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Leyendo a Baquero

Jairo Hernán Ortega Ortega, MD

portada

“Tres helicópteros de asalto, armados con ametralladoras y misiles aire – tierra, aparecieron de repente por los tres costados del campamento ubicado en una empinada montaña rocosa, en medio de una maraña de gigantescos árboles, en zona rural del municipio Uribe (Meta).


Eran las nueve de la mañana del 11 de marzo del año 2008. La estrecha pista de aterrizaje, labrada a pico y pala en ese risco pétreo, les hizo guardar riguroso turno. Desde los helicópteros instruyeron a sus tropas, por medio de altavoces, para que nadie se moviera…

Soy el coronel Harvey Antonio Cifuentes, del glorioso Ejército nacional de Colombia, comandante de este grupo Élite. Venimos a una inspección de rutina, Quédense quietos ¡Es una orden! Los treinta y cinco soldados que llevaban allí cerca de catorce meses, quedaron paralizados… Del primer helicóptero se bajaron varios soldados que rodearon a los desconcertados militares y les apuntaron con sus armas…


…el coronel Cifuentes salió del segundo helicóptero… - ¡no se atortolen, mis soldados de la patria! Si no la han cagado no tiene por qué temer… varios respiraron tranquilos… pero todo era muy extraño, llevaban casi más de un año abandonados a su suerte y, a pesar de eso, lograron sobrevivir en ese risco… por esa razón resultaba rarísima la llegada de los modernos Black Hawk…

Al otro lado de la montaña, escondido como ellos entre la enmarañada vegetación, estaba el campamento de la guerrilla… como a siete kilómetros… abajo, como a dos horas a caballo y cuatro de infantería…
- Revisen el comisariato. Ustedes desocupen los bolsillos y entreguen todos los objetos que tengan… el capitán Loaiza va a esculcar sus barracas y sus camas. Esculquen hasta debajo de las tablas del piso…
-¡Partida de maricas! Vine aquí porque varios informes de inteligencia nos dicen que ustedes se vendieron a las FARC y que están dándoles el culo. Eso los pone a las puertas de un consejo de guerra que les significará, a cada uno, por lo menos veinte años de cárcel, inconmutables…”
 
Son apartes tomados del libro Crónicas de la violencia en los Llanos, escrito por Alberto Baquero Nariño. Este fue uno de los dos libros que compré en la pasada Feria Del Libro de Bogotá en mayo pasado, el otro fue La batalla por la paz, de Juan Manuel Santos, el cual autografió con una dedicatoria para mis hijas.

A las Crónicas, y a la conferencia sobre las mismas, llegué por invitación de David Baquero Zamarra (Médico especialista en Coloproctología), ya que el autor es su padre. La presentación de la obra fue conducida por Petrit Baquero Zamarra (Politólogo, Historiador, músico, escritor, investigador, musicólogo), otro de los brillantes e inquietos hijos de Baquero Nariño.

El libro fue editado, este año, por Ícono Editorial. Con la asesoría editorial de Petrit Baquero. Tiene unas ilustraciones en blanco y negro, extraordinarias, de Yecid Arturo Díaz. Y Juanita Escobar realizó la briosa fotografía de la portada.
 
Alberto Baquero Nariño nació en San Martín – Meta, en 1945. Estudió en la Universidad Nacional de Colombia, graduándose de Economista. Fue rector de la Universidad de los Llanos. Han sido diversos los temas en que ha trabajado e incursionado: planificación económica regional, historia, antropología, musicología, mitos y leyendas del piedemonte llanero, poesía y estudios sobre cultura popular. Ha sido consultor para la formulación de los planes de desarrollo de varios departamentos de la Orinoquía. Es presidente de la Academia de Historia del Meta. Es consumado intérprete de los instrumentos de cuerda y de percusión que se emplean en la música llanera; además cantor y ha compuesto uno que otro pasaje y joropo. Se considera de la Generación del 68. Le ha tocado vivir la violencia desde los años cincuenta, por lo cual sostiene que es una proeza morir de viejo.

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Su libro  Alcaravanidad: escabrosa esperanza, sobre los Derechos humanos en los Llanos fue quemado y tuvo que sufrir el ostracismo. Considera que es el primer libro analítico sobre la violencia en esa región. En cuanto a su publicación más reciente cuanta: “En estas crónicas se relatan episodios de milicos y paracos creados por políticos, cacaos, organismos armados y de inteligencia, con el propósito exclusivo de preservar a toda costa el modelo latifundista eliminando físicamente a los opositores, por intermedio de militantes civiles.”
 
Pero Alberto Baquero Nariño también muestra la otra cara de la moneda violenta, la cual también ha visto y ha vivido: “Muy parecida es la dramaturgia que monta la guerrilla, sean faruchos o elenos, para extorsionar y sacar ingentes recursos para su financiación, como los proyectos patrañeros del ELN, la Universidad Multicultural del Sarare y el Bachillerato Agrario en Arauquita.”

Y entre estos dos extremos oficiaba un tercero, los dueños del narcotráfico. “Toño, un conocido guitarrista había animado, con su grupo llanero, una fastuosa fiesta en el salón La Manigua, del Hotel del Llano de Villavicencio. Quien lo había contratado era el capo Carlos Lehder y cuando le pagó lo acordado, dos millones trescientos cincuenta mil pesos, le insistió que fuera la baño y contara, uno a uno, los billetes para cerciorarse de que el pago estaba completo porque no quería engañarlo.

En el sanitario el artista contaba y recontaba los billetes con nerviosismo y temor por lo que en varias ocasiones las cuentas no le cuadraban. A veces le sobraba un billete, en otras le faltaban varios.
Afuera Carlos Lehder había apostado con Gonzalo Rodríguez Gacha, ´El Mexicano´ a que el músico sí era honrado y le devolvería lo que sobrara. Gacha apostó su hacienda Villa Mayerli en Paratebueno, la cual tenía una caballeriza de cincuenta potros cuarto de milla pura sangre, trescientas vacas Brahman y cincuenta toros de pedigrí, a que el músico se robaría los veinte mil pesos de más que Lehder había colocado en los fajos de billetes. Lehder apoyó su apuesta con su finca Laurel de Yineth, igual de rica en cultivos y ganados que la de Gacha, ubicada en San Martín.

El guitarrista, después de sudar la gota gorda contando tanto dinero en el baño, salió y se dirigió a su contratante:
 - Don Carlos, gracias por el dinero, pero iba un billete de veinte mil pesos de más. Se lo devuelvo y de nuevo ¡muchas gracias¡
Brincando el Loco Carlos lo abrazó diciéndole:
- Me hizo ganar una hermosa finquita. Tome, le doy este fajo de tres mil dólares para que se compre alguna cosita y consienta a su mujer… Váyase ahora mismo, Toño porque El Mexicano está cabrón y borracho y de pronto hace alguna cagada con usted.
 – ¡Paticas, pa´ que las tengo! Se dijo Toño.”
 
Lamentablemente el tema de la violencia nos ha tocado, de una u otra manera, a todos los colombianos. Las crónicas de Antonio Baquero Nariño nos retrotraen a buscar en la memoria episodios que parecen reconfirmar lo esquiva que es la paz en nuestro país, porque a pesar de muchos esfuerzos – completos o incompletos, eficientes o ineficientes -  vivir en paz en Colombia parece ser una condena.

Aún hoy, en nuestro país, se siguen asesinando líderes sociales, por eso las Crónicas de la violencia en los Llanos merecen un reconocimiento porque son un testimonio más para la memoria histórica, enmarcado en los misterios y hechizos de nuestros Llanos Orientales.

Como dice Alfredo Molano Bravo, quien escribió el prólogo: A Baquero hay que leerlo para sentir el Llano, ese pedazo de historia que tantos llevamos prendida y encendida.