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Ciencias Humanas o el trueque por lo productivo

Jorge Enrique Bernal Medina

Ciencias Humanas o el trueque por lo productivo

El pasado 10 de octubre de 2015, leí en el periódico El Espectador un artículo que me dejó pasmado. Escrito por Pablo Correa y Steven Navarrete, editor y articulista respectivos. Su título: “¿El fin de las humanidades?”. En este escrito se dan a la tarea de evidenciar, según estudios hechos por Colciencias, que las Ciencias Humanas son menos relevantes para el país que las Ciencias Exactas. Así por lo tanto, afirman, se iba a desincentivar a las Humanidades, para otorgarle un papel más amplio a la Ciencia.

Con este precedente, el objetivo del presente artículo consiste en equiparar amabas caras de una misma moneda, planteando un desarrollo integral de la educación en Colombia, demostrando que los criterio de Colciencias son equivocados, o que por lo menos, no toman en cuenta un factor esencial para su propio desarrollo.

En consecuencia de lo planteado, apelaré  una metáfora cinematográfica que me marcó a los diecisiete años de edad: En la parte introductoria de la película de Steven Spielberg, “La lista de Schindler”, más exactamente en su minuto 26, un hombre judío que estaba siendo reclutado para la atroz masacre antisemita dice: “¿Qué no soy esencial? Enseño Historia y Literatura. ¿Desde cuándo no son esenciales?”, al tiempo que iba siendo llevado a un campo de concentración.

Guardadas las proporciones, una acción semejante se estaría llevando a cabo en Colombia. Pareciera ser que las Humanidades ya no son esenciales; pareciera que la incapacidad del Estado para ocuparse de manera integral de la educación, no pudiera ser atendida de forma equitativa tanto para la Ciencia como para las Humanidades. De esta forma se está sometiendo a la educación a la falacia conocida como falso dilema: O es todo o es nada; o conmigo o contra mí; es usted patriota o terrorista; prefiere a la ciencia que sirve y hace avanzar, o las humanidades que no son esenciales para el desarrollo.

Esta lamentable política, es el producto de un país y unos dirigentes acostumbrados a actuar a las patadas. Incluso, desde el comienzo del artículo de Correa y Navarrete, se plantea una pregunta falaz para efectos de una integralidad educativa: “¿Está Colombia apostando a un modelo donde abogados, educadores y psicólogos le ceden el liderazgo a biólogos, químicos, ingenieros y físicos?

En este caso y desde luego, en un modelo si es integral y completo, no cabe el “apostar” por una parte o por otra, sino invertir por igual y equitativamente en ambos sectores.

En la escena que se rememora para el ejemplo planteado, acto seguido aparece Isaac Sterne, personaje interpretado por Ben Kingsley, elaborando un certificado para que este mismo profesor de Historia y Literatura, le sea adjudicada la función de “pulidor de metales”: “¡Estás loco! Lo dejaste en el cajón. ¿Cuántas veces te lo he dicho? El certificado de trabajo debes llevarlo siempre en el bolsillo”. Y en seguida se da el milagro: “Soy pulidor de metales. Soy una persona esencial”, pasando a la fila de judíos que serán esclavizados durante el régimen nazi.

Desde luego que vuelve y se repite, guardadas las proporciones, pareciera ser que el mismo efecto se va obrar en Colombia, al retirar presupuesto para las Humanidades, en pro de trasladarlo a la Ciencia. Aquí se debe aclarar que, por supuesto no tengo nada en contra de la ciencia. Todo lo contrario. Soy filósofo y valoro ambos campos por igual. Sin embargo lo que más incomoda de la actitud gubernamental, es que por una estadística amañada o por una circunstancia coyuntural, se sacrifique una cosa por el bien de otra, sin evaluar la necesidad evidente de la Humanística en el país.
El trabajo del equipo del expresidente César Gaviria Trujillo en esta materia, se ha dicho en más de una ocasión ha sido espurio. La comisión de sabios como todo lo bueno en Colombia, terminó desvaneciéndose en el aire corrupto de procesos ocho mil, intención de paces mal planeadas y guerras sin fin. Todo esto porque en Colombia lo que cuenta es la plata. Lo dijo Tirofijo en una ocasión: “Aquí el problema es de plata. Nada más”. No por eso sino por “cultura” general, se lo inculcan los padres a sus hijos: “Haga plata mijo. ¿Cómo? No sé. Pero ¡haga plata!”.

Lo curioso es que esta tendencia no se presenta solo en nuestros lares. Cobra vigencia desde el año 2014, cuando el expresidente francés Nicolás Sarkozy, pareció haber accionado la palanca de una guillotina a la cabeza de las Humanidades en su país. En esta ocasión, dijo el ex mandatario algo como que hay más necesidad de poseer competencias laborales, en lugar de conocimientos de cultura general. ¿A qué se nos parece esta premisa?

El punto es que con estas actitudes a pesar de los hechos, la cultura es infamemente rebajada, y el pensamiento por el pensamiento, expresión más básica y plena de la libertad, está siendo vapuleado. Se afirmaría que en nuestro Estado de Derecho actual, a las cabezas no les sirve que los intelectuales piensen sino que produzcan. Vuelvo y repito: No se está en contra del presupuesto para la ciencia. Todo lo contrario. Es importante y necesario que se invierta en la ciencia. Pero no, que para hacer dicha inversión, se le quite presupuesto a la cultura. Esto es como borrar con el codo lo que se ha hecho con la mano; o como dice el evangelio según San Mateo 6:3: “Pero tú, cuando des limosna, que no epa tu mano izquierda lo que hace tu derecha.” En contexto sería, que la limosna que el Estado le otorga a la cultura, se invierta en lo que más se ha descuidado, así como se descuidan per se, la cultura y las Humanidades.

¿Qué sucederá en Colombia bajo estas pautas cuando se evidencien los resultados? Lamentablemente nada bueno. La ciencia en últimas perderá una dirección proporcionada por las Humanidades, que desenfocará el horizonte hacia donde tiene que ir. Se rebajará la planeación y la crítica, a la acción y ejecución arbitraria entre otras cosas. El panorama en últimas, parece ser aciago.