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Flagelantes de Santo Tomás - Atlántico

Jaime Luis Charris Pizarro

Flagelantes de Santo Tomás - Atlántico

Jaime Luis Charris Pizarro
Abogado de la Universidad del Atlántico
Especialista en Derecho Administrativo de la Universidad del Rosario                   
 
Santo Tomás, Municipio Verde del Departamento del Atlántico, es una tierra prospera, en donde se respira un aire de excesiva tranquilidad.  Con un grado altísimo de instrucción en sus habitantes, cuenta con importantes figuras que se destacan en distintas disciplinas de las artes, el deporte y la academia.

Sin embargo, existen dos días que en especial, alteran el tranquilo panorama tomasino.  El primero tiene que ver con un estallido de múltiple colorido, derroche de alegría y puesta en escena de diferentes expresiones folklóricas.  Me refiero a la Batalla de Flores, la cual se celebra justo una semana antes del inicio del Carnaval de Barranquilla y se convirtió en digna representación de nuestro Municipio, al erigirse como Patrimonio Cultural de la Nación en el año 2011, mediante la Ley 1353 del Congreso de la República.  El sólo despertar tomasino en esa fecha, nos pone en contacto con lo que sin lugar a dudas será un día inolvidable y no hay cabida para ningún pesar, ya que desde tempranas horas se escucha la música de Carnaval y sus calles se despejan para recibir el recorrido del magnífico desfile que engalana la tarde.

El otro evento al que me quiero referir, es al sucedido el Viernes Santo, que sólo comparte con la Batalla de Flores, el sol radiante que anuncia la llegada de la mañana.  Pese a que el transcurrir del día y de la noche, viene acompañado de la ingesta moderada de bebidas alcohólicas, el ambiente que se percibe es manifiestamente contrario al de las fiestas de Carnaval.

Los penitentes, es como mejor se les conoce a aquellos que con el rostro cubierto por un velo blanco, los pies descalzos y el torso descubierto, infringen mortificaciones en la parte final de su espalda mediante un improvisado látigo, el cual consiste en una cabuya que sostiene un número importante de bolas de cera.  A mi juicio, lo que hace más escalofriante esta práctica, es la falda larga y blanca que visten, que al estar decorada con cruces de color negro, nos trasportan a la historia más espeluznante que tenga como argumento el sacrificio.
 
La historia
 
La génesis de la práctica de la flagelación en el Municipio de Santo Tomás, se ha logrado interpretar a través de la tradición oral.  El documental de la serie TABÚ LATINOAMERICArealizado por NatGeo de National Geographic y reproducido bajo el título “DEVOCIÓN EXTREMA”; compila varios conceptos de teólogos e historiadores, reconstruyendo los aspectos que rodean esta penitencia, en donde se precisan los siguientes puntos:
 
Miguel Ángel Sanchez, Teólogo UIA México, desentraña las razones que podrían llevar a esta práctica, como a continuación se cita:   
 
“Yo creo que el ser humano, por ser trascendente siente la necesidad de expresar su experiencia trascendente, su experiencia religiosa.  Para eso utiliza vehículos, utiliza medios, y yo creo que hay ocasiones que la experiencia es tan fuerte que no alcanzan los conceptos, ni alcanzan los objetos.  Y yo creo que entonces se recurre al cuerpo, a la expresión corporal.” 
 
En cuanto a la posibilidad de intentar restringir o suprimir esta práctica, el seriado expone el criterio del Sociólogo tomasino Pedro Badillo, en donde sustenta: “Las creencias y las costumbres, se encuentran alojado en los más recóndito del alma y por eso salen con mucha dificultad.  Que indica esto, que no puede haber ningún Decreto – Ley, puede haber ninguna Ley que prohíba estas mandas, porque la Constitución Política habla de la libre personalidad de cada persona o de cada individuo y como ese es un acto voluntario de él, pues nadie se lo puede prohibir que lo haga”.
 
No obstante, habría lugar a discutir esta tesis, ya que si bien la Constitución garantiza el Derecho al Libre Desarrollo de la Personalidad y a la Libertad de Culto, también impone una serie de obligaciones, dentro la cual resalta la responsabilidad de cuidar la salud propia.  
 
A lo anterior se suma, las consecuencias generadas en los intentos de disipar esta tradición, registrándose que en el año de 1967: “soldados del Ejército intentaron prohibirla, pero algunos penitentes los enfrentaron con avisperos para impedirlo y aunque hoy es una tradición que se permite no todos tienen la misma posición frente a ella”, asegura la narración del documental 
 
Posición de la iglesia
 
Por supuesto, la Iglesia se opone a este tipo de prácticas sentando su posición frente a la forma en como ciertas personas pretenden agradecerle a Dios un acontecimiento relevante en sus vidas, por lo general la cura de una grave enfermedad en su persona o la de un familiar.
 
Dicha posición se ha hecho oficial a través de diversos pronunciamientos ante la opinión pública, rechazando de plano esta práctica, que a su vez se sustentada en firmes planteamientos, ya que estos sucesos no tienen que ver nada con la pasión del señor.  “El Señor nos pide es que laceremos el corazón realmente, que aprendamos la lección del amor sincero para hacernos hermanos”, comentó una autoridad de la Iglesia Católica en un reportaje de la prensa local del Caribe.
 
Viernes Santo en Santo Tomás
 
A tempranas horas de la mañana, las personas que han decidido flagelarse se acercan al punto denominado “el caño de las palomas”.  Este punto, se encuentra ubicado en la avenida denominada “Calle de la Ciénaga” y allí se dan cita el Viernes Santo, no sólo los flagelantes, sino también los practicantes de otras penitencias como lo son “El Brazo de la Amargura”, que consiste en fijar el brazo derecho sobre una estructura de madera, sosteniendo una copa de vino y así realizar el mismo recorrido que corresponde a los penitentes.
 
Desde niño, este día no me resulta fácilmente llevadero.  Al despertar, empiezan las imágenes, la sensación de respeto como creyente hacia la fecha más importante que celebramos los católicos.  Mi madre se encuentra preparando, desde temprano, un delicioso almuerzo con ausencia de carnes rojas para guardar la vigilia.   No obstante, la sensación de irrespeto, surge al asaltarme la duda de decidir entre lo conveniente de presenciar el espectáculo que yace a pocos metros de mi casa.  La curiosidad logra vencer mi concepción del evento y parto con dirección inequívoca hacia la “Calle de la Ciénega”.
 
Uno tras otro pasan los penitentes.  Entre el murmullo de la abultada asistencia, se intenta descifrar que rostro se esconde detrás del velo, interrogante que se unifica bajo la pregunta: “¿y quién es él que se está picando? (Picarse de Penitente es una popular forma de referirse a este acto, por cuanto así se le llama al hecho de cortar la zona donde se producen los hematomas que ocasionan los golpes de las bolas de cera)”
 
Finalmente, el acto de flagelación termina sobre las 2:00PM.  A partir de las 11:00 PM intento conciliar el sueño (hora en que más o menos finaliza la procesión del Santo Sepulcro, la cual inicia sobre las 8:00PM).  Es imposible dormir, porque desde que asistí por primera vez a este evento, aproximadamente a mis 11 años de edad, cada Viernes Santo cuando me recuesto en la cama, se posa frente a mí la imagen de un flagelante tratando de decirme algo (al parecer importante), imagen que aún me persigue todos los Viernes Santos, aún me encuentre un lugar muy lejano de mi tierra Santo Tomás – Atlántico.