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Tabaco

Cultivadores de tabaco, en el limbo

Por: Alejandro Ramírez Peña

Foto:123RF, Alberto Sierra

El negocio del tabaco debería reducirse, no solo en Colombia sino también en muchos lugares del mundo donde el objetivo claro de la política es cuidar la salud pública. Sin embargo, esto genera un impacto grande en las familias cultivadoras que han dependido por generaciones de este producto. La salida del país del gigante del tabaco Philip Morris International es una muestra de esta situación, como lo evidencian investigadores del Rosario.

El 5 de junio de 2019, la Philip Morris International (PMI), con sus marcas Marlboro, L&M, Derby, Chesterfield y Pielroja, hizo el anuncio oficial de la cancelación de su línea de fabricación de cigarrillos en Medellín y Barranquilla (Colombia). La decisión la atribuyó a dos razones: el aumento del contrabando y la tendencia del mercado a alternativas libres de humo. No obstante, bien podría obedecer a otras consideraciones dentro de su estrategia regional y global.

Lo cierto es que la noticia tomó por sorpresa al Gobierno nacional, concretamente al Ministerio del Trabajo y, por supuesto, a los empleados de Coltabaco (empresa que desde 2005 pertenecía a la multinacional), por el fuerte impacto laboral que generaría la decisión y que, además, se traducía en la finalización de la compra de tabaco al terminar la cosecha prevista para finales de ese año.

Mientras los cálculos de la cartera ministerial reportaban la pérdida del empleo para alrededor de 1.000 personas, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria del Tabaco (Sintraintabaco) estimaba que unos 400 o 500 empleados de Medellín, Barranquilla y Santander serían afectados, pese a que la compañía indicó que llevaría propuestas de retiro voluntario, con sumas equivalentes a cuatro años de remuneración y, en algunos casos, hasta 11 años.

Este aviso, de igual manera, perjudicó a los cultivadores de hoja de tabaco en los departamentos de Bolívar, Boyacá, Sucre, Norte de Santander y Santander, puesto que, como en su momento lo señaló Heliodoro Campos, presidente de la Federación Nacional de Productores de Tabaco (Fedetabaco), a El Espectador, la “Philip Morris compraba cerca del 50 por ciento de la producción nacional y su salida afectará a 2.300 campesinos (para 2019) que laboran bajo el esquema de agricultura por contrato; es decir, cultivan cuando ya tienen un comprador asegurado”.

Justamente, la situación en la que quedaba este grupo poblacional y la necesidad de darles una transición hacia otro tipo de cultivos permanentes motivaron a Leonel Criado, estudiante investigador de maestría de la Facultad de Economía de la Universidad del Rosario, y a sus asesores de trabajo de grado, los profesores Paul Rodríguez, Juan Miguel Gallego y César Mantilla, a realizar la investigación Tobacco crop substitution: a lab-in-the-field experiment (Sustitución de cultivos de tabaco: un experimento de laboratorio en campo).

“El motivo para abordar esta problemática fue explorar uno de los temas que no se había investigado antes y consistía en esa cadena del tabaco y su producción. Primero, junto con Paul y César nos enfocamos en la crisis del sector tabacalero, que se dio el año pasado, y luego decidimos hacer un experimento económico”, explica Criado.

Tomando como objeto del estudio específicamente a los agricultores que sembraron tabaco, los investigadores se plantearon los siguientes objetivos: primero, contribuir a la investigación agrícola en Colombia, que es bastante limitada, y segundo, analizar la ‘epidemia’ del tabaco en sí, pero en este caso desde el inicio de su producción.

De acuerdo con los investigadores, el estudio también busca establecer cuál es la mejor alternativa para la sustitución o la transición de estos tabacaleros a otros productos, dado que aún siguen sembrando estos cultivos, aunque para una comercialización artesanal.
 

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Leonel Criado, estudiante investigador de maestría de la Facultad de Economía de la Universidad del Rosario, destaca que los agricultores recibieron asistencia técnica, tenían una compra segura porque era agricultura por contrato, sus precios eran estables y ahora están a la deriva.


En esa línea, consideran que lo ideal es hacer una migración total a otro cultivo, decisión que depende de saber cuál es la mejor alternativa entre un cultivo permanente y otro transitorio. Gran parte de los agricultores cultiva los transitorios porque son de ciclo corto y su producción es más rápida, pero los permanentes tienen una mayor estabilidad a largo plazo, no dependen de tantos intermediarios y, por lo tanto, en términos económicos resultan más rentables.

En cuanto a las alternativas que tendrían en materia de productos, Criado señala que los cultivos transitorios dependen de la ubicación geográfica, aunque en la actualidad los más frecuentes son fríjol y maíz. En el caso de los permanentes existen opciones en los sectores de aguacate, café y cacao, que solo se harán realidad si el agricultor puede vincularse con la federación correspondiente.


Cultivadores hacia una transición incierta



Aunque aún los investigadores no tienen resultados concluyentes porque están en el proceso de depurar la base de datos, Criado confirma que en las visitas hechas en campo encontraron que la población que depende de la siembra de tabaco está pasando por grandes dificultades, dado que su oficio viene de una tradición. En otras palabras, los tabacaleros han venido sembrando este cultivo generación tras generación y únicamente fueron guiados en ese camino

“Ellos recibieron asistencia técnica, tenían una compra segura porque se trataba de agricultura por contrato, sus precios eran estables y ahora están a la deriva. Eso ha llevado a que muchos se aventuren a cultivar nuevos productos, pero no cuentan con la información técnica, ni de rentabilidad y de comercialización, lo que ocasionó que muchos perdieran la cosecha. Esto apenas lo empezamos a descubrir en las experiencias puntuales que vimos durante las salidas a campo y en algunas entrevistas que realizamos”, complementa Criado.

Los investigadores resaltan que el tabaco era un cultivo que se daba en clima caliente y los tabacaleros aprovechaban la sequía de la zona, pero las plantaciones de fríjol y maíz, con los que buscaron reemplazarlo, sí necesitan agua. Al ser escasa en sus lugares están perdiendo sus cosechas.

Criado explica que “existe una temporada en la que es bueno sembrar estos cultivos transitorios, pero hay otras en las que no; esa información ellos no la tenían, lo que les dificulta abordar la situación. Sin estar bien informados no pueden tomar la decisión que les ayude a salir de la crisis. Son más o menos unas 7.000 familias las vinculadas a este negocio. Aún algunas siguen en él para la venta de tabaco más artesanal como el ‘chicote’. Producen tabaco, lo llevan a Piedecuesta (Santander) y allí lo venden, con una gran diferencia: son los intermediarios quienes les compran ahora, ya no lo hace una multinacional, lo que propicia que los precios fluctúen y no resulten ser rentables”.

Por esa circunstancia los tabacaleros buscan el apoyo del Gobierno. Solicitan asesoría técnica y un subsidio que les permita invertir en un cultivo permanente, como el aguacate o el cacao, y contar con un ingreso mientras se llega el tiempo de recoger la cosecha y venderla. Hasta que eso no ocurra seguirán experimentando con cultivos transitorios de los cuales tienen poca información y no saben cómo moverse en el mercado.

Aunque los investigadores han hallado noticias que registran esa solicitud de manera reiterada, no han evidenciado una política pública al respecto. Sin embargo, Criado anota que sí se dieron pasos en la articulación de instituciones como la Unidad de Planificación Rural Agropecuaria (Upra) y la Federación Nacional de Cultivadores de Cereales (Fenalce) con el Gobierno en el propósito de buscar una alternativa más rentable para estos cultivadores, teniendo en cuenta que la zona tabacalera posee un área apta para algunos tipos de cultivos transitorios. Pero llegó la pandemia y el tema quedó en el olvido.

 

Jordán, un caso emblemático

No se tienen las cifras concretas sobre el número de familias afectadas por la decisión de la multinacional PMI, pero sí se cuenta con información sobre los impactos en algunas de ellas.

Como lo registró el periódico Vanguardia, tras la decisión de la organización de abandonar el país, 1.340 familias se vieron afectadas. Solo tres empresas compraban tabaco en Colombia y la PMI era la segunda en cuanto a cantidad. Del número de familias tabacaleras la mayoría estaba en Santander: 987, princialmente en los municipios de Curití, Villanueva, San Gil, Barichara, Jordán y Aratoca. Se calcula que se dejaron de sembrar 1.096 hectáreas, 602 de ellas en ese departamento.

Según Fedetabaco, en 2019 fueron 2.300 familias las afectadas por el cierre y en el año 2020 se sumaron las 1.340 que estaban contratadas por Coltabaco y dejaron de estarlo. Calcula que el número ha ido creciendo y hoy hay cerca de 7.000 familias adicionales impactadas.

Para estos agricultores reemplazar el tabaco por cultivos permanentes, como el aguacate o el cacao, no es una opción, puesto que siembran en tierras en arriendo y si los expulsan de ellas los cultivos quedarían en manos de nadie. Aseguran que en la mayoría de los casos no tienen contratos con los propietarios.

Esto llamó la atención de Criado, principalmente los hechos de Jordán, donde varios de los habitantes le manifestaron que existe una alta concentración de la tierra en un solo dueño, el cual hace parte de la familia más influyente del municipio en términos políticos y que hoy ocupa la Alcaldía del municipio. Un fenómeno que viene de generación en generación, por lo que cada vez se adueña de más extensiones de tierra.

“Además, es un municipio que está aislado (a casi 3 horas y media de Bucaramanga, en un recorrido de 107 kilómetros) tanto del resto del departamento como del país, y no tiene una provisión adecuada de servicios públicos, a pesar de que sí recibe los ingresos para hacerlo. Cabe mencionar que allí construyeron un centro de salud que hoy está totalmente abandonado. No cuenta con personal ni dotación para ponerlo al servicio de la población”, precisa el estudiante investigador.

Criado cree que el municipio podría dejar atrás la historia del tabaco, ya que tiene una ventaja para el turismo por su ubicación geográfica, pues se encuentra en el cañón del Chicamocha. “Con la ayuda suficiente podría potenciarse y tener así una actividad alterna distinta del tabaco”, asegura.

Justamente, el suministro de aportes técnicos en materia de cultivos y de comercialización es lo que han identificado los investigadores como la mayor ayuda para los agricultores que vivían del tabaco. El profesor Mantilla reitera que los cultivadores estaban acostumbrados a que sus pagos y los contratos con la PMI fueran fijos y no dependieran de la fluctuación de precios. Por lo tanto, sus cultivos no solían sufrir por los choques en los precios, como lo suele padecer el resto de los agricultores. En consecuencia, el desconocimiento en estos asuntos los puede afectar gravemente con las decisiones que están tomando.

“La tenencia de la tierra y los cultivos transitorios pueden volverse un segundo problema porque son precisamente los cultivos transitorios los que los pueden exponer al riesgo. Por eso queremos entender qué tipo de ayudas en asistencia técnica o, incluso, en subsidios en especie o monetarios habría que generar para estos agricultores. Ahí nace nuestra pregunta sobre ¿cómo podemos motivarlos a ir hacia los cultivos permanentes?”, subraya.

El profesor Paul Rodríguez agrega que parte de la discusión que debe darse a nivel mundial es qué hacer con esta clase de enfermedad holandesa (fenómeno que se refiere a los efectos nocivos de la dependencia de la riqueza de una economía en la comercialización de un único producto). Ello debido a que cultivos como el tabaco generan una alta dependencia de personas que a priori no se sabría si tienen la misma capacidad de operar en situaciones diferentes.

“Este es un problema enorme porque el negocio del tabaco debería reducirse, no solamente en Colombia, sino también en muchos lugares del mundo donde el objetivo claro de política es reducir al máximo el consumo de tabaco. Si bien hay muchos esfuerzos para hacerlo desde la parte de salud pública, siempre se han generado dudas sobre las implicaciones para las familias que dependen del cultivo”, concluye Rodríguez.

Así, la investigación les está mostrando a los autores que el camino posible es el tránsito a otro cultivo con el apoyo del Estado, lo que debe incluir financiación y asistencia técnica.

 

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Cultivos como el tabaco generan una alta dependencia de personas que a priori no se sabría si tienen la misma capacidad de operar en situaciones diferentes.
 

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