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Memorias en diálogo: Crónica de un viaje de estudios a Alemania

Varios

Memorias en diálogo: Crónica de un viaje de estudios a Alemania

Alemania y Colombia son dos países que resultan opuestos el uno del otro de muchas maneras. Ambas naciones se han transformado a lo largo de los siglos de forma que sus realidades actuales no coinciden la una con la otra. Organización política distinta, acceso a la educación, salud pública, incluso en sus industrias creativas y culturales. En el pasado, la historia muestra experiencias de guerras, muertes, llantos y desconsuelos que merecen la pena recordar. Si en general resultan tan distintos, ¿por qué visitar Alemania para trabajar temas tan difíciles como la memoria en Colombia? 14 estudiantes y un profesor de la Escuela de Ciencias Humanas (ECH) decidimos emprender una aventura hasta Alemania, un poco académica y un poco personal, para conocer la cultura de la memoria que se estaba produciendo allí, para así poder mirar de forma distinta el conflicto colombiano, traer propuestas para el caso local y poner nuestras memorias en diálogo.

Todo empezó el 23 de octubre tras haber ganado una convocatoria realizada por el Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD). En Berlín nos esperaba un guía hispanoparlante que para fortuna nuestra resultó muy paciente. Ahí empezó un camino en el que se combinó un programa cultural por sitios de memoria emblemáticos en Alemania y un trabajo académico de la mano con las universidades participantes.

Berlín: cicatrices en el paisaje urbano

Berlín –dividido entre 1945 y 1989–, a pesar de haber sido uno de los escenarios más calientes durante la Guerra Fría, también carga con su pasado nazista. Nuestra primera parada en el centro de la ciudad fue el Reichstag, edificio monumental del parlamento alemán. La cúpula original del edificio fue consumida por las llamas en 1933, el año en que los nazis tomaron el poder en Alemania. Aprovecharon la quema del parlamento para culpar a judíos y comunistas del hecho, y dejaron el edificio –que para ellos representaba la odiada democracia de la República de Weimar– en ruinas. Sólo después de la reunificación alemana fue construida una nueva cúpula de vidrio, abierto al público, que goza de un carácter simbólico, pues la idea es mostrar que el pueblo está por encima de sus gobernantes. Aparte de esto, el edificio cuenta con varios memoriales pequeños, tanto adentro como afuera, los cuales hacen referencia a la toma de la ciudad por miembros del ejército rojo, las primeras víctimas políticas del nacionalsocialismo, así como a las cientos de víctimas que intentaron cruzar la frontera entra Alemania Occidental y Oriental sin éxito.
 

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Otro de los monumentos visitados fue el Monumento a los Judíos Europeos Asesinados (Memorial del Holocausto), a pocos metros de la emblemática Puerta de Brandemburgo. El campo de estelas de cierta manera se vuelve en una condición viva de la memoria, pues en general, los memoriales funcionan como cicatrices urbanas, como constantes recuerdos de los acontecimientos de las dictaduras nacionalsocialistas y comunistas. De la misma forma ocurre con la antigua central de la Policía Secreta Comunista (Stasi), el memorial Topografía del Terror (edificado encima de las ruinas de la central de la SS y de la Gestapo), así como los edificios nazis monumentales en Núremberg que cumplirían una función similar: representar una conexión incómoda entre el pasado y el presente, conectando los diferentes niveles temporales y arquitectónicos que hacen de la ciudad un palimpsesto, y la apuesta consciente de los constructores de memoria de crear heridas abiertas en medio de las zonas urbanas más concurridas. Es así que los proyectos de memoria ganan su verdadero sentido, pues por su interactuación agresiva con el entorno urbano provocan debates y controversias permanentes alrededor del pasado traumático.

La creación de estas cicatrices urbanas resulta bastante significativa para el caso colombiano. Los monumentos y en general los espacios de representación de la memoria hacen parte de las múltiples maneras en que el arte y la memoria van de la mano en un ejercicio permanente de sanación y resistencia. Sin embargo, estos espacios tampoco están exentos de tensiones. Al crear un memorial dedicado a ciertas víctimas como el Memorial del Holocausto parece importante hablar de aquellas víctimas que quedan invisibilizadas durante este proceso de curaduría. Crear una “memoria integrativa”, como lo postulan los creadores del futuro Museo Nacional de Memoria en Colombia, es entonces una tarea bastante complicada.

Nuestra visita en Berlín culminó con seminarios el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Libre y el Instituto Ibero-Americano, organizados por los investigadores Mónika Contreras Sáenz y Peter Birle. En ambos lugares, los miembros de nuestro grupo presentaron resultados de sus propias investigaciones acerca de la construcción de una memoria histórica en Colombia en las últimas décadas. Las discusiones entre estudiantes e investigadores renombrados de Alemania y estudiantes de varios países latinoamericanos interesados en el asunto, eran sin duda la parte más productiva de nuestra estadía en Berlín. No sólo compartimos nuestras opiniones y resultados de investigación, sino también pudimos fortalecer nuestros vínculos entre la ECH y las instituciones alemanas.

Núremberg: legados incómodos

Nuestro próximo destino en el viaje era la ciudad medieval de Núremberg, impregnada como ninguna otra con el pasado nazi. Fue elegida por Albert Speer y Adolf Hitler para transformarse en una especie de “capital simbólico del movimiento”, albergando los congresos anuales del partido. Como dato histórico, la ciudad también se relaciona con las tristemente célebres “Leyes de Núremberg”, las cuales dieron una definición legalista a las ideas de pureza racial del Estado nazi, pero sobre todo con los juicios de Núremberg. En estos últimos no sólo fueron juzgados los máximos responsables del nazismo, sino también se dio inicio a la constitución del Derecho Penal Internacional. 

En medio de la inmensa área que alberga a los edificios nazis en el sur de la ciudad (Reichsparteitagsgelände) se encuentra el Centro de Documentación. Este centro cuenta con un museo al interior de uno de los edificios monumentales construido antes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial. Este sitio resulta interesante porque combina elementos artísticos, objetos históricos, lugares y narrativas en diferentes tiempos de manera integrada. Visitamos los lugares arquitectónicos construidos por Hitler para el desarrollo de varias actividades del Partido Nacionalsocialista. El trabajo del guía, sumado a la organización narrativa de la exposición permanente, nos permitió tener una comprensión amplia del papel simbólico y estratégico de la ciudad de Núremberg en la época nazi.

De esta manera nos acercamos a varios de los debates actuales de la memoria en Alemania: ¿Cómo se deben utilizar los edificios construidos durante el Tercer Reich? ¿Es necesario destinar recursos económicos para mantener y restaurar estas construcciones, así sea con el fin de usarlas con fines conmemorativos? Al final del recorrido, el guía nos explicó que, luego de la apertura del lugar, muchos de los habitantes de Núremberg llevaron objetos que tenían en sus hogares (cartas, fotografías, libros, etc.) que tenían que ver con sus antepasados que hicieron, de distintas maneras, parte del régimen. La idea era también recolectar objetos de los otros usos que habían tenido los lugares arquitectónicos que rodeaban el museo. En este sentido, se pueden recordar lugares del terror, monumentos a hechos y períodos violentos por la forma en que son posteriormente apropiados a la cotidianidad.

Pensando en el caso colombiano, ¿en el futuro el Museo Nacional de la Memoria podría funcionar como un “centro de documentación”? ¿El hecho de que este se encuentre en Bogotá, lo pondrá en capacidad de hablar del conflicto en las distintas regiones del país? ¿Cómo plantear memorias en diálogo al interior de un país? Si se diera la posibilidad de abrir museos en lugares geográficos específicos donde se desarrolló el conflicto colombiano, ¿sería una banalización recordar también los otros usos que han tenido esos espacios? ¿Cuáles otros usos de esos lugares sería válido recordar y cuáles no?

Después de una visita extensa al lugar donde ocurrieron los juicios de Núremberg (Sitzungssaal 600), nos encontramos con el director del Centro de Derechos Humanos de la ciudad de Núremberg, Rainer Huhle. Esta charla pretendía discutir sobre la relevancia de los juicios y la consiguiente constitución de un Derecho Penal Internacional para el caso colombiano. En este sentido, nuestro diálogo con Huhle –quien también es un destacado colombianista y miembro de la comisión sobre “desaparecidos” de la ONU– resultó enriquecedor.

Podríamos empezar por preguntar: ¿Qué son los Derechos Humanos? Su historia está directamente ligada a las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial y la intención de no repetición. ¿Se podrían entender entonces como un ejercicio de memoria ligado a garantías de no repetición? La respuesta necesariamente tendrá que indagar sobre el surgimiento de la noción de Derechos Humanos, la reconfiguración que significó en el Derecho Internacional y sus relaciones con el derecho interno de cada Estado. En ese sentido, tanto nuestra charla con Rainer Huhle como nuestra visita al Palacio de Justicia de Núremberg fueron de especial relevancia.


Eichstätt, Dachau y Múnich: pasados que no pasan

Viajando un poco más al sur llegamos a la pequeña y barroca ciudad de Eichstätt, donde se encuentra la única Universidad Católica de Alemania. Este lugar ha sido y sigue siendo muy relevante para nosotros gracias a la intensa cooperación académica entre nuestras dos universidades. Después de una intensa jornada académica, organizada por el profesor Thomas Fischer y el equipo del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Católica en la que se realizaron dos workshops acerca de la construcción de memoria histórica en Alemania y Colombia visitamos una residencia para refugiados.

Una gran casa ubicada en el centro de Eichstätt, que antes hacía las veces de escuela, es el lugar en el que el Estado de Baviera alberga actualmente a un pequeño porcentaje de los miles de refugiados que entran a Alemania desde el estallido de la guerra civil en Siria. En ella hay salones en los que pueden tomar clases de alemán, un gimnasio en el que tienen la posibilidad de jugar baloncesto y otros deportes. Los niños juegan en el patio y nos comentan que los más grandes no se encuentran en la casa. Ese día les daban un pequeño subsidio con el cual podían comprar algunos artículos o comer alguna comida en particular. El lugar pese a ser muy grande cuenta con una cantidad de personas aún mayor y en él se presentan muchos conflictos que a simple vista parecieran no existir. La afluencia de personas de distintas regiones trae con ellas una gran carga cultural que, en parte, puede concluir en una serie de discusiones y peleas dentro del refugio. Estar en el lugar al tiempo se ser una experiencia única generó muchos conflictos. Sentimos que fue una forma invasiva de conocer el lugar y en él la experiencia de ser un refugiado. A pesar de no estar vinculada directamente con el tema de memoria la experiencia fue inolvidable.

Nuestro próximo destino sería el campo de concentración en Dachau el cual sirvió de modelo para casi todos los campos de concentración construidos tanto en el centro como en las periferias del Reich durante 1933 y 1945. Aunque Dachau nunca fuera concebido como un campo de exterminación, como sí lo sería por ejemplo Auschwitz-Birkenau, sirvió para ensayar la mal llamada “solución final”.

Algo que parece curioso es que a lo largo del viaje en diferentes museos y monumentos la experiencia de memoria pareciera girar entorno exclusivamente de la figura judía opacando el protagonismo de otras víctimas del nazismo. Aunque dentro del campo de concentración se insistiera en la diversidad de la población que estuvo allí presa (presos políticos, judíos, homosexuales, gitanos, testigos de Jehová, emigrantes, ‘asociales’ e incluso prisioneros comunes), en los medios masivos, en publicaciones, así como en una gran parte de la producción fílmica acerca del holocausto, este periodo es relacionado casi exclusivamente al pueblo judío. Las visitas a Berlín, Núremberg y Dachau mostraron, por el contrario, que en los últimos años había un giro en la cultura de la memoria en Alemania. Sin embargo, vale la pena mencionar que a pesar de que el nuevo enfoque en la pluralidad de las memorias todavía no ha llegada a un público tan amplio, exposiciones, películas y libros se preocupan cada vez más por dar una voz a los grupos que han sido marginalizados en este contexto.

Última parada: Múnich. Después de un workshop muy productivo con estudiantes e investigadores de varias ciudades de Baviera en el Instituto de América de la Universidad de Múnich, el cual había sido organizado por la profesora Ursula Prutsch, todavía había algo de tiempo para hablar con los ponentes, fortalecer lazos entre la ECH y el Instituto, pero también para explorar la ciudad. Así, se estableció un diálogo fructífero entre los investigadores de la Universidad de Múnich y nosotros. Fabiola Arellano, peruana residente de Múnich, también nos mostró un lugar de memoria muy cerca del edificio en el cual tuvo lugar el workshop.

Justo en la entrada del edificio principal de la Universidad de Múnich se encuentran representaciones gráficas de unos panfletos con rostros de estudiantes en el suelo. Estas caras, estas personas, eran miembros de la famosa “Rosa Blanca”, uno de los pocos grupos de resistencia al nazismo. Ellos intentaron resistir por medio de la impresión de textos. Más que el contenido, lo interesante está en la forma del monumento. Al ser una suerte de baldosa más en el suelo, muchas personas pasan por encima de él, lo pisan, no lo ven, pero en últimas interactúan con él. Este ejercicio de rememoración nos impresionó profundamente, ya que contrario a Colombia, donde se suelen poner placas, esculturas y monumentos enormes, la idea aquí es hacer cotidiana la memoria, que las personas se relacionan con el pasado a través de la interacción con el espacio público. En ese sentido, dejando atrás el ejercicio de “centralización de la memoria” en la que consistiría un futuro Museo Nacional de la Memoria, ¿sería posible apropiar esta estrategia de hacer monumentos conmemorativos que interpelen a la gente en medio de su cotidianidad? ¿Cómo volver el espacio público de muchos lugares de Colombia una forma de relacionarse con el pasado?

Aunque no resulte evidente, Alemania empezó su construcción de memoria de manera tardía. Dos décadas después de finalizada la Segunda Guerra Mundial y en medio de grandes controversias entre las voces de quienes aclamaban justicia y las de otros que a gritos pedían dejar muda esa parte de su historia. Casi por la misma época en otra parte del mundo se empezaba a gestar uno de los conflictos armados más duraderos de la historia. El caso de Colombia se destaca por largos periodos de silencio en el reconocimiento del origen de la guerra. Actualmente, en el marco del proceso de paz, muchos sitios de memoria están siendo construidos por todo el país.

Más allá de lo que muchos observadores llaman “ola memorial” en Colombia, lo que los colombianos podemos aprender de la experiencia alemana es el hecho de que el pasado no es algo estático. Por el contrario, su crecimiento permanente no permite que los periodos de violencia y guerra sean vistos como algo superado. En Alemania, hace muchos años existió el deseo por poner un punto final al pasado violento con la llamada “hora cero”. Sin embargo una noche cualquiera caminando por las calles de Berlín unos de nosotros vivimos una manifestación realizada por el grupo PEGIDA, un grupo ultraderechista que pedía a Europa cerrar sus fronteras frente a la gran multitud de personas inmigrantes que estaba recibiendo el país. Como parte de las manifestaciones han aflorado símbolos que históricamente se han relacionado con el nacionalsocialismo, experiencia que en medio de la gira académica nos permitió ver las dos caras de la moneda. Dos realidades que viven y se expresan en la cotidianidad de la ciudad y de sus ciudadanos que muestran que los procesos de memoria no han terminado del todo. El viaje cumplió con su objetivo al mostrarnos que en medio de trabajos en universidades y memoriales la humanidad trata de afrontar su pasado y reconciliarse con él aunque resulte incómodo, aunque resulte imposible de negar.