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Revaluaciones y reconsideraciones en torno a la relación entre Chichimecas y toltecas en el periodo postclásico

Andrés Felipe Sierra Bautista

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En los estudios sobre el pasado prehispánico el concepto de Mesoamérica ocupa una posición preponderante, pues ha permitido el desarrollo de investigaciones arqueológicas interdisciplinares desde varios niveles de integración e importancia.

Para indagar en cuestiones correspondientes al análisis de las sociedades pertenecientes a este periodo, resulta pertinente desarrollar una aproximación consciente de las interacciones entre comunidades, ya que al considerar estas conexiones es posible reconsiderar acerca de los conocimientos que tenemos de esta época. En ese sentido, el presente artículo, a modo de balance historiográfico, explora la relación entre chichimecas y toltecas en el periodo postclásico (900 – 1519 e.c.). Esto con el fin de revaluar el papel fundamental que ambas sociedades tuvieron en la configuración de Mesoamérica a partir de mutuos intercambios.

Una de las fuentes principales para estudiar a las sociedades mesoamericanas es el conjunto de crónicas producidas en el siglo XVI, pues en ellas se encuentra abundante información. Sin embargo, poseen nociones bastante discutibles sobre comunidades como la chichimeca[1], quienes en muchas ocasiones son asociados con la palabras:“retraso”. Esta postura es descrita por Castellanos (2015) en Ecohistoria chichimeca en el posclásico del centro oriente del altiplano mesoamericano. Si bien el autor reconoce que los chichimecas eran tan feroces como fueron descritos en los relatos, destaca que no eran “Tan atrasados como los pintan las crónicas” (p. 111). Para él, los pueblos chichimecas fueron portadores de elementos socioculturales que, expresados a través de una “proyección cronotópica”, modificaron la región y tuvieron efectos en el ambiente. Tales modificaciones (políticas, productivas, sociales, culturales, agrícolas y ecológicas) fueron producto de sus conquistas.

Esto lleva a Castellanos a afirmar: “este fenómeno de yuxtaposición los pone no sólo a la par del desarrollo alcanzado por los pueblos ocupantes de la zona lacustre, de manera que su proyección sociocultural superaría con creces a otros pueblos” (p. 111). Además, también asegura que no utilizaron la tierra como la gran mayoría de las tribus; es decir, no solo la dedicaron a la caza y a la recolección, sino que hicieron de ella un suelo agrícola. La imagen generalizada de los chichimecas como una tribu bárbara se ha presentado a raíz de su constante caracterización con el arco y la flecha. No obstante, para autores como Mohar (1999) esta imagen señala su capacidad como cazadores especializados y de gran habilidad, valientes guerreros con gran destreza en el manejo de sus armas, que eran conscientes de su superioridad bélica sobre otros grupos menos adiestrados. Adhiriéndose a la posición de Hers[2], Mohar declara que los chichimecas eran “antiguos agricultores sedentarios del Norte que abandonaban su modo de vida en su retiro forzoso debido a la sequía. En su migración atraviesan territorios deshabitados y se vuelven nómadas, se repliegan hacia el Sur” (p. 13). Ahora bien, otra postura sobre el desplazamiento de esta sociedad es la presentada en El posclásico en Mesoamérica: último horizonte cultural, este libro de la Fundación Cultural Armella Spitalier afirma que las movilizaciones humanas del periodo posclásico temprano tenían un trasfondo divino, que fue un mecanismo mediante el cual dirigentes o sacerdotes legitimaron la búsqueda de una mítica tierra prometida. Todos estos factores pudieron influir en el desplazamiento. Lo que queda claro, es que esta movilización constituye un evento crucial para el periodo postclásico, pues permite entender la formación del altépetl.

Según Florescano (2006) la llegada chichimeca comenzó con la destrucción de Tula en el siglo XI y siguió con el arribo comandado por el jefe chichimeca Xólotl que inició invasiones cerca de 1244. El autor afirma que los migrantes eran solo recolectores y cazadores representados en los códices como personas primitivas. Esta postura bastante discutible si se tiene en cuenta la agricultura de roza y quema. A propósito de las incursiones chichimecas Castellanos indica que la caída de Tollan-Xicocotitlán (Tula) se produjo en el 1160 como producto de las incursiones de estas tribus, las cuales, desde 1120 merodearon las posesiones toltecas y llegaron a establecerse en la gruta de Tepeapulco (Leduc y Pardo), poblaciones del actual estado de Hidalgo. Para Florescano, particularmente en el Códice Xolotl, se encuentra un registro de la entrada chichimeca al valle de México. La fuente expone mapas que registran el recorrido y según el autor describe tres episodios clave en la conformación del altépetl. Los cuales son: la apropiación de la tierra extraña, la transformación de esta en suelo agrícola y la fundación del señorío. Este último acontecimiento permitió el establecimiento de una dinastía hereditaria y el reparto de la tierra.

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Los trabajos sobre toltecas[3] refieren a una cultura con amplia riqueza y con un amplio influjo sobre otras comunidades (Dugan,2018). Una de sus ciudades principales fue Tula que floreció entre el 900 y el 1150, se extendió aproximadamente 16 kmy al parecer tenía una población de 60.000 personas. Tradicionalmente, como lo postula Dugan, Tula se ha relacionado con Tollan, una ciudad importante para la civilización azteca[4] y sus descendientes. Las élites aztecas se identificaban con los habitantes de Tollan. En palabras de la autora, citando a Sahagún (1961): “Los logros toltecas en la civilización significaban todo lo bueno, todo lo perfecto, todo lo maravilloso, todo lo sorprendente […] la civilización de Tollan era una sinécdoque para todas las grandes ciudades del periodo Posclásico Temprano, así como un lugar histórico en particular” (p. 6). A ellos (los toltecas), los aztecas les atribuyeron el descubrimiento de la medicina, el sistema calendárico y el “verdadero lenguaje” náhuatl. Sin embargo, Dugan propone la existencia de múltiples Tollans, en ese sentido postula una red de interacciones de carácter político-religioso entre las élites de múltiples sitios y no solo la relación exclusiva entre Tollans y Tula. Más allá de esta discusión se encuentra un consenso acerca del influjo tolteca en otras sociedades prehispánicas mesoamericanas.

La relación entre chichimecas y toltecas presentada en el periodo postclásico puede, a su vez, observarse desde otro importante documento como lo es el manuscrito designado Historia tolteca-chichimeca. En el trabajo titulado “El texto popoloca de la historia Tolteca- Chichimeca” Swanton analiza esta fuente, de la cual destaca la presentación de: “Una historia ordenada cronológicamente que comienza con los toltecas antes de las migraciones chichimecas y termina en 1544 con un pleito de tierras entre el altépetl de Quauhtinchan y el de Tepeyacac” (p. 117). Esta historia está escrita en su mayoría en Náhuatl. Sin embargo, algunas investigaciones determinaron el uso de lengua popoloca en el primer folio. Respecto a la Historia tolteca-chichimeca Rosell (2006) asegura que el manuscrito:

Ha sido muchas veces citado debido a la riqueza y calidad de su información, que trata sobre la llegada del primer grupo hablante de náhuatl a la Mesoamérica nuclear, los toltecas. Es un relato retrospectivo que comienza con el abandono de su capital en Tula, Hidalgo, en el siglo XII, para finalmente establecerse en Cholula, Puebla, a donde llegaron acompañados de otros grupos llamados chichimecas, quienes entraron en conflicto por las tierras de Cuauhtinchan, Puebla, con pueblos que ya habitaban allí, lo que motivaría en el siglo XVI la elaboración de dicho códice (p. 66)

De acuerdo a la investigación desarrollada por García (1997) el documento relata, en un primer momento, las luchas internas en Tollan que provocaron la emigración de los nonoalcá desde Chicomoztoc. Para luego, desde el folio 5 concentrarse en un proceso migratorio tolteca, que deviene en su subyugación en Cholula ante los olmeca-xicalancá. A pesar de que se rebelaron y vencieron, volvieron a ser atacados por los xochimilcá y los ayapancá, aliados de los olmeca-xicalanca. Posteriormente, con ayuda chichimeca vencen y los toltecas agradecen su ayuda. A partir de ese momento continúa la historia de dos de los siete grupos chichimeca que ayudaron a los toltecas: los quauhtinchantlacá y los totomihuaqué. La fuente resalta las conquistas chichimecas y el carácter de sus líderes.

Paralelamente, la idea de un complejo proceso de intercambio cultural en la relación entre estas dos comunidades ha sido desvirtuada por algunos autores. Por ejemplo, Michelet Dominique (1990) considera que las características de estos pobladores son, casi de forma exclusiva, toltecas y que el uso del término “chichimecas” solo responde a la ubicación espacial de estos grupos humanos. No obstante, esta idea es bastante discutible y ante investigaciones como la del doctor en estudios mesoamericanos de la UNAM, Federico Navarrete, se ve bastante opacada. En su trabajo “Chichimecas y toltecas en el Valle de México” este autor postula la existencia de atributos identitarios, producidos a causa de la convergencia cultural, entre las dos sociedades; es decir, una identidad común. Navarrete (2011) es claro en resaltar el intercambio de “bienes culturales”[5] , afirmando que este proceso ocurrió desde los contactos de los toltecas en chapultépec y colhuacan que se iniciaron “tempranamente y a lo largo de las generaciones llevaron a la integración de las dinastías chichimecas y toltecas” (p. 29). Este proceso de intercambio también ocurrió con esposas y gobernantes. Así, para Navarrete, la dinastía chichimeca de Xólotl se toltequizó y simultáneamente la dinastía tolteca de colhuacan se chichimequizó y se subordinó políticamente a los chichimecas.

El autor, a través del análisis de códices, logra determinar varios intercambios. Algunos de ellos son: la sustitución de la agricultura de rosa y quema de los chichimecas, por formas de cultivo más intensivas; la enseñanza de los toltecas de Xicco de la agricultura a los acolhuas, enseñanza de las toltecas chalcas a tlotzin a cocer la carne de los animales que cazaban y la introducción de las chalcas de las semillas de maíz y frijol a Texcoco. Adicionalmente, los chichimecas dieron a los colhuas sus hijas y tierras, los colhuas introdujeron la religión y organizaron la nueva ciudad de cuauhtitlan en la ribera del lago. De esta forma, se comprueba la gran cantidad de intercambios culturales entre toltecas y chichimecas, rebatiendo la tesis de Dominique.

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En síntesis, tras las migraciones de los pueblos chichimecas, que no eran propiamente una sociedad primitiva, se produjeron intercambios culturales entre esta comunidad y los toltecas. De estos intercambios se produjo una integración entre dinastías y surgió una identidad común que devino en la conformación de altépetls. Los cuales, jugaron un papel importante en la conformación posterior de la denominada triple alianza[6].

Con lo cual, reevaluar y reconsiderar constantemente las nociones sobre las sociedades prehispánicas resulta fundamental, al punto que se convierte en una tarea necesaria el cuestionamiento constante en torno a estos temas, en tanto son cuestiones fundamentales de lo acaecido y por ello, no deben interponerse intereses particulares.

Referencias
Armillas, Pedro. (1950) Teotihuacán, Tula y los Toltecas. Las culturas post-arcaicas y pre-aztecas del centro de México. Excavaciones y estudios, 1922-1950. RUNA, Archivo Para Las Ciencias Del Hombre, 3. https://doi.org/10.34096/runa.v3i0.4786
Castellanos Suárez, José Alfredo (2015). Ecohistoria chichimeca en el posclásico del centro oriente del altiplano mesoamericano. Revista Mexicana de Ciencias Agrícolas, 2, 111-118.  Consultado el 23 de febrero de 2020, en https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=2631/263141553013
Dominique, Michelet. (1990). Hers, Marie- Are ti. — Los toltecas en tierras chichimecas. Journal de La Société Des Américanistes, 1, 246.
Forescano, Enrique. (2006) El Altépetl. El Fractal (Revista Trimestral). Consultado el 23 de febrero de 2020, en  https://www.mxfractal.org/F42Florescano.htm
Fundación Cultural Armella Spitalier. El posclásico en Mesoamérica : último horizonte cultural. México, D.F: CACCIANI S.A. DE C.V, 2008.
García, Elena. (1997) Los códices cartográfico-históricos. La historia tolteco-chichimeca. Ehsea, 14, 301-323.
Herrera Meza, María del Carmen, López Austin, Alfredo y Martínez Baracs, Rodrigo. (2013) El nombre náhuatl de la Triple Alianza. Estudios de cultura náhuatl, 46, 7-35. Consultado el 23 de febrero de 2020, en http://www.scielo.org.mx.ez.urosario.edu.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0071-16752013000200002&lng=en&tlng=en.
Hers, Marie Areti. Los toltecas en tierras chichimecas. UNAM. México. 1989.
Loaeza, P. G. (n.d.). The transcoding of the Codex Xolotl in Don Fernando de Alva Ixtlilxochitl’s Historia de la nación chichimeca. Ethnohistory, 66(1), 72–94. https://doi-org.ez.urosario.edu.co/10.1215/00141801-7217329
Mohar Betancourt, Luz María (1999). El mapa Quinatzin. De valientes guerreros chichimecas a sabios y poderosos gobernantes. Tesis Doctoral. México, Universidad Iberoamericana.
Navarrete, Federico. (2011) Chichimecas y toltecas en el Valle de México. Estudios de cultura náhuatl, 42, 19-50. Consultado el 23 de febrero de 2020, en http://www.scielo.org.mx.ez.urosario.edu.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0071-16752011000100002&lng=en&tlng=en
Rosell, Cecilia. (2006) Estilo y escritura en la historia tolteca chichimeca. Desacatos, 22, 65-92. Consultado el 23 de febrero de 2020, en http://desacatos.ciesas.edu.mx/index.php/Desacatos/article/view/620/480
Romero, Alejandro. (1999) Mesoamérica: historia y reconsideración del concepto. Ciencia ergo sum, 6, 233- 242.
Shannon Dugan Iverson. (2018). Los eternos toltecas: historia y verdad durante la transición del periodo azteca al colonial en tula, hidalgo (The Enduring Toltecs: History and Truth During the Aztec-to-Colonial Transition at Tula, Hidalgo). Arqueología Iberoamericana, 3.
Swanton, Michael W. (2001). El texto popoloca de la historia tolteca-chichimeca. Relaciones Estudios de Historia y Sociedad, XXII (86), consultado el 23 de febrero de 2020, en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=137/13708604

 


[1] Respecto al término “chichimeca” vale la pena destacar que se refiere a un conjunto de poblaciones, de las cuales se encuentran rasgos comunes. No hay una sola visión de lo chichimeca. Véase: Loaeza, P. G. (n.d.). The transcoding of the Codex Xolotl in Don Fernando de Alva Ixtlilxochitl’s Historia de la nación chichimeca. Ethnohistory, 66(1), 72–94. https://doi-org.ez.urosario.edu.co/10.1215/00141801-7217329

[2] Véase: Hers, Marie Areti. Los toltecas en tierras chichimecas. UNAM. México. 1989.

[3] Sobre estudios específicos de los toltecas destaca la investigación de Pedro Armillas Armillas, la cual, tiene en cuenta registros arqueológicos e invasiones chichimecas, aunque estas últimas no son el foco central del autor. Véase: Armillas, Pedro. (1950) Teotihuacán, Tula y los Toltecas. Las culturas post-arcaicas y pre-aztecas del centro de México. Excavaciones y estudios, 1922-1950. RUNA, Archivo Para Las Ciencias Del Hombre, 3. https://doi.org/10.34096/runa.v3i0.4786

[4] En este caso la autora utiliza el término “azteca”, para referirse a pueblos de habla náhuatl ubicados en el centro de México que compartían un sistema político y tenían una religión e iconografía en común. Por su parte, el término “mexica” lo usa para referirse específicamente a los habitantes de Tenochtitlán.

[5] Navarrete tiene en cuenta que el término “bien cultural” resulta bastante problemático, de acuerdo a su carácter contemporáneo. Sin embargo, lo aplica en su estudio entendiéndolo como una referencia a “propiedad intelectual”

[6] Sobre la triple alianza y la participación chichimeca-tolteca en este proceso. Ver: Herrera Meza, María del Carmen, López Austin, Alfredo y Martínez Baracs, Rodrigo. (2013) El nombre náhuatl de la Triple Alianza. Estudios de cultura náhuatl, 46, 7-35. Consultado el 23 de febrero de 2020, en http://www.scielo.org.mx.ez.urosario.edu.co/scielo.php?script=sci_artte….