Pasar al contenido principal

Editorial: Suárez internacionalista. Un marco para Colombia

Luis Enrique Nieto Arango

Editorial: Suárez internacionalista. Un marco para Colombia
«La única obligación que tenemos con la Historia es reescribirla”.
OSCAR WILDE

 

Durante muchos años el Profesor Camilo Gutiérrez Jaramillo, desde la cátedra de la cual es titular en la Facultad de Jurisprudencia, ha ilustrado a sus discípulos con sabias lecciones de Derecho Internacional, especialidad, por cierto, siempre en expansión y evolución.

Hoy el Profesor Gutiérrez entrega a la Comunidad Académica su libro Suárez Internacionalista, que se suma a la completa biografía de José Hilario López de su autoría Un hombre de su siglo de 1992 y que bien merece una reedición.

Así mismo ya nos había entregado Cronología Histórica Colombiana del Siglo XIX (2006) y el opúsculo El bloque liberal frente a la Unión Republicana (2005) y su concienzuda disertación de ingreso a la Academia Colombiana de Historia El 31 de julio de 1900. Golpe de Estado o cambio de Gobierno. Una nueva mirada.
El libro que hoy comentamos lleva un prólogo del Decano Rosarista Julio Londoño Paredes, Excanciller de la República, conocedor como pocos de nuestra Historia, particularmente de las Relaciones Internacionales y gran experto en límites.

Como lo señala el Profesor Gutiérrez en su presentación en este texto se recrea el contexto histórico de los episodios internacionales que le correspondió atender al señor Suárez, con el ánimo de presentar, cien años después, una mejor comprensión sobre la forma como Colombia enfrentó los retos internacionales de la época.

A fe que el autor lo logra, en 141 apretadas páginas, ofreciendo una visión libre de prejuicios y de fundamentalismos sobre la extraordinaria labor que Don Marco, como se le nombraba, llevó a cabo a favor de los intereses de Colombia.

La imagen de Don Marco ha sido desdibujada por las pasiones partidistas, la polarización política-, siempre presente - y los intereses inmediatistas y fanáticos que impulsaron a sus opositores a retirarlo del poder al cual ascendió por sus méritos personales, su sólida formación clásica y su vocación humanista pero, por encima de todo, por su dedicación incansable al Bien Común de todos los colombianos.

Nuestra tradición de la pobreza hizo que Suárez fuera, al igual que otros ilustrados compatriotas de todos los tiempos, un intelectual extraviado en la política, tal como describió García Márquez a Alberto Lleras.
Poseedor de una vastísima cultura y una feliz memoria, Don Marco se educó en un medio decimonónico, clerical y oscurantista, dentro del cual, y a pesar de las adversidades, fue ascendiendo desde un cargo subalterno hasta llegar a la cabeza del Ministerio de Relaciones Exteriores y del Ministerio de Educación, desde los cuales atendió con laboriosidad y buen juicio las obligaciones del cargo, no como un burócrata del montón sino como un estudioso que adquirió el conocimiento preciso de las Relaciones Internacionales en un país tan aislado y que, como consecuencia de la pérdida de Panamá, había perdido toda importancia geopolítica.

Quien esto escribe en los documentos del Ministerio, conservados en el Archivo General de la Nación, ha podido observar comunicaciones que reflejan el trabajo minucioso y responsable desempeñado durante la Primera Guerra Mundial por el Ministro Suárez, que defendió e impulsó la neutralidad de Colombia en el conflicto, a pesar de múltiples presiones.

Sus notas, detalladas y precisas, escritas con tinta negra en letra pequeña, demuestran la atención permanente que Don Marco prestó a la situación, recibiendo y despachando la correspondencia de los agentes diplomáticos y consulares y de los connacionales residentes en el territorio bélico.
Sus aportes a la demarcación de los límites de Colombia  fueron decisivos y la aprobación del tratado Urrutia-Thomson, que finalmente le costó la Presidencia, constituye un ejemplo de patriotismo, así como la formulación de doctrinas como la llamada Suárez y, especialmente, la tan citada Respice Polum, que marcó un hito en nuestro devenir diplomático.

Como bien lo explica el Profesor Gutiérrez, ese principio Respice Polum, tan discutible en los tiempos que corren, tiene una perfecta lógica en un momento en el que Europa miraba estas tierras sudamericanas con ojos colonialistas y despreciativos, mientras Estados Unidos de América emergía como la potencia mundial que ha llegado a ser.

Invitando a leer este gran aporte del Profesor Gutiérrez no pretendo ahondar en los asuntos de que se ocupa, con el saber y la erudición del especialista que ha conjugado su condición de Internacionalista con el conocimiento de la Historia, en los complejos episodios determinantes de la vida política de la Nación.
Sí deseo plantear dos reflexiones que me despierta su lectura: en primer lugar la necesidad del historiador de librarse de cortapisas ideológicas, observando, con la distancia y la objetividad que aporta el tiempo, una realidad más allá de la distorsión que los pasajeros fervores producen, cuestión, a mi parecer, lograda por el autor.

Finalmente conviene tener presente la tarea cumplida por Don Marco, en un momento como el actual en que Colombia navega a la deriva en cuestiones internacionales, improvisando unas veces y otras dejándose llevar obsecuentemente por intereses sectarios, que no consultan los generales y parecen alinearse con preocupaciones electorales foráneas, sin atender, ni entender, las exigencias de una política exterior que debe servir exclusivamente al «bien permanente de las generaciones futuras» como lo expresó el propio Marco Fidel Suárez.

Bienvenido entonces este singular libro del Profesor Camilo Gutiérrez Jaramillo.