Pasar al contenido principal

#La Humanidad

Manuel Guzmán Hennessey

#La Humanidad

Vengo planteando en esta columna la urgencia de encontrar una salida colectiva para la crisis que nos amenaza, y que crece todos los días. Me referí hace unos días a la sequía de Sao Paulo y hoy podemos constatar que la de California la supera con creces.

No alcanzaría esta revista para reseñar todos los desastres que están ocurriendo a diario como consecuencia del cambio global. Pero sí nos alcanza su postulado de ser nueva sin olvidar lo antiguo, lo cual sugiere la necesidad de recuperar los saberes y habilidades ancestrales que tuvo nuestra civilización para enfrentar los desafíos del futuro apelando a esta sabia combinación de lo nuevo y lo viejo. El lema de esta revista, que es también el de la Universidad del Rosario, me sirve asaz para enmarcar en una palabra hermosa lo que hoy quiero escribir: la humanidad.
 

Más que abrumar a los lectores con datos de catástrofes y con cifras que indican que puede haber daños mayores, quiero reflexionar sobre un cambio de lenguaje para referirnos a esa búsqueda de una salida colectiva que nos devuelva la esperanza y acaso ponga fin a nuestras afugias. Propongo retomar un término del renacimiento (y de la filosofía griega): La Humanidad, y reemplazar la noción de sociedad, que por lo demás es más reciente, por aquella connotación profunda capaz de abarcar en un término todos nuestros anhelos y todas nuestras angustias, nuestra inteligencia y nuestra voluntad, nuestra tribalidad y nuestra civilidad.

He tenido la intuición de que si en adelante hablamos más de #LaHumanidad, y la ponemos así en hashtag para que viaje libre por las redes sociales, vamos a entendernos mejor y no perderemos el rumbo de lo que verdaderamente nos concita ante el peligro: la vida. Si asumimos que es la vida de nuestra especie —y también otras formas de vida— y no simplemente la salud de la economía o de la sociedad, la que debe afrontar el riesgo mayor, seguramente encontraremos las maneras de conjurar más rápida y eficazmente la crisis.

Resumo lo de California para no perder el contexto: allí se acaban de imponer medidas restrictivas del agua potable por primera vez en su historia y el territorio está en alerta roja, es la mayor sequía que ha vivido —ya lleva 4 años— y este año ha sido más fuerte pues las reservas de agua están al 25%. La sequía afecta a 37 de sus 39 millones de habitantes. En la cadena montañosa de la Sierra Nevada, donde nace el sistema fluvial que baña sus extensos cultivos —la despensa agrícola de los Estados Unidos: la mitad de todas las frutas y verduras— solo ha nevado entre el 20 y el 25 por ciento de lo que debería haber nevado. Se estiman unas pérdidas de 1.500 millones de dólares y 17.000 empleos temporales. California produce el 82 por ciento de las almendras que se consumen en todo el mundo.

Y aquí me detengo para volver a #LaHumanidad. ¿Es posible un mundo sin almendras? ¿Qué tipo de felicidad nos espera sin ellas? Y peor, sin cebollas, pues en California se cultiva el 45 por ciento de las que se consumen en todo el país. Todas las cebollas del mundo están en peligro por el cambio climático.

Una de las tres amenazas que ha señalado para la humanidad el físico Stephen Hawking es el hombre mismo, su poderosa agresividad. Explica que si bien esto pudo haber representado una ventaja para la supervivencia de nuestros antepasados, debido a que les ayudaba a conseguir más y mejor comida, territorio o pareja, hoy amenaza con destruirnos. Le preguntaron sobre la cualidad humana que él quisiera magnificar y respondió sin dudarlo: la empatía.

Y agregó: nos reúne en un estado amoroso y pacífico.

He aquí otras dos claves para restituirle la majestad a la noción de #LaHumanidad, su capacidad para reunirnos en paz y en amor. Ambas palabras están excluidas de las negociaciones internacionales del clima, y también de los textos científicos y económicos que hoy rigen el destino del mundo. Se habla sí de crecimiento, de desarrollo, de indicadores económicos que dan cuenta de la eficiencia de los Estados. ¿Eficiencia para qué? ¿Para detener la crisis de California o de Sao Paulo? Uno de los efectos en estos dos territorios y en muchos otros del Africa subsahariana y del sur de Asia es el aumento de los migrantes climáticos, una catástrofe humanitaria que crecerá, según expertos como Norman Myers y organizaciones como Christian Aid, hasta un millón de afectados cada año a partir de 2050. Si esto es así en los días que vendrán para #LaHumanidad, ¿De qué hablaremos? ¿De humanidad o de mercados?

La periodista Jacqueline Fowks actualiza en reciente artículo (Revista PODER, edición especial, diciembre de 2014) los datos sobre desastres relacionados con cambio climático, apoyada en los datos de la Iniciativa Nansen sobre Cambio Climático y Desplazamiento, de Oslo, Noruega. El análisis de los efectos del tifón Haiyan en Filipinas (2013) es un ejemplo ilustrativo de cómo la estadística del cambio climático y sus efectos colaterales, puede crecer hasta límites insospechados. Este desastre dejó 15 millones de afectados, según datos de UNICEF, pero la Iniciativa Nansen revela que 4 millones de esos afectados se convirtieron en refugiados internos. Y hubo 5.786 muertos y 1.779 personas desaparecidas.

En Somalia y Etiopía se vive hoy una tragedia humanitaria relacionada con múltiples factores sociales y políticos, pero fue la sequía del 2001/2012 la disparadora de la mayor parte de la crisis: 1.3 millones de desplazados internos y 290.000 personas que tuvieron que refugiarse en países fronterizos. En 2008 hubo 750.00 desplazados en Nueva Guinea a causa de mareas altas y desbordamientos inusuales del nivel del mar. En India y Bangladesh azotó el ciclón Aila en 2009 y dejó más de dos millones de desplazados. La cifra más actualizada sobre esta crisis la entrega el Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno del Consejo Noruego de Refugiados: durante 2013, 22 millones de personas fueron desplazadas de sus lugares de origen como consecuencia del cambio climático y desastres relacionados con la naturaleza.

No quiero seguir dando datos de tragedias.

Más bien traigo un verso de Hölderlin: “¡Oh, acoged de nuevo en la familia de los dioses a los hombres que eternamente buscan, a los prófugos! ¡Acogedlos en la patria de la naturaleza, de la que han huido!”. Y permítanme volver a las cebollas. La relación que existe entre ellas y la poesía es la misma que existe entre #LaHumanidad y la paz. Pablo Neruda y Miguel Hernández dan testimonio de ello en sus poemas.

El verso de Hölderlin está en Hiperión o el eremita en Grecia y habla de reencontrarse con un pasado glorioso y sagrado en el que el hombre formaba parte del todo con la naturaleza, un origen donde reinaba la alegría divina, y en el que los dioses constituían el ideal más elevado. Hiperión busca “reunir el interior y el exterior en una forma suprema de unidad y de pureza, crear sobre la Tierra la teocracia de la belleza, la unidad del Todo”, asevera Stefan Zweig (1881) y agrega esta profecía: En Hölderlin, la única cosa que parece original, en su aspiración hacia la unidad de la vida, el mito de una edad de oro de la Humanidad, en que este estado existía inconscientemente, como en una Arcadia primitiva, y también su fe religiosa en una segunda edad de oro de la Humanidad.

Esta segunda edad de oro sería una especie de nuevo renacimiento, propiciado por los hombres y mujeres de este tiempo de crisis, en que necesitamos recuperar, como escribió Ernesto Sábato, “aquello que de humanos hemos perdido”. ‘Hombre, planeta coronado de esperanzas, siempre’: José Luis Hereyra Collante.

Podría seguir con la poesía, y sería placentero. Continuar, por ejemplo con ‘la brillante fiesta de la naturaleza’, pero es preciso abrir espacio para las culturas Xhosa y Zulú, y referirme a otra regla del lenguaje que mucho bien nos haría para restituirle a la palabra #LaHumanidad su escamoteada dignidad.

Me refiero a la regla de un lenguaje tribal, el Ubuntu, cuya raíz proviene del dicho popular bantú «Umuntu, nigumuntu, nagumuntu» que significa ‘una persona es una persona solo a causa de las demás’. El pacifista sudafricano Desmond Tutu, presidente de la Comisión para la reconciliación y la verdad de Sudáfrica, definió esta acepción de esta manera: «una persona con «ubuntu» es abierta y está disponible a los demás, respalda a los demás, no se siente amenazada cuando otros son capaces y son buenos en algo, porque está segura de sí misma, debido a que sabe que pertenece a una gran totalidad, y que se decrece cuando otras personas son humilladas o menospreciadas, cuando otros son torturados y oprimidos». Nelson Mandela relató alguna vez que el Ubuntu es una forma de ser, que se comprueba en muchas aldeas africanas cuando llega un forastero y no necesita preguntar por comida o agua pues está en la costumbre de los anfitriones dar siempre comida y agua.

Ahora bien, si incorporamos este sentido del Ubuntu a la resignificación de #LaHumanidad encontraremos que quizás este sea el camino adecuado para la reconciliación del hombre con la naturaleza, la restitución del vínculo que señaló T. Roszack con ‘persona planeta’. La crisis climática que hoy vivimos es el resultado de una forma de pensamiento antropocéntrico llevada a un sistema de creencias que hoy nos domina. Esta forma de pensamiento es occidental por antonomasia, como que deviene del racionalismo cartesiano en su más pura expresión: pienso luego existo. Valdría la pena considerar un giro no sólo lingüístico sino existencial en pos del ‘formo parte de un todo, luego existo’.

Abandonar la creencia de que #LaHumanidad es el centro de la vida y de la Tierra, y aceptar las sencillas verdades que nos dictan las sabidurías ancestrales: no somos más, pero tampoco menos que un solo sistema interactuante. 

Y una palabra más. No es posible hablar de #LaHumanidad sin antes resignificar la palabra “Equipo”. El sentido empresarial de las organizaciones y los mercados nos enseñó a llamar ‘equipos’ a los grupos de personas que trabajaban en un mismo departamento empresarial y comparten objetivos comunes. Ello puede ser así para las empresas, pero estos equipos no suelen trascender sus estrechos linderos y acaban siendo colectivos efímeros sin mayores lazos de interrelación entre sus miembros más que aquellos que les marcan las metas y los objetivos. La palabra ‘equipo’ adquiere un significado más profundo si la entendemos como el pivote de una urgencia adaptativa que debemos asumir colectivamente.

Para ello nos resultará útil rastrear en su etimología hasta encontrar que si bien equipo deviene del francés équiper, este se deriva de skip, que en escandinavo antiguo significa barco (ship) y no equipo como pudiera pensarse. La alianza global de nuevos actores por el clima fundada sobre la base de reemplazar la connotación exógena de ‘sociedad’ por la endógena de #LaHumanidad nos llevará más al sentido vikingo de skip que al moderno organizacional de equipo, pues con ello apelaremos al sentido tribal aludido por J. Lovelock que necesitamos para salvarnos, pero también a la connotación de reconocimiento simplemente humano que acostumbran las culturas del norte de Natal, en Sudáfrica, el sawa bona, que significa ‘Te veo’. Solo nos resultará posible armar equipos si somos capaces de reconocer la individualidad del otro en toda su dimensión humana. Solo cuando los nativos de Natal escuchan el sawa bona responden sikkhona, que quiere decir ‘estoy aquí’, o ‘existo’, de manera que es el otro quien les da el sentido de la existencia en la medida que los reconoce como iguales y les confirma ‘te veo’.

Ahora bien, un equipo así conformado será sin duda más fuerte y verdadero que los equipos simplemente conformados para buscar un objetivo productivo u organizacional. Estos nuevos equipos de la verdadera adaptación al cambio climático adquieren además la ética ubuntu del Umuntu ngumuntu nagabantu.

Si todos estamos en el mismo barco pero la navegación transcurre con normalidad y seguridad, piensen ustedes en los cruceros turísticos, a pocos se les ocurre reconocer al otro si se lo encuentran en un ascensor o en un pasillo de la gigante nave. Lo normal es seguir cada cual en su camino, como si se tratara de un ascensor o pasillo cualquiera de una gran ciudad. Pero si el barco está en problemas, uno no se imagina que los seres humanos se encuentren entre sí sin compartir por lo menos una mirada de angustia o de ayuda mutua. 

He aquí la constatación de que si aprendemos más a mirarnos como #LaHumanidad vamos a poder encontrar mejores soluciones adaptativas para la crisis del clima que si mantenemos la equivocada idea de seguir mirándonos como ‘códigos o cifras’ de un cuerpo organizacional amorfo y sin corazón.

@GuzmanHennessey