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Nuestro modelo económico, la mayor debilidad ante el Covid-19

Juan Daniel Rodríguez

Nuestro modelo económico, la mayor debilidad ante el Covid-19

La pandemia generada por el virus Covid-19 ha puesto a prueba a los países del globo. Nadie tenía en la mira una crisis de este tipo y sus efectos han sido devastadores para los sistemas de salud y las economías del mundo.

No en vano Estados Unidos, Alemania y otras potencias mundiales han tenido que desarrollar planes históricos para salvar sus economías. Planes incluso mayores que los presentados luego de la segunda guerra mundial, como en el caso de Alemania, que aprobó un plan por cerca de 1.1 billones de euros.
Según el Fondo Monetario Internacional, el mundo va a verse inmerso en una depresión peor que la de 1928, con una caída global del PIB de -4,9%. Pero, como es casi lógico, en este panorama unos países son más vulnerables que otros ante la crisis, este es el caso de Colombia, ¿la razón?: casi 30 años de políticas económicas que no han desarrollado la industria colombiana ni su aparato productivo. Un modelo que nos ha dejado desnudos ante las incertidumbres del mundo.

Pero vamos desde el principio, ¿qué nos llevó a la situación que vivimos hoy?

Lo primero que hay que decir, es que si bien el Covid-19 y las cuarentenas implementadas alrededor del mundo han impulsado la recesión que se está proyectando, las economías ya venían presentando un desempeño a la baja y manifestando debilidades que, de no existir, probablemente harían llevadera esta pandemia en términos económicos. Es decir, el virus cogió al mundo en una desaceleración de su actividad económica, tirando ya para recesión.

Un ejemplo de esto es el informe de Perspectivas de la Economía Mundial de octubre de 2019 hecho por el Fondo Monetario Internacional y en el que hacían desde ya un llamado a tener en cuenta el débil ritmo que la economía mundial estaba presentando. En este informe, señalaban que el PIB mundial iba a llegar por mucho al 3,0%, el porcentaje más bajo desde la crisis económica de 2008. La proyección del FMI fue errada y finalmente el informe Situación y Perspectivas de la Economía Mundial 2020 de la ONU estableció en 2,3% el PIB mundial de 2019, mucho menor de lo esperado por el FMI.

Según el FMI, estos niveles preocupantes de crecimiento están relacionados a distintas causas. La primera, son las tensiones comerciales y geopolíticas de Estados Unidos y China, las dos mayores potencias económicas. La incertidumbre para los inversionistas generada por el conflicto económico y político empezado por Estados Unidos le bajó el ritmo al comercio internacional, ante la necesidad del país del norte de mejorar sus exportaciones y reducir sus importaciones. La segunda, es el congelamiento del sector manufacturas y en general de la industria, que responde a la reducción del comercio de bienes de capital en el mundo, así como de la reducción del consumo de bienes del sector automotriz (que tuvo una reducción de compras internacionales del 3%) y del sector tecnológico, con énfasis en celulares de tecnología de punta.  Finalmente, el informe habla de tensiones políticas como el brexit y condiciones idiosincráticas de ciertas regiones como latinoamericana, que, dadas las condiciones estructurales de su economía, han tenido desempeños negativos desde el 2018 y que en 2019 no se lograron superar.

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Precisamente, Colombia es uno de esos países con condiciones estructurales que no permiten que su economía tenga un buen desempeño y que, por el contrario, sea un país absolutamente vulnerable ante los choques externos o ajenos a su economía. Por ejemplo, un virus con potencial pandémico.

Y es que no es casualidad ni mala suerte que para el mes de mayo el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) presentará una tasa de desempleo total para Colombia de 21,4%, la más alta desde que se hace la encuesta integrada de hogares (2001), la más alta de los países de la OCDE y una tasa parecida a la que este organismo le pronostica a Colombia en el total del año (21,1%). Y no es raro, porque ya en febrero el desempleo se había ubicado en 12,2% y en marzo en 12,6% siendo la cifra más alta de desempleo en 10 años. Pero además, no es raro porque el aparato productivo colombiano esta supremamente expuesto a lo que pasa en el mundo.

Colombia tiene falencias estructurales que generan proyecciones de caídas de -4,9% de su PIB, como lo hizo el Banco Mundial (BM) o de -5,4% como lo hizo el Instituto Internacional de Finanzas (IIF). En ambos casos, la contracción sería peor que la vivida en 1999, cuando nuestro PIB cayó 4,2%.

Y estas proyecciones, tienen como telón de fondo no haber desarrollado una política seria de industrialización, política que no se implementó después de la apertura económica, cuando en ese entonces Cesar Gaviria le prometía a los industriales y empresarios colombianos que sus productos inundarían el mundo mediante los tratados de libre comercio. Tampoco se implementó esta política ante las recomendaciones del FMI, del BM y demás organizaciones multilaterales que aconsejaban priorizar las ventajas comparativas del sector minero energético, del que podríamos sacar provecho ante la necesidad de estos commodities por parte de los países desarrollados.

Claramente, lo que dejó esta política para el país fue una reducción considerable de la participación del agro y la industria en la composición del PIB y un incremento considerable del sector servicios, sobre todo del sector financiero. Como lo muestran los datos del Sistema de Información Alternativo del Observatorio TLC, de 1991 a 2017 el sector agropecuario pasó de participar en un 22,30% a 6,30%, el sector de industria manufacturera de 21,10% a 10,90%, el sector explotación de minas y canteras de 4,50% a 6,10% y el sector financiero de 15% a 21,20%. Así uno ve que para nada fueron los industriales y agroindustriales colombianos, los beneficiados tras estos años de apertura económica. 

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A su vez el SIA señala que hay una trayectoria de mayor importación que de exportación, pues mientras que de 1991 a 2017 las exportaciones crecieron a un promedio año de 7,8%, las importaciones lo hicieron a un 9,7%. Y de estas exportaciones los bienes minero-energéticos aumentaron su participación de 33,6% en 1991 a 54,8% en 2016, mientras las exportaciones de no mineros pasaron de 66,4% en 1991 a 45,2% en 2016. Es decir, en vez de exportar más lo que hicimos fue importar y lo que exportamos no impulso una diversificación del aparato productivo colombiano, volviéndonos dependientes del comportamiento del comercio internacional.

Para finalizar, el tour por las falencias estructurales de Colombia es necesario revisar dos datos. El primero, es el nivel de deuda insostenible que tiene Colombia hoy, que está alrededor del 50% del PIB y que, según el Ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla, podría llegar a 60% finalizando el año. Ahora, ¿por qué es insostenible? Porque como lo explica Paola Figueroa, economista sénior del IIF, este nivel de deuda implica vulnerabilidades a futuro resultantes de la imposibilidad de pagar en un mediano o largo plazo. Pues, como ya muestran las proyecciones, el crecimiento de la economía y los ingresos que el gobierno podría recoger de este van a ser supremamente reducidos este año. Lo más seguro, es que Colombia no pueda pagar sus deudas, lo que implica menor inversión y confianza. Cabe resaltar que en la entrevista de la que se recogen estos datos, Figueroa señalaba que era difícil que Colombia creciera, hoy, Colombia no solo no va a crecer, si no que esperamos que el nivel de la caída de no sea muy abrupto.

Este panorama es sin duda poco alentador para nuestro país, pero no hay un mejor momento para aplicar ese viejo refrán que decía que “al mal tiempo, hay que ponerle buena cara”. Si bien hoy estas condiciones estructurales de la economía colombiana nos han puesto en vulnerabilidad frente a la crisis que se avecina, es un buen momento para empezar a impulsar desde distintos sectores ese modelo de desarrollo, el cual le permita a Colombia volverse un barco solido en medio de esta turbulenta marea y que le pueda dar una vida digna a las y los colombianos.

Hoy, gremios empresariales como la Asociación Nacional de Industriales (ANDI) y como ACOPI, grandes empresarios como Jimmy Mayer, centrales obreras como la CUT y como la CGT, senadores de la república como Jorge Robledo e Iván Marulanda y gremios de agricultores y productores agrícolas como Dignidad Agropecuaria están entonando al unisonó una petición al gobierno nacional: que se dé vuelta atrás al modelo que desde hace casi 30 años ha incumplido con las promesas que en ese entonces Cesar Gaviria hacía.
Hoy el país necesita implementar propuestas como las contenidas en el decálogo de apoyo a la empresa nacional desarrollado por la ANDI o como las contenidas en el pliego de emergencia presentado por el comité de paro. Propuestas que busquen desarrollo empresarial, industrial y agropecuario, políticas de compras públicas, políticas de fortalecimiento de encadenamientos locales. Políticas que le den hoy al país eso que tanto necesita: un aparato productivo soberano.