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El restablecimiento de las relaciones bilaterales Estados Unidos – Cuba

Luisa Fernanda López Bolaños

El restablecimiento de las relaciones bilaterales Estados Unidos – Cuba

Históricamente las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba han estado determinadas por la confrontación, debido a factores como el rechazo cubano de la injerencia estadounidense en los asuntos internos de la isla, así como la presión norteamericana hacia Cuba para generar un cambio ideológico y político al interior de su territorio. Aunque estas divergencias coexisten desde el siglo XIX, se consolidaron durante la era de la Guerra Fría, cuando Cuba fortaleció las relaciones diplomáticas con los países miembros de la Unión Soviética luego del triunfo de la Revolución, teniendo como consecuencia la firma de acuerdos comerciales con países como Checoslovaquia, China, Corea, y Alemania, quienes se convirtieron en los principales importadores de caña de azúcar cubana durante el extenso período de aislacionismo en el que se encontró la isla, por varias décadas.

No obstante, la década de los años 60 resultó fundamental para la neurálgica relación bilateral entre Estados Unidos y Cuba, al representar el rompimiento de relaciones diplomáticas, la instauración de un embargo económico, y el aislacionismo internacional, factores que si bien encontraron contrapeso en el fortalecimiento de vínculos con países del bloque comunista, estos fueron desvirtuados con la disolución de la Unión Soviética. Sin embargo, la llegada al poder de Hugo Chávez en Venezuela en 1999, significó para Cuba un nuevo escenario de oportunidades, al ser un aliado estratégico para el proyecto integracionista que ideó el mandatario venezolano.

Es así, como Cuba encontró en la región la oportunidad para fortalecer lazos con otros países como Rusia y China, lo que puso de manifiesto una transformación en las relaciones de poder en el escenario internacional, que tuvo uno de sus puntos más álgidos históricamente, el 17 de diciembre de 2014 cuando Barack Obama –tras 54 años de ruptura- declaró “la normalización de las relaciones diplomáticas con Cuba” sin que ello implique el levantamiento del embargo económico.

El pronunciamiento del presidente estadounidense acerca del restablecimiento de relaciones con Cuba cobró importancia en la comunidad internacional, ya que después de más de medio siglo de enemistad, los dos mandatarios sostuvieron una conversación telefónica –con la que culminó un proceso secreto de un año de negociación- concluyendo que es necesario trabajar la confianza para recuperar los vínculos diplomáticos, económicos y turísticos que habían sido rotos desde inicio de la década del 60. Sin embargo, esta decisión ha planteado interrogantes como ¿Por qué Estados Unidos tomó este nuevo rumbo en términos de política exterior? A lo que se puede responder que va a dejar de concebir como enemigo a uno de los países que de acuerdo con la OEA promovía el terrorismo internacional por un lado, o si por el contrario, es una nueva estrategia de recuperar alianzas con un actor estratégico que se ha fortalecido en el sistema mundial.

Esta última hipótesis se argumenta en tres ideas fundamentales: por un lado, el posible agotamiento del discurso anti socialista debido al auge de organismos de integración regional que han aumentado alianzas con países de tendencia anti capitalista; por el otro, la inserción regional e internacional alcanzada por Cuba debido a la nueva tendencia ideológica regional; y por último, el debilitamiento económico de Estados Unidos ante el resurgimiento de países como China, que han aprovechado la bonanza para aumentar su inversión extranjera en las economías latinoamericanas además, del fortalecimiento de vínculos políticos.

Desde la perspectiva del primer argumento, se ha podido evidenciar que el fin de la Guerra Fría generó el escenario propicio para el fortalecimiento de Estados Unidos como hegemonía del sistema internacional, al convertirse en el promotor de las políticas internacionales a través de su liderazgo en organismos como la Organización de Estados Americanos –OEA-, la Organización de las Naciones Unidas –ONU-, el Fondo Monetario Internacional –FMI- y el Banco Mundial, entre otros; lo que condujo a que las políticas exteriores de los Estados giraran hacia la promoción de la apertura económica y el libre mercado. No obstante, al finalizar la década de los años 90, el panorama empezó a cambiar con la llegada al poder de Venezuela de Hugo Chávez, quien no solo se convirtió en el primer contrapeso de Estados Unidos sino del sistema capitalista mundial.

Lo anterior, se hizo a través del nombre ideológico de “Socialismo del Siglo XXI”3 que fue extendido hacia la región a través del surgimiento del ALBA4 como alternativa de integración latinoamericana ante el ALCA –Área de Libre Comercio de las Américas- establecido por Estados Unidos con el fin de reducir las barreras arancelarias para todos los países de América, excepto Cuba. Esta fue la primera expresión abierta de rechazo a la exclusión estadounidense de Cuba, y por consiguiente a la apertura de espacios de integración y cooperación para la isla, que más tarde fueron fortalecidos con el apoyo de los países miembros de UNASUR y la CELAC.

De esta manera, se puede analizar el segundo argumento de la inserción regional e internacional de Cuba, pues fue el ALBA el que abrió las puertas al establecimiento de relaciones con otros países al punto que actualmente tiene vínculos comerciales con España, Canadá, Italia, China, Rusia y Venezuela, a quienes exporta principalmente caña de azúcar, medicinas y en el caso de China, exporta además petróleo y mantienen vigente el primer acuerdo firmado entre los dos países en materia de cooperación científica y tecnológica. Adicionalmente, mantiene relaciones políticas con otros países como México, Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador y Nicaragua.

Los vínculos económicos y políticos que han afianzado la inserción de Cuba en el sistema internacional, se ven complementados además con la cooperación en materia de seguridad que mantiene con los países del ALBA, principalmente Venezuela, y China, que de acuerdo con la Red de Seguridad y Defensa de América Latina –RESDAL- es el principal proveedor de equipamiento, especialmente en lo que concierne a transporte militar. Sin contar con que tiene agregados militares en Bolivia, Colombia, México, Nicaragua y Venezuela.

En este sentido, el fortalecimiento de la integración regional a partir de un proyecto ideológico ha llevado a la inserción de Cuba en escenarios no solamente regionales sino incluso globales, lo cual ha tenido un factor influyente: el económico, ya que Estados Unidos ha dejado de ser el principal socio comercial de los países latinoamericanos al ser Brasil y Chile los principales países exportadores de China, en productos como cobre, hierro y acero; y Venezuela y Perú en hidrocarburos. Lo cual condujo a que se aumentaran tanto las exportaciones de Latinoamérica hacia China, como la inversión extranjera del país asiático en la región, al ser por ejemplo, el financiador del canal interoceánico de Nicaragua, y el inversor de proyectos de explotación petrolífera en Venezuela.

Este último aspecto económico ha tomado una relevancia estratégica, en la medida en que las nuevas configuraciones de relaciones de poder evidenciaron no solo el desgaste del discurso sino más aun, la afectación directa en el crecimiento económico de Estados Unidos, quien ha sido removido del primer lugar por China, favorecido por la declaración de la OPEP –Organización de Países Productores de Petróleo- acerca de la imposibilidad de controlar el precio del petróleo, luego de la caída que lo situó por debajo de los US$65 el barril en el 2014, y que a pesar de ello, le sirvió a China para mantener la estabilidad al tener un superávit comercial de US$54.700 millones.

Es por ello, que uno de los argumentos del mandatario de Estados Unidos para restablecer las relaciones fue el fracaso del embargo económico, evidenciado además en el cuadro siguiente, en el que se puede observar que desde el año 2000 a 2014 hubo un incremento en la exportación de mercancías estadounidenses a Cuba, de US$7 millones a US$193,7 millones, respectivamente.

Por lo tanto, se puede concluir que Estados Unidos vio la necesidad de rediseñar la política exterior ante un escenario que plantea desafíos estratégicos debido a la nueva configuración de relaciones de poder, donde la ideología logró generar importantes vínculos económicos para así consolidar los políticos y avanzar hacia la transformación del sistema mundial demostrado en el colapso de la OPEP, el auge de los BRICS, el empoderamiento de China y Rusia, y –por qué no- el triunfo del Socialismo del Siglo XXI –.