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Involución o retroceso social mediante eufemismos y falso progresismo legislativo

Ricardo Andrés Roa Castellanos

Involución o retroceso social mediante eufemismos y falso progresismo legislativo

Presentación: ¿un incidente sexual, la punta de un iceberg social?

Los que son incapaces de tener una opinión, tienen la opinión pública.

José María Vargas Vila,
Los césares de la decadencia.

Volvió a ser noticia el absuelto[1] pastor protestante de iglesias de garaje, A. Gámez, acusado de abusos sexuales a varias de sus feligreses. La defensa jurídica de Gámez argumentó que si bien cometió una “falta moral o ética”, las relaciones sexuales fueron voluntarias y consensuadas.

Por su parte, Gámez justificaba esos actos ante sus víctimas con las palabras-caballo de Troya  “ministraciones” o “sacrificios para dios”, exigiendo reciprocidad, incluso cuando algunos de sus objetivos sexuales eran menores de edad[2]: la coacción involucraba sutiles condicionamientos en relación a la suerte de los padres de la víctima o maldición amorosa de no aceptar, por ejemplo.

El eufemismo “ministraciones” esconde, como engañosa palabra seudotécnica que es, un retroceso milenario del cual suelen sacar partido falsos profetas, pastores, gurús, supuestos guías espirituales u otra clase de “profesionales” que abusan sexual, afectiva y antiéticamente de sus seguidores, clientes o pacientes, debido a su credulidad y vulnerabilidad. Caso que ha ocurrido en diversas partes y momentos del mundo, como se describe aquí y en el artículo de la nota de pie de página 2.   

Esa clase de ventajosos actos abusivos, ciertamente repudiables, puede decirse que es culturalmente involutiva –regresivos a etapas superadas de la historia–, compatible, en este caso específico, con la categoría técnica “prostitución sagrada” o acceso sexual transaccional enmascarado con excusas de carácter religioso para una idolatría, así nada clemente ni misericordiosa. Respaldemos entonces lo dicho.

Depravaciones antiguas con nombres nuevos

Del episodio se desprenden dos síntomas sociales delictivos con pretensión cultural: la utilización sexual de personas desde discursos religiosos y la tentativa de crimen contra menores de edad. Ambos son hechos antagónicos a una vida justa, en tranquilidad consigo mismo y los demás. Veamos por qué entrañan un retroceso.

Las heteras o hierodulas[3], jóvenes o adultas, eran las supuestas mujeres “liberadas” (adjetivo derivado de la diosa arcaica romana, Etruria y de la Magna Grecia, llamada Libera-Libertas). Estas mujeres mantenían comercio sexual religioso “purificador”, con el argumento de ser culto para la fertilidad en sociedades principalmente agrarias, guerreras y artesanales. Esta ofrenda propiciatoria y expiatoria, hace milenios, se daba en culturas tan variadas como la babilónica, la griega antigua o la cananita[4]. Su utilización pretendía así aumentar la fertilidad telúricamente, variando la divinidad homenajeada que, según se verá, tenía caracterizaciones constantes.

Las Bacchanalia (bacanales), de hecho, recogen ritos romanos semejantes de adoratrices, que primero tuvieron por veneración al dios Pan (etimológicamente “hijo de todos”, debido a su concepción poliándrica; representante de un naturalismo salvaje y cuya figura fue origen del vocablo pánico, como miedo masivo enloquecedor). Ese semidiós, mezcla de humano y cabro con cuernos, en tiempos de primavera sería remplazado como ídolo y leitmotiv, en un segundo momento, para ceremonias análogas por otra representación de la incontinencia en la conducta: Baco o Dioniso (dios del vino, la juerga, el esoterismo y la intoxicación) a fin de mantener celebraciones similares, siendo sus cultoras llamadas las bacantes.

De acuerdo con el recuento de Brian Morris (2006), en Religión y Antropología, una introducción crítica, gran cantidad de movimientos “neopaganos” actuales, de “brujería moderna”, o cultos hacia una diosa madre, los cuales tienen características que repiten elementos y rasgos culturales de aquel entonces, solapan cultos, creencias, conductas, comunidades o movimientos culturales y se sintetizan, para el autor, en el concepto del siglo XX Nueva Era (New Age).

Así las cosas, los excesos ceremoniales antiguos, que han sido esporádicamente revitalizados por la brujería anglosajona, conocida como wicca, sufren una amplificación cultural. Basta ver la programación juvenil e infantil para notarlo. Brujas, zombis, monstruos, hombres lobo, vampiros, momias y otras criaturas del inframundo componen el imaginario de “divertido terror”, en torno al mundo de la muerte.

Los iniciadores de este neopaganismo consciente, Margaret Murray (antropóloga egiptóloga), G. Gardner (brujo e iniciador de la religión wicca) y A. Crowley (ocultista egresado de Cambridge, misógino, satanista e iniciador de la religión telemita), todos ingleses, hacían hincapié en que la “gran diosa” y el “dios astado (con cuernos)” eran centros de su culto politeísta, que por sus discursos a la vez animistas-panteístas y por su origen geográfico británico, hacen que su influencia se conozca igualmente como neodruidismo. Ahí reside la fascinación con Stonehenge y los posibles rituales allí realizados. Sus lineamientos supersticiosos de creencia esotérica, creyentes en danzas espirituales, fueron –antes como ahora– convertidos en rebeldía grupal femenina y bisexual, culto indigenista que, en la Antigüedad romana, además del sexo ritual promiscuo, terminaron incluyendo el despedazamiento de animales –en remembranza del asesinato de Baco por los Titanes–, automutilaciones y el consumo de alucinógenos en imitación de la danza de las Ménades (etimológicamente, “las que desvarían”), que en el mito antiguo habían criado a Baco. En el neopaganismo, es famoso el libro La danza espiral.

Los sucesores romanos mantuvieron dicho culto orgiástico a Baco, que antes en Grecia había hecho –según el relato de Eurípides en Las Bacantes–, asesinas del rey tebano Penteo y de Orfeo, al suponer un choque entre el culto apolíneo al dios del sol y la inteligencia, opuesto al abandono a los instintos que estas personas defendían.

Reproducciones sociales posteriores, con la misma expresión de actos, incluyen los aquelarres (palabra vasca sostenida hoy como práctica por los neopaganos) medievales y renacentistas, significando reuniones de brujas donde se sostenían ceremonias heréticas de adoración, que incluían culto orgiástico hecho con el propósito, al igual que en el caso de las bacantes, de ser copuladas en el éxtasis por su objeto divino de veneración; donde también había infanticidios, antropofagia, sodomía, zoolatría en torno a un cabro y otros actos sacrílegos.

Estas viejas prácticas desenfrenadas fueron por ello prohibidas desde épocas romanas por la Ley de las Doce Tablas, base del derecho romano, y deber para todos los ciudadanos de la Republica romana, según refiere el historiador Tito Livio –quien también describe los ritos homicidas– y por Cicerón. Luego las nuevas versiones de esos cultos, por similares motivos, serían también el objeto de violenta persecución en las inquisiciones, católica y protestante. En el segundo caso, dicha inquisición fue dirigida directamente por Calvino. El esoterismo, eufemismo del ocultista decimonónico Eliphas Levi, estaba basado en una palabra griega que significaba “interior”. Como tal, hace su culto a lo oculto, pues se creía que estaba la divinidad dentro de cada elemento y ser. En esa concepción, que todos sean dioses significaba que no había Dios monoteísta y a su mística invocación de espíritus o a esa iniciación a misterios la llamaban “gnosis”. Una charlatanería profunda cuyos enemigos eran las religiones monoteístas y patriarcales del libro. En su metodología había sincretismo, de tal manera que se sazonaba con toda clase de elementos y teorías religiosas ajustadas a cada cual.

Desovillando hilos de nombres y significados

La prostitución (porneia en griego) sagrada gravitó sobre un arquetipo femenino que, para la terminología del neoplatonismo, o de Carl Jung, muta los nombres pero conserva su imagen y resume una misma idolatría hetera, ávida de sexo y sangre, en torno a una quimérica mujer animal tenida por “madre de las rameras”, hija del dios mesopotámico Sin –pecado en inglés– o Marduk (divinidades-demonios mesopotámicas que eran una según su caracterización, pero por inflexiones de los lenguajes y culturas identificadas como Lilitú - Lilu - Lulu - Ardat Lili; babilónicos-cananitas-semitas Lilith - Asheráh – Astoret - Astatroth – Ashtoreth - Astarté (fenicia) - Shaushka (hitita) - Bariritu (asiria) - Afrodita (griega, que fue objeto de adoración de Safo de Lesbos) - Venus (romana) - Eostre (etrusca) - Innana (sumeria, de Uruk, cuya pictografía coincide con la estatua de la libertad) - Istar - Ishtar (de Acadia sincretizada de Uruk) - Lamia (hasta el medioevo); la egipcia Isis; la asiática Kybele (Cibeles), que de frigia en Asia menor llega a Grecia entendida como Rea, y la divinidad griega de la agricultura Deméter; las romanas Ceres - Libera - Proserpina guardan el patrón). El reencauche se da en la brujería wicca sobre la diosa Luna Diana y toda una espiritualidad oscura que –según Morris indica– suele tener guías que imitan el carácter del personaje astado. Así, el humano ha de comportarse como un animal o, en el mejor de los casos, como una quimera (mezcla de especies). Para dicho autor, de ahí viene la explosión bibliográfica de teólogos feministas y ecofeministas, desde los años 70, sobre una diosa madre y especulaciones edénicas sobre un falso pasado idílico matriarcal que –se omite– también estaba cargado de violencia irracional y crímenes.

El historiador y abogado suizo Johann Jakob Bachofen –padre del matriarcalismo, constructor de la antropología y el simbolismo cultural–, describe esta época y costumbre, en lo que atañe el uso sexual de mujeres “liberadas”, con el nombre de heterismo; que centraba su divinidad en la divinidad Ishtar o Astarté, como primera etapa incluso prehistórica, caracterizada por los tótems en piedra de mujeres voluptuosas. Obras como la película La guerra del fuego, de J. J. Annaud, o los libros de Jean M. Auel, dan visos de estas épocas. En la práctica, de 6000 años hacia el presente, las liberadas eran alienadas esclavas sexuales a las que se les imponía una labor social heterónoma –adjudicada por otro–, convenientemente manipulada a nivel discursivo como autonomía o libertad para conveniencia de terceros[5].
La fase del heterismo se caracterizó históricamente por el salvajismo violento, el comunismo y el poliamor. Estas observaciones de Bachofen determinaron que Engels dirigiera su libro Origen de la familia como rabiosa contestación al profundo estudio de Bachofen y diatriba contra la familia tradicional, porque promovía la acumulación y así la solidez económica. Pero su crítica con bases imitativas, superficiales e ideológicas, no supera el contraste con la seriedad y profundidad histórica del primer autor, al leer ambas obras.

El heterismo era un extremismo feminista, que era injusto con el hombre, como lo corrobora Robert Graves en la Historia de los griegos. La ruptura de esas costumbres hacia la familia matriarcal mediterránea, de acuerdo con la revisión de ambos, implica el paso a la civilización para consolidación de la supervivencia general, yéndose al patriarcalismo europeo y semita. El cristianismo logra aplacar con estabilidad esa “guerra de sexos”, en vista de la entronización de la virgen María que, con una virtud excepcional e imitable, permite el parto de la salvación humana masculina y la instauración de un matriarcado mediterráneo vigente, con la familia tradicional como eje.

Íconos y etapas similares también se vieron en la mitología de algunas tribus indígenas americanas. Los fálicos restos arqueológicos del “infiernito”, en Moniquirá, son testimonio de estos rituales de heterismo en suelo americano. La cosmogonía y comportamiento de los personajes es similar en la cultura precolombina con Bachué, Xue, Chía y Bochica, divinidades que se regulan hasta encontrar una estabilidad y moralidad social, tras oscilaciones entre la maldad y el desenfreno.

El libro bíblico judeocristiano de Oseas –el profeta judío de la famosa frase de Dios, que retoma Cristo, “Misericordia pido y no sacrificios”– narra la historia inicial de enfrentamiento y ruptura con esas conductas de sexo propiciatorio en el siglo octavo a. C., que algunos farsantes, como es evidente, han querido reincorporar a su modo para justificarse.

Culturalmente, debido a esa genealogía judía, la Torah prohíbe los sacrificios o inmolaciones ante brujos o falsos dioses como Moloch, que conductualmente en el mundo antiguo –incluyendo aborígenes americanos (aztecas -mexicas-, Teotihuacán, decapitaciones mayas, infanticidios toltecas y totonacas, y en Suramérica muiscas, mochicas, antropofagia caribe, capachoas incas, que escogían personas como chivos expiatorios)– incluían entonces no solo animales para sacrificio, sino víctimas humanas; y que como actos culturales fueron reducidos solo a determinados tipos de animales (tórtolas, corderos) y a momentos concretos.

Por su parte, gracias a Cristo y la herencia cristiana, se llega al sacrificio incruento –sin sangre–, por medio de una sangre sublimada en vino y de una carne que se convierte en trigo (transustanciación), en la ceremonia propiciatoria y expiatoria sin derramamiento de sangre, llamada Eucaristía (buen amor*). Se reprueban los escándalos hacia los niños y las excusas sexuales para ceremonias religiosas son condenadas.

Toda una evolución antropológica humanitaria. Se pone fin a los sacrificios cruentos y vejatorios. Ahora, dos milenios más tarde, ante la reaparición de esas otras clases de denigrantes “ministraciones”, esta clase de abusones ven allanado, su actuar al menos en Colombia, debido a una laguna creada por legisladores que actuaron de modo superficial o malintencionado al permitirlo:

La eficiente defensa del denigrante pastor Gámez decía que no había delito, pues ninguna ley nombraba o tipificaba tal acto:
Pero en realidad, la palabra que describía históricamente ese crimen, con la intención jurídica de prevenirlo y disuadirlo, el estupro, fue borrada del Código Penal colombiano, hace relativamente poco, en el año 2000. Su inexacto remplazo fue el eufemismo del abuso sexual.

¿Las cosas por su nombre? Del “estupro” y la “violación” a los “actos sexuales abusivos” y “accesos carnales no consentidos”

Michel Foucault (1979, p. 50-1) aconseja en su obra, La Arqueología del saber, dilucidar las genealogías conceptuales. Eso para esquivar los engañosos procesos de continuidad y discontinuidad teórica –lejos de si estos hechos son intencionales o no–, como podrían ser los cambios de nombres en las formaciones de los discursos ideológicos o en la manera de describir la realidad o las ficciones.

Pero cambiar nombres no es algo que solo se haya dado en ámbitos religiosos. Un tema de actualidad, pero con bastante más de 200 años de historia, también lo representa.

El libre comercio, por ejemplo, ha cambiado de nombre en varias ocasiones, presentándose como nuevo.

Laissez-faire, leseferismo, librecambio, elección libre (free choice), elección pública (public choice), libre comercio o librecomercio, libremercaderismo o libre mercado (free trade), neoliberalismo, buen gobierno, liberalización económica, desregulación, o apertura económica, de comercio o mercantil, aluden al mismo modelo teórico en economía y política.  

El nombre importa por su significado y capacidad social de identificar una entidad.

Volviendo al caso inicial, por ejemplo, si la controversial acción sexual, repetida múltiples veces por el falso pastor hubiese sido cometida antes del año 2000, sí que habría un claro e indudable delito.

¿Cómo es eso? El delito denominado “estupro” tiene una descripción compatible con los hechos relatados.

Estupro, según la última edición del DRAE, se define como: coito con persona mayor de 12 años y menor de 18, prevaliéndose de superioridad, originada por cualquier relación o situación”. Este delito no implica abuso sexual violento o por la fuerza, sino entrega voluntaria mediada por el engaño, o por la coerción (persuasión coercitiva); coloquialmente también entendida como “corrupción de menores”. Esa conducta es delito vigente en la mayor parte de las legislaciones mundiales.

Pero los eufemismos –que buscan que las cosas no suenen mal– suavizan la idea sobre los mismos actos. No obstante, pueden hacer perder la capacidad de identificación. Con la Tabla que se verá al final, es evidente que toda una serie de acciones negativas, e incluso criminales, se están presentando con nombres nuevos y bien mercadeados socialmente, en muy distintos campos, significando un retroceso a un mundo salvaje. Por ejemplo:

¿Alerta igual decir aborto –para el DRAE: interrupción del embarazo por causas naturales o deliberadamente provocadas que puede constituir eventualmente un delito–, que interrupción voluntaria del embarazo, o el impersonal “IVE” (por sus siglas), como algunos pretenden llamarlo ahora?

¿Alerta lo mismo decir homicidio –según el DRAE: muerte causada de una persona a otra” y “delito consistente en matar a alguien sin que concurran las circunstancias de alevosía, precio o ensañamiento”– que fuego amigo, daño colateral o, en campos médicos, eutanasia, suicidio asistido o muerte digna?

El hecho es el mismo, sin embargo, discursos culturales buscan hacer ver diferente, hasta positiva, una acción negativa. Endulza así una acción reprochable, tan reprochables que ambas acciones hacen parte de las prohibiciones expresas a los médicos, establecidas en el tercer compromiso del Juramento Hipocrático.

Cuán importante es, por tanto, el lenguaje que usamos y percibimos desprevenidamente. El lenguaje, cada letra y concepto, después de todo, si son más que símbolos y signos que construyen una matriz cultural o una interpretación lo más objetiva posible de la realidad.

En el espíritu del mismo autor francés, la multiplicidad de nombres puede esconder una misma práctica presentada como nueva, pero que es tan vieja, y por lo general tan vergonzante – dados sus inconvenientes resultados sociales en el pasado–, que se opta por esconderla con neologismos o replanteamientos lingüísticos al volver a presentarla en el “nuevo” modo, “reencauchado”, cuando en realidad refieren a un solo y mismo objeto, o práctica, a lo largo del tiempo.

Tal comportamiento en sí suele ser un formidable medidor ético:

Un acto que debe ser realizado a escondidas, o enmascararse tras mentiras o engaños, difícilmente no significa problemas serios en el futuro.

Para volver al caso, la relación sexual con persona menor de 18 años es punible si hay posición ventajosa dominante, aun en un país tan liberal como Suecia.

Pero una cosa es liberalidad, respetando la justicia, y otra muy distinta consentir una criminalidad disfrazada.
EE. UU. valida el consentimiento sexual solo a partir de los 18 años en sus estados más liberales como California, Florida, Oregón o Colorado (a los 17), que en caso de cometerse es penalizado con cárcel.

Estupro y otros abusos “refraseados”

¿Y qué de lo anterior? Estupro, efectivamente, es una vieja palabra latina que estaba en el derecho romano. Su raíz lingüística (Lat. strupum que significa atónito, pasmado, sin palabras, o sin saber reaccionar) es la misma raíz de estupefacto, estúpido o estupor.

Esta era una conducta punible tipificada en el Código Penal de 1980 (art. 301 y 302 del Decreto 100 de 1980), abolida en el congreso de un caprichoso plumazo por la ley 599 del 2000 (Código Penal Vigente en Colombia).

Según eso, ¿conceptos como hierodulas, heteras, prostitución sagrada, estupro, pedofilia y pederastia volvieron a la realidad amparados por una permisividad legal gradualista y seudocientífica, que pareciera querer permear cada vez más la normatividad, desmontando abusos sexuales desde su tipificación?

Y hay que decir de forma seudocientífica, por cuanto la pedofilia es una parafilia para la ciencia y un peligro social en criminología. Parafilia es una palabra técnica que envuelve los freudianos desordenes sexuales de la “perversión” (aparece descrita como perversión, en la Teoría Sexual de Freud).

Perversión (lat. pervertere, que significa dar la vuelta, volcar o invertir) es un término utilizado en psiquiatría, psicopatología y por los pioneros de la sexología, tanto como en el psicoanálisis, desde Freud mismo.

Como parafilia es una categoría presente, en los manuales de diagnostico psiquiátrico DSM V[6] o en el ICD-10 de la OMS (Categoría F65)[7].

En esta conducta el deseo sexual se da hacia: 1) no humanos, 2) el sufrimiento o humillación propia o de la pareja, 3) niños (pedofilia), y 4) personas que no desean el contacto o la relación sexual[8].

Curioso es que ha querido ser también borrada como categoría de ese manual científico por políticos y grupos sociales que presionan (lobby) en este sentido.

Eso es nefasto. No puede haber vacíos que promuevan la corrupción de menores. Menos aún cambios científicos por presiones de grupos de interés.

La mayor parte de depredadores sexuales criminales, en estudios epidemiológicos, son pedófilos y parafílicos, según estudios acordes con la categorización del DSM (necrofilia, zoofilia, clismafilia, urofilia, fetichismo o parcialismo, etc.), lo que resalta su valor diagnóstico y preventivo ante la clase de crímenes derivados[9].

 ¿Incidentes aislados o propósito?

La impunidad ya no atañe solo a magnicidios, homicidios o estafas multinivel. Los hechos permitirían notar una progresiva despenalización y atenuación de penas en materia de delitos sexuales.

La causa del fenómeno no sería solo permitido desde el legislativo. En indignante paradoja, el director del máximo ente acusador, la Fiscalía en Colombia, se apersonó, durante mayo, de defender la rebaja de penas a violadores de niños[10].

Llama la atención que en la actualidad, pese a que en 2014 hubo 39 infantes violados por día, la Fiscalía, reiterativamente desde agosto de 2015, está sosteniendo una nueva cruzada en este sentido que beneficie no a las víctimas, sino a los victimarios: a los violadores de niños[11]. El ablandamiento de penas en este sentido no es un avance, pero en cambio sí es compatible con un absurdo retroceso social a bárbaras épocas antiguas, pese a que la pedofilia sea clasificada como desorden parafílico. En contraste, el resto de países latinoamericanos –desde Bolivia hasta Chile pasando por Brasil o México–, en sus distintas federaciones, conservan la acción punitiva, la palabra y la tipificación como delito.

En España, se describe la conducta de la siguiente manera –en el Artículo 182 de su Código Penal, desde 1995, con la redacción aprobada en 2010; regulada antes por el Art. 1831–diciendo que comete delito el que, interviniendo engaño, realice actos de carácter sexual con personas que no sean mayores de edad. El castigo es prisión.

Con preocupación debe verse la acrecentada tendencia institucional a la despenalización, rebaja de penas y legalización de otrora delitos, a la par que el caos social ha ido en incremento.   
Hasta el director del área de Derecho penal de la Universidad de Los Andes defiende la idea con argumentos que, con cierta óptica maniquea (derecha mala - izquierda buena), ni siquiera tolera la posición de centro-izquierda de Claudia López, o de Gilma Jiménez, por estar en desacuerdo con ese tipo de disminución punitiva que promueve los crímenes y la impunidad contra la infancia[12].

Otra prueba, en el mismo sentido, es que de no haber sido por el escándalo mediático que desató Pirry, el asesino pedófilo, Garavito, hubiera quedado en libertad con mínimo tiempo purgado. ¿Pero y cuándo no hay escándalos televisivos? En términos menos mediáticos, una acción judicial ante la Corte de más de 500 condenados por violación, en 2012, por poco deja libres a los perpetradores, de no ser por la intervención académica[13]. Los niños están en peligro.

¿Qué está pasando? ¿Es un empeño? Al menos injusticia sí es, por dejar a niños a merced de depravados. ¿Retroceso histórico? También. La efebofilia griega era la búsqueda de púberes y adolescentes por parte de adultos “verdes”. 

La involución, según el DRAE, es propiamente la detención y retroceso de una evolución biológica, política, cultural, económica, etc.

En ambos casos discutidos, prostitución sagrada y pedofilia, tal impunidad significaría aceptar prácticas que, al victimizar población vulnerable, implican un retroceso a tiempos del salvajismo, o bastante antiguos cuando se practicaba el infanticidio, y las mujeres como los esclavos, eran cosas deshumanizadas para usar.

Los convincentes discursos de “progresismos”, tan en boga en la caótica actualidad, en vez de hacer evolucionar a la sociedad, están abocando la sociedad al caos. Bajo ideologías de igualdad, lo que importa es la imposición y la hegemonía de la superficialidad: el egoísmo y narcisismo de una época de selfis y zombis, donde parece que la gente solo lee titulares.

Al estar asechada la vida inevitablemente por la injusticia de seres humanos que premeditadamente consienten la maldad, la aspiración humana de la justicia exige la urgente acción y reacción, el ampliar los elementos de juicio a análisis contextuales para la defensa contra hechos injustos, aunque legales, que de no ser por la palabra (logos) y su método (Lógica), pasarían inadvertidos.

El patetismo metaético y los pretendidos cambios de significado de los eufemismos, como se ve, apenas en una lista corta, que el mismo lector puede ampliar, resultan dramáticos por su amplio espectro y, por qué no decirlo, en varios casos hasta da risa, pese a lo tragicómico.

Prost! Cheers! Sante! ¡Salud! Las palabras importan…

* Más bien “agradecimiento”, “gratitud”. εὐχαριστία: thankfulness, gratitude, giving of thanks (LSJ, s. u.). N. del C.

** Es preferible la forma hetera a hetaira, que ni siquiera aparece en el DRAE, muy citado por el autor. Asimismo, hierodulo es el esclavo, de ambos sexos, consagrado al servicio de la divinidad. El acento debe ser grave, pese a lo que pone el DRAE. N. del C.

Tabla comparativa de definiciones clásicas con eufemismos culturales actuales

Terminología clásica Equivalente posmoderno

1.     Voluntarismo / Egolatría

Autonomía

2.     Maquillar la realidad

Engañar

3.     Terquedad

Alta tolerancia a la “frustración”

4.     Debilidad

Baja tolerancia a la frustración

5.     Corrupción

CVY, sacar tajada, mermelada

6.     Totalitarismo / Dictadura

Democracia unipartidista

7.     Drogado (a)

Colocado (a)

8.     Vicioso / Adicto

Codependiente

9.     Versión

"Su verdad"

10.   Engaño Institucional

Cortina de humo

11.   Despidos

Recortes

12.   Segregación

Acción afirmativa

13.   Vanidad

Manejo de imagen / venderse a sí mismo

14.   Promiscuidad

Poliamor / relaciones abiertas

15.   Estupidez

Autoengaño

16.   Inyectar dinero público a

        entes privados

Inyectar liquidez a la banca

17.   Egoísmo / Egocentrismo

Individualismo

18.   Estabilidad

Zona de confort

19.   Egocentrismo

Ser fiel a sí mismo

20.   Esterilización y aborto

Eugenesia negativa

21.   Bisexualismo

Experimentación sexual

22.   Espionaje

Inteligencia

23.   Pereza

“Arrunchis”, procrastinar

24.   Zoolatría

Animalismo

25.   Traidor

Infiltrado

26.   Eugenesia

Mejoramiento humano (human enhancement)

27.   Usura

Préstamo con alta tasa de interés

28.   Decadencia

Populismo

29.   Degeneración social

Posmodernismo / progresismo

30.   Pérdida económica / Quiebra

Crecimiento económico negativo

31.   Recesión

Crisis

32.   Impío

Ateo

33.   Deuda

Cartera

34.   Bestialismo

Zoofilia

35.   Atractivo (a) Sexual

“Bueno (a)”

36.   Terroristas

Ejércitos de liberación

37.   Fornicación

Sexo

38.   Fornicar

“Culiar”, tirar, coger, follar

39.   Vendedor

Asesor Comercial / representante de ventas

40.   Adulterio

Aventura extramatrimonial / matrimonio abierto / poliamor

41.   Racismo invertido

Discriminación positiva

42.   Robo

Apropiación indebida

43.   Pauperización, Empobrecimiento

Pérdida de poder adquisitivo

44.   Soborno

Mermelada

45.   Viejo verde

Viejo verde

46.   Vieja Verde

“Cuchibarbie”, Milf

47.   Oclocracia

Populismo

48.   Heterismo

Feminazismo

49.   Animista

“Pachamamerto”

50.   Superstición / Sugestión

Nueva Era / seudociencia

51.   Matriarcalismo

Feminismo

52.   Patriarcalismo

Machismo

53.   Virtud

Valor

54.   Codicia

Ambición

55.   Prostituta (o)

Prepago / acompañante

56.   Homicidio

Baja, fuego amigo, daño colateral

57.   Genocidio

Limpieza étnica

58.   Masacre

Limpieza social

59.   Muertes civiles

Daño colateral

60.   Culpa

Responsabilidad

61.   Atracadores homicidas

“Fleteros”

62.   Bien

Mal

63.   Mal

Bien