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El giro independentista en Cataluña

Johana Trujillo

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El 9 de noviembre de 2014, se aprobó en el Parlament de Cataluña una resolución con la cual se establece el inicio del proceso de independencia. Este acontecimiento desconcertó a miles de personas y medios de comunicación de todo el mundo, pues era poco lo que se entendía acerca de la declaración y los resultados obtenidos tras las elecciones regionales.

Por primera vez en el legislativo catalán, una amplia mayoría de representantes (72 de los 135 diputados) defiende abiertamente el proceso de independencia. Con una votación que registró el mayor nivel de participación obtenido hasta la fecha (77,44%), el ‘Sí’ obtuvo el 47,74% de los votos, representado en dos partidos: Junts pel Sí (JxSí) y la CUP (Candidatura d’Unitat Popular).

Por otra parte, los partidos en contra de la independencia (Ciutadans, Partit dels Socialistes de Catalunya y el Partido Popular de Cataluña) consiguieron el 39,17% de los votos, mientras que el porcentaje restante se destinó a los partidos que aún no se han ubicado oficialmente en alguno de los dos bandos.

Pero ¿qué ha pasado en Cataluña para que exista ahora una mayoría independentista?

A finales de 2002, se entablaron las primeras discusiones para reformar el Estatuto de Autonomía de Cataluña, forma de gobierno que se estableció con el fin de la dictadura en España, pocos años después de la muerte de Franco. La propuesta de reforma fue aprobada en 2003 por el parlamento catalán. Pocos años después, en 2006, se aprobó en las Cortes Generales españolas y por la sociedad catalana, vía referéndum.

Sin embargo, el Partido Popular (PP) decidió interponer un recurso de inconstitucionalidad ante este hecho. Aunque la maniobra del tradicional partido de derecha suscitó la indignación de algunos catalanes, las reivindicaciones de independencia aún no eran mayoritarias entre la población.

Para 2010, el Tribunal Constitucional emitió su dictamen: se recortaron 14 artículos y otros 27 fueron sometidos a interpretación. Propuestas como tener un poder judicial autónomo, ampliar las competencias fiscales y hacer preferente el uso de la lengua catalana, fueron rechazadas.

Dos años más tarde, la declaración del ministro de Educación José Ignacio Wert, ante el Congreso de Diputados, dificultó aún más la situación: al exponer la reforma que se pretendía hacer a la ley de educación (LOMCE), manifestó que era necesario “españolizar a los alumnos catalanes”. Frente a lo sucedido, el presidente español respondió a las críticas, explicando que el objetivo de las reformas no era otro más que conseguir que “todo el mundo se sintiera orgulloso de ser a la vez catalán y español”. Como se preveía, las declaraciones no lograron remediar las molestias causadas.

Posteriormente, desde la Generalitat (gobierno catalán) se propuso al Gobierno central un pacto fiscal; con el cual se pretendía mitigar los desaciertos que se habían venido acumulando entre ambas partes. No obstante, la reunión entre los altos representantes de ambos gobiernos no tuvo el éxito esperado: Mariano Rajoy encontraba una incompatibilidad entre dicha propuesta y la Constitución.

Entonces, el conjunto de negativas y el mal manejo de la situación por parte del Gobierno central impulsaron un descontento generalizado entre la sociedad civil, que venía reivindicando de una manera más extensa la independencia de Cataluña.

Con todo, en 2013, se propuso al Gobierno central la organización de un referéndum sobre este asunto. La propuesta se establecía siguiendo la solución política que se había establecido entre el Gobierno de Escocia y Gran Bretaña.

Por su parte, el Gobierno español no consideró esta como una solución óptima, por lo que se negó a entablar cualquier tipo de negociación al respecto. Incluso, el Gobierno de Rajoy interpuso un recurso de inconstitucionalidad en el momento en el que el legislativo catalán aprobó la “Ley de Consultas”, con la que esperaba propiciar un marco jurídico a la votación. Así, la consulta perdió su carácter jurídico y vinculante. Finalmente, se realizó una votación simbólica el 9 de noviembre de 2014, en la que un 80% de los participantes se expresó a favor de la independencia.

Entre tanto, en Europa se experimentaban los efectos de una crisis económica internacional que venía gestándose desde tiempo atrás. La aplicación de políticas de austeridad llevó a una buena parte de la sociedad a enfrentarse al deterioro de sus condiciones de vida. La pérdida de empleos, e incluso de viviendas, impulsó una serie de manifestaciones alrededor del continente.

Este contexto de crisis económica creó incentivos para la organización y la movilización de las personas que se encontraban disconformes. En el caso de Cataluña, esta situación se iría enlazando con las motivaciones independentistas, que lograron germinar en miles de personas afectadas por la crisis e indignadas ante las negativas provenientes del Gobierno central.

Y entonces, ¿cómo se ha consolidado el movimiento independentista?

El 10 de julio de 2010, se organizó una de las manifestaciones más grandes que había tenido lugar en Barcelona hasta el momento. Como reacción a la sentencia del Tribunal Constitucional, la manifestación llevaba la consigna “Som una nació, nosaltres decidim” (Somos una nación, nosotros decidimos). Allí se empezaban a hacer visibles algunas reivindicaciones de independencia.

El siguiente año se organizó la Conferència Nacional per l’Estat Propi. Como resultado de dicha conferencia, surgió la Assemblea Nacional Catalana (ANC), que logró reunir a múltiples sectores de la sociedad civil para trabajar por la independencia de Cataluña. Esta entidad ha logrado movilizar a más de un millón y medio de personas durante cuatro años consecutivos, presentándose como parte de un proyecto apartidista y transversal.

De esta forma, la ANC ha llevado a cabo las manifestaciones más grandes que se han visto en la región, particularmente, en el Día Nacional de Cataluña (11 de septiembre). La primera, en 2012, fue una concentración multitudinaria en la Plaça Catalunya de Barcelona, que llevaba la consigna “Cataluña, Nuevo Estado de Europa”.

En la segunda, se realizó una cadena humana de 400 km que atravesaba Cataluña de sur a norte, llamada la “Vía Catalana hacia la Independencia”. Para la tercera, en 2014, se logró pintar una ‘V’ gigante con los colores de la senyera (bandera catalana), recorriendo dos de las avenidas más grandes de la capital catalana: La Diagonal y la Gran Vía de las Cortes Catalanas.

En la última manifestación, realizada en 2015, se organizó la “Vía Libre” en la avenida Meridiana de Barcelona. Se componía de tramos de diferentes colores, que representaban los temas fundamentales para la construcción de la República catalana. Los asistentes a la manifestación llevaban punteros con los que dirigían sus reivindicaciones al parlamento catalán.

Asimismo, en la votación del 9 de noviembre de 2014, logró convocar a más de 40 000 voluntarios para llevar a cabo la consulta simbólica. Además, desde 2013, se organizaron réplicas de este conjunto de manifestaciones en  cientos de ciudades alrededor del mundo.

Por su parte, algunas entidades ya existentes dieron un viraje hacia el independentismo. Este es el caso de Òmnium Cultural, una organización nacida dese la época franquista y cuyo fin es la promoción de la lengua y la cultura catalanas. Todo esto con el objetivo de promover la cohesión social y fortalecer la relación entre los “nuevos” y “viejos” catalanes.
Asimismo, nacieron otras organizaciones que reúnen las aspiraciones independentistas desde múltiples sectores de la sociedad civil. La Asociación Súmate, por ejemplo, se formó con el fin de agrupar a las personas castellanohablantes a favor de la independencia y para presentarla como una propuesta abierta, sin estar limitada a una identidad o lengua en particular.

La labor de este conjunto de organizaciones ha sido de gran importancia en la consolidación del independentismo en Cataluña, restableciendo la confianza que los partidos políticos han perdido con los crecientes casos de corrupción y tras la crisis económica. Igualmente, han servido de herramienta para que la sociedad civil pueda ejercer presión y proyectar sus reivindicaciones en el ámbito político.

Y ahora, ¿cuáles son los retos a los que se enfrenta esta mayoría independentista?

El reto más próximo es el de formar Gobierno. Hasta el momento, no se ha logrado establecer un acuerdo entre los partidos independentistas para investir al nuevo presidente de la Generalitat. Su discrepancia radica en que, por una parte, la coalición de JxSí propone como presidente a Artur Mas, quien viene desempeñando dicho cargo desde 2010; mientras que, por otra parte, la CUP se niega a investirlo en razón de los recortes que realizó durante la crisis y los casos de corrupción detectados en su partido (CDC). Los 72 diputados tienen como fecha límite el 9 de enero de 2016 para tomar dicha decisión.

Sumado a esto, con la aproximación de las elecciones generales se plantean nuevas incógnitas. Hasta la formación de un nuevo parlamento en España, no será claro si el Gobierno central seguirá afrontando la situación desde una rotunda negativa o si, por el contrario, estaría dispuesto a negociar la independencia o alguna otra alternativa con el Gobierno catalán.

Por otra parte, las organizaciones y colectivos a favor la independencia tienen el reto de mantener activas las aspiraciones de la población y continuar trabajando desde la transversalidad. De esta manera conservarían el apoyo de la sociedad civil, además de ampliar las bases para el ‘Sí’ que esperan obtener en el referéndum de la nueva Constitución catalana, que se prevé establecer para 2017.

Finalmente, el reto más grande se presenta en el ámbito internacional: para conseguir que el proceso de independencia sea un éxito, Cataluña debe contar con el apoyo de Estados y organizaciones intergubernamentales alrededor del mundo. Sin embargo, intentar cambiar el statu quo del sistema internacional es una tarea ardua y compleja. Hasta el momento, las respuestas oficiales no han sido muy favorables. Lo anterior con base en los intereses y relaciones políticas en torno a España, junto al recelo frente a otras regiones independentistas que quisieran seguir el ejemplo catalán.

Por ello, diferentes organizaciones (la Agencia de Diplomacia Pública de Cataluña, la ANC, el Círculo Catalán de Negocios, el Col·lectiu Emma, entre otros) se han puesto en la labor de presentar este proceso en el ámbito internacional. Con ello, se espera conseguir el apoyo de personas y entidades que puedan ser influyentes en el reconocimiento de un Estado catalán independiente.

Este sería entonces, a grandes rasgos, el complejo panorama que se vive hoy en Cataluña. Por ahora, tal y como marchan las cosas, solo queda esperar al desarrollo de este proceso, que a su vez conduciría a la reformulación de España y la Unión Europea en su conjunto.