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El llamado a la empatía en tiempos del coronavirus

María Paula Pineda Sepúlveda

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“La empatía humaniza a las personas que, de otro modo, solo conocemos en un nivel superficial o abstracto” –Yujia Song

La aparición del coronavirus y la necesidad de tomar medidas de prevención han puesto de manifiesto muchas realidades que, aunque antiguas, se volvieron más evidentes a la luz de la crisis. La fragilidad del sistema económico y la desigualdad social son solo algunos ejemplos de ello. Esto adquiere relevancia en tanto que los efectos negativos de la crisis afectan más profundamente a quienes, de por sí, se encuentran en una situación de vulnerabilidad en condiciones regulares; a saber, trabajadores informales e independientes, habitantes de calle, entre otros. Es por esto que muchas personas han hecho un llamado a responder con empatía frente a la posición de los más afectados.

Una de las definiciones más comunes de la empatía es “ponerse en los zapatos del otro”, un postulado aparentemente sencillo. Sin embargo, ¿qué significa realmente ponerse en los zapatos del otro? ¿Cómo hacerlo? Y más aún, ¿qué implicaciones –si las hay– trae consigo este acto?  Siendo tan apelada la empatía en esta coyuntura, considero importante indagar sobre la naturaleza de la misma.

Existen distintas definiciones desde la filosofía respecto a la empatía. Una de las más amplias es dada por Edith Stein, quien caracterizó la empatía como un acto a través del cual se experimentan las vivencias de otros sujetos (Stein, 1989, p. 11). Esto es, el acto que permite conocer distintas experiencias desde el punto de vista de otra persona.

Lo primero que se puede problematizar respecto a esta definición es el hecho de qué se determina como un acto. Esto quiere decir que, más allá de ser un sentimiento o una inclinación, la empatía requiere de acción por parte de la persona. A pesar de que, como lo plantea Yujia Song, se puede ser empático de manera espontánea con unos más que con otros (por ejemplo, con personas con quienes tenemos un lazo cercano), la empatía puede ser ejercida como un acto voluntario –incluso a veces llegando a implicar algún tipo de esfuerzo (Song, 2015, p. 438).

La segunda parte de la definición hace referencia a la experimentación de las vivencias internas de otros. Dicho de otro modo, el acto de la empatía es la aprehensión de las experiencias vividas por otras personas. Cabe resaltar que dichas experiencias se componen no solo a partir de determinados hechos vividos, sino también por emociones y pensamientos a su alrededor, entre otros elementos (Song, 2015). En este sentido, la empatía no se contenta con percibir cierta emoción o con observar un acontecimiento, sino que para aprehenderlo completamente, requiere pasar por un proceso de discernimiento y comprensión respecto a la posición del otro.

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 Stein identifica tres fases esenciales en el proceso de empatizar: en primer lugar, el surgimiento de determinada experiencia del otro, que podría ser fácilmente percibida a través del comportamiento o el ánimo de la persona. Esta primera fase, no obstante, es insuficiente para que exista realmente empatía. Así se da paso al segundo momento, que es la indagación por parte del empatizador/empatizante para conocer la percepción del otro, esto es, buscar una explicación ante las circunstancias vividas por el otro desde una perspectiva personal. Es aquí donde se logra conocer buena parte de los elementos que constituyen la experiencia personal del otro frente a determinada circunstancia. Por último, se requiere de una reflexión por parte del empatizador respecto a la experiencia del otro. Por medio de la reflexión el empatizador logra tener una visión general sobre cómo la otra persona vive la situación, y además, aprehende esta perspectiva (Stein en Moran y Szanto, 2019).

A través de este proceso, no solo estamos adquiriendo conocimiento de otras realidades, ya que la indagación en la profundidad de las experiencias del otro podría llevar, incluso, al hecho de reconocer la humanidad de la persona que quizá habíamos pasado por alto. Es por esto que el proceso se vuelve menos teórico y mucho más valioso de lo que aparenta ser.

Ahora bien, hay momentos en los que la percepción del otro no es del todo accesible, de manera que la imaginación y la razón pueden brindar cierta noción de ella. Conocer el contexto de las personas y entender de manera general cómo se reacciona ante determinadas circunstancias, permite inferir la perspectiva del otro, aunque de manera vaga. En cualquier caso, la empatía supone tener la disposición para percibir, indagar y reflexionar respecto a la situación del otro.

Hasta aquí, entonces, hemos definido la empatía desde la filosofía como el acto de conocer las experiencias de los otros, si se quiere, con el fin de entenderlos. Aplicada esta definición al caso de quienes han sufrido con más dureza las consecuencias de las medidas para evitar la propagación del coronavirus, se puede afirmar que desde la empatía no es suficiente con saber que están en una situación difícil. Hace falta llevar a cabo la actividad de empatizar, esto es, indagar en los elementos que construyen toda su experiencia: su contexto de vulnerabilidad, el miedo que implica vivir en medio de tanta incertidumbre, la preocupación por no tener sustento diario, entre otras muchas particularidades. Además, el proceso de la empatía lleva a reflexionar sobre estas circunstancias, a aprehenderlas y a interiorizarlas.

Ahora bien, podríamos preguntarnos, ¿qué implicaciones prácticas trae consigo la empatía? Algunos filósofos han afirmado que existe una relación entre la empatía y la moral, sirviendo la primera a la segunda. Esto no quiere decir que la empatía sea fuente única de la moral, sino más bien que le sirve como apoyo.

Regularmente apelamos a la empatía en contextos en los que una persona sufre. Ese sufrimiento puede surgir, por ejemplo, por la amenaza contra el bienestar de la persona. Ahora, tal como el filósofo Stephen Darwall lo plantea, el sufrimiento de esa persona no es tan solo un mal particular, sino que además es de manera general y neutral, un mal humano (Darwall, 1998, p. 275). En otras palabras, el mal sufrido por alguien no solo tiene un valor personal, sino que de alguna forma alimenta al mal en sentido amplio. Darwall ilustra esto a partir de un ejemplo: si un niño estuviera a punto de caer a un precipicio, ese mal inminente no sería malo solo para él, sino que sería neutralmente malo –pues amenaza el bienestar y la vida misma de un humano– de manera tal que le daría razón a cualquiera para prevenirlo (íbid.).

Por consiguiente, dado que a través de la empatía podemos conocer a profundidad las situaciones en las que una persona sufre y su bienestar está comprometido, estaríamos aún más apelados a evitar ese mal personal y, de ese modo, evitar también un mal en sentido general. En síntesis, la empatía lleva no solo a conocer y comprender la situación del otro sino además, cuando esa persona se encuentra en una situación negativa, llama al empatizante a actuar. Dicho en palabras de Alisa Carse, “la capacidad de entrar en la experiencia de la otra persona (es decir, ser empático con ella) puede ser crucial para nuestra comprensión de su situación, nuestra orientación motivadora para responder a ella y nuestra respuesta emocional ante la misma”  (Carse, 2005, p. 173).

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olviendo a la situación, por ejemplo, de los trabajadores informales, el aislamiento preventivo ha supuesto la desaparición de sus ingresos amenazando, a su vez, el cubrimiento de sus necesidades básicas. Un vendedor informal en México, llamado Leonardo Meneses, al ser entrevistado para conocer su opinión sobre el aislamiento preventivo, dijo: “No puedo parar [de trabajar]. Si no vendo, no como. Así de fácil”  (Kitroeff y Semple, 2020). El de Leonardo no es un caso aislado: según la Organización Internacional del Trabajo, el 53% de trabajadores en América Latina y el Caribe se encuentran en la informalidad (OIT, 2018).

A pesar de que en Colombia esa cifra es más baja –informalidad del 47,9% según cifras del DANE (DANE, 2020)– sigue siendo preocupante. Casi la mitad de la población ocupada en Colombia no cuenta con protección en el marco legal, contratos de trabajo ni seguros sociales y muchos de ellos no pueden emplearse a través del teletrabajo. El aislamiento preventivo, a pesar de ser una medida que intenta justamente cuidar el bienestar de las personas, termina afectando profundamente el de este grupo de la población.

Desde la perspectiva de Darwall, este mal inminente debería importarnos pues afecta –por más lógico que suene– a personas y, por ende, al grupo humano. La empatía nos llama a involucrarnos en el conocimiento de la situación de estas personas, a profundizar en sus experiencias y a reflexionar al respecto. Pero, incluso más allá de eso, apela a nuestra moral a hacer algo por evitar o remediar el mal que sufren. Las acciones para responder ante esta posición de sufrimiento corresponden a nuestro juicio moral, a nuestra voluntad y nuestras capacidades. La labor de la empatía tan solo nos invita a ser un poco más humanos justamente a través de la humanización de quienes sufren.
 
Bibliografía
Carse, A. (2005). The Moral Contours of Empathy. En: Ethical Theory and Moral Practice, 8(1/2), 169.
DANE. (2020). Medición de empleo informal y seguridad social: Trimestre móvil diciembre 2019 – febrero 2020. Recuperado de     https://www.dane.gov.co/files/investigaciones/boletines/ech/ech_informa…
Darwall, S. (1998). Empathy, Sympathy, Care. En: Philosophical Studies: An International Journal for Philosophy in the Analytic Tradition, 89(2/3), 261
Kitroeff, N. y Semple, K. (2020). ‘No puedo parar’: la pandemia desafía al vasto continente de la economía informal latinoamericana. The New York Times. Recuperado de https://www.nytimes.com/es/2020/03/30/espanol/america-latina/coronavirus-trabajadores-informales.html
Moran, D. y Szanto, T. (2019). Edith Stein. En: Stanford Encyclopedia of Philosophy. Metaphysics Research Lab.
Organización Internacional del Trabajo. (2018). Cerca de 140 millones de trabajadores en la informalidad en América Latina y el Caribe. Recuperado de https://www.ilo.org/americas/sala-de-prensa/WCMS_645596/lang--es/index.htm
Stein, E. (1989). On the Problem of Empathy. Washington: ICS Publications.
Song, Y. (2015). How to Be a Proponent of Empathy. En: Ethical Theory and Moral Practice: An International Forum, 18(3), 437. https://doi-org.ez.urosario.edu.co/10.1007/s10677-014-9525-9
Summa, M. (2017). Empathy and Anti-Empathy: Which Are the Problems? En: Empathy, Sociality, and Personhood : Essays on Edith Stein’s Phenomenological Investigations, 87. https://doi-org.ez.urosario.edu.co/10.1007/978-3-319-71096-9_5