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Periodismo cultural, un campo desafiante

Lina Rodríguez

Periodismo cultural, un campo desafiante

Este texto es una invitación a reflexionar sobre el trabajo en el campo del periodismo cultural que hoy en día se está realizando en el país, revisando algunos conceptos y planteando nuevas formas de abordar este universo tan amplio y fascinante. Son unas líneas dedicadas tanto a periodistas como a la audiencia, en busca de un contenido fuerte y capaz de hacerle frente a la cultura y sus grandes avances.

Cuando pienso en periodismo cultural me voy a los años 40 o 50, cuando nació la televisión y los periódicos como El Espectador o el Universal tenían gruesos contenidos de literatura, de expresiones artísticas, de crítica. Donde el nobel Gabriel García Márquez enviaba sus populares cuentos a los Cano para que se los publicaran, sin muchas pretensiones; o cuando nació el emblemático personaje Maqroll el Gaviero, del escritor colombiano Álvaro Mutis. Había un gran movimiento teatral y folclórico. Para mí una época en la que los medios, aunque pocos, ponían su atención en la cultura y expresiones artísticas.

Hoy hay aún más propuestas artísticas, combinaciones fabulosas de arte y tecnología. La cultura ha trascendido al entretenimiento y se ha insertado en la economía y la política. Pero veo, con cierto romanticismo, ese pasado del periodismo; porque creo que la cultura avanzó y el periodismo dio un paso atrás. 

Se ha perdido el concepto de periodismo cultural, que algunos tratan de mantener, como la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, con su Red de Periodismo Cultural. Pero el concepto, en la práctica, en los grandes medios de comunicación, carece de nitidez.

No es solo una apreciación personal. En una famosa columna de opinión, el escritor mexicano Gabriel Zaid decía que “el daño empieza por la orientación del medio (qué cubre y qué no cubre, qué destaca, bajo qué ángulo) y continúa en el descuido de los textos, los errores, falsedades, erratas y faltas de ortografía”. Gabriel nos explica someramente qué pasaba antaño, por qué era tan fascinante el periodismo cultural. Y es que el periodismo nació elitista, eran pocos los que leían y entonces se les ofrecía contenidos de lo que llamamos alta cultura: se hablaba de literatura, ópera, ballet.

Con la masificación del conocimiento, se masificaron los contenidos y, entonces, erradamente, se pensó que el entretenimiento y no la cultura era lo que la gente quería leer, ver y escuchar. Se habla de la agenda cultural como planes para divertirse, sin análisis y sin profundidad. Entrevistas a actores o actrices sobre su vida, para sacarles alguna chiva, que no es otra cosa que un chisme. Se ha vuelto el contenido light del medio, el último segmento, las últimas páginas.

Retomo una frase de Zaid: “La cultura, que dio origen al periodismo, vuelve al periodismo por la puerta de atrás: como fuente de noticias de interés secundario, del mismo tipo que los espectáculos, bodas, viajes, salud, gastronomía. Lo cual resulta una negación de la cultura; una perspectiva que distorsiona la realidad, ignora lo esencial, prefiere las tonterías y convierte en noticia lo que poco o nada tiene que ver con la cultura, como los actos sociales que organizan los departamentos de relaciones públicas (precisamente para que los cubra la prensa), los chismes sobre las estrellas del Olimpo, las declaraciones amarillistas”.

O, si no, se cae en la otra orilla: contenidos pesados, notas para expertos, con un lenguaje, en ocasiones, pesado. Se habla de personajes como si fuera una obligación conocerlos y no hay una contextualización, ni un acercamiento con el lector o televidente. Es, con todo respeto con estas notas que escriben los periodistas culturales,  una posición un tanto prepotente y arrogante. 

Así que hay dos opciones: o la desinformación, porque no se ofrece algo de interés general; o la información pobre, porque se ofrecen contenidos sin calidad.

Por supuesto que no es un mal de todos. Hay medios como la revista Arcadia o el canal Señal Colombia, si hablamos del panorama nacional, que ofrecen información fresca, de relevancia y presentada de una manera muy atractiva. 
En una investigación sobre el periodismo cultural en Colombia, que realizó el Ministerio de Cultura y la Fundación Nuevo Periodismo en 2010, y donde se hizo un monitoreo de los diferentes medios, locales y nacionales, hay algunos hallazgos interesantes.

Según la investigación, el contenido de los medios, en este caso la prensa, se centra en la descripción de acontecimientos. En el caso de televisión, los contenidos describen el objeto, es decir, la obra. Hay poco seguimiento, análisis y reacciones. 

Frente a tal panorama la pregunta es: ¿qué podemos hacer como periodistas culturales y como público para trabajar contenidos de calidad e ir más allá de la descripción?

Como explica la profesora e investigadora Montse Quesada, de la Universidad de Barcelona, en la actualidad hay un inmenso cúmulo de información y una crisis de lectores y audiencia, por cuenta de las nuevas tecnologías. El público está inconforme y siempre quiere más, y de manera más atractiva. Lo cual, creo, es un panorama prometedor. La misión de los periodistas es mejorar los contenidos y la de la audiencia exigir calidad.

Quesada dice que hay dos clases de periodistas: los generalistas y los especializados. Los generalistas informan del qué, quién, dónde y cuándo de los hechos; los especialistas informan del cómo y el porqué. Los generalistas dan salida a las versiones oficiales, los especialistas recaban las versiones y buscan especialistas.

En este punto, retomo lo que afirma la periodista española Carmen Herrero: “La especialidad en temas políticos, económicos, deportivos y culturales es primordial para la formación de individuos con espíritu analítico, curioso y crítico”.

Esto es básicamente lo que se requiere: ver el periodismo cultural como una especialidad, no como una sección de entretenimiento simple y ligero.

Pero si se habla de una especialidad, entonces definamos el periodismo cultural.

Jorge Rivera, periodista argentino y uno de los pilares del periodismo cultural latinoamericano, lo definía como un mundo extenso y heterogéneo. En su libro Periodismo cultural, definió primero qué es cultura y dice que, retomando líneas de las ciencias sociales y al antropólogo inglés Tylor, “la cultura es un conjunto complejo que incluye conocimiento, creencias, arte, moral, leyes, costumbres y otras capacidades y hábitos adquiridos por el hombre como miembro de la sociedad”. 

Bronisław Malinowski (1884–1942) describe la cultura como un catalizador. Dice que representa las necesidades básicas de la sociedad: expresarse, divertirse, crear…

El argentino Néstor García Canclini, (1938), por su parte, señala que la cultura está modelada por la oferta y la demanda. Se configura por un proceso de apropiación desigual de los bienes económicos y culturales de una nación o etnia.
El antropólogo inglés Leslie White (1900–1975) aporta indicando que “la cultura consiste en herramientas, implementos, utensilios, vestimenta, ornamentos, costumbres, instituciones, creencias, rituales, juegos, obras de arte, idiomas, etcétera”.

Al final, la cultura es todo esto y el periodista cultural debe hablar de ello, con conocimiento, análisis, discernimiento, que se puede traducir en una palabra: especialización.

¿Qué necesita un periodista cultural?

Conocimiento. Alguna vez en una charla, le escuché decir a Daniel Samper algo que me parece fundamental en esta labor y es que el periodista no es el que más sabe, sino el que más sabe investigar. Y cuando hablo de que el periodismo cultural debería hacerse desde la especialidad me refiero a que, si bien es vital estudiar (posgrados) la cultura: expresiones, literatura, apreciación del arte, políticas culturales, gestión cultural; también se debe tener la habilidad de armarse para entrar en esos mundos que no conocemos y encontrar, como en un videojuego, los tesoros. 

También se necesitan fuentes: no solo el gobierno (Ministerio de Cultura, secretarías), sino las compañías de teatro, danza, productoras de cine. Los artistas, los creadores, el público, los empresarios. Pero la mirada a las fuentes debe hacerse desde diferentes frentes, no solo abordando lo obvio, sino ir más allá, aportar con análisis de expertos. Es necesario salirse de la agenda del día, de lo obvio, y entrar más en la sociedad. Descubrir esos colectivos que hacen trabajos interesantes y que poco se conocen.
 
Además, es necesario saber que existen leyes que regulan la cultura: la Ley del cine, del libro, de bibliotecas. Debo conocer el plan de desarrollo de mi región para ver, en el ámbito de la cultura, qué se está haciendo, qué planes se adelantan. Y es que la cultura va más allá de los escenarios: llega a la política, a la economía. Es una fuente de dinero muy grande.

Debemos criticar, mirar hacia las expresiones folclóricas, destacar a los artistas.

Ahorita, con el plan que se está gestando en el gobierno frente al posconflicto, hay muchas iniciativas atravesadas por la cultura. Porque el arte tiene esa fuerza de sanar, de ayudar a  expresarse. Es, por ejemplo, lo que hace la actriz Alejandra Borrero con su proyecto Ni con el pétalo de una rosa: ayudar a que las mujeres víctimas se desahoguen; o lo que hacen proyectos como el de Las Pavas, donde los pobladores de una región víctima del conflicto han decidido cantar para contar su historia y perdonar, y es ahora un proyecto musical con un cd publicado.

En el periodismo cultural se debe escribir bien, ser buenas plumas para llamar la atención de la gente. Yo creo que así como el artista crea su obra: un cuadro, una escultura; el periodista hace lo mismo: nuestra obra es el artículo periodístico y no es algo que podamos dejar al azar.