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El relativo fracaso de Colombia: una explicación a partir de Niall Ferguson

Tomás Molina

El relativo fracaso de Colombia: una explicación a partir de Niall Ferguson

Las explicaciones convencionales del relativo fracaso[1] político y económico colombiano son bien conocidas: la herencia cultural y colonial española, el imperialismo estadounidense, la corrupción generalizada (i.e., la cultura de la trampa), la debilidad institucional y militar del Estado, el capitalismo, la falta de educación, la ausencia de reformas sociales importantes, la desigualdad, la ausencia de una democracia auténtica, etc.

Sin embargo, aunque es posible que haya algún grado de verdad en las explicaciones convencionales, yo quiero esbozar aquí una distinta, a partir de lo que el historiador británico Niall Ferguson propone en su libro Civilización: Occidente y el resto. Dicha explicación no niega necesariamente todas las anteriores, pero sí pretende ser más amplia que ellas.

En su obra, Ferguson explica las razones por las que Occidente llegó a dominar el resto del mundo. Es decir, quiere decirnos por qué Occidente llegó a desarrollar una civilización económica y militarmente superior a las demás. Pero antes de mostrarnos su tesis, Ferguson nos ilustra sobre las explicaciones convencionales que se han dado sobre ese hecho.

La primera explicación del dominio de Occidente, y quizá la más fácil y obvia, es la del imperialismo. Pero el imperialismo no era exclusivo de Occidente: en Asia también había inmensos imperios. Si la extracción de recursos por medio de un aparato colonial garantizara el dominio sobre el globo, entonces otras metrópolis imperiales habrían tenido una participación igual en el poder mundial de los últimos dos siglos. Lo cierto es que Occidente tenía imperios que lograron hacer algo distinto, algo que les dio primacía sobre todos los demás. Por tanto, el imperialismo a secas no es una explicación suficiente.

La segunda explicación es la geográfica: puede ser que la geografía de Europa baste para explicar su éxito económico y político. Pero a Ferguson esa explicación tampoco le parece cierta. Alemania oriental y Alemania occidental gozaban más o menos de la misma geografía, pero en unos pocos años una gran divergencia social y económica se dio entre los dos países. Lo mismo podríamos decir de las dos Coreas. Por tanto, concluye Ferguson, la geografía es más o menos irrelevante para explicar por qué unos países triunfan y otros fracasan. Yo creo que los ejemplos de Ferguson solo tienen un alcance limitado. Es cierto que si los dos países comparten la misma geografía, entonces ésta se hace irrelevante. Lo interesante estaría en comparar países con geografías favorables y desfavorables para la civilización y el capitalismo. Evidentemente es difícil construir una economía industrial donde no hay carbón, ríos navegables, ni un clima apto para sostener grandes poblaciones. Sin embargo, en este artículo, siguiendo a Ferguson, me olvidaré de la geografía.

La respuesta para Ferguson está en otra parte. En su opinión, podemos explicar el ascenso de occidente mediante seis instituciones:

  • Competencia: “La descentralización de la vida política y económica, que permitió el nacimiento de los Estados-nación y el capitalismo”

  • Ciencia: “un modo de estudiar, entender y cambiar el mundo natural, que le dio al Occidente (entre otras cosas) una ventaja militar sobre el resto del mundo”

  • Derechos de propiedad: “el imperio de la ley como medio para proteger a los dueños de propiedad y de resolver las disputas entre ellos, que luego formó la base de los gobiernos representativos”.

  • Medicina: “una rama de la ciencia que permitió una mejora en la salud y la expectativa de vida”

  • Sociedad de consumo: “un modo de vivir en el cual la producción y la compra de bienes de consumo juega un rol económico central, sin el cual la revolución industrial habría sido insostenible”.

  • Ética del trabajo: “una estructura moral que se deriva, entre otras, de la cristiandad protestante, y que provee el pegante para la dinámica y potencialmente inestable sociedad creada por las anteriores instituciones”.

De tal modo, la diferencia entre Occidente y los demás es esencialmente institucional. Occidente triunfó porque la competencia entre corporaciones y Estados, a diferencia de la monolítica China, lo animó a mejorar. El Estado que no mejoraba su organización y su tecnología militar desaparecía. La corporación que no se hacía más eficiente, quebraba. Pero también las herramientas científicas le permitían a Occidente un control más exacto sobre el mundo natural, pudiendo explotarlo de manera más eficiente y, por tanto, creando riqueza con mayor rapidez. Y dicha explotación se hacía con seguridad jurídica, i.e., los propietarios podían estar seguros de que no iban a ser expropiados y, por tanto, tenían un estímulo para seguir mejorando y ser más eficientes. No obstante, no era solo cuestión de propietarios: los trabajadores recibían mejor medicina y por consiguiente eran más eficientes que sus contrapartes. Los europeos, además, trabajaban con una ética difícil de encontrar en las sociedades premodernas. Todo eso les permitía consumir más, tener un salario más alto, prosperar, y por tanto, conquistar el mundo.

El caso colombiano

La hipótesis de Ferguson no solo explica por qué los países como EEUU, o Japón después de la Restauración Meiji, llegaron a dominar el mundo: también sirve para entender por qué los países que no adoptaron las seis instituciones quedaron en una posición subordinada. Si Ferguson tiene razón, los marxistas, por tanto, lo tendrían todo al revés: no es que Occidente sea económica y políticamente superior por tener imperios, sino que tuvo imperios porque fue más exitoso económica y políticamente que los demás.

Colombia no ha adoptado exitosamente las instituciones que según Ferguson son necesarias para el triunfo social y económico. Esa sería una explicación más convincente de nuestro relativo fracaso que la de, por ejemplo, los marxistas. En efecto, sostener que la causa de nuestros problemas es el capitalismo es olvidar lo obvio: que las sociedades más exitosas en la historia humana son todas capitalistas. Es más: aquí también se puede invertir la tesis marxista para obtener la verdad: no es que fracasemos gracias al capitalismo; todo lo contrario: no pudimos despegar correctamente porque nunca hemos tenido un capitalismo auténtico.  Veamos entonces punto por punto el problema de las seis instituciones en Colombia. Por motivos de espacio, aquí fusionaré la medicina con la ciencia.

Competencia

Nuestro país ha estado, en términos históricos generales, relativamente cerrado a la competencia internacional y local. La economía y la política, de hecho, han estado altamente centralizadas y monopolizadas. En el caso económico, cuando el Estado no otorga monopolios sobre la producción de un bien, pone barreras de entrada muy altas que crean oligopolios. Como dice Juan Carlos Hidalgo del Cato Institute: “la economía colombiana es bastante mercantilista (…)

El resultado ha sido la creación y el sustento de una serie de carteles no afectados por la competencia, obviamente a costa del consumidor. Es más, la carencia de una competencia justa y saludable, el ingrediente fundamental de una economía de mercado, es la principal razón por la cual la economía colombiana no se ha destacado a nivel internacional”. De hecho, la colombiana es la segunda economía más cerrada de la región y el país no ha avanzado mucho en ese aspecto desde 1990[2]. Según el Cato Institute, la colombiana es la 104 más libre del mundo[3]. Y en el caso político tenemos una situación similar: dos partidos políticos, dominados además por unas pocas familias, han disfrutado históricamente del poder político y han puesto altas barreras de entrada a quienes quieren gozar de él.

De tal modo, la competencia en el campo político también es mínima. Eso implica que la democracia no se ha podido desarrollar auténticamente.

Ciencia y medicina

El número total de patentes colombianas registradas en EEUU es de 310. Es decir, en toda su historia, Colombia solo ha registrado 310 patentes en el país del norte. Para que el lector tenga un punto de comparación, Japón solo en el año 2014 registró 56006[4]. Eso indica que Colombia tiene una investigación científica y tecnológica bastante pobre. Por eso no es de sorprender que Colombia no tenga un solo premio Nobel en ciencias naturales.

Por otra parte, el Estado colombiano invierte una proporción muy baja del PIB en ciencia: entre el 0.5 y el 0.8%. Otros países como Brasil invierten el 2%, mientras en Europa el promedio es de 5%[5]. Así pues, no tenemos apoyo estatal para desarrollar una comunidad científica seria. Pero no sólo eso. Existe buena evidencia anecdótica para mostrar que el Estado resulta más una piedra en el zapato que una ayuda para los científicos[6] y emprendedores[7]. El caso de Colciencias y su programa ‘Es tiempo de volver’ es el más famoso, pero no el único que prueba esa tesis.

Realmente, el punto está en crear las instituciones adecuadas para que nazca una sana competencia científica y se atraigan capitales que consideren rentables sus resultados. El papel del Estado debería ser el de dar seguridad jurídica y garantizar una educación básica que forme científicos. Finalmente, la mayoría de los inventos que le dieron una ventaja a Occidente sobre el resto del mundo vinieron de personas que buscaban su propio interés, no del Estado. Colombia puede seguir el mismo camino, pero para eso necesita que las barreras a la competencia se eliminen.

Hablando de medicina, la expectativa de vida sí ha mejorado en Colombia[8]. De hecho, el país ha avanzado a un buen ritmo desde principios del siglo XX. A diferencia de las narrativas de la izquierda, que nos harían creer que vivimos todavía en el siglo XVIII, el colombiano promedio goza de más años de vida que nunca antes. Y todo eso pese a que la tasa de doctores por habitante sigue sin ser lo suficientemente alta[9], y pese a la corrupción e ineficiencia del sistema de salud.

En todo caso, la competencia en el campo científico puede ayudar a mejorar la salud en Colombia de dos modos: los recursos extra que crea pueden aumentar el nivel de vida y, por tanto, la salud; pero sus descubrimientos e inventos también pueden ayudar al país a mejorar sus particulares problemas sanitarios.

Derechos de propiedad

Los derechos de propiedad no son ni han sido seguros en Colombia. De acuerdo con el Cato Institute, Colombia es el país número 110 en derechos de propiedad[10]. Eso no debería sorprendernos. Tanto la élite como los campesinos han visto que sus propiedades son robadas por guerrillas, paramilitares, bandoleros y funcionarios corruptos del Estado. Eso tiene una consecuencia muy grave. Con derechos poco seguros no existen estímulos para desarrollar una empresa en el largo plazo. En efecto, ¿para qué invertir hoy si mañana me robarán?

Pero no es solo eso. Los débiles derechos de propiedad tampoco han estado repartidos equitativamente. Como Ferguson mismo lo muestra en su presentación del libro[11], en el año 1900 el 75% de los norteamericanos tenían tierra y, por tanto, propiedad privada. En México, en cambio, la proporción era de apenas 2%. En Colombia la situación no era mucho mejor que la mexicana. Y hoy estamos lejos de alcanzar las cifras de EEUU en 1900: el 80% de la tierra está en manos del 14% de la población. Eso implica que, aparte de haber altas barreras burocráticas para la creación de empresas productivas, la mayoría de colombianos ni siquiera ha contado, históricamente, con un mínimo de propiedad privada para usar y usufructuar.

Y para agravar el problema, el débil imperio de la ley no ha sido capaz de resolver los conflictos entre propietarios, o entre campesinos y propietarios, lo que ha llevado a la tradicional violencia rural y urbana. La justicia, en consecuencia, no ha sido capaz de resolver lo que debería resolver.

En suma, no hay derechos de propiedad seguros, no hay imperio de la ley que garantice la paz, y en consecuencia el desarrollo del capitalismo se ha visto seriamente afectado. Y también la democracia: sin numerosos propietarios no se puede formar la base segura de los gobiernos representativos.

Sociedad de consumo

El consumo per cápita se ha duplicado desde 1969[12]. Pasó de 1110 dólares en ese año, a 2253 en el 2011. Empero, en consumo per cápita el país está en el puesto 74, después de El Salvador y Cuba[13]. En otras palabras, todavía no existe una sociedad de consumo lo suficientemente fuerte. La razón es económica y cultural. La sociedad de consumo va de la mano con la industrialización y con salarios que permitan comprar más de lo estrictamente necesario.

Y ambas cosas son  débiles en términos históricos. Pero además en Colombia todavía hay prejuicios culturales en contra de la sociedad de consumo que de algún modo impiden su pleno desarrollo. En esta institución llevamos una desventaja de más de cien años si nos comparamos con el Occidente de Ferguson, i.e., con Europa y el mundo anglosajón.

Ética del trabajo

Ferguson se enfoca en el número de horas trabajadas a la hora de decir si un país goza o no con una buena ética del trabajo. En ese sentido, Corea del Sur tiene mejor ética del trabajo que los europeos, pues en comparación allí se trabajan más de mil horas extra. En ese sentido, Colombia goza con una buena ética del trabajo. El colombiano promedio trabaja, por lo menos en teoría, 48 horas a la semana. Pero todos sabemos que suelen ser más.

Empero, en mi opinión la ética del trabajo no son solo las horas trabajadas. Una buena ética implica un trabajo diligente, productivo y eficiente. Y en eso Colombia sí está mal. De acuerdo con la OECD, existe un abismo entre la productividad colombiana y la de los países miembros de esa organización[14]. En parte se debe a la tecnología, la infraestructura y el capital disponible, pero también a la falta de entrenamiento y de ética del trabajo. El colombiano promedio trabaja muchas horas, pero no las suele trabajar tan bien como debería. Cualquiera que haya trabajado en una oficina sabe que el colombiano no es tan productivo como podría serlo.

Conclusión

Las seis instituciones son un ideal. No todos los países exitosos las tienen en la misma medida y ninguno, desde luego, las posee todas de manera perfecta. Y sin embargo, es difícil imaginar que un país prospere sin imperio de la ley, sin sana competencia, sin ciudadanos razonablemente saludables, sin ciencia y sin ética del trabajo. Por eso, en vez de ser una absurda receta para el desarrollo, las instituciones de Ferguson son la tierra fértil sobre la cual una sociedad puede cultivar sus propios fines.

Pero Colombia, como lo hemos visto, sigue sin alcanzar ese suelo firme de las seis instituciones. En competencia todavía estamos mal; en ciencia también; en medicina, regular; en derechos de propiedad, mal; la sociedad de consumo despega bien, pero es todavía muy nueva; y a la ética del trabajo todavía le falta. Debemos trabajar más en todas ellas. Sin dichas instituciones el camino a la prosperidad es más arduo y quizá imposible de transitar.

 


[1] Con fracaso me refiero al hecho de que no hemos podido construir una sociedad estable ni equitativa en los últimos 200 años.

[2] El Tiempo

[3] Object Cato

[4] Uspto

[5] Dinero

[6] Pulzo

[7] Torre Negra

[8] Una tabla histórica del avance en la expectativa de vida: Eurosur

[9] The World Bank

[10] Object Cato

[11] TED

[12] Index Mundi

[13] Index Mundi

[14] OECD iLibrary