Pasar al contenido principal

Editorial

Autor

Editorial

“El Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, que no es mecanismo que reciba movimiento de causas extrínsecas, sino organismo vivo que posee en sí mismo el origen de su acción, cada día más vigorosa, avanza un nuevo paso con la fundación de esta Revista.

Cuando no hay entidad que no tenga órgano que la represente, ¿cómo el claustro de Cristóbal de Torres, cuna del saber en Colombia, hogar intelectual de los fundadores de la República, monumento que ha resistido durante dos siglos y medio todos los cambios, todas las revoluciones del país, no había de tener una revista que fuera manifestación de su espíritu, revelación de sus progresos, guarda de su historia-que en parte se confunde con la historia de la Nación-y vínculo de amor y de concordia entre sus hijos?”.

Lo anterior fue escrito para el primer número de nuestra revista impresa, publicado en el mes de febrero de 1905, o sea hace 110 años.

El doctor Carrasquilla, quien regentó nuestra institución desde 1890 hasta su muerte en 1930, fue el impulsor y el más importante colaborador de esta revista, a la cual le aportó el lema evangélico Nova et Vetera que es hoy la enseña del Claustro.    

Ha sido esta la publicación universitaria más antigua de Colombia y probablemente la segunda de América Latina, luego de los “Anales de la Universidad de Chile”, que datan de 1843.

En ese año de 1905 Colombia estaba renaciendo de las cenizas luego de la cruenta guerra de los mil días que enfrentó a los colombianos, dejando una huella imborrable en la historia.

El Colegio del Rosario desempeñó un papel protagónico en el proceso de reconciliación que, necesariamente, hubo de iniciarse tras esos mil días que en realidad fueron más pues ese conflicto civil se disputó entre el 17 de octubre de 1899 al 21 de noviembre de 1902.

En Bogotá la capital las universidades  Nacional y Externado, eran, podemos decirlo, confesionales o partidistas. La Nacional albergaba a los conservadores, ya fueran históricos o nacionalistas, partidarios todos de la Regeneración, mientras el Externado lo hacía  con los liberales, derrotados en la contienda.

El Colegio del Rosario, de inspiración católica y regentado por un prelado de la iglesia, que, según la Constitución de 1886, era la religión del estado, se convirtió, sin embargo, en un hogar para jóvenes de los dos partidos y entre los cuales sus maestros, dirigidos por Carrasquilla, no hacían distinción alguna y eran estimulados al libre examen, inspirados por el espíritu de Santo Tomás de Aquino “que estudia a los maestros que nos precedieron para seguirlos en lo que acertaron y evitarlos en lo que erraron; que busca la verdad en el término medio entre extremas y contrarias doctrinas; que arranca de la experiencia para terminar en la razón; que no acepta gratuitos dogmatismos puramente humanos” , según reza el editorial citado anteriormente.

Esa amplitud de criterio permitió que a las aulas del Rosario acudieran alumnos de muy diversa filiación ideológica tales como los Lozano y Lozano, los Zuleta Ángel, Alberto Lleras, José Antonio Montalvo, Darío Echandía  y José Francisco Socarrás, entre otros muchos.

El pluralismo, la diversidad, el respeto a las ideas ajenas, fue una constante que se transmitió en las propias páginas de la revista y que distinguió al talante rosarista, contribuyendo a esa paz romana que imperó durante buena parte de la primera mitad del siglo XX.

Hoy, en este febrero de 2015, queremos iniciar una nueva etapa de nuestra ya centenaria revista, incursionando en el espacio cibernético, bajo esta versión virtual, que coexistirá con la impresa y que intenta actualizar nuestra publicación, utilizando la nueva tecnología y tratando así de llegar a los más variados confines del mundo como milagrosamente lo logró hacer la revista del rosario, cuya colección se puede encontrar hoy en día en las bibliotecas de muchas  de las universidades  más selectas del mundo.

Coincidencialmente esta nueva etapa de nuestro órgano académico coincide con la posibilidad de avanzar hacia la construcción de la paz, luego de la terminación negociada del conflicto que ha ensangrentado a Colombia desde hace más de cincuenta años.

Mutatis mutandi nos encontramos entonces en un momento similar al que vivió el claustro rosarista hace 110 años: el escenario para contribuir, mediante las tareas universitarias, a la consolidación de esa paz que nos ha sido tan esquiva y que ha hecho del país, durante toda su existencia, en continuo campo de batalla que ha dejado, como todas las guerras, atraso, inequidad, horror e inmensas heridas.

Estamos seguros de que en esta nueva etapa las páginas virtuales de nuestra revista recogerán todos los debates, análisis, estudios y  polémicas que la nueva etapa de la vida nacional plantea.

En este otro espacio que la Universidad ofrece para que, con toda libertad, la palabra escrita cumpla su misión de comunicar, de divulgar, de discutir, de predicar, de contradecir y resumiendo, de manifestar sin cortapisas todas las opiniones posibles, de interés para un público cada vez más amplio, con el rigor que la academia exige pero también con la claridad y la amenidad que requieren los temas verdaderamente importantes, que no necesariamente deben permanecer embozados tras los fríos lenguajes, tal vez esotéricos y a veces incomprensibles, de los especialistas.
Volviendo a nuestro editorial primigenio.

 “Nova et vetera es el lema de nuestra Revista. Nos apoyamos en la tradición, y avanzamos- ó á lo menos procuramos hacerlo-hacia la perfección absoluta……

Si nuestra Revista perdura, nos quedará la satisfacción de haber hecho el bien; si muriere, como tantas publicaciones útiles en Colombia, tendremos la conciencia de haberlo á lo menos intentado”.