Pasar al contenido principal

Editorial: La Universidad del Rosario en la Historia

editorial-la-universidad-del-rosario.jpg

Fray Cristóbal de Torres, entonces Arzobispo de la ciudad de Santa Fe, conociendo las disputas existentes entre Dominicos y Jesuitas por el control de la educación en la Nueva Granada, hace uso de sus conocimientos de la corte real española, de la cual fue confesor, para solicitar al rey Felipe IV el permiso de fundar un Colegio Mayor en la Nueva Granada, con el fin de educar a la nobleza secular del reino. Para dar mayor peso a su solicitud, el fundador acompañó la petición con una generosa donación de 40.000 ducados de oro, de su patrimonio personal, para que la corona pudiera financiar la guerra con las provincias catalanas, que estaba desangrando al reino.

Bajo estas circunstancias, el rey Felipe IV concede el permiso de fundación del colegio, con cédula real de 1651. Tras esta aprobación, comienza la construcción del claustro y de su capilla, La Bordadita, en 1653, dando inicio a la única institución de educación superior que ha funcionado de manera continua desde la colonia.

Sin embargo, la fundación del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario no estuvo exenta de problemas. Tras abrir el plantel, Fray Cristóbal designa a dos monjes dominicos, orden a la que él pertenecía, para que ejercieran la rectoría del colegio, pero se reserva el derecho de una colegiatura laica. A pesar de ello, los Dominicos toman el nombramiento de sus correligionarios como una donación del fundador hacia la orden y pretenden hacerse con el control de la Universidad.

Así pues, fiel a sus principios de impartir una educación laica a la nobleza secular del reino, Fray Cristóbal deshace el nombramiento y nombra en la rectoría a su sobrino Don Cristóbal de Araque y Ponce de León y redacta en 1654 las Constituciones del Colegio Mayor, que son un documento jurídico en forma de estatutos, inspirado en las Constituciones del Colegio Mayor del Arzobispo en Salamanca, las cuales son referente hermenéutico de las del Rosario y reúnen las disposiciones respecto de la vida cotidiana dentro del Claustro y las disposiciones relativas a la enseñanza y la elección del Rector, en donde se resalta el carácter laico e independiente de la universidad.

Ante esto, los Dominicos, lejos de quedarse de brazos cruzados, continúan con sus pretensiones sobre el plantel, por lo cual el fundador entabla una demanda legal en contra la orden. Dicha demanda, tras pasar por las respectivas estancias judiciales americanas, llega hasta el rey mismo, las confirma en 1664, declarándose protector del Colegio Mayor, dando inicio a la institución del Patronato.

Dicho Patronato es el derecho o facultad por el cual se adquiere una competencia de vigilancia del cumplimiento de ciertos fines. Para el caso del Colegio del Rosario, una vez fallado el pleito iniciado por el Rosario contra la Comunidad Dominica, el rey Felipe IV al ratificar las Constituciones en el año 1664 se arroga dicho privilegio, comisionando en adelante a quien hiciese las veces de primera autoridad en la Nueva Granada, ya fuese el Presidente de la Real Audiencia, el Presidente de la Nueva Granada o el Virrey. Sucedidos los acontecimientos que pusieron fin al gobierno español en nuestro territorio, el patronato pasó a ser ejercido por quien haga las veces de primer magistrado del país, esto es, el Presidente de la República.

Con esta decisión, se confirma el carácter laico de la Universidad, el cual se ve apoyado en varios órganos de gobierno que, amparados por las constituciones, hacen del rosario una Universidad de vanguardia desde su fundación. El primero de estos órganos es la Colegiatura, institución cuyo origen está en los Colegios Mayores españoles, inspirada en el modelo de Universitas Scholarium, en el cual las corporaciones de estudiantes que elegían a sus maestros y al rector de la Universidad. En la actualidad para el Rosario, los Colegiales son 15 destacados alumnos quienes tienen por principal función la elección de Rector cada 4 años o cada que a ello hubiere lugar. Conforman el Colegio Electoral en conjunto con la Consiliatura para efectos de elección de Rector, y en conjunto con el Rector para efectos de elegir a los Consiliarios.

El segundo órgano de gobierno es la Consiliatura, el cual es el máximo organismo de gobierno de la Universidad, y está compuesto por cinco personas, presidido por el Señor Rector, encargado principalmente de cuidar de los bienes del Colegio, aprobar el presupuesto del Colegio, convocar a elección de Rector cuando a ello hubiere lugar. Los consiliarios conforman, con los Colegiales de Número, el Colegio Electoral de Rector.

Finalmente, el último órgano del gobierno de la Universidad es el rector, quien es el máximo organismo de gobierno de la Universidad, compuesto por cinco personas, presidido por el Señor Rector, encargado principalmente de cuidar de los bienes del Colegio, aprobar el presupuesto del Colegio, convocar a elección de Rector cuando a ello hubiere lugar.

Estas características han hecho que la Universidad del Rosario estuviera siempre a la vanguardia de la educación en Colombia, y que su Claustro presenciara el devenir histórico del país, desde la colonia, hasta la actualidad.
 
La educación en la Universidad del Rosario S. XVIII y XIX

Desde su fundación, el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario se caracterizó por su gran filiación a la doctrina Tomista, de la cual su rector y fundador, Fray Cristóbal de Torres, era muy afecto. En este sentido, en los primeros 150 años de su existencia las cátedras de Filosofía, Teología y Cánones, ejes centrales de la educación rosarista, se centraban en el pensamiento del filósofo escolástico.  De hecho, tal como lo afirma Jaime Restrepo, era objetivo de la Universidad, y una parte de su misión, ser semillero “de la Doctrina de Santo Tomás, y sus colegiales imágenes formadas a la semejanza del Santo Doctor Angélico” (Constituciones, folio 12. Título IV).

Sin embargo, con la evolución del conocimiento en el mundo occidental, y el arraigo en Europa de nuevas corrientes de pensamiento, hijas del Renacimiento y consolidadas en la Ilustración, los cambios en la educación en la Nueva Granada, y en especial en el Rosario, no se hicieron esperar. Ya en el siglo XVIII encontramos protestas de catedráticos y estudiantes contra el predominio de esta doctrina en la educación, en donde un claro ejemplo de esto se ve en una anotación hecha en un libro tomista del Archivo Histórico de la universidad, que reza “Cualquiera que desee salvarse, no toque estos libros. Día 12 de junio de 1786”.

Este descontento llevó a que en el siglo XVIII se presentara un cambio institucional dentro del Colegio Mayor. El primer gran hito de dicho cambio, fue la Vinculación de abogados de la Real audiencia a la Facultad de Jurisprudencia, lo que implicaba un cambio esencial en la enseñanza del derecho, pues se dejaba de estudiar únicamente los viejos cánones de los Derechos Romano y Canónigo, para entrar a estudiar un derecho más moderno, dinámico y práctico, acorde a las necesidades de funcionarios civiles de la época: el derecho real.

Un segundo elemento de este gran cambio institucional, fue el aumento de las rentas reales, fruto del Patronato,  recibidas por el Colegio Mayor para construir una nueva biblioteca, que correspondieron a las reformas llevadas a cabo por la Casa de los Borbón, que buscaban, entre otras cosas, modernizar la educación en el Imperio, lo cual incluía los territorios de ultramar.

En esta lógica, dentro de la Universidad se empiezan a enseñar “nuevos saberes ilustrados”, que según las reformas borbónicas, debían basarse en “un conocimiento científico fundamentado en la física y las matemáticas” (Ortiz, 2003), pues lo que buscaba la corona con ello era que se transformaran en un mayor desarrollo del comercio, la industria y la agricultura, de los cuales dependía la supervivencia del Imperio.

Así pues, en el Colegio Mayor, se instauró en el año de 1762 la cátedra de Matemáticas, dictada por José Celestino Mutis, lo cual marca un hito en la educación nacional, pues es la primera cátedra de este estilo dictada en este territorio.  En esta cátedra, Mutis, basándose en los planteamientos de Newton, planteaba a sus estudiantes tres formas de acercarse a las matemáticas: como método de pensamiento, como serie de conocimientos positivos y como saber útil (física experimental). En este sentido, el sabio abogaba por una racionalidad matemática como método de aproximación a la naturaleza. Lo anterior, llevó a un desarrollo del pensamiento matemático-racional de la cultura colonial de Santafé.

Sin embargo, el cambio que se presentó en la educación Neogranadina no quedó ahí. Prueba de ello fue el “Plan Moreno y Escandón” o “Método Provisional de estudios de 1774”, que buscaba desmarcarse completamente de la herencia escolástica de la educación, y que fue impulsado desde la Real Audiencia por Francisco Antonio Moreno y Escandón. En ella, Moreno y Escandón criticaba a la educación religiosa, por la no utilización de la ciencia como método de acceso al conocimiento. En este sentido, Moreno y Escandón abogaba por la adopción de las teorías de Copérnico como verdades científicas, lo cual le llevó a un enfrentamiento con los Dominicos por su defensa de la doctrina tomística. Finalmente, este plan abogaba por una universidad pública, con espíritu secular en donde los seculares deciden los asuntos educativos.

Estos cambios sociales afectaron directamente a la Universidad, la cual, aunque nunca se volvió pública, si adoptó estos nuevos saberes en su seno, lo cual se corrobora, por ejemplo, con la existencia del actos público llevado a cabo por la universidad en 1773, titulado “Sustentación del sistema heliocéntrico de Copérnico en conclusiones públicas celebradas en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, en honor de los excelentísimos virreyes Don Manuel de Guirior y Doña María Ventura Gurior”. En este, Mutis hace una defensa y una exhortación a que los jóvenes neogranadinos sean formados en las ideas de Newton y Copérnico.

Este tipo de posturas que lideraba el Colegio Mayor del Rosario, produjo un enfrentamiento con la Universidad Tomísitca, que incluso llegó hasta el Tribunal del Santo Oficio, pues los dominicos, dueños de esta última, acusaban al Colegio Mayor del Rosario de dictar materias prohibidas y peligrosas, alejadas de la “teología y la buena filosofía”. Afortunadamente estas acusaciones no prosperaron en el tribunal, por lo cual Mutis pudo seguir dictando sus cátedras científicas.

Así mismo, hacia minales del siglo XVIII, por influencia de las ideas de Mutis y del Plan Moreno y Escandón, el programa de filosofía del Rosario incluyó entre sus asignaturas las áreas de álgebra, trigonometría y geometría, basándose en el filósofo Christian Wolffio, adoptando el concepto de “filosofía útil”, el cual fundamentaba el estudio de la lógica y la metafísica en las matemáticas (Ortiz, 2003). De igual forma, el programa de teología se ve influenciado por esta corriente cientificista, por lo cual se implementa una metodología de crítica textual a los textos sagrados, así como el estudio de la cronología y la geografía bíblicas.

Este proceso de ilustración de la educación de consolidó durante la segunda mitad del siglo XVIII, y principios del XIX. Muestra de lo anterior es la reapertura de la Cátedra de Medicina en el año de 1802 por parte de Mutis y Miguel de Isla. Aunque esta cátedra ya había sido fundada por Fray Cristóbal de Torras en 1653, la falta de maestros y estudiantes llevó a que nunca se institucionalizara, además del hecho de que la medicina para el siglo XVIII era considerada todavía un trabajo manual, es decir, un oficio, que no era bien visto por la sociedad colonial. Sin embargo, con el arribo de las ideas científicas, la medicina adquiere, de la mano de Mutis y de Isla, un carácter epistemológico diferente, de ciencia, con un método de estudio serio y sistemático, que, como lo afirma Quevedo (1993), era necesario por los problemas de salud pública que sufría el virreinato en la época.

En este sentido, Mutis y de Isla llevan a cabo una reforma médico científica en 1802, reabriendo la cátedra de medicina, la cual fue precedida por este último. Esta medicina se basaba en conocimientos de física, química, fisiología, clínica, medicina hipocrática, anatomía e historia médica, y disolvió, de cierta manera, el binomio médico-cirujano (barbero), consolidando ambos oficios como una única profesión. Esto dio a la medicina un carácter ilustrado, cuyo principal exponente era el mismo de Isla.

A principios del siglo XIX, tras la muerte de Mutis, Caldas ocupa la cátedra de matemáticas dejada por este. Así mismo, se empiezan a cocinar en la universidad las ideas políticas que llevarían a la emancipación y al complejo proceso de la primera república colombiana, generando una relación directas entre las élites criollas, el Colegio Mayor del Rosario y el poder político, hasta el punto que Morillo, a su llegada a Santa Fe busca desvincular a las élites de la Universidad, a través de las medidas que son ampliamente conocidas.

Finalmente es necesario resaltar que, hasta mediados del siglo XIX aún continuaba la discusión entre ciencia y escolástica, lo cual se veía reflejado en los cambios de los programas de las carreras, que por demás se mantuvieron constantes en este periodo: Filosofía, Teología, Jurisprudencia, Medicina y por supuesto la famosa cátedra de matemáticas de Mutis.

El Rosario en la Independencia

 

Las figuras Rosaristas hijas de las corrientes ilustradas mencionadas anteriormente son quienes, a partir de los suceso del 20 de julio de 1810 se convierten en protagonistas de la consolidación de la naciente República. Si se ve la nómina de catedráticos de la universidad en la época, se encontrarán varios nombres que serían vitales en el movimiento independentista. Cómo bien lo afirma el investigador Álvaro Pablo Ortiz (2003):
“En el Acta de Independencia aparecen los nombres de Camilo Torres, Francisco José de Caldas, Joaquín Camacho y Antonio Ignacio Gallardo. El resto de las firmas corresponde a un crecido número de Rosaristas. Tal es el caso de Ignacio de Herrera, Manuel de Pombo, José Sanz de Santamaría, Santiago Torres y Peña, Antonio Morales, Sinforoso Mutis, Miguel Rosillo y Meruelo, Vicente de la Rocha, Juan María Pardo, Miguel de Pombo y Joaquín de la Rocha.” (pp. 108-109)

Lo que muestra nuevamente que el Rosario, a través de sus catedráticos y estudiantes, no sólo ha presenciado los mayores hitos en la historia del país, sino que ha sido parte de ellos. En este caso, las figuras más destacadas de la independencia provienen del Colegio Mayor del Rosario, debido a que existía una relación muy clara entre los saberes ilustrados que venían de Europa, y las prácticas del ejercicio del poder que pregonaban estos académicos Rosaristas. Así pues, para el momento, tener conocimiento era tener poder, era la posibilidad de fundar un nuevo gobierno y de cambiar los rumbos de una nación.

Tras este primer movimiento de independencia, el Rosario vuelve a ser protagonista de la historia del país. Mientras aquí se consolidaba ideal republicano, en España Fernando VII vuelve al poder en el año de 1813, tras lo cual envía 12.000 hombres a reconquistar la Nueva Granada, bajo el mandato de Pablo Morillo, “El Pacificador”. En 1815, Morillo sitia Cartagena por más de tres meses logrando finalmente su rendición, por lo que en febrero de 1816, Morillo hizo fusilar en Cartagena a los 9 primeros líderes patriotas, dando comienzo a  la "época del Terror.

Tras una breve y exitosa campaña de reconquista, Morillo llega a Santa Fe, y establece en el Claustro del Rosario su cuartel general, en donde pondría a funcionar los tres órganos que llevaron a la muerte a muchos patriotas Rosaristas: 1) El Consejo de Purificación, ante el cual debían presentarse los que estaban comprometidos en la revolución pero no habían cometido delitos de sangre. A estos se les aplicaban medidas más benignas aunque podían incluir el destierro o el servicio en las tropas del rey. 2) La Junta de Secuestros, encargada de reunir bienes para el mantenimiento del ejército, a través de contribuciones o sentenciados. Y 3) El Consejo de Guerra permanente que tenía por objeto juzgar a los patriotas que hayan cometido delitos de sangre.

El Archivo Histórico de la Universidad del Rosario llevó a cabo una investigación, en donde salió el siguiente listado de Rosaristas, catedráticos y estudiantes, que fueron fusilados por Morillo: Francisco De Paula Aguilar, Miguel De Angulo, Antonio José Ayos, José María Cabal, Francisco José De Caldas, José Joaquín Camacho, Manuel Del Castillo Y Rada, Martín Cortés, Miguel Díaz Granados, Luis José García, José María García De Toledo, Jorge Tadeo Lozano, Francisco Morales Fernández, Juan Nepomuceno Niño, José Gabriel Peña, Miguel De Pombo, José María Portocarrero, Manuel Rodríguez Torices, Camilo Torres Tenorio, Francisco Antonio De Ulloa, Manuel Santiago Vallecilla, José Cayetano Vásquez, Antonio Vélez Ladrón De Guevara, Antonio Villavicencio, que muestra nuevamente la participación de los catedráticos en la construcción histórica de nuestro país.