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GGM y la música

Elkin Getulio Saboyá

GGM y la música

Cuando apareció “Bueno, hablemos de música”, (1-12-82), GGM llevaba más de treinta años haciéndolo. Allí dejó dicho, entre otras cosas, que “lo único mejor que la música es hablar de música”. Siguiendo, pues, su propia recomendación, diremos algo sobre el nobel y la música.

La música cubana y el comercio.
Pocos años después de dicha nota, GGM dio una entrevista (diciembre, 1985) a la revista isleña Opina. Principia diciendo que le interesa toda la música, incluso la comercial, criticando de paso el desdén de ciertos intelectuales a lo popular. El entrevistador le pone de presente que algunos llaman dicha música “opio del espíritu”. GGM no ve problema en que la cultura se venda, incluso compara con su propio caso cuando, sorprendido, descubrió que Cien años de soledad se vendía, sin que ese fuera su principal fin.

El periodista vuelve a la carga, sugiriendo que quienes venden están “prostituyendo el arte”. La respuesta lo debió de dejar frío: “Entonces no lo vendan: regálenlo, pero divúlguenlo”. Lo que sea, con tal que le den una función social y cultural. Bromeando, apunta que Cuba produce tan buena música como tabaco o azúcar.
 

Cambiando de tercio, aparentemente, GGM da su opinión sobre la salsa:

Cuba antes del triunfo de la Revolución era un gran productor de música que se comercializaba a través del baile, el canto, la radio y el espectáculo, pero Cuba no recibía los beneficios, porque su música la distribuían las empresas discográficas norteamericanas. Hoy esa música cubana sigue en el mercado y en primera línea con el nombre de salsa, que no es más que los sones y guarachas cubanas utilizados por el imperialismo, por los cubanos exiliados, que no por exiliados dejan de ser tan buenos músicos como lo serían siendo revolucionarios.

Un comentario. Según se ve por la respuesta, GGM sigue la idea de que la salsa no es más que música cubana vendida con otro rótulo, diseñado por comerciantes tan sagaces como Jerry Masucci. Sin embargo, debe tenerse en cuenta el concepto de César Pagano, quien subraya que eso es parcialmente cierto, pero que no explica, por ejemplo, la música de Ricardo Ray.

Volviendo a la entrevista, GGM insiste contra el prejuicio de la comercialización:

¿Qué hizo Pérez Prado? Sí, tropicalizó el jazz, le puso los elementos Caribe, pero toda la carrera que hizo el mambo fue por el esfuerzo de la comercialización. ¿Qué sucede con la mayoría de la música que se está haciendo hoy en Cuba? Pues la desaprovechan. Y yo no sé por qué le tienen miedo a la palabra comercialización, si lo importante, lo bueno o lo malo de la comercialización es quien se beneficia de ella.

Comentario. Por lo asentado, GGM entendía el jazz como música urbana: una exhalación de los sótanos de Harlem. En sus notas sobre el mambo, de principios de los cincuenta, ya había hablado de Pérez Prado, tanto de su ida a Nueva York, como de la cruzada moralista que contra el pianista emprendieron los pastores de la Iglesia. Notamos, en cambio, que el músico matancero, en la película con que se presentó el mambo, lo explica como música tomada de la naturaleza.

Música comprometida.

Preguntado por el mensaje de las canciones, el entrevistado declara:

Yo creo que es como en la literatura o la poesía. Hay literatura que sí expresa específicamente la Revolución y otra que, sencillamente, lo que hace es prolongar la tradición de belleza de la humanidad. Es decir, enriquecer el patrimonio cultural de la humanidad. Yo tengo la pretensión de ser un escritor revolucionario y no hay una sola consigna en mis libros, no hay una sola proclama, no hay nada de esto. Y tú ves a los ascensoristas, a los choferes, a los médicos, a los curas, leyendo mis libros. ¿Cuál es el esfuerzo que yo he hecho? No sacrificar nada del valor literario de un libro, y ponerlo al alcance de todos. Yo creo firmemente que esto hace más trabajo revolucionario que una literatura específicamente política. La música es revolucionaria, como la literatura es revolucionaria, como la poesía es revolucionaria si es buena. Toda la belleza es revolucionaria.

Hablan de la ópera y la zarzuela, y de su escaso público. Para GGM el problema es de comercialización, como ya viene diciendo, y de formación del público. Sin embargo, subraya la excepción del ballet, que sí cuenta con audiencia en la Isla. Más adelante apuntará –seguro con incomodidad de su interlocutor– que no le atrae precisamente la Nueva Trova, género patrocinado por las autoridades culturales de la Revolución. Más le interesa la música de carnavales:

Y fíjate tú, que luego me reviento buscando discos de esa sabrosa melodía, sin encontrarlos, porque si acaso existen son tiradas tan pequeñas que en uno o dos días se agotan. Imagínate, qué posibilidades de divulgación internacional puede tener una música con tiradas así y sin promoción de ninguna clase. No es que uno espere que la única suerte que pueda tener esa música sea convertirse en mercancía, es que la comercialización es la forma moderna de divulgación. Eso lo inventó el capitalismo, pero debemos aprovecharlo en el socialismo.

Lo cierto es que los cubanos no están aprovechando un filón cultural tan importante como es su música popular y hay el peligro de que, si no se estimula, el filón empiece a extinguirse.

El periodista parece rendirse: le pregunta, entonces, cuál música debe divulgarse:

Eso lo decide el público que la consume, la gente. Lo que pasa es que el capitalismo se ha adueñado también de las palabras y no podemos decir consumo porque parece que fuera capitalismo. Para finalizar te diré que estos son criterios, formas de valoración sobre problemáticas que aún no están resultas, que tienen que irse resolviendo.

Aunque el entrevistado también afloja un poco, matizando sus afirmaciones, parece que la respuesta oficial no tardó en conocerse, esta vez en las columnas de la revista Bohemia.

Un bolero que no salió.

Es sabido que GGM se interesó por el bolero, al punto de intentar escribir uno. Veamos lo que apunta sobre el proyecto:

No solo era una aspiración. Yo estuve tratando con Manzanero de hacer un bolero, por lo menos durante un año. Y es lo más difícil que hay. Poder sintetizar en las cinco o seis líneas de un bolero todo lo que un bolero encierra es una verdadera proeza literaria. Manzanero llegó hasta decirme que escribiera el argumento, que él lo sintetizaba. Pero yo lo que quiero es escribir la letra completa de un bolero. Traté con Silvio Rodríguez también. Con Silvio fuimos más lejos en el experimento. Yo le di el argumento y el me dio en un casete la métrica, el número de sílabas que podía tener cada verso, las terminaciones de la rima. Estuve meses tratando, pero no pude. Es muy difícil. Un bolero es algo que yo admiro muchísimo.

Se ha dicho que el bolero era la educación sentimental de otras generaciones. Preguntado sobre su importancia social, responde:

El bolero expresa sentimientos y situaciones que a mí me conmueven y que sé que a muchísima gente de mi generación la conmovió. Un bolero puede hacer que los enamorados se quieran más y eso me basta para querer hacer un bolero. Lograr que los enamorados se quieran más, aunque sea un momentico, es culturalmente importante; y si es culturalmente importante, es revolucionario.

Otras definiciones y anécdotas.

De su obra cumbre, afirma que es “un vallenato de 450 páginas”, como ya se sabe. Luego pasa a disolver la distinción entre música culta y popular, habida cuenta de las relaciones que tienen entre sí.

Dentro de las anécdotas, refiere que una vez un par de periodistas le hicieron notar la semejanza estructural de El otoño del patriarca y un concierto para piano de Bartok. O el cuento de sus malas horas parisinas, que lo llevaron a cantar en un club nocturno. O la recurrente promesa de publicación de un casete en que hace dueto con Carlos Fuentes.