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Los rostros de la Tierra

Manuel Guzmán Hennessey

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Fue mirando la posesión del señor Trump que me pregunté si esta imagen, la suya, formará parte, acaso de manera inevitable y trágica, de los nuevos rostros de la Tierra.

Y a propósito de tal perturbación, la mía, tuve que lamentar que en el vuelo de helicóptero de Barak Obama, haya partido también buena parte de la esperanza global sobre una acción definitiva, ambiciosa y radical, que sobre los asuntos del ambiente y del clima, dejó sembrada en la humanidad el presidente saliente.

Lo que el mundo comprobó, durante los últimos 8 años de su mandato, es que puede haber avances en la lucha frontal contra la crisis climática, atendiendo como corresponde asuntos como las energías limpias y la protección del medio ambiente a nivel local y global.

Su plan energético limpio fue el primero que, en serio, le dijo no al carbón en el mundo desarrollado. Obama empleó el tiempo de muchos de sus discursos para educar a sus conciudadanos, alertándolos sobre los peligros del Cambio Climático Global.

Y no solo participó con entusiasmo en las discusiones previas a la Cumbre de París, sino que luego apoyó, firmó y ratificó el Acuerdo de París. Y se comprometió públicamente a luchar por revertir los daños ya causados por el Cambio Climático y a ayudar económicamente (mediante el “Fondo Verde”) a las naciones en desarrollo.

Y se metió a fondo sobre temas como la contaminación de las chimeneas de las plantas de energía, para detener tóxicos atmosféricos, como el mercurio, el dióxido de azufre, el CO2 y los óxidos de nitrógeno.

Por otro lado, dedicó significativos esfuerzos y recursos orientados a fomentar el uso de los vehículos electricos, subvencionando la compra de los mismos. Y estableció centros regionales del clima y llevó a cabo iniciativas para ayudar a los agricultores, ganaderos y comunidades rurales, a combatir el cambio climático y adaptarse a condiciones climáticas extremas.

Pues bien, acabo de escuchar el discurso del señor Trump. Ni una sola mención hizo del cambio climático, mucho menos de las acertadas políticas de su predecesor. Pero sí ocupó su tiempo para llenarlo de frases vacías:

El pueblo se convirtió en el gobernante de esta nación nuevamente. Los hombres y mujeres olvidados de nuestro país ya no serán olvidados. Todo el mundo les está escuchando ahora. Llegaron en decenas de millones para formar parte de un movimiento histórico que el mundo nunca antes había visto. En el centro de este movimiento se encuentra una convicción fundamental: que una nación existe para servir a sus ciudadanos. Los estadounidenses quieren grandes escuelas para sus hijos, vecindarios seguros para sus familias, y buenos empleos para sí mismos. Éstas son las demandas justas y razonables del público honesto”.

Ahora bien, en la Exposición Universal de Milán de junio de 2015, el Vaticano ofreció en el atrio de los Gentiles, y esto bien lo recuerda el mundo sensible, bajo el nombre de “Los rostros de la Tierra”, un memorable diálogo entre el cardenal Gianfranco Ravasi, el ambientalista francés Nicolas Hulot y el constitucionalista italiano Giuliano Amato, moderado por la documentalista, también italiana, Mónica Maggioni.

El folleto explicativo de aquel encuentro recordaba que desde hace milenios definimos a la Tierra como “madre”, debido a que dependemos de los bienes que nos ofrece. San Francisco, en el Cántico de las Creaturas, recitaba: “Alabado sea mi Señor, por nuestra hermana tierra.

La exposición invitaba a mirar los rostros de la Tierra, y hacía hincapié en que la naturaleza no siempre se muestra benigna con nosotros, pues nos cobra el daño causado en forma de venganza como lo escribió James Lovelock en el 2009. En su ya larga historia la humanidad ha tenido que defenderse de calamidades y de catástrofes que aprentemente son de origen natural pero que en realidad son causadas por el hombre. Los rostros de los hombres que han sufrido, y los rostros de los hombres que han ignorado su responsabilidad frente a la crisis, son los rostros del cambio climático.

El Papa Francisco formuló allí un llamado a que se recupere la “conciencia de los rostros, comenzando con los rostros de millones de personas que hoy tienen hambre, y mañana no comerán de manera digna”. Denunció la “paradoja de la abundancia en virtud de la cual mientras la tierra, que es madre y hermana, nos sigue ofreciendo en abundancia alimentos y agua suficiente para todos, asistimos al escándalo del hambre y de la malnutrición de pueblos enteros”.

Y acto seguido, Nicolas Hulot (1955) que es hoy uno de los nuevos rostros de la Tierra, y ejemplo de las “nuevas ciudadanías” reclamó la presencia de los jóvenes en el debate global sobre la defensa integral de la vida. En 2012, el presidente François Hollande lo nombró Enviado Especial para la Protección del Planeta. Y desde entonces, al frente de la Fundación Nicolas Hulot para la Naturaleza y el Hombre, trabaja para convencer a la sociedad sobre la necesidad de cambiar nuestros comportamientos. Su misión, centrada en encontrar las condiciones y modalidades de una transición hacia un modelo sobrio en recursos naturales y en emisiones de carbono, fue integrada con la misión del Estado francés previa a la COP 21 de París, y se espera que este año de 2017 se hable de esto en el año de Francia en Colombia y de Colombia en Francia. Hulot trabajó con el embajador encargado de las negociaciones sobre el cambio climático Jacques Lapouge, y con el embajador delegado para el Medio Ambiente Jean-Pierre Thébault.
      
El otro orador fue Giuliano Amato, quien hizo su vida como profesor de la Universidad de Roma, y en 1992 fue elegido jefe del gobierno de Italia, cargo que volvió a ocupar en el año 2000 y luego regresó a la academia como presidente de la Escuela Santa Ana de estudios avanzados. Desde 2013 es presidente de la Corte Constitucional de Italia.

El encuentro del Vaticano fue una buena mesa de tres patas, acertada aproximación de lo que debería ser la mesa de las nuevas ciudadanías trabajando sobre el futuro común de la humanidad. Una mesa donde se construya el pensamiento colectivo sobre un sentido integral de la adaptación orientado a la construcción de una nueva sociedad. Una mesa que trascienda el desarrollo sostenible y se aproxime a la construcción conceptual que habrá de sustituirlo, quizá entre 2020 y 2050. La mesa vaticana tuvo el acierto de incluir a la Iglesia, el ambientalismo y la política, pero aún falta la ciudadanía representada por sus múltiples sectores.
      
Antonín Dvorak (1841-1904) escribió hacia 1897 su opus 89, conocido como Faces on earth, una premonición. No han sido pocos los artistas que pudieron mirar, antes que todos, la catástrofe que sobrevendría en el siglo xxi. Existe una animación sobre esta obra de Dvorak en el Canal YouTube[1]. En esta hay un conjunto de imágenes sobre rostros de la historia del arte que bien reflejan lo que en este artículo, el primero de este año en Nova et Vetera, quiero decir. Con mis ojos puestos, no en esa especia de alerta naranja que representa Donald Trump, sino en los múltiples y diversos seres hoy vulnerables de la Tierra, “seres de condición contradicha”, como escribió Jorge Zalamea. verdaderos rostros del cambio climático, migrantes que se han quedado sin alimentos y sin viviendas, los desheredados del desarrollo y del “progreso”.