrativo
-Vicepresidenta del Comité Distrital de Derechos Humanos de Bogotá, como representante del Rector de la Universidad del Rosario
-Profesora distinguida y profesora emérita de la Universidad del Rosario
-Directora del Grupo de investigación en Derechos Humanos
-Investigadora Sénior de Colciencias
-En el año 2013, su año sabático, Beatriz Londoño escribió el libro Educación Legal Clínica y Litigio Estratégico en Iberoamérica, que está disponible en: https://bit.ly/2LM2NLv
Son muchos sus artículos publicados en revistas indexadas. Resalta el trabajo en la revista Derecho del Estado, en la que presentó los resultados de una investigación con la Universidad de Málaga (España) titulada La violencia de género no tiene fronteras. Estudio comparativo de las normativas colombiana y española en materia de violencia de género (2004-2014), que se puede encontrar en este enlace: https://bit.ly/2AFOsOm

Defensora por vocación

La profesora Beatriz descubrió su interés por defender los derechos humanos muy temprano, cuando estaba en el colegio de hermanas de La Presentación, en su natal Medellín. Allí no solo dirigía la tuna estudiantil; también era una líder que luchaba por defender a los demás, con tanto ahínco que casi termina expulsada por exhibir una cartelera con denuncias y quejas de sus compañeras, algo que molestó mucho a las monjas. Entonces, ya sabía que su camino era estudiar Derecho, carrera que cursó en la Universidad Pontificia Bolivariana, donde después fue docente.

Su rumbo cambió en 1984, cuando ganó la beca Centenario de la Constitución de 1886, que concedió el Banco de la República. Tras dos años fuera del país, obtuvo el Doctorado en Derecho de la Universidad Complutense de Madrid (España), con el trabajo Las garantías constitucionales frente al desafío informático. Un hecho que ocurrió “cuando en Colombia nadie hablaba de eso”, como recuerda sonriendo, pues los doctorados no eran conocidos en el país en ese momento. Por ello, el reto fue doble: explicar qué era un doctorado y qué era informática. “Los temas informáticos eran algo de otro mundo, nadie entendía lo que yo estaba haciendo”, dice.

Al regresar a Colombia, tras un breve retorno a la Pontificia Bolivariana, ingresó a la Alta Consejería Presidencial para los Derechos Humanos, bajo la dirección del abogado Álvaro Tirado Mejía, en 1988. Era una instancia que apenas se estaba iniciando y, por tanto, ella formó parte del primer equipo en funciones. Su misión era sistematizar las denuncias que llegaban, vía telegramas o llamadas, a la Presidencia de la República; justamente en uno de los periodos más dolorosos en la historia nacional reciente, por cuenta de tres fenómenos con los que se convivía: narcoterrorismo, paramilitarismo y guerrilla. Una mezcla explosiva que dejó centenares de muertos, desplazados y heridos. Eso le significó a la profesora pasar por una de las experiencias más intensas y que le dejó el mejor recuerdo, porque ayudó a salvar muchas vidas.

Su labor en el sector público continuó como parte de una de las comisiones preparatorias de la Asamblea Nacional Constituyente, en 1990, y posteriormente en la naciente Defensoría del Pueblo a partir de 1992. Al salir de esta entidad, llegó a la Universidad del Rosario.

Entre sus logros en esta alma máter, además de las investigaciones y la consolidación del área de Derechos Humanos en la Facultad de Jurisprudencia, cuenta con el reconocimiento como Investigadora Sénior de Colciencias y como Profesora Emérita en 2019, una de las pocas mujeres con tal distinción.

Siempre aportando a la universidad

Desde hace varios años, la profesora Beatriz Londoño y su familia decidieron que —algún día— se irían a vivir a Santa Marta. De modo que, en este nuevo capítulo de su vida, que inició apenas a comienzos de 2020, combina sus clases virtuales con la dirección de tesis de posgrado en un clima cálido y cerca al mar.

En sus labores una idea le ronda en la cabeza y ya le está dando forma: el papel de los profesores distinguidos y eméritos como centro de pensamiento de personas mayores para que sigan aportando a la universidad y al país. Algo que surgió en conversaciones con el Instituto Rosarista para el Estudio del Envejecimiento y la Longevidad, que lidera la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud.

También sigue pensando en los derechos colectivos y en la urgencia de nuevos mecanismos para la defensa de los derechos humanos. Pensamientos que comparte con sus colegas y estudiantes, a quienes les entrega el camino que ha construido, pues está segura de que “el relevo generacional es clave” para seguir avanzando. Sus antiguos alumnos lo demuestran. Hoy se destacan en la academia, como docentes o investigadores, en bufetes de abogados y en instituciones públicas. Para ellos solo hay palabras de cariño, pues no deja de sorprenderle “la calidad humana y la sensibilidad de los estudiantes rosaristas. Son una gran fortaleza de la universidad porque reflejan su compromiso con la sociedad”.