Era un hecho. El restaurante más antiguo de Bogotá cerraba para siempre. La Puerta Falsa había soportado los embates de un país convulsionado por el Régimen del Terror de Pablo Morillo, las revueltas del 9 de abril, un incendio en sus instalaciones, los estragos de la toma del Palacio de Justicia e incluso las protestas de ciudadanos del último año. Pero los impactos de la pandemia eran más de lo que podía resistir en 204 años de historia. Los dueños anunciaron el despido de los 14 empleados y el cierre definitivo.
“Ayudamos a la Puerta Falsa con un proceso de reinvención y lanzamos la campaña Ideatón UR X La Puerta Falsa. El Centro UR Steam de la Escuela de Administración y el Centro de Emprendimiento desarrollan con los dueños un conjunto de estrategias para fortalecerla, que serán replicadas por los demás actores del sector de los restaurantes en Colombia. Nos apoya un grupo de empresarios, profesores y egresados que se enteraron en la mañana de esta ayuda y en la tarde manifestaron su interés de colaborar. Nuestra fortaleza no son nuestros edificios, son 366 años y la comunidad que representa”, dice Alejandro Cheyne García, rector de la Universidad del Rosario, al contar sobre una de las buenas noticias que la institución le ha dado a Colombia en esta época de pandemia. Actualmente, la Puerta Falsa opera de manera digital y continúa su proceso.
En octubre, Cheyne cumplirá dos años de haber sido elegido para ocupar la Rectoría de la universidad, que ha vivido, al igual que el restaurante, circunstancias difíciles y especiales a lo largo de su existencia. “Terremotos, desastres naturales, conflictos económicos, políticos y sociales. También los diálogos de paz, en los que fuimos protagonistas, y ahora los desafíos que nos ha impuesto la COVID-19. Cuando uno mira la universidad con la óptica de la historia, se da cuenta de que la institución ha estado presente en todo y es por su razón de ser: primero, formar proyectos de vida, y segundo, servirle al país”, asegura.
primeros casos de contagio en América Latina, en Bogotá y en otras regiones del país, la decisión fue prepararse en tiempo récord para lo que venía. La totalidad de las clases pasaron a ser virtuales, lo que significó una tarea descomunal que se logró con la entrega de los profesores y del personal administrativo. “Todo megaproyecto requiere una prueba piloto, pero en esta oportunidad no se pudo. Para muchos profesores y alumnos era la primera vez que tenían clase por acceso remoto. Por eso, no me canso de repetir que el desafío ha sido tecnológico y financiero, pero sobre todo pedagógico”, señala.
La titánica tarea se comprueba en cifras. En la primera semana, la universidad desarrolló 15.000 clases para 160.000 participantes en Bogotá y otras diez ciudades de Colombia; capacitó a 7.000 usuarios y envió computadores a diferentes regiones del país para los miembros de la comunidad que los necesitaban.
En la respuesta tan eficiente e inmediata que pudo dar la institución tiene mucho que ver el hecho de que en los últimos años ha invertido 66.000 millones de pesos en tecnología. También, que los profesores y colaboradores han estado prestos a atender las diferentes necesidades que se han dado en un momento sin precedentes para el mundo.
“Por ejemplo, hemos tenido que atender las emociones que se han generado en toda la comunidad, para lo cual la Decanatura del Medio de Bienestar Universitario y el Centro de Educación Emocional (Emotion UR) han dado un soporte con acompañamiento psicológico, clases deportivas y talleres, entre muchas otras estrategias psicopedagógicas. De esa manera, hemos podido garantizar la experiencia universitaria, porque los estudiantes no van solo a recibir conocimiento, van a recibir una experiencia rosarista”, agrega.
Las regiones, en el centro
de ser de la universidad, servirle al país, ha quedado evidente en las respuestas que la institución educativa ha dado a los múltiples retos impuestos por la pandemia. Una de esas respuestas ha sido trabajar con y para las regiones, puesto que sus capacidades para atender los distintos frentes de esta coyuntura no son suficientes.
La Universidad del Rosario, desde el comienzo de la pandemia y hasta la fecha, ha estado desarrollando 17 proyectos de investigación y extensión, no solo para hacer frente en medio de este desafío, sino también para construir sobre lo que serán los próximos meses en la reactivación de Colombia. Estos proyectos incluyen instrumentos de monitoreo, recolección de información, modelos predictivos, estudios de política pública e intervención directa en el marco de la pandemia, como el estudio de plasma de convalecencia, el prototipo de ventilador y los servicios técnicos de procesamiento de pruebas diagnósticas de la COVID-19.
“Cuando se estableció la alianza con el Instituto Nacional de Salud (INS) para las pruebas de diagnóstico de COVID-19, nos enfocamos en las regiones debido a que desafortunadamente no tienen la capacidad logística para hacerlas. También, diferentes facultades de la universidad están trabajando con ellas en un proyecto que busca reactivar la economía y la sociedad”, explica el Rector.