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Virus, acaros, abejas y control epidemiológico: Complejidad de la salud ambiental en el cambio climático

Ricardo Andrés Roa-Castellanos

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Introducción
La humanidad ha apostado a tratar el Cambio Climático (CC) por medio de dos grandes alternativas: la Geopolítica y la Geoingeniería. Sin embargo este es un problema más de las Ciencias de la Vida, de la Tierra, de la Salud, la Geoquímica ambiental, e incluso de la Astrofísica.
 
Desglosados, cada campo se verá interactuar con los otros. Pero estas profundas ramas del saber, y sus respectivos profesionales, han sido un tanto relegadas de frente a las apuestas principales ya comentadas.
 
En este sentido, hay que reconocer que ha habido grandes progresos en el área del CC al coordinar acciones multidisciplinares y firmas de pactos vinculantes a nivel internacional. Desarrollos tecnológicos loables están dirigidos a bajar emisiones contaminantes. Estudios de respaldo manifiestan efectos en los distintos continentes.
 
Pero -atención- también debe considerarse que tras casi 30 años, la tendencia del fenómeno atmosférico, en vez de ceder se ha agravado, como se ve al analizar tanto la emanación de gases de efecto invernadero (GEI) y el desbalance térmico incrementado, causante luego de la afectación sufrida por varias poblaciones vivas enteras. Estas afectaciones pueden ser directas o indirectas.
 
Por lo visto no analizar esta clase de problemas complejos indirectos, que escapan de lo obvio, ha generado más problemas. Ello, hasta ha complicado las soluciones puesto que aún no se entiende la importancia práctica de los análisis y las soluciones transdisciplinares.

Ejemplo de los fenómenos indirectos: epidemias vehiculizadas biológicamente por artrópodos como en el Zika, el Chikungunya, la Fiebre de Crimea-Congo, de Marburg, la enfermedad de Lyme, la Malaria o el Dengue, evidentes en el plano noticioso, han evidenciado para la opinión pública el tipo de interrelaciones entre el Cambio Climático y las re-distribuciones de enfermedades humanas, zoonóticas y ecosistémicas. Los mecanismos poco se explican. El cambio del clima favorece la reubicación de insectos que ahora llegan donde antes no sobrevivían (mayores altitudes, zonas menos frías). 
 
Poblaciones de seres, como son las abejas, han visto también afectadas sus simbiosis y supervivencia, por efectos de alteraciones secuenciales en la homeostasis o equilibrio ambiental. Transdisciplinariamente estos seres han permitido notar, al tiempo, vacios educativos y tergiversaciones pseudocientíficas del conocimiento en las personas que precisamente pueden ayudar a re-equilibrar el medio. Expliquemos algo de ello.
 
Casuística
Al inicio de Septiembre de 2016, una mortandad masiva de abejas en Carolina del Sur, EE.UU fue informada por los medios de comunicación. Millones de insectos habían muerto[1]. ¿Por qué causa? La autoridad política sanitaria había optado por usar el insecticida Naled o Dibrom ®, un organofosforado de amplio espectro, dirigido a contrarrestar el mosquito Aedes Aegypti como “vector biológico” de arbovirosis humanas por medio de la fumigación aérea.
 
Millones de abejas, incluso de granjas apícolas, murieron como “daño colateral”.
 
La incipiente entrada del virus del Zika, cuyo portador es el mosquito Aedes, tenía por antecedente en 1999 un episodio similar con el Virus del Oeste del Nilo (West Nile Virus) que llegó a distribuirse rápida e inesperadamente a causa de la globalización y el leve cambio en parámetros climáticos por la mayor parte de EE.UU.
 
Muchos ancianos, en especial, fueron víctimas fatales. La reacción epidemiológica preventiva contra el Zika, así, fue desacertada al obviar o ignorar impactos ambientales, una característica al parecer frecuente.
 
Lo peor es que ya se tenían voces de alerta desde Julio provenientes de Puerto Rico. El Naled había encontrado oposición técnica a su uso, pues interfiere con la reproducción de aves silvestres como patos. En exposiciones repetidas, igual puede causar parálisis nerviosa en el perro. El humano es más vulnerable a daños en su salud ante el compuesto inhalado (más que bebido), pero no se hizo caso a nada de esto y se aplicó en septiembre[2].

La población apícola, con injerencia en el desarrollo de las plantas y procesos como la polinización, ya venía siendo centro en las preocupaciones de las personas de ciudad:
 
Bulos virales pseudocientíficos en internet, venían aterrorizando con su extinción a causa del uso de teléfonos móviles, de plaguicidas neocotinoides[3] y hasta de transgénicos[4]. Lo cierto es que hay otras explicaciones y se debía matizar la aseveración. Pero notemos algo: eso que casi todos hemos leído virtualmente viene de páginas que resultan ser de productores orgánicos, grupos nueva era, o de páginas ideológicas que dicen que con ello se acabarían las plantas: catastrofismo.
 
Según estos neoterrorismos informativos que circulan fácil en redes sociales, las abejas son descritas como las únicas criaturas polinizadoras (generalizando, además, como si sólo hubiese un grupo de ellas), lo cual es falso por no ser las únicas, ni estar en extinción.
 
No obstante, aunque si se han visto en sus poblaciones mortalidades accidentales incrementadas, como la indicada, no se hallan en listas oficiales de extinción. El hecho se agrava, sí, por la falta de integración funcional, o simple ignorancia.
 
El activismo bienintencionado pero inconsistente en diferentes materias juega un rol adicional y conflictivo al actual apogeo de las pseudociencias: conocimientos que tergiversan la realidad natural, impregnándola de ideología y percepciones erradas, por lo general, contra laboratorios comerciales que hacen mucho por el avance científico y técnico.
 
Científicamente, la familia Apidae (de las abejas) se compone de otros grupos como los abejorros (Bombinae) y las abejas carentes de aguijón (Meliponinae). La subfamilia Apinae, consta de una tribu Apini, que contiene el género, Apis. En este último hay cuatro especies de géneros: florea, dorsata, cerana y mellifera, pero sólo las dos últimas son adecuadas para la apicultura en colmenas comerciales en geografías distintas.
 
Relación del cambio climático y estos desequilibrios poblacionales
Al tiempo, para la historia de la Tierra, el fenómeno del CC escala desde 1840 como consecuencia del avance socio-económico y cambio productivo de la Revolución Industrial (Abram et al., 2016).
 
En conjunción, la historia del innegable CC, como concepto social, puede decirse que inicia en 1988 dentro de las realidades institucionales. En ese año se crea el Panel Intergubernamental para el CC (IPCC por sus siglas en inglés) por parte de las Naciones Unidas.
 
Para 1992, la Cumbre de Rio incluía el concepto Salud ambiental, desde su Principio primero. Eso que para muchos fue letra muerta, en el ámbito biológico significaba ya que seres vivos cuyas poblaciones interactuantes con el medio ecológico, influyen no sólo en su propia salud sino también en la salud de los otros miembros componentes de su hábitat y en la salud ecosistémica global.
 
Las ciencias de la salud y de la vida, tienen así una voz prioritaria en el entendimiento y resolución de tan colosales problemas. Sus análisis habitualmente sistémicos favorecen otro tipo de comprensión como el que estamos detallando.

Abejas, claro. Pero, ¿ácaros, virus y cambio climático?
Las abejas componen una población altamente significativa para el ser humano. Su vida en panales/colmenas, y su carácter trabajador, jerárquico, organizado quizá nos hace sentir un poco identificados con ellas. Sus representaciones artísticas en la Pop culture, como la abeja Maya, sin duda contribuyen a la empatía.
 
Las noticias sobre su posible desaparición resultan entonces dolorosas. La simpatía por las abejas es uno de esos temas que motivan la curiosidad y la solidaridad con este laborioso y dulce insecto. Que puedan morir por acciones de “grandes corporaciones” como suelen señalar los apócrifos medios de internet, disgusta. Pero en esto ha habido mucha manipulación discursiva.
 
A la par, ciertos portales emplean esta clase de temas sensibles para que los contadores de visitas y reacciones virtuales se disparen y así medir su “éxito” como influencer o influenciador virtual. En otras palabras, la nueva esclavitud de la popularidad mediada por likes y seguidores. Mantenerla ha hecho que circule mucha información atractiva pero que es basura informativa.
 
La realidad es que como población animal que son, también padecen de serias infecciones (microorganismos causantes de enfermedad) e infestaciones (parásitos inductores de patologías). Por vivir en poblaciones con alta densidad sufren fácilmente de “epidemias o epizootías” y no lo sabe el grueso del público.
 
Más que morir “por transgénicos” o “químicos” como acusan algunas páginas de la tipología citada[5],[6],[7], poblaciones enteras de abejas hace poco, han muerto por patologías contagiosas apícolas específicas, que han encontrado circunstancias ambientales propicias para presentarse de forma enzoótica (endémicas) y globalizada (pandémica).
 
Por ejemplo en 2007, una mortandad masiva de estos artrópodos se debió al microsporidio (tipo de hongo) Nosema ceranae que invadía a los animales susceptibles por vía oral y determinaba su muerte por millones por una entomopatología denominada Nosemosis[8].
 
Hace poco saltó a la luz la comprobación de una entidad viral pandémica que ha afectado la “Apis mellifera”, o abeja productora de la miel que consumimos los humanos.
 
En realidad, al menos 22 tipos de virus aquejan a las abejas. Pero la actual pandemia ha sido causada por un tipo Picornaviral, del genero Iflavirus. Un virus de ARN monocatenario cuya especie describe su efecto: Deformed Wing Virus o DWV (Virus de Ala Deformada, en inglés).[9]
 
El problema de la pandemia parece estar favorecido con el cambio climático en las condiciones medioambientales globales.
 
Para que este virus afecte a las abejas requiere también de un vector biológico. Ese vector en este caso, es un acaro de la especie “Varroa destructor. Efectivamente, como su nombre lo indica, es poco amigable o constructivo…
 
Las larvas de estos ectoparásitos (parásitos externos) se alimentan de la hemolinfa de las abejas e inoculan el citado virus[10].

El problema es que estas larvas encuentran un ecosistema ideal con una humedad relativa alta 50% y de temperatura entorno a 30 grados o más. En consecuencia, por efectos del Cambio Climático -que ha favorecido aumentos de temperaturas locales-, la biología reproductiva de la especie que media la infección apícola ha sido más eficiente. La distribución poblacional del acaro se ha ampliado en el mundo 6, [11].
 
La humedad troposférica por aumento del vapor de agua en el Cambio Climático, aumenta un 7% por cada grado Celsius de aumento de la temperatura ambiental, estructurando un circulo vicioso de amplificación y desarreglo, incluso pluviométrico, en el calentamiento global[12]. Esto ha desfavorecido a las abejas parasitadas por el acaro, a su vez, vector del virus.
 
Desde luego la afectación para las abejas y el medio es grave, pues irradian dificultades para la polinización del ecosistema local afectado, como es la parte de verdad que hablan los apócrifos medios. Pese a no ser los únicos organismos responsables de procesos como la polinización.
 
“Una Salud”
 
Ejemplos como este, ratifican la necesidad de integrar en las evaluaciones medio ambientales, el concepto “Una Salud” de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Mundial de la Salud Animal (OMSA antes OIE), que fue pensado originalmente por los Médicos Veterinarios Calvin W. Schwabe (Una Medicina) y Roger Mahr de la Asociación Medico Veterinaria de los EE.UU y tan propuesto como acogido por los Médicos (MD), Laura Kahn y Ronals M. Davis de la Asociación Médica Americana.
 
Como se ve, nuestro fragmentado mundo requiere mucho de unión y cohesión de la realidad, que no soporta más la desintegración del intelecto humano que está siendo vertida al mundo vivo y real en detrimento de su cabal administración.
 
Conclusión práctica
 
En este orden de ideas la siembra masiva de árboles y todas las medidas enfocadas a la mitigación del CC, suponen el campo en que mayor esfuerzo debe aplicarse. Tal es la única posibilidad a la mano de equilibrar las altas temperaturas. La siembra de vegetaciones arbóreas biodiversas tiene un efecto de baja de la temperatura física que puede tener un diferencial aproximado de -10 grados Celsius, entre valores arriba de la copa del árbol, intra-follaje o el suelo. Este efecto de sombrilla beneficia no sólo la producción de Oxigeno, la captura de CO2, sino también la supervivencia y acción polinizadora de las abejas que pueden ayudarnos en el proceso de enriquecimiento ambiental. ¿Cuántos árboles y plantas ornamentales puede sembrar y tener Usted?
 
Referencia citada
 
Abram, N. J., McGregor, H. V., Tierney, J. E., Evans, M. N., McKay, N. P., Kaufman, D. S., & Pages 2k Consortium. (2016). Early onset of industrial-era warming across the oceans and continents. Nature536(7617), 411-418.

 


[1] Recuperado el 7 de Septiembre de 2016 en Weather

[2] Recuperado el 7 de Septiembre de 2016 en Ciencia Puerto Rico

[3] Recuperado el 8 de Septiembre de 2016 en LeaNoticias

[4] Recuperado el 8 de Septiembre de 2016 en Mercola

[5]Mercola (Recuperado el 07-06-2016)

[6]Ecoosfera (Recuperado el 07-06-2016)

[7]Actualidad RT (Recuperado el 07-06-2016)

[8]Abc (Recuperado el 07-06-2016)

[9]Science (Recuperado el 07-06-2016)

[10]Entnemdept (Recuperado el 07-06-2016)

[11]Extension

[12] The Guardian