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Para cumplir cabalmente “primum non nocere” debemos aplicar: “primum bonum docere”

René Favaloro

Para cumplir cabalmente

(imagen tomada de www.bing.com)

“Debe entenderse que todos somos educadores. Cada acto de nuestra vida cotidiana tiene implicancias, a veces significativas. Procuremos entonces enseñar con el ejemplo”.
René Favaloro, Médico Cardiólogo argentino (1.923 – 2.000)
(Conferencia "Ciencia Educación y Desarrollo", Universidad de Tel Aviv, mayo de 1995).

Un paradigma esencial para logar la óptima práctica profesional del oficio médico y paramédico se concentra en evitar hacer daño a nuestros pacientes y a sus familias, ya sea mediante los fármacos prescritos, a través de determinados exámenes invasivos o como consecuencia indeseada de los actos quirúrgicos practicados. Por eso, quienes enseñamos la profesión médica y las profesiones paramédicas señalamos a nuestros estudiantes una y otra vez la centralidad de este principio rector consagrado en el legendario juramento hipocrático, conocido por su término latín de “Primum Non Nocere” o “Primero Evitar Dañar” (es decir-: ante todo evitar la iatrogenia, entendida como el daño secundario e indeseado derivado de los actos médicos y paramédicos).  Por eso vale la pena hacernos las siguientes preguntas esclarecedoras acerca de tan noble y necesaria labor docente:

1-¿Para qué centrarnos en las palabras (ya sean en latín o en español) si nuestros gestos son, de lejos, más trascendentes ?
2-¿Para qué centrarnos en los costos económicos de la iatrogenia si con certeza los costos para la vida y la calidad de vida de los pacientes y sus familias son mucho mas significativos y mucho más relevantes para ellos ?
3-¿Será razonable que podamos olvidar que la actitud del docente en presencia de sus estudiantes y sus pacientes determina en forma contundente la posterior actitud profesional de éstos con sus propios pupilos y pacientes ?
4-¿Sirve “dar cantaleta” al estudiante sobre este tema si no existe una correlación estrecha y coherente entre el discurso del docente con sus actitudes, valores y acciones profesionales, patentes en los escenarios clínico - docentes ?
 
Las respuestas a estos interrogantes dejan ver la transmisión ideal y efectiva de esta premisa ética profesional en el contexto docente, o lo que me permito llamar en latín “Primum Bonum Docere,” lo cual traduce “Primero Buena Docencia”. Mi respuesta para las dos primeras preguntas planteadas es “para nada”. Es decir : no tiene objeto alguno centrarnos como profesionales docentes en medicina y ciencias de la salud en el valor de las palabras y en los costos económicos de la iatrogenia, aunque no niego su importancia pedagógica. En cambio, propongo como alternativa que los docentes demostremos delante de nuestros estudiantes siempre que esto sea posible:

1-Nuestra actitud genuina de amabilidad, consideración, optimismo razonable y aprecio en el trato con nuestros pacientes y sus familias ; nuestra vocación para entender sus problemas como seres humanos que sufren y servirles con nuestro conocimiento y a través de nuestra empatía, o sea integrando profesionalmente nuestra mente con nuestra alma. Servicio que implica una comunicación fluida, clara y respetuosa entre el terapeuta y el paciente acompañado por su familia (logrando trabajar en equipo con dicha familia). Esta orientación dejará una marca indeleble en el corazón y en la mente de nuestros estudiantes que por siempre los motivará a lograr observar este principio de “primun non nocere” de forma libre, espontánea y sistemática.

2-El valor de la vida de nuestros pacientes como bien supremo e incuantificable y nuestra encomiable devoción para defender dicho bien, eso sí teniendo siempre en cuenta las condiciones específicas de calidad de vida de cada persona (paciente) como ser bio - psico - social, con su familia incluida en dicha consideración. La vida representa entonces un valor intrínseco de incalculable precio y esto convierte en una premisa moral para el médico o paramédico - docente defenderla por encima de cualquier otra consideración. Salvo excepciones muy contadas y específicas, donde la muy pobre calidad de dicha vida es un factor central, como por ejemplo :  a. El caso del paciente terminal y su familia que deben soportar condiciones precarias por dolor crónico refractario a la terapia y/o posibilidades nulas de rehabilitación para la pérdida de funciones básicas.   b. El caso de un paciente con cesación prolongada de funciones cerebrales y de mal pronóstico y la familia que lo acompaña. En este tipo de situaciones es prudente moderar los esfuerzos desproporcionados por salvar la vida del paciente a toda costa y hablar con claridad y sin premura con la familia sobre tan difícil situación.

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Voy a referirme ahora al tercer y cuarto interrogantes planteados y entonces debo expresar que mi respuesta es un “no” contundente. Y lo es porque precisamente he afirmado en las líneas precedentes que nuestra actitud profesional en el entorno clínico - docente, con todas sus virtudes y sus errores, es la que moldeará en forma nítida y precisa el posterior quehacer profesional de nuestros queridos estudiantes, tanto en el fondo como en la forma. Las palabras para ilustrar este concepto fundamental pueden sonar bonitas y ser necesarias, pero no son lo básico dentro de lo que yo llamaría un “ejercicio docente con resultado decente”, en términos  de la transmisión idónea, oportuna e imprescindible de : empatía, vocación de servicio y amor respetuoso por la vida propia y ajena.

Como punto final quiero citar de nuevo al insigne Dr. René Favaloro* -mencionado al inicio de este texto- con su “Decálogo del Buen Médico” y teniendo en cuenta que toca algunos de los conceptos que he tratado y que aporta complementos muy importantes referentes al marco general de la labor de profesional médico (aplicables también a la invaluable misión de las profesiones paramédicas):

1-La historia clínica está por encima de cualquier avance tecnológico.
2-Todos los pacientes son iguales.
3-El trabajo es en equipo.
4-Máximo respeto al médico de cabecera.
5-Cobrar honorarios modestos.
6-Hacer docencia e investigación.
7-Prevenir, estimular la vida sana.
8-No perder el humanismo.
9-Abogar por la paz. 
10-El optimismo tiene efectos biológicos.
 
(*: este texto del Dr. Favaloro es citado por Builes Barrera; C. A. : ver referencia en “Lecturas Sugeridas”, numeral 4).

Mauricio Estévez - Bretón P.
Médico Especialista en Medicina Familiar
Profesor Adjunto de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad del Rosario

Lecturas Sugeridas
 
1. Diccionario Latinoamericano de Bioética Médica. Tealdi, J.C. Ed. (2.008). Universidad Nacional de Colombia, UNESCO y Red Latinoamericana y del Caribe de Bioética.
2. The Oxford Handbook of Bioethics. Steinbock, B. (2007). Oxford University Press. Oxford, U.K.
3. Bioética y Educación. Gómez Córdoba, A. I. ; Maldonado Castañeda, C. E. (2.005). Ed. Universidad del Rosario. Bogotá - Colombia.  
4. Médico de Corazón, Humanización del Acto Médico. Builes Barrera; C. A. (2018). Ed. San Vicente Fundación. Medellín - Colombia.