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La dictadura y su evolución histórica y socio-política: dos caras de una misma moneda

Erwin de Jesús Pacheco

Adolf Hitler - De Bundesarchiv, Bild CC BY-SA 3.0

Aquel Hombre o grupo de hombres, que sin atender a un Régimen legal preestablecido, se hacen al poder de un Estado–Nación, para gobernar muchas veces de manera personalista, despótica, caprichosa y atendiendo a sus propios valores de “conveniente legalidad”.

Históricamente la imagen del Dictador aparece en tiempos de la República Romana, como un título otorgado por el Senado y ratificado por una curia comiata (Comisión de ciudadanos ilustres), para que por un período de seis meses y en estados excepcionales de emergencia, un ciudadano Romano elegido por el Senado,  gobernará con poderes extraordinarios  de carácter militar (sobretodo en tiempos de guerra); mas no se extendía a las facultades o funciones civiles. Sin embargo, en las postrimerías de la República Romana esta figura degeneró en Tiranía y en ambiciones personalistas. De hecho, el último Dictador Romano, el gran estratega político y militar Julio César, se arrogó el título de “Dictador vitalicio”, con facultades para Controlar el senado y las asambleas, las magistraturas, cónsul y jefe único del ejército, con el poder de elegir magistrados y decidir respecto a la guerra o la paz. Facultades que ejerció hasta su muerte ocurrida en el 44 a.c, luego de que nobles familias Romanas Complotaran para su asesinato.

Con la muerte de Julio César, Roma pasa a ser un imperio (Una forma de Monarquía absoluta)  y la figura del dictador desaparecerá por un tiempo  de la historia, hasta llegar el Siglo XX.

Las ideologías nacionalistas forjadas con posterioridad a la Revolución Francesa, favorecen la instauración de regímenes totalitarios que abogan por doctrinas extremistas basadas en el corporativismo (Mussolini en Italia) o el culto a un partido único, y la apelación a la superioridad Racial (Hitler, en Alemania), producto del desgaste del liberalismo económico, y de la crisis de los Gobiernos civiles o de las antiguas monarquías, caídas en desgracia por sus aciagas políticas económicas. Sin embargo, el auge nacionalista no cambió el panorama y solo trajo a Europa más devastación, y dolor, al llevar a casi todos sus países a la segunda guerra mundial.

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Busto de Julio Cesar - Dominio público

Pese a la negativa experiencia, las dictaduras serán una constante en el siglo XX, regándose por Asia, América Latina, y África. Dictadores sanguinarios y crueles como  Idi Amín en Uganda,  fríos y calculadores como Augusto Pinochet en Chile, con regímenes personalistas y culto a su personalidad como Muammar Al-Gaddafi en Libia, o con complejas estructuras políticas y capacidad de  Estadistas, no obstante sus claras posturas represivas y totalitarias,  como Iosiff Stalin en la Unión Soviética, Mao Zedong en China,  o Fidel Castro en Cuba, serán bien conocidos en todo el mundo. La lista es larga e incluye la presencia del Dictador, incluso  en los tiempos que corren (Siglo XXI). Si bien a partir de la década de 1990, con la desintegración de la U.R.S.S,  la globalización política y cultural dio un Viraje hacia Regímenes democráticos a nivel  mundial, la figura del dictador empezará a menguar dentro del panorama político global.

No obstante lo anterior,  es claro que la dictadura enmarcada dentro de la Doctrina política del Totalitarismo o el poder absoluto de un Gobernante sobre un Estado-Nación, es una modalidad de Gobierno, que independientemente de su perspectiva ideológica (izquierda o derecha) apela a los extremismos y posturas radicales, Sistemas de Gobierno con partido único o limitados a la conveniencia ideológica del hombre en el poder, regímenes de corte represivo y violento. Sistemas económicos neoliberales, socialistas, o autárquicos, pero siempre inclinados a favorecer la desigualdad, la inequitativa distribución de recursos al ciudadano común o a la clase relegada del poder, y en cambio,  el  beneficio económico a los simpatizantes del dictador y/o a las naciones amigas; la imposición de valores culturales que el régimen crea conveniente, y la persuasión de que representan los “valores únicos” y superiores por encima de cualesquiera otros. Así como la propensión a modificar Constituciones y leyes, las veces que sea necesario, siempre encaminadas  dichas reformas a legitimar su abuso y autoridad.

También existe en  las dictaduras  una clara  tendencia a maquillar la verdad, decir  verdades a medias, o simplemente no decirlas y a apelar al engaño y a la mentira como las mejores armas para combatir a quiénes se opongan a sus nefastas políticas. Igualmente  un claro afán guerrerista y de pretensiones hegemónicas sobre una región o sobre un país, muchas veces basado en el poderío militar, y empleado como medio de distracción para ocultar los propios desaciertos en el manejo del Gobierno.

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Muammar al-Gaddafi - Dominio público

La imposición de los valores democráticos, a lo largo y ancho del mundo, a partir de la década del 90, y la entrada de muchos países en el sistema electoral, y participativo, trajo consigo una evolución de la figura dictatorial, la cual entra en el juego de una falsa democracia, que valiéndose del engaño de presentar  al “candidato-dictador” como un representante de tal sistema, hace más difícil detectar sus verdaderas intenciones, y  permite al pueblo elegirlo de manera desprevenida, y una vez en el poder, entrar a ejercer como un verdadero tirano. O también favorecer el fraude en supuestas elecciones libres e imparciales convocadas por el Gobierno en el poder, para hacer lucir a un Dictador como un verdadero adalid de la democracia, capaz de convocar sufragios las veces que se haga necesario, pero siempre amañadas  a la victoria del Gobernante de turno o del candidato que encarne los “valores Dictatoriales”.

También se vale el Dictador moderno del uso de las nuevas tecnologías (tanto de los sistemas informáticos, como también respecto al arsenal militar), el auge de las redes sociales,  y el dominio de la web, sea limitando sus servicios o poniéndolos a su favor, todo lo anterior siempre en aras de su permanencia en el poder, ambiciones personalistas, y pretensiones de controlar todos los órganos y ramas del Estado, pues al igual que Julio Cesar en los tiempos de la República Romana, el dictador solo busca un objetivo que no ha variado desde entonces: Permanecer en el  poder a costa de lo que sea, pagando el precio que sea, e imponiendo su voluntad y la de sus seguidores, aún si eso representa tiranizar y  oprimir a sus propios ciudadanos, por  lo que a decir verdad, la dictadura, en su forma antigua o en su forma moderna, en realidad viene a ser dos caras de una misma moneda.