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Cine y literatura: más allá de la adaptación

Ismael Iriarte Ramírez

el padrino

Desde que la industria cinematográfica tomó el impulso definitivo que la instaló en el corazón de la cultura popular, en la primera mitad del siglo xx, ha encontrado su fuente primaria de inspiración en la literatura.

Esto ha permitido que durante décadas seamos testigos de cómo las historias y personajes que vieron la luz bajo la pluma un escritor y se presentaron ante nosotros en las páginas de un libro, cobran vida en la gran pantalla con mayor o menor suceso.

Antes de continuar considero oportuno señalar que estas líneas no pretenden reeditar la interminable e inútil discusión sobre si es mejor la película o el libro; ni tampoco caer en el lugar común de las de las críticas implacables por minar la grandeza de una obra maestra o los aplausos por arrebatar un título ignoto de las garras del anonimato. Esta reflexión está dirigida a las diferentes formas en las que se relaciona el lenguaje cinematográfico con el literario.

Desde que la palabra dotó de matices y en muchos casos significado a las películas mudas, la relación entre estos dos lenguajes se ha hecho indivisible. En muchos casos obras literarias resultan más cinematográficas que el cine mismo, tal es el caso de El extranjero de Albert Camus y en especial de la secuencia del asesinato del árabe, en la que se advierten elementos que podrían considerarse como propios del séptimo arte.

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El fragmento mencionado sorprende por el uso de recursos como una suerte de juegos de planos que permiten ir de un cuadro general a acercamientos de Meursault, Raimundo, los árabes y posteriormente al encuentro fatal del protagonista y su destino. También se identifica un cambio de ritmo entre la narración de los prolegómenos del crimen y el momento en el que se consuma, que se desencadena con un vértigo que sobresalta al lector. Llama la atención la musicalidad que logra la narración de Camus, que dota al relato de una especie de banda sonora que puede percibirse con la misma intensidad con la que se presiente la tragedia.

Por su parte en obras como 1Q84 de Haruki Murakami se evidencia un desarrollo construido con la lógica de la simultaneidad que evoca al conocido montaje paralelo, uno de los trucos fílmicos más antiguos y efectivos. De esta forma los caminos de Tengo y Aomame transcurren con una intensidad que nos resulta más familiar en una película que en la literatura.

En el caso de El extranjero la obra literaria con resonancias fílmicas hace casi imposible una tarea de adaptación plausible a la pantalla grande y plantea toda una reflexión frente a esta tendencia que históricamente se ha desarrollado en diferentes dimensiones. La primera podría identificarse con la que menciona el gran teórico André Bazin en “A favor de un cine impuro”, que proporciona al mundo del cine solamente un conflicto y la caracterización de algunos personajes, este podría ser el caso de Los miserables de Víctor Hugo, solo por mencionar un ejemploEsta se distancia de la clásica adaptación en la que se conservan además del espíritu las formas de la obra tradicional. 

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Por otra parte, se encuentra la relación que supera la adaptación y adquiere un carácter de complementariedad, tal es el caso de El padrino, cuya versión cinematográfica contó con la participación de Mario Puzo, autor de la recordada novela, lo que permitió no solo conservar la integridad de la historia original, sino también continuarla estableciendo una dinámica de narración “transmedia”. Vale la pena mencionar a la narrativa policial, que, en su versión de novela negra, parece ser escrita para ser llevada al cine, lo que se ha convertido en toda una tradición desde historias como El halcón maltés de Dashiell Hammett, hasta llegar a autores contemporáneos como Andrea Camilleri, Stieg Larsson o Dolores Redondo.

Concluyo esta reflexión cuestionándome sobre el valor artístico o el aporte que se puede generar para la literatura en el camino menos conocido que representa la creación de novelas a partir de una película taquillera, recurso generalmente utilizado para capitalizar el éxito comercial de una producción. Un ejemplo de esta tendencia es Leonor Fleischer, reconocida por sus intentos del llevar al papel títulos como Ha nacido una estrella o Rain man.