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Metrópolis: Una ventana a Alemania

José Alejandro Delgado Cuervo

Metrópolis: Una ventana a Alemania

La literatura y el cine nos pueden decir bastante acerca de la época en la que fueron realizadas, puesto que, además de mostrar la intención de sus realizadores, también se ven impregnadas de las esperanzas, miedos y prejuicios de quienes crean estas piezas artísticas.

Con eso en mente, este articulo sirve como invitación para entender Metrópolis, no sólo como una película muda o como un clásico de la literatura de ciencia ficción, sino incluir en su análisis las posibilidades que nos brindan para acercarnos al entendimiento de la Alemania de la década de entreguerras.

Introducción  
Filmada en 1927, por el director alemán Fritz Lang, Metrópolis es una muestra de algunos elementos de la Alemania en la época de entreguerras. Después de la derrota de la Gran Guerra, el Diktat de Versalles, la pérdida de Danzig, la separación de Prusia y la proclamación de la República, se presenta en Alemania un proceso desmoralizante en sus habitantes.

Una inflación galopante y una rápida devaluación del Reich Mark golpearon con todas sus fuerzas a la clase media, además de facilitar la entrada de especuladores que ganaban con la guerra y sus derivados2. Poco a poco a poco se llegó a una estabilidad económica, al igual que de las relaciones capitalistas y democráticas. Pero no así las políticas. Coaliciones políticas estaban en contra de la República y sus ideas, como los partidos Nacional Alemanes y conservadores, se enfrentaban a los demócratas, socialdemócratas y el Centro Católico (grupos con más escaños en el nuevo Reichstag).
 
Metrópolis: Una película crítica
 
En ese ambiente de dificultades, miedo por el futuro y nostalgia por un pasado grande, Fritz Lang filma Metrópolis, con el guión de su esposa Thea von Harbou. Película llena de matices y símbolos, en buena parte, cristianos.
 
La pareja Lang-Harbou muestra una situación futurista, en donde la clase obrera se encuentra prácticamente en el punto cúlmen del proceso que ya inicia en Alemania durante el periodo de entreguerras: La acumulación de capital en las clases dominantes, y el aumento de la miseria del proletariado. Miseria que aumentada por el aumento de la producción y exportaciones alemanas a través la contención salarial3.
 
En parte, y tal vez debido a sus orígenes aristocráticos y conservadores, Harbou, junto a otros conservadores, critica el capitalismo, como un agente cercano a la democracia y completamente antialemán4. Además de ello, la táctica utilizada por el Amo de Metrópolis, Joh Fredersen, de permitir (e incluso alentarla) el levantamiento de los obreros para poder someterlos a través de la violencia, característica que los conservadores románticos consideran como netamente alemana5, debido en buena parte a la herencia de las estructuras prusianas.

Junto a ello, los conservadores buscaban un retorno a los valores alemanes, entre ellos, una reacentuación de la subjetividad individual, donde el desarrollo individual primaría sobre el colectivo. El fordismo (modo de producción en cadena) y la rápida industrialización, sistemas adoptados por los grandes propietarios de las industrias alemanas para recuperarse de la crisis económica, son el hecho consumado donde el individuo pierde su valor como sujeto y se vuelve sólo una parte de una cadena, un ser que vale por el hecho de estar frente a la máquina que maneja, es un ser enajenado sin libertad6.

Pero también es una crítica al bolchevismo, debido al temor que sentía toda Europa, incluída Alemania, debido al ejemplo de la Revolución de Octubre. La posibilidad de las revueltas obreras, su revolución violenta y su ataque al régimen era un miedo latente entre la población europea, sobre todo por el aumento de sindicatos y huelgas, desde 1918, por toda la geografía continental e insular (Gran Bretaña no está exenta de este “despertar de la clase obrera”). En Alemania, el primer síntoma se dio con las huelgas de marinos y obreros en noviembre del mismo año. Pero para el subsecretario de Estado del gobierno alemán para 1954, Werner Freiherr Von Rheinbaden, era este un miedo sin razón, ya que los alemanes no querían una revolución bolchevique, simplemente estaban exhaustos de la guerra, y sólo querían acabar la guerra7.

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En contraposición al peligro de bolchevización, está María, un personaje lleno de carisma cristiano, que insufla en sus compañeros la paciencia, la resistencia y la concordia entre clases, y para quien es importante el conocimiento de los problemas entre las clases: La explotación de una por la otra, por razones que la primera no comparte, pero a la que puede llegar después del entendimiento entre los dos grupos, tanto el que hace como el que diseña y ordena. Ejemplo de caridad cristiana, de mujer que acoge como madre amorosa a los obreros y los conforta, prometiendo un mejor mañana, basada en la idea del Mediador.

María puede ser identificada con el Juan Bautista de los Evangelios cristianos, puesto que anuncia el cambio y el motor del mismo (el Mediador), más no es ella misma quien ha de hacer la tarea. Su función es guiar al Mediador y a los obreros para que se encuentren, para que se pueda dar el tan esperado entendimiento entre clases.

Pero María es un ser ambivalente, ya que las clases dominantes, en su afán de mantener el control, la utilizan para desatar el caos, para que haga arder los ánimos proletarios y se levanten, dando la pauta para un Estado aún más autoritario que el llevado por Fredersen.

Ahora María es también la puta de Babilonia, es Lilith, la lujuria, la violencia, el caos. Es la que atrae, manipula y juega con los jóvenes de clase alta, con aquellos que representan la característica más importante de las nuevas clases superiores: Jóvenes adinerados, que restan importancia a los anteriores estamentos influyentes (nobleza, grandes propietarios y alta burguesía, que ahora son importantes sólo dependiendo de su capital), y que a su vez son la muestra de la decadencia de Alemania, que cae ante las drogas como la cocaína y el opio, dejándose llevar a una vida licenciosa y sin sentido8.

Así, es posible mostrar los dos grandes males que rodeaban a la sociedad y la cultura alemanas: El comunismo y el declive social y cultural del país germánico. El caos frente a una forma gubernamental, económica y política sin tradición en la sociedad, que desconocían, y que para muchos era simplemente la negación de sus valores tradicionales y antiguos.

Una María lasciva que, siguiendo el simbolismo cristiano, es representada como la puta de Babilonia, sentada sobre la bestia de diez cabezas y con una copa de oro en la mano, siempre guiando el caos, sembrando el desorden y la confusión tras ella, despertando la Muerte que se cierne sobre la ciudad y sus habitantes.

Muerte que también despierta el miedo en Freder, símbolo amoroso, cándido, inseguro pero lleno de amor. Es el Cristo de esta historia, el Mediador prometido, aquel que pondrá orden a las cosas, y las llenará de justicia. Es un personaje que teme a la Muerte, pero no por ser el fin, sino porque ésta le impediría cumplir su deber (muestra de los valores prusianos que se están perdiendo).

Héroe no sólo futuro y de palabra, sino que muestra la fortaleza de ánimo al salvar a María y a los niños de la inundación del subsuelo. Es una acción de doble propósito, ya que además de salvar a la Madre, la guía, salva el futuro, salva la inocencia de Alemania, que bien guiada puede recuperarse, retornar a ser la gran cultura que fue, eliminando las taras y vicios que adoptó durante la crisis.

Y no sólo eso, al llevarlos a la Casa de los Hijos, prácticamente hace la promesa de cercanía, apoyo y ayuda entre clases, contrario a las ideas marxistas de la inminencia de la lucha de clases y la dictadura proletaria.

Alejándose un poco de las ideas cristianas, aparece Joh Ferdersen, Constructor, Diseñador, Alcalde, Jefe y Amo de Metrópolis. Aunque tiene muchos valores conservadores (uso de la violencia, autoritarismo, desprecio de la democracia y de la chusma obrera), es mostrado también como el empresario capitalista, antialemán, que, dejándose llevar por los sistemas productivos y económicos foráneos (libre cambio, fordismo) es en parte impulsor de la revolución que destruye las bases de la Nación9.

Propietario desalmado, frío e inclemente, pero aún así, unido a la suerte de la Nación. Estado que sólo apoya a los poderosos, a los que tienen gran capital, pero que a su vez depende de las clases bajas, de su futuro y de sus decisiones, como se lo menciona Freder al recordarle que eran las manos obreras las que construyeron el sueño de Fredersen, y que se constata al ver su futuro, su heredero vacilar ante el vacío desde el techo de la Catedral.

De esa manera, Metrópolis (tanto el libro de Thea von Harbou como la película), además de servir como crítica a las nuevas dinámicas sociales, políticas, gubernamentales y económicas de Alemania, que son la negación de la herencia prusiana y germánica, sirve también para insuflar esperanza de cambio, de mejora y de crecimiento, de transformación positiva.

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Se señala la posibilidad de alejarse de los vicios, de respirar durante el turno de trabajo, de resucitar las maravillosas cualidades alemanas: Deber, respeto, obediencia ante la autoridad, entre otros.

Por último, es curiosa la gran cantidad de simbología cristiana (mucha de ella tomada de la “Revelación a San Juan”, que se encuentra leyendo Freder durante su recuperación), teniendo en cuenta que unos años después von Harbou se uniría al nacionalsocialismo, separándose de su esposo de ascendencia hebrea que huye del nazismo.

Lamentablemente no encontré nada, aparte lo anterior, que nos guie en relación a las preferencias políticas y religiosas de la pareja.

Referencias
1 Historiador, egresado de la Universidad Nacional de Colombia. jaldelgadoc@gmail.com
2Werner Freiherr Von Rheinbaden, Del Kaiser al canciller Adenauer (Cuatro momentos de Alemania: 1895-1956) (Editora Nacional, 1956), 106-111.
3Reinhard Kühnl, La república de Weimar: establecimiento, estructuras y destrucción de una democracia (Valencia, España: Edicions Alfons El Magnànim, Institució Valenciana D’Estudis I Investigació, 1991), 211.
4Jeffrey Herf, El Modernismo reaccionario: tecnología, cultura y política en Weimar y el Tercer Reich (México: Fondo de Cultura Económica, 1990), 54.
5Herf, El Modernismo reaccionario, 40, 45. El romanticismo alemán adoptado por los conservadores es antiliberal y autoritario. Junto a ello, ven en la violencia un agradable alivio a la decadencia y aburrimiento burgueses.
6Herf., 53; «El Catafracto: Critica y analisis de la pelicula Metrópolis», accedido 26 de mayo de 2013, http://catafracto.blogspot.com/2011/02/critica-y-analisis-de-la-pelicula.html.
7Yves Lequin y Jacques Maillard, La Europa Occidental en el siglo XX (Buenos Aires: El Ateneo, 1975), 31; Von Rheinbaden,
Del Kaiser al canciller Adenauer (Cuatro momentos de Alemania: 1895-1956), 99.
8Von Rheinbaden, Del Kaiser al canciller Adenauer, 108-112.
9«El Catafracto: Critica y analisis de la pelicula Metrópolis», accedido 28 de mayo de 2013.Imagen representada por la inundación del subsuelo, y de la posible muerte de los hijos de los obreros.

Bibliografía En internet
«El Catafracto: Critica y analisis de la pelicula Metrópolis». Accedido 26 de mayo de 2013. http://catafracto.blogspot.com/2011/02/critica-y-analisis-de-la-pelicula.html.

Textos en físico
 
Harbou, Thea von. Metrópolis. Traducido por Amparo García Burgos. [Barcelona]: Orbis, 1988.
 
Herf, Jeffrey. El Modernismo reaccionario: tecnología, cultura y política en Weimar y el Tercer Reich. México: Fondo de Cultura Económica, 1990.
 
Kühnl, Reinhard. La república de Weimar: establecimiento, estructuras y destrucción de una democracia. Valencia, España: Edicions Alfons El Magnànim, Institució Valenciana D’Estudis I Investigació, 1991.
 
Lequin, Yves, y Jacques Maillard. La Europa Occidental en el siglo XX. Buenos Aires: El Ateneo, 1975.
 
Von Rheinbaden, Werner Freiherr. Del Kaiser al canciller Adenauer (Cuatro momentos de Alemania: 1895-1956). Editora Nacional, 1956.