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Las heroínas olvidadas. La Independencia en clave femenina

Felipe Cardona

Las heroínas olvidadas. La Independencia en clave femenina

Marginadas del pabellón de la memoria histórica, presidido por los dramas de ejemplares de mujeres como Policarpa Salavarrieta, Antonia Santos y Manuela Sáenz, hay otras tantas heroínas que no figuran en las repisas de nuestra historia patria.

 

Se trata de mujeres que estuvieron vinculadas de forma sustancial en todo el proceso de emancipación y cuyo aporte fue definitivo para lograr el triunfo patriota sobre la hueste española.  
 
Solo hasta 1926 el historiador José Dolores Monsalve se dio a la tarea de recoger el etéreo anecdotario de estas mujeres que sobrevivió gracias al voz a voz. Si bien es cierto que se trata de un encuentro primario debido a la escasez de fuentes bibliográficas, esta iniciativa nos da nuevas luces sobre el papel que jugó la mujer en la Independencia. El aporte es concluyente y supera el habitual entendimiento del sacrificio femenino como un gesto de solidaridad gratuito y excepcional.

El símbolo más evidente del desacato femenino surge en la figura de Simona Luz Duque, una mujer discreta, pero de temperamento altivo. Se sabe muy poco de su vida, sólo que nació en Marinilla en lo que hoy pertenece a la jurisdicción antioqueña y que enviudó a muy temprana edad con la responsabilidad de mantener a sus siete hijos.

En 1813, Simona se entera de la llegada del coronel criollo José María Gutiérrez de Caviedes a Marinilla, el militar está en la búsqueda de reclutar voluntarios para el Ejercito Independentista del Sur al mando del General Antonio Nariño. La osada mujer es la primera en presentarse ante el coronel con tres de sus hijos varones para entregarlos a la causa. Muchas mujeres del pueblo, animadas por este ejemplo, también entregan a sus hijos. Se dice que la convocatoria fue tan exitosa que el número de reclutas en Marinilla, Rionegro y Sonsón tuvo que ser dividido en varios regimientos.

Seis años después, Simona repetiría el noble gesto que la llevaría convertirse en un referente de lucha patriota. En circunstancias similares arriba al pueblo el coronel José María Córdova en busca de hombres para engrosar sus filas y darle una estocada final a la diezmada tropa del español Mauricio Villalobos, que, a pesar del triunfo de los criollos en Boyacá, aún representa una amenaza latente en la región.

Se sabe que la mujer tuvo una entrevista personal con Córdova y que sería rescatada en las memorias de Marinilla escritas por el diácono Ulpiano Martínez. La mujer dice al militar que entregará sus joyas para la causa independentista. Éste le agradece, pero nota que la mujer no trae nada consigo y le pregunta por el donativo. Ella le dice que sus joyas son las más valiosas que existen porque se trata de sus cinco hijos varones. 

El futuro vencedor de la Batalla de Chorros queda perplejo ante el arrojo de la mujer y se guarda el gesto para más adelante recompensar a la mujer por los servicios prestados a la patria.  Una vez concretado el triunfo independentista el mismo General regresaría a Marinilla con el propósito de recompensarla con una pensión vitalicia.  Ella se niega y sólo en la senectud, cuando ve que no puede valerse por ella misma, acepta la bien valida remuneración. Simona moriría a los 88 años en 1858, al lado de varios de sus hijos que fueron considerados héroes de la patria.  Como dato curioso cabe apuntar que esta mujer fue la tatarabuela del reconocido poeta León de Greiff, hombre que heredaría la tozudez e inconformidad de su antecesora. Esta circunstancia nos hace dudar de lo fortuito y nos obliga a reflexionar en torno a la influencia que tiene en nuestra vida el legado de nuestros antecesores.

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También oriundas de Marinilla, otras dos mujeres se destacaron en la sublevación contra las autoridades españolas, se trata de María Rosario Ossa y Margarita Urrea. En 1819, María Rosario se convertiría en la única mujer criolla en abofetear a un militar español. El insólito hecho fue consecuencia de una vulgar insinuación que hizo el coronel a la doncella. Se dice que fue tanta la vergüenza del hombre después de la bofetada que huyó apenado ante la algarabía que se desató en el pueblo.

Por su parte Margarita Urrea protagonizaría una escena similar con el mismísimo coronel español Juan Sámano, el último virrey efectivo de la Nueva Granada. Todo comenzó cuando su esposo, el patriota Modesto Hoyos fue capturado en 1813 cerca de Popayán junto a José Hilario López y Pedro Alcántara. Tras un juicio de guerra los tres jóvenes fueron sentenciados a morir fusilados. Margarita viaja a Popayán y se disfraza de monja con otras damas para rogar por la vida de su esposo. Cuando la dama encara a Sámano, éste se le acerca demasiado y sin ningún asomo de cortesía le levanta el velo. Anonadado por la exquisita belleza de la mujer el militar le dice al oído: “No sólo os daré la vida de vuestro esposo, sino todo lo que piden estas señoras, si me concedéis vuestros favores”.

La heroína, herida en su dignidad en tono desafiante le responde: “Ni mi vida, ni la de mi esposo, ni la patria misma, valen lo que vale el honor de una mujer de mi raza”. La dama da la espalda a Sámano que hierve de furia y golpetea al piso con su bastón mientras maldice.  De la suerte del marido se sabe que fue perdonado por las autoridades españolas en cabeza del presidente Toribio Montes. Si la decisión hubiera recaído en Sámano la historia hubiera sido muy distinta.

Otro bastión importante de la lucha libertaria que contó con amplio protagonismo femenino fue Cartagena. Incontables fueron las mujeres que sacrificaron sus vidas en medio del sufrimiento inconmensurable que significó el sitio de Pablo Morillo en 1815. Cabe destacar las figuras de Ángela Llanos y María Barona, mujeres decididas que evitaron muchas muertes por inanición durante el cerco que estableció el pacificador español durante 105 días. 

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Ambas lideraron varias rutas de escape ante el cerco y establecieron una red secreta para movilizar a los más débiles hacia poblaciones cercanas y proveer de víveres a la ciudad. Pese a tener la posibilidad de escapar, las cartageneras estuvieron al frente de la ruta secreta hasta que fueron capturadas en una de las retiradas, para posteriormente ser fusiladas a manera de escarmiento por orden del realista Joaquín Valdés en abril de 1815.

Para terminar, es licito recordar a dos heroínas del altiplano. Se trata de Manuela y Juana, las hermanas Escobar. Estas campesinas boyacenses de cuna humilde se atrevieron a desafiar el mandato del coronel patriota Antonio Morales que había decretado la prohibición de contar con presencia femenina en el Ejercito Independentista.

Pese a las advertencias marcharon junto a la tropa y establecieron una red de espionaje en torno a los movimientos realistas. Juana fue capturada por la tropa española de Barreiro cuando se encontraba cerca a la población de Gámeza. El comandante español ofreció perdonarle la vida si le revelaba el sitio donde acampaban los patriotas.  De su boca no salió palabra y fue ajusticiada junto a otros 37 llaneros con sus propias lanzas.

Estas mujeres son tan sólo la punta del iceberg, unos perfiles escasos y sin rostro que con un gesto son capaces de reescribir la historia. No todo está dicho, hay muchas anécdotas que esperan salir a flote, sólo basta afinar el oído y seguir el ejemplo de ese historiador que hace 90 años decidió romper con el rigor de sus contemporáneos y recuperar la memoria de muchas voces que fueron silenciadas.