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Las revoluciones sin marcha: El MRL y sus perspectivas revolucionarias

Paulo Tirso Córdoba Guzmán

Las revoluciones sin marcha: El MRL y sus perspectivas revolucionarias

El 2 de diciembre de 1984, Arturo Alape, reconocido investigador colombiano, entrevistaba al expresidente Alfonso López Michelsen sobre algunos puntos relevantes de la breve existencia del Movimiento Revolucionario Liberal (MRL), durante la primacía del Frente Nacional (1958-1974). Entre las preguntas que Alape transcribió de la grabación que realizó aquel día -y que se encuentra en su obra La paz, la violencia: testigos de excepción-, destaca una que cuestionaba el cumplimiento de los objetivos a partir de los cuales se creó el movimiento encabezado por López, a lo que este respondió:

El MRL tuvo la misma trayectoria de que le estaba hablando a propósito de los campesinos. Se proponía, según quienes lo integraban, un tipo de revolución u otro tipo de revolución. Yo, por ejemplo, concebía una segunda etapa de la Revolución en Marcha. Otros, con razón o sin razón, como Juan de la Cruz Varela o Garavito Muñoz, lo que veían era el advenimiento de una república socialista. En la medida en que avanzaba el tiempo y las luchas electorales no llevaban a nada, mucha gente se fue a la guerrilla, como fue el caso de Jacobo Arenas. Bateman también del MRL, Jaime Arenas. La división entre la línea dura y la llamada línea blanda, era una cosa más honda que rivalidades personales: la línea burguesa y la línea proletaria (Alape 1985, 365).

Con base en este testimonio, puede comprenderse de manera contundente uno de los aspectos más relevantes que se gestó al interior del MRL y que problematizó el camino que se había propuesto seguir el grupo en materia política: el movimiento había concentrado, gracias a la fuerza mediática que lo cobijó en sus inicios, un considerable número de militantes políticos locales que, una vez reunidos, no pudieron llegar a un acuerdo respecto a la dirección que debían seguir colectivamente.

Así las cosas, siguiendo la publicación del artículo El MRL, esa es la cuestión, en esta propia revista y que fuera realizado por la Unidad de Patrimonio Cultural e Histórico de la Universidad del Rosario, el presente apartado pretende ser un aporte más al tema de estudio iniciado allí, en junio del presente año; es decir, busca presentar un avance sobre el tópico de la importancia histórica del MRL como un grupo emergente que detentó el poder durante la emergencia del Frente Nacional y, de tal manera, terminó desequilibrando el cuasiperfecto dominio político que los dos partidos tradicionales colombianos (Liberal y Conservador) habían previsto, cuando llegaban a un acuerdo definitivo sobre el gobierno del país en 1958, sobre cómo se alternarían la administración del Estado en plazos de cuatro años, sin que mediase decisión popular alguna. Empero, resulta necesario resaltar las palabras de López Michelsen sobre los problemas que se gestaron dentro del grupo antifrentista por él dirigido, y que vulneran al MRL al mostrarlo como un intento de organización política no concretado del todo; ello con el fin de empezar el análisis de los personajes seleccionados que permitirán comprender algunas diferencias entre la línea dura y la línea blanda emerrelistas, entre las diferentes perspectivas revolucionarias que confluyeron dentro del movimiento.

Inicialmente, es ineludible partir del hecho de que el MRL nació gracias a la disidencia liberal a la puesta en marcha del Frente Nacional y que, por tal razón, consideraba necesaria la emergencia de un movimiento de oposición al régimen impuesto deliberadamente por un acuerdo que no necesariamente respondía a las necesidades y demandas de la mayoría de la población colombiana. Por supuesto, una proclama de tal magnitud tenía que encontrar oyentes en los diferentes sectores políticos y sociales alternos al liberalismo, razón por la cual no es extraño que varias personalidades no liberales, de gran influencia en la política colombiana, hubiesen terminado engrosando las filas del MRL (entre ellas destacaban reconocidos militantes de la izquierda colombiana como Gerardo Molina, Gilberto Vieira y Gloria Gaitán, entre otros). Así pues, con miras a explicar mejor la emergencia del movimiento, es conveniente seguir las indagaciones de César Ayala, quien con gran disciplina investigativa ha presentado considerables hallazgos respecto a los años de existencia del MRL.

En su texto El origen del MRL (1957-1960) y su conversión en disidencia radical del liberalismo colombiano, Ayala (1995, 96) es enfático en mostrar que existieron dos clases de fundadores del Movimiento Revolucionario Liberal: quienes llegaron a Colombia desde el exterior con ideas novedosas, fruto de lecturas de una bibliografía en boga para la época, pero que no gozaba de gran difusión en Colombia; y quienes se quedaron en el país ocultos en el “mundo de la cultura”, sin entrometerse en política por bastante tiempo, mientras encontraban alguna manera de hacerlo.

Respecto al primer caso, parece claro que el personaje más paradigmático de la situación del ausente que vuelve a Colombia para formar parte del MRL es Alfonso López Michelsen, quien se encontraba exiliado con su familia en México, cuando el grupo apenas empezaba a gestarse; y desde donde enviaría uno de los documentos fundacionales del movimiento: su famosa carta sobre la alternación del poder en Colombia, enviada a un supuesto antiguo discípulo de la Universidad Nacional en 1958, según narró Álvaro Tirado Mejía (1990), en su texto El MRL y la Cultura. No obstante, la estrategia del propio López para introducir el documento en la opinión pública deja en entredicho la veracidad de su carácter privado. El hecho de que la carta empezara a circular abiertamente en la prensa local hace pensar que no fue escrita con fines personales, sino que, muy por el contrario, aparentaba haber sido redactada con el objetivo político de enaltecer la imagen del autor, cosa que no sería de extrañar teniendo en cuenta la capacidad intelectual de López Michelsen, cuando de asuntos políticos se trataba.

A continuación, para ejemplificar el segundo caso de fundadores del MRL, puede traerse a colación la figura del poeta y crítico literario Jorge Gaitán Durán, quien se había quedado en el país, oculto en el llamado “mundo de la cultura”, y quien fuera fundador de la revista Mito, en 1955. Gaitán era la clase de personaje que se decía influido por Marx, Sarte y Freud; pero que, en realidad, estaba más interesado por el mundo burgués que por el proletariado (Ayala 1995, 99). Además, era un hombre poseedor del espíritu de los liberales de su época: convencido de ser capaz de reformar el mundo, de pensar para salvar. Ello puede evidenciarse en la obra de Gaitán (1959, 323) titulada La Revolución Invisible, donde él expresa -a manera de retaliación contra el régimen impuesto por conservadores y liberales oficialistas- que realmente fueron las élites industriales y bancarias las verdaderas artífices del ascenso al poder del primer mandatario del Frente Nacional, Alberto Lleras Camargo; lo cual acabó explícitamente con la posibilidad de que se pudiera crear un Frente Civil colombiano de alianzas partidistas que era, en últimas, lo que pretendían los miembros fundadores del MRL. Tanto para Gaitán como para sus demás colegas emerrelistas, las luchas por el poder en Colombia se presentaban en el “escenario burgués” y, por consiguiente, un movimiento disidente debía ser capaz de acoplarse al campo de batalla, si lo que se pretendía era intentar cambiar la situación política del país.

Aparte de estos personajes, es necesario tener presente el importantísimo papel jugado por Álvaro Uribe Rueda en las filas del MRL, puesto que él no solo se había quedado en Colombia, cuando muchos no lo hicieron, para ser el fundador en 1954 de la revista Nueva Crítica, donde confluyeron colectivamente varios miembros del semanario La Calle antes de que este apareciese; sino que también fue uno de los más destacados ideólogos del movimiento que dirigiría López, poco después de su regreso a Colombia, en 1960.

Con todo, se observa, a partir de las figuras de López Michelsen, Gaitán Durán y Uribe Rueda, que -tal y como sostuvo José Font Castro (1997), en su artículo <<Qué fue, qué hizo y qué dejó el MRL>>, publicado en El Tiempo- el MRL surgió como un grupo de jóvenes ansiosos por participar de la política nacional y que se mostraban como opositores de un régimen que realmente buscaban reformar, más que revolucionar, pues se debe tener en cuenta que los fundadores del movimiento, junto a varios miembros tardíos del grupo, fueron personajes que formaban parte de los sectores económicos más altos de la sociedad colombiana, como lo demuestran los tres casos citados y como puede evidenciarse en el artículo de Font Castro, cuando asevera sobre el MRL que

A sus filas empiezan a sumarse personalidades destacadas de todas las profesiones y condiciones: políticos como Virgilio Barco; historiadores como Indalecio Liévano Aguirre; poetas como Jorge Gaitán Durán; arquitectos como Hernán Viecco; artistas como Bernardo Romero Lozano, Jorge Elías Triana e Ignacio Gómez Jaramillo, además de los más destacados líderes de la izquierda, entre quienes se destacan Gerardo Molina, ex rector de la Universidad; Diego Montaña Cuéllar, infatigable líder del sindicalismo petrolero; Juan de la Cruz Varela, líder agrario de Sumapaz; Alfonso Barberena, el más destacado dirigente popular del Valle; y Estanislao Posada, líder del liberalismo antioqueño. El MRL se convierte, por lo tanto, en una brecha salvadora para el partido liberal, en la cual convergen muchas aspiraciones retrasadas del pueblo colombiano (Font Castro 1997).

Salvo las contadas excepciones que constituyen Diego Montaña, Juan de la Cruz Varela y Alfonso Barberena, los demás miembros agregados del movimiento que menciona Font Castro eran personalidades bien posicionadas social y económicamente. Inclusive, una entrevista consignada por Mauricio Botero en su obra El MRL, en donde destacan las voces de algunos antiguos simpatizantes del grupo dirigido por López Michelsen, permite catalogar la génesis y desarrollo del MRL como un proceso de corte elitista no solo por los personajes que dirigían el grupo, sino también debido a la conexión que tenía este con el denominado “mundo de la cultura”: “La cultura -afirma un entrevistado por Botero- es siempre elitista […] el MRL tuvo origen cultural antes que electoral” (Botero 1990, 53). Razón por la cual puede afirmarse que el movimiento fue ante todo de inclinación burguesa y sus integrantes tenían intenciones de participar en la política local no para intentar cambiar todos los aspectos del Estado colombiano, sino tan solo los que consideraban relevantes desde una perspectiva muy particular y colectivizada, gracias a unas prácticas discursivas bastante eficaces, mas no totalizantes en términos sociales. De ahí que pueda considerarse que los objetivos oficiales del movimiento, si han de ser considerados como revolucionarios, solo pueden serlo en términos parciales y no totales.

Cabe hacer un paréntesis en este espacio respecto a cuestiones teóricas en que este escrito nunca pretendió inmiscuirse. Por ejemplo, es muy probable que se alegue la falta de profundidad en las nociones de reformas-reformistas y reformas-revolucionarias, que son dos acepciones planteadas por el marxismo para el análisis histórico del choque e implementación de ideas políticas en contextos determinados; pero este artículo se concentra ante todo en lo que puede rastrearse y destacarse empíricamente de algunos vestigios de la historia de las ideas políticas del MRL, no en las perspectivas que puedan servir para analizar las fuentes ni nada por el estilo, acaso porque ellas podrían haber condicionado las conclusiones, a las cuales se llegó de forma personal al final del texto.

Empero, retornando al asunto de las perspectivas revolucionarias del movimiento, es preciso volver sobre una de las entrevistas realizadas por Botero (1990, 54): “El MRL -afirma el entrevistado- fue un grupo cultural y literario metido a la política. Quizás haya fracasado en elecciones, pero en lo otro no fracasamos”. En consecuencia, se observa aquí que la noción más importante de la que partió este escrito empieza a cobrar fuerza: en materia política, el MRL fracasó -entre otras razones- dadas las diferentes tendencias ideológicas que se acumularon en su interior. Es aquí donde vuelven a cobrar sentido las palabras de López Michelsen y de José Font Castro, quienes resaltan el hecho de que las ideas de revolucionar el Frente Nacional para transformar la situación de la Colombia de mediados del siglo XX variaron considerablemente dentro del movimiento, lo cual generó dislocaciones en un grupo que había reunido a una considerable parte de la izquierda colombiana, identificada por una condición de disidente del régimen instaurado desde 1958, pero que no compartía un interés común y unificador.

En consecuencia, cuando López mencionaba la diferenciación entre las líneas dura y blanda que caracterizaron al movimiento, se refería a niveles de radicalización de las ideas que fueron tomando forma o se fueron dando a conocer dentro del grupo; ideas que, de alguna manera, desbordaron la unidad de la colectividad hasta dividirla en dos partes: una tendiente al imaginario burgués reformista, que solo velaba por los intereses de algunos pocos pertenecientes a los sectores más pudientes de la sociedad; y otra inclinada hacia el imaginario proletario, cuyos simpatizantes constituían una mayoría que propugnaba por intereses que ciertamente cobijaban un sector más amplio de la población colombiana.

Según esto, y teniendo presente que dentro del MRL no se llegó a una armonía entre las ideas de los líderes y miembros burgueses del grupo y sus miembros proletarios, puede entenderse la razón por la que muchos militantes del movimiento terminaron intentando ejecutar su propia visión revolucionaria, por medios alternos a los que pretendió seguir su agrupación. En la misma entrevista de la que se extrajo la cita inicial de este escrito, Arturo Alape le preguntaba a López Michelsen si ello determinó que varios de los integrantes del MRL tomaran el camino de la guerrilla y este contestó que

Sí, alguna gente toma el camino de la guerrilla. No la llamemos de la guerrilla, de las vías de hecho. Sobre todo el fenómeno de la Revolución Cubana, el éxito de la Revolución Cubana, proyectó una imagen, a mi modo de ver equivocada, en el ambiente colombiano de que era posible repetir en alguna forma la conquista del poder por una minoría ínfima, como fue el caso de Fidel Castro y los que desembarcaron con él en Granma.
Teníamos un criterio distinto de la velocidad con que se podían hacer las cosas. Los que creían que estábamos al borde de poder realizar una Revolución Cubana en Colombia y quienes creíamos que era un proceso evolutivo (Alape 1985, 365-366).

En ese sentido, es importante asumir también que la época en que surgió el MRL tuvo una gran influencia en las creencias de sus integrantes. De alguna forma, eran movidos por nociones que poseían implícitamente un gran voto de fe, sustentado por los acontecimientos que tenían lugar a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta; tiempo en que muchos creyeron ciegamente en un mundo mejor, gracias a la caída de varias dictaduras, y a la emergencia de algunas prometedoras revoluciones (Tirado Mejía 2014, 78-83). Sin embargo, habría que resaltar que, en Colombia, pervivía la transversalidad de revoluciones que nunca marcharon y fueron óbice para toda esperanza; esos credos entre los que se hallaban los que convergieron dentro del MRL: aquel que propugnaba por el advenimiento de una república socialista que nunca llegó, como fue el caso del imaginario subyacente en la línea dura emerrelista; y aquel que, en un estado de clímax, afirmó ilusamente que “los grandes días están por venir”, frase promovida por el semanario La Calle, el 28 de enero de 1962, para la campaña de López, candidato de la línea blanda de aquel movimiento de jóvenes dedicados a cuestionar públicamente al Frente Nacional.

Bibliografía:

Alape, Arturo. La Paz, La Violencia: Testigos de Excepción. Bogotá: Planeta, 1985.

Arendt, Hannah, entrevista de Günter Gauss. ¿Qué queda? Queda la lengua materna (28 de Octubre de 1964).

Ayala, César. «El origen del MRL (1957-1960) y su conversión en disidencia radical del liberalismo colombiano.» Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, nº 22 (1995): 95-121.

Botero, Mauricio. El MRL. Bogotá: Universidad Central, 1990.

Font Castro, José. «Qué fue, qué hizo y qué dejó el MRL.» El Tiempo, 23 de Noviembre de 1997.

Gaitán Durán, Jorge. «La Revolución Invisible: Apuntes sobre la crisis y el desarrollo en Colombia (1959).» En Obra literaria de Jorge Gaitán Durán, de Jorge Gaitán Durán. Bogotá: Instituto de Cultura, 1975.

Tirado Mejía, Álvaro. «El MRL y la Cultura.» Credencial Historia, nº 3 (1990).

Tirado Mejía, Álvaro. Los años sesenta: Una revolución en la cultura. Bogotá: Debate, 2014.