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El capitán Alatriste

Ismael Iriarte

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“No era el hombre más honesto ni el más piadoso, pero era un hombre valiente. Se llamaba Diego Alatriste y Tenorio, y había luchado como soldado de los tercios viejos en las guerras de Flandes”.

Con estas palabras se inicia el relato del primero de los libros publicados hasta el momento por el español Arturo Pérez-Reverte sobre las aventuras del Capitán Alatriste, quien deambulaba por las callejuelas y recovecos del Madrid de la primera mitad del siglo XVII, y a pesar de ser conocido de esa forma por sus amigos, enemigos y empleadores, jamás gozó de ese rango, ni de ninguno de los beneficios económicos y sociales propios del mismo. No, Diego Alatriste fue simplemente un soldado que jamás pudo librarse de su condición y que, ni siquiera cuando apartado de la milicia alquilaba la pericia de su espada para malvivir traicionó su incomprensible sentido del deber.

Alatriste era un hombre delgado, fuerte, de mirada impasible y fría, que infundía respeto en todos los terrenos y plagado de cicatrices que permanecían como el mejor testimonio de sus innumerables batallas. Siendo tal vez los rasgos más destacados del capitán, su mostacho y la forma como su capa, pero sobre todo la espada toledana y la daga vizcaína, se habían convertido en extensiones de su cuerpo, pocas veces complementadas con el impacto de un pistoletazo. Así terminaba por configurarse la andadura de un personaje recordado por su estricta economía de las palabras, que jamás hizo alarde de sus victorias o renegó de sus derrotas, ni mucho menos se permitió el exceso de expresar sus sentimientos.

Toda su lealtad estaba dedicada a sus amigos, como el poeta Francisco de Quevedo, o el Conde de Guadalmedina, por quienes sin dudarlo se jugó la vida blandiendo toledana y vizcaína y cuyo oportuno pago a su deuda de gratitud, le sacó las castañas del fuego en más de una ocasión. También podían dar fe de la rectitud de sus palabras y sus acciones, sus antiguos compañeros de tercio, como Lope de Balboa, o el reconvertido en teniente de alguaciles, Martín Saldaña, e incluso sus enemigos, siendo los más notorios Luis de Álquezar y su sicario, el espadachín italiano Gualterio Malatesta, con quien después de trabarse en innumerables combates, desarrolló una especie de retorcida camaradería militar.

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“(…) todo ese esfuerzo y ese coraje debíamos haberlo dedicado los españoles a construir un lugar decente, en vez de malgastarlo en guerras absurdas, picaresca, corrupción, quimeras y agua bendita”

Capítulo aparte merece su relación con Íñigo Balboa, narrador de la historia, que, tras la muerte de su padre, en las guerras de Flandes, fue enviado como paje a casa de Diego Alatriste. El joven supo ganarse su respeto y convertirse en un amigo y compañero de armas, con acciones como las de aquel pistoletazo salvador, en medio de la emboscada que Alquezar le había tendido al Capitán; la forma en la que valientemente soportó su arresto y condena por parte de la Inquisición; o sus recordados lances con Angélica de Alquézar, su gran amor y tormento, cuya relación en no pocas ocasiones estuvo a punto de costarle la vida.

 “En aquella España turbulenta, arruinada y orgullosa en verdad era el orgullo lo único que nos iba quedando en el bolsillo” 

Las aventuras del Capitán Alatriste, no solo cuentan la historia de un hombre anacrónico y con una manera de ser en vías de extinción, incluso para la época, sino que también relatan los años de supremacía española en el mundo, con una alta dosis de nostalgia y un constante tono de reproche frente al rumbo tomado por la patria, contando siempre con la aparición incidental de personajes históricos que van desde el rey Felipe IV, a quien a pesar de considerar muy inferior a su antecesor, Felipe III, Diego Alatriste servía con determinación; pasando por el conde-duque de Olivares, Pedro Calderón de la Barca, Luis de Góngora, Ambrosio de Espínola y Lope de Vega, entre otros.

Folletín
El capitán Alatriste refleja la estrecha relación entre su autor, Arturo Pérez-Reverte y el folletín, común y menospreciado en el siglo XIX por considerarse de escaso valor literario, pero que ha sobrevivido bastante bien al paso de los años. Y es a partir de Los tres mosqueteros de Alexandre Dumas, probablemente la obra más representativa de este género, que Pérez-Reverte, crea su propio universo “folletinesco”, con personajes que a las primeras de cambio logran ganarse el afecto del lector y que junto con su propia decadencia describen el ocaso de su patria.
 

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En favor del autor español, frente a la obra decimonónica, podemos decir que a pesar de guardar gran parecido y de tomar prestados personajes emblemáticos como Buckingham, ha conseguido imponer su propio estilo y sobre todo que ha dotado de mayor complejidad psicológica a los personajes, razón por la cual nos fue posible conocer a un Diego Alatriste cargado de matices.

Los libros
Desde 1996 a la fecha los seguidores de esta saga han disfrutado de las aventuras del Capitán, a lo largo de siete libros:

 

  • El capitán Alatriste (1996) – Con la coautoría de Carlota Pérez-Reverte
  • Limpieza de sangre (1997)
  • El sol de Breda (1998)
  • El oro del rey (2000)
  • El caballero del jubón amarillo (2003)
  • Corsarios de Levante (2006)
  • El puente de los asesinos (2011)

El autor ha proyectado completar la serie, con los títulos: La venganza de Alquézar y Misión en París.

La película y otras versiones
En 2006 se estrenó la película Alatriste, dirigida por Agustín Díaz Yanes y protagonizada por Viggo Mortensen. El filme, que tuvo un considerable éxito en España, hace un acertado recuento de las aventuras del capitán, con ritmo que en ocasiones se vuelve frenético.

El héroe español ha cobrado vida en múltiples formatos, como las ilustraciones de Joan Mundet, el juego de rol creado por Ricard Ibáñez, o los cómics con guion de Carlos Giménez. Llegando irremediablemente a la misma conclusión en todas sus versiones: “No queda sino batirnos”.