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Un punto de inflexión en la era Trump

Mauricio Jaramillo Jassir

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Estados Unidos se prepara para una de las elecciones más importantes en mucho tiempo. Se trata de los comicios de medio periodo (midterm) que deberán renovar un tercio del Senado, la totalidad de las Cámara de Representantes y algunas gobernaciones.

Es uno de los momentos más críticos en la historia contemporánea de ese país, pues nunca antes desde la existencia de medios masivos de comunicación, un presidente había demostrado un tal desprecio por temas constitutivos de la democracia a saber los derechos de las minorías, el Estado de derecho, la independencia del poder judicial, y el respeto por los medios de comunicación.  
 
Hasta el momento y a pesar de las grandes dificultades, Donald Trump ha podido gobernar con una ventaja inestimable que consiste en tener mayoría en ambas cámaras. Vale decir que esto es apenas una circunstancia natural del bipartidismo, pues tras una hegemonía demócrata de 8 años, es normal que cierto voto de cambio, castigo o simplemente de renovación se exprese en el legislativo. De allí que el actual mandatario haya podido gozar de dicha mayoría en ambos cuerpos.
 
Esta elección además está acompañada de una novedad mayor en la campaña, y por un contexto internacional que ha terminado por favorecer nacionalismos, y ha apuesto en duda los valores liberales en Estados que fueron durante décadas referentes en la materia. Esto hace de la inminente elección un asunto de interés y una prueba para la política estadounidense. Seguramente, tendrá efectos sobre la imagen de ese país como pocas veces sucede con una elección legislativa.
 
Otra novedad consiste en el grado de involucramiento del ex presidente Barack Obama en esta elección. A diferencia de lo que ocurre en Colombia, por ejemplo, donde los expresidentes –especialmente en estas últimas elecciones- se empapan de las dinámicas electorales y hacen campaña, en Estados Unidos los presidentes rara vez se expresan respecto de lo que ocurre con sus sucesores. A mediados de septiembre en la Universidad de Illinois, Obama no dudó en lanzar una contundente frase que como era de esperarse causó polémica, y prendió las alambras. Para el exmandatario la democracia en ese país estaba en riesgo. Ya antes, en el funeral del ex candidato y senador republicano por Arizona John McCain, Obama se expresó con muchísima admiración, lo que sirvió no solo para confirmar el semblante ético del republicano, sino para alertar sobre el dramático momento por el que atraviesa Estados Unidos.
 
La justificación de Obama para una intervención tan heterodoxa no es otra que el momento extraordinario que vive su país.  El ex presidente ha recibido todo tipo de críticas de quienes ven en la ruptura de la tradición de no intervención, una sana forma de respetar el periodo de cada presidente. A esto se suma que también consideran torpe las críticas de Obama, pues el apoyo a Trump electoral parece no solo no dejar de crecer  sino que todo indica que se ha robustecido luego de las críticas del ex mandatario. Según James Hohmann del Washington Post en las últimas 14 primarias republicanas, se ha impuesto el candidato que ha contado con el apoyo del polémico presidente. Un récord impresionante para un mandatario que a diario comete errores, desconoce principios básicos sobre el respeto por sus rivales y críticos, y porque en últimas, carece de convicción democrática. 

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Aun así, muchos de sus detractores esperan no solamente que Trump y su partido pierda el control del Congreso y algunas de las gobernaciones que también estarán en juego el 6 de noviembre, sino que se active el mecanismo de juicio político y de una vez por todas se deshagan del actual mandatario. Con ello el país recuperaría un conjunto de valores que hoy parecen puestos en entredicho. Este escenario no es del todo claro, muy a pesar de las investigaciones y las dudas que genera Trump. Muchos estadunidenses lo apoyan, y para que el impeachment sea una realidad se necesitará del apoyo de los republicanos, circunstancia que solo se daría de comprobarse de algún modo traición a la patria. Difícilmente, Estados Unidos querrá exponer debilidades en un entorno internacional en el que no quiere ceder un ápice de terreno frente a China o Rusia. Ese discurso anacrónico y más propio de la Guerra Fría que del contexto actual, alimenta no solo la popularidad de Trump, sino que hace inviable cualquier juicio para terminar con su mandato. 
  
Este turbio panorama, hace que las elecciones del 6 de noviembre adquieran una importancia capital y el mundo esté expectante por su desarrollo y resultado. Las tentaciones iliberales en Hungría y Polonia dejan ver una preocupante realidad, pues algunos regímenes se quedan sin instrumentos para rescatar el Estado de derecho. En Europa, aún está por verse la efectividad de activar el artículo 7 de los Tratados de la Unión, que debe encauzar una presión efectiva para terminar con los atentados contra la independencia de la justicia, y amenazas serias contra el Estado de derecho encubadas en un discurso abiertamente xenófobo.  Todo ello da cuenta de una atmósfera favorable para el debilitamiento del liberalismo como un sistema que presupone garantías.  A comienzos de noviembre, el mundo sabrá en qué orilla están los Estados Unidos, un referente de tales garantías.