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La balanza comercial colombiana y su sensibilidad a choques externos

Ana Maria Cardona Romero

La balanza comercial colombiana y su sensibilidad a choques externos

Según los últimos reportes  del DANE (2015, p.2), las exportaciones colombianas a fecha de septiembre de 2015 habían caído 43.4% en relación con septiembre de 2014, lo que implicó que pasáramos de recibir US$5.069,3 millones FOB a US$2.867,1 millones FOB.

Las causas de esta situación son múltiples, está por ejemplo el hecho de que  hay una desaceleración del crecimiento económico de los socios comerciales más importantes de Colombia[1], y que en el último año se han realizado más cierres y bloqueos de las fronteras[2]. Sin embargo, uno de los factores más relevantes sin duda alguna ha sido la caída de los precios internacionales del petróleo.

La canasta exportadora de Colombia se podría explicar a partir de dos categorías de bienes. Por  una parte, están los bienes de exportación  tradicionales y  por otra  parte, se encuentran los bienes de exportación  no tradicionales. Entre  los bienes no tradicionales están  las manufacturas y otros bienes, los cuales representan  aproximadamente el 28% del total de las ganancias obtenidas por exportaciones.

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En comparación a ello, los bienes de exportación tradicionales están compuestos por los productos agropecuarios que representan el 22% y los combustibles o productos de industrias extractivas que aportan cerca del 50% del total de las ganancias.  De este 50%,  el petróleo aporta en promedio el 73% de las ganancias, lo que implica que solo este sub-sector  hace el 36% de la canasta exportadora total[3].

Ningún otro bien colombiano tiene tanta participación en las exportaciones como la tiene este commodity, dicha realidad explica la razón por la cual la caída de su precio llega a afectar tanto las ganancias por ventas externas.
Cuando una balanza comercial es deficitaria, el gran problema que afronta un país, es que no están entrando tantos recursos como los que están saliendo, por lo que hay un desincentivo a la inversión y por ende el desarrollo de la economía empieza a estancarse. Sin embargo, este no es el único problema que afronta la economía colombiana con la caída del precio del crudo.


Además de tener una gran participación en las exportaciones, el petróleo ha aportado en los últimos 5 años en promedio el 5% al crecimiento del PIB, ha representado el 20% de los ingresos corrientes a las finanzas del Gobierno (a partir de regalías, impuestos y utilidades),  y ha generado cerca del 40% de la Inversión Extranjera (López et al, 2013, p.4). Por lo que su influencia en otros sectores también es importante y la caída de su precio puede llegar a afectarlos.

 

Dicha situación de dependencia es comparable  a la que el país vivió durante la bonanza cafetera. Entre  1950 y 1990, el precio internacional de la libra de café llego a ser de US $2,36, esto supuso un aumento considerable de su participación en las exportaciones y en el PIB, para 1987 el café llego a  constituir el 70% de las exportaciones totales del país  y el 7,2%  del PIB (Cano et al, 2012, p.11).  


Lo que significa que durante los últimos 60 años la economía Colombiana ha sido  jalonada en gran medida por la producción de una única materia prima,  de 1950 a 1989 por la producción de café y de 1990 a 2014 por la producción de petróleo.


Al depender de la producción de un solo bien, la economía colombiana se hace más sensible a cambios en el mercado externo. De acuerdo con Keohane y Nye (1998, p.9).  “la sensibilidad consiste en qué tan rápido los cambios en otros países pueden afectar a un país, y qué tan costoso resultan dichos cambios para ese país”.

En el caso del café, cuando su precio cayó después de finalizará el Pacto de Cuotas[4],  Colombia pudo mantener parte de las ganancias dadas por este sub-sector gracias al aumento del volumen de las exportaciones[5], y a la política cafetera que soportaba precios internos altos.


No obstante, ni los altos volúmenes de producción, ni el dinero del Fondo Nacional del Café (FNC) fueron  sostenibles a largo plazo. De acuerdo con Lanzetta, lo que le permitió cubrir la demanda externa a los cafeteros fue la existencia de  grandes inventarios de café que habían sido producto de los años en los que el pacto les prohibía sacar más volúmenes al mercado, de manera que acabados los inventarios, la producción bajó.  En cuanto a los dineros del FNC la caída de los precios los puso en dificultades, para finales de 1990 ya se había perdido cerca de COP$ 110 mil millones (1991, párr. 21).

El problema para la economía colombiana fue costoso a nivel macroeconómico, a pesar de todas estas políticas:
Ese primer año los ingresos disminuyeron en un  4.3% al pasar de US$1,412 millones a US$1,351 millones, entre 1980 y 1985 la economía experimentó una disminución en el crecimiento del PIB del 2%, la cuenta corriente pasó a ser deficitaria y sólo hasta 1986 experimentó una recuperación, en parte debida al crecimiento de las exportaciones de petróleo (Suescún et al, 2001, p.49).
 
Además  se demostró la falta de competitividad de los cafeteros colombianos frente a  otros productores, aunque la demanda externa había aumentado a causa de los bajos precios, Colombia no estaba en condiciones de producir grandes volúmenes de café a costos bajos y fue desplazada rápidamente por otros países en su participación en la producción mundial del café: “el país dejo de aportar más de una quinta parte de la producción mundial de café durante las décadas de los 60 y 70,  a aportar solo el  6,8% en el 2008” (Cano et al, 2012, p.8).

En el caso del petróleo,  la caída de su precio internacional, afecta en gran medida a los flujos de inversión extranjera, las ganancias que se obtienen por ventas externas y los ingresos del gobierno que son necesarios no solo para mantener su funcionamiento, sino para el desarrollo de políticas públicas. Los efectos a nivel macroeconómico han sido tan fuertes que  se cree imposible alcanzar las metas de crecimiento propuestas para finales del 2015, las cuales pasaron de ser de 4% a 2,8%.

Cabe aclarar que al panorama de precios bajos del crudo, se le deben sumar otros factores, como la incidencia que ha tenido el Fenómeno del Niño en la producción del país. Sin embargo, de acuerdo con los analistas de la JP Morgan la caída del petróleo ha repercutido en 3 de las 5 categorías que se revisan en el estudio para establecer si una economía es riesgosa o no:


La primera corresponde a los desbalances externos, es decir, al déficit en cuenta corriente (que pasó de 3,2 % en 2013 a 7 % en el primer trimestre de 2015), así como las reservas internacionales y la inversión extranjera comparadas con ese desbalance y la deuda externa de corto plazo. Mientras que en países como Chile o Rusia esa cobertura es de 7 veces y en Brasil es de 5, en Colombia es de apenas 1,8 veces. El segundo indicador es el riesgo soberano, en donde se analiza el déficit fiscal y de la deuda frente al PIB.  Debido a la reducción del PIB, ya no hay una diferencia entre la deuda pública y el PIB de 2,4 %  sino del 3%. El tercero tiene que ver con la estabilidad económica, que incluye la concentración de las exportaciones (en Colombia el 65 % de las ventas del 2014 correspondió al sector minero-energético) y la desaceleración de la economía. En este frente, el grueso de las expectativas está alrededor del 2,8 y el 3,1 por ciento, luego de haber crecido 4,6 en el 2014 y 4,7 en el 2013.  (Portafolio, 2015)

La sensibilidad de la economía del país no solo es alta debido a la gran incidencia que tiene el subsector petrolero en otras secciones del país, sino también a la rapidez de su afectación. En comparación a la época en la que cayó el café, Colombia contaba con una política que soportó los precios bajos durante un tiempo, sin embargo, en el escenario actual no hay ninguna herramienta política que le permita manejar el choque económico.


Otro aspecto que aumenta los grados de sensibilidad de la economía colombiana es que además de depender de un solo producto, dicho producto sea  un recurso natural. De acuerdo con el informe del 2010 sobre Comercio de Recursos Naturales de la Organización Mundial del Comercio (OMC) una de las características de estos bienes es la volatilidad de sus precios; si se hace un recuento desde 1970 hasta la actualidad sobre los precios del barril de petróleo se encuentra que estos suben de manera drástica en periodos muy cortos para luego caer con la misma facilidad:

La primera gran subida de los precios del petróleo crudo West Texas Intermediate (WTI)   tuvo lugar en 1973, cuando la Organización de Países Exportadores (OPEP) decretó un embargo contra los Estados Unidos y otros países que habían apoyado a Israel en la Guerra árabe-israelí. Los precios volvieron a subir de forma pronunciada en 1979-1980 después de la revolución iraní y del estallido de la guerra entre Irán e Iraq.  Hubo después un periodo prolongado de debilidad y los precios comenzaron a subir hasta alcanzar los niveles sin precedentes de mediados de 2008. Seguidamente se produjo un nuevo hundimiento de los precios ocasionado por la recesión mundial. (OMC, 2010, p.52)

Actualmente la caída en los precios del petróleo se le adjudica a la producción de petróleo a través de fracking por parte de Estados Unidos que ha llevado a modificar la oferta de este commodity. Sin embargo, las razones por las cuales el precio del crudo varia pueden ser múltiples (especulación, incertidumbre geopolítica, fluctuación en la demanda, etc.), por lo que el petróleo a su vez es muy sensible ante cualquier variación.

Lo anterior sugiere que si Colombia quiere disminuir su grado de afectación frente a cambios en el mercado externo lo principal es reducir los niveles de dependencia que tiene sobre un único bien y una manera de hacerlo es diversificando su estructura productora.


Uno de los grandes proyectos que siempre han quedado pendientes ha sido el desarrollo de la agroindustria colombiana, el cual podría llegar a ser una solución a los problemas de sensibilidad. Si  bien los precios de las materias primas siguen siendo volátiles en comparación con bienes manufacturados, la realidad es que los países tienen que garantizar su seguridad alimentaria, lo que implica que  habrá una  demanda constante de estos bienes.

Para que Colombia produzca más bienes agropecuarios, en mayor volumen, con una mejor calidad y dándoles un valor añadido, una de los pasos esenciales es la creación incentivos para que los campesinos comercialicen sus productos y busquen insertarse de manera apropiada en el mercado externo.

De acuerdo con el informe del Censo Agropecuario del 2013-2014, el 52% de las áreas cultivadas en Colombia son destinadas para autoconsumo. Si se cuentan las áreas cultivadas por grupos étnicos, el  74.9% de éstas son destinadas al autoconsumo.  Ahora bien, si se mira el grado de tecnificación, se encuentra que solo el 18,1% de la población cuenta con sistema de riego,  el 16.6% posee maquinaria, y  el 10% ha tenido asistencia técnica, sumado a ello solo el 11.1% ha accedido a créditos para el agro.

Estos datos hacen evidentes no solo la falta de una política pública efectiva para que haya un aumento en los niveles de tecnificación, sino que además no hay incentivos para que los campesinos busquen los medios para producir más y vender más, lo cual resulta desconcertante si se examinan los niveles de pobreza que hay en estas zonas y se tiene en cuenta que los ingresos de estas personas dependen mayoritariamente de la actividad agropecuaria.


Según Cano et al (2012, p.14),  “un incremento de 10.0% en el ingreso de trabajadores agrícolas generaría un incremento del PIB equivalente a 43 puntos básicos. Si el ajuste se aplicara al ingreso de los trabajadores petroleros, el producto nacional tan solo aumentaría 4 puntos básicos”, lo anterior demuestra que en el sector agrícola colombiano hay mucho por hacer y que su desarrollo podría tener grandes impactos a nivel macroeconómico.

Conclusión

No es la primera vez que la economía colombiana pasa por dificultades ante un choque externo. Al ser una economía caracterizada por su dependencia en un solo bien que generalmente ha sido una materia prima, su sensibilidad ante los cambios externos es muy alta, lo que da  resultados desfavorables en otros ámbitos económicos.


En la época en la cual el café era su bien exportador principal, las políticas pudieron  responder de manera apropiada ante la caída de su precio; sin embargo, no garantizaron una estabilidad a largo plazo. Ello implica que para responder ante un cambio de manera adecuada lo mejor es hacer cambios en la estructura productora y disminuir la dependencia de un solo bien.

Ante dicho panorama, una de las soluciones más convenientes es la diversificación de la producción a partir del desarrollo del sector agropecuario, lo cual no solo disminuiría la sensibilidad de las ganancias por exportación ante choques externos, sino que además  podría promover cambios en la manera en la cual el país produce, en la línea de pobreza y en el déficit de desigualdad.  No obstante, alcanzar un desarrollo en este sector no resulta una tarea fácil debido a  la falta de incentivos para la producción, por lo que vale la pena preguntarse ¿qué tipo de políticas podrían incentivarla?

Bibliografía

Cano, C.  Vallejo, C. Caicedo, E. Amador, J. y Tique, E. (2012) El mercado mundial del café y su impacto en Colombia. Borradores de economía (710). Bogotá: Banco de la República. Disponible en: http://www.banrep.gov.co/sites/default/files/publicaciones/archivos/be_710.pdf

Cierre fronterizo dejaría pérdidas de $4 billones (2015, 18 de noviembre) La República.

Departamento Administrativo Nacional de Estadística [DANE] (2015) Boletín técnico del Comercio exterior-exportaciones. Disponible en: http://www.dane.gov.co/files/investigaciones/boletines/exportaciones/bol_exp_sep15.pdf

Departamento Administrativo Nacional de Estadística [DANE] (2015) Tercer Censo Nacional Agropecuario [Presentaciones].

Disponible en: http://www.3ercensonacionalagropecuario.gov.co/content/descargue-aqu%C3%AD-las-presentaciones

 JP Morgan explica por qué Colombia es una economía frágil (2015, 19 de agosto) Portafolio . Disponible en: http://www.portafolio.co/economia/jp-morgan-explica-que-colombia-es-una-economia-fragil

Keohane, R. y Nye, J. (1998) Power and Interdependence.

Lanzetta, C. (1991) Coyuntura cafetera. Colombia Internacional. Bogotá: Universidad de los Andes. Disponible en: http://colombiainternacional.uniandes.edu.co/view.php/76/view.php

López, E., Montes E., Garavito, A. y Collazos, M. (2013) La economía petrolera en Colombia. Borradores de Economía  (748). Bogotá: Banco de la República. Disponible en: http://www.banrep.gov.co/sites/default/files/publicaciones/archivos/be_748.pdf

Organización Mundial del Comercio [OMC] (2010) Informe sobre el Comercio Mundial 2010: Comercio de Recursos Naturales

Suescún, R. Montenegro S. y Pardo R. (2001) Petróleo, Vulnerabilidad de la Economía Colombiana y Políticas de Estabilización. Universidad de los Andes. Disponible en: http://www.cid.harvard.edu/archive/andes/documents/workingpapers/vulnerability/petroleo_vulnerabilidad_economiacolombiana.pdf

 

[1] Actualmente, los grandes socios comerciales de Colombia no cuentan con economías boyantes capaces de mantener el ritmo de importaciones de otros años, ejemplo de ello es la crisis económica por la que pasa China.

[2] Sumado a ello, el debilitamiento de las relaciones con los países vecinos también es otro factor que ha sumado puntos al déficit de la balanza comercial, el cierre de la frontera con Venezuela al mes se han dejado de exportar US$ 84 millones, por los pasos de Cúcuta y Maicao (La República, 2015)  y el bloqueo por parte de Ecuador a las exportaciones Colombianas, debido a que el aumento del dólar debilitaba a sus productores.

[3] Los datos  fueron obtenidos a través del reporte del mes de septiembre de 2015 que público el DANE sobre exportaciones.

[4] El Acuerdo Internacional del Café fue un mecanismo de ayuda económica de países consumidores desarrollados a productores con bajos niveles de ingreso per cápita. Mediante la reducción de la oferta y ante la baja sensibilidad de la demanda frente a cambios en los precios, se aumentaban las cotizaciones promedio del grano, hecho que derivaba en mayores ingresos por exportaciones para los países productores. Por su parte, los países productores se comprometían a controlar la producción o a retener los excesos de producción exportable sobre su cuota. (Lanzetta, 1991, párr. 2)

[5] Se pasó de exportar10.3 millones de sacos en 1988/89 a 13.7 millones en el año cafetero siguiente. . (Lanzetta, 1991, párr. 7)