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La huella de Ruth Pérez en la formación del médico rosarista

Sonia Maya Fajardo, M. D.,

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Autores:
Sonia Maya Fajardo, M. D., Semillero estudios críticos de la salud pública, EMCS Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario.

Eberto Elías Guevara-Pardo, antropólogo y comunicador social. Profesor del Departamento de Salud Pública y codirector del Semillero estudios críticos de la salud pública, EMCS Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario.

María Helena Restrepo-Espinosa, Psicóloga, M. A., Mg y Ph. D. Profesora asociada, Departamento de Salud Pública y directora del Semillero estudios críticos de la salud pública, EMCS Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario.

Abstract: este texto ofrece una reflexión sobre las experiencias de profesores y alumnos del Departamento de Salud Pública de la Universidad del Rosario. Aquí se expresan algunas experiencias y preguntas sobre cómo abordar la formación y el ejercicio de la salud pública en la formación y la práctica médica. En esta perspectiva, atendemos a la pregunta por el lugar de la comunidad, la atención y el cuidado primario de la salud en el quehacer del médico. En este sentido, se pretende hacer que el acto médico esté regido por un ethos humanizado[i]. Desde esta perspectiva, el papel que cumplen los profesores y su posición frente a la salud pública y, en particular, frente a la atención primaria, el compromiso con comunidades y su pasión por la promoción de la salud resalta el trabajo de algunos y presenta el impacto sobre el estudiante. La interna Sonia Maya hace un reconocimiento a María Ruth Pérez, su maestra en décimo semestre, por la forma en que ha marcado su vida profesional y su relación con la salud pública. Finalmente, se presenta una propuesta para pensar la salud pública desde una perspectiva crítica.

Origen del deseo de ser médico. Sonia Maya

Es sueño de muchos infantes –tal vez más antes que hoy– ser un doctor. En mi caso, ese sueño se hizo realidad; entre otras cosas, al ser mi padre un médico, le escuchamos en casa sus disertaciones, veía sus libros y soñaba con poder entenderlos en un futuro. Además de ser un médico reconocido en la ciudad y el país, lo que nos llenaba de orgullo a mi hermana mayor y a mí. Hoy en día, como mi padre, mi hermana es médica; y yo, al momento de escribir este artículo, estoy a días de recibir mi título de médica en la Universidad del Rosario. Por ello es válido construir memoria y hacer algunas reflexiones en torno al papel de la formación académica como preparación al ejercicio de médico que estoy, con mis compañeros, a punto de iniciar.

Una vez fui aceptada en la universidad para estudiar Medicina, comprendí –a pesar de tener familia en la profesión– que, en el imaginario del estudiante que llega a sentarse por primera vez a un salón de clase de una Facultad de Medicina, existen ilusiones, ideas, miedos y miles de expectativas. La idea de vestir un uniforme y entrar a una sala de cirugía encapsula el sueño de convertirse en médico. El salvar vidas es el común denominador en las respuestas a la pregunta en la entrevista de por qué quiere estudiar Medicina. Sin embargo, ¿nos hemos detenido a pensar en qué consiste ser un médico rosarista? ¿Es el médico integral quien, durante su formación, aprende la mayor cantidad de técnicas quirúrgicas? ¿El que aprende la mayor cantidad de diagnósticos? ¿O el que logra la comprensión profunda del paciente como un ser y no como un objeto de estudio?

No fueron pocas las discusiones sostenidas con compañeros, durante los semestres, y con docentes de algunas cátedras. Sin embargo, a medida que se avanzaba en la carrera, sentía que algo faltaba. Era un vacío que no correspondía al sueño de infante y a la respuesta dada en la entrevista de salvar vidas. Concepto cuyo sentido se fue complejizando durante los años de estudio, pues no era ese salvar vidas, desde el saber de la técnica y el saber quirúrgico, o de generar un diagnóstico o de conocer un protocolo, saberes bien enseñados y bien aprehendidos. Era –disculpe el lector– SALVAR LA VIDA, en mayúscula, entendida esta como la posibilidad de sobrellevar su padecer de la manera más digna, de generar bienestar a las comunidades.

Durante nuestra formación, de tendencia biomédica, en distintos semestres encontramos asignaturas como promoción y prevención de la salud, que abordaban temas como la comunidad y sus problemáticas, pero que rápidamente perdían continuidad o cuya aplicabilidad clínica no encontrábamos. Fue en décimo semestre donde descubrí y comprendí con más amplitud, en la asignatura de Salud pública práctica (sin desconocer las demás), un sentido y una visión distinta del quehacer-saber de la medicina, y ahora entiendo por qué algunos definen la medicina como un arte. Tuvo que ver en el descubrimiento con lo que significa trabajar en comunidad, el acercamiento al trabajo de campo, entender al otro dentro de su cultura y complejidades y lo que significa el médico como agente garante de salud y bienestar. Ahora indiscutiblemente entiendo la atención primaria en salud (APS) como una estrategia, como una respuesta a distintas necesidades de nuestros pacientes, que posibilita entender los determinantes sociales de las comunidades, máxime con un sistema de salud lleno de dificultades. Se vislumbró así parte de la respuesta a ese vacío que sentía.

Humanización de la profesión médica en el Rosario

¿Qué significa concebir la medicina como profesión y no como técnica?

Que la práctica y el saber implican una capacidad reflexiva, en el sentido de que la medicina no es solo la aplicación de fórmulas generalizadas para todos, no es una técnica. Es una profesión y, por tanto, implica un discernimiento que toca la sensibilidad, el saber, los avances de la tecnología y la evidencia. En medicina, no atendemos solamente cuerpos o enfermedades u organismos o procesos bioquímicos. Los vemos en una persona que sufre, que padece en forma singular y que está marcada por su propia cultura e historia. La medicina implica un discernimiento y, sobretodo, un saber que permite manejar la incertidumbre, pues en ella no hay certezas.

Lo humano de la medicina también está ligado a la posibilidad de salvar vidas, de mejorar las condiciones de algunos y los padecimientos de los que sufren. La medicina no solo otorga un poder inmenso de transformación en prácticas cotidianas de salud, sino que también es una herramienta de transformación social, de transferencia de poder o empoderamiento frente a la gran desigualdad social que nos aqueja. Asimismo permite garantizar la salud como derecho de individuos y comunidades. La medicina no solo se ejerce en un quirófano o como paraclínico salvavidas, o como clínico o cirujano; sino en la vida, en la comunidad y en la sociedad.

El trabajo en comunidad es obligatorio dentro del pénsum de todos los programas de medicina del país, pero no todas lo desarrollan de la misma forma e intensidad. Consideramos que, en la Universidad del Rosario, somos afortunados, pues en nuestra escuela el acercamiento comienza desde temprano. En primer semestre, de la mano de ilustres y reconocidos docentes como María Ruth Pérez[1], quien dedicó 50 años de su vida al trabajo con familias y comunidades. Como salubrista estuvo siempre ampliamente enterada de las problemáticas que aquejan a nuestro país, que le dolían; y como profesional de la salud con excelencia siempre se preocupó por aportar a la resolución de las carencias del país, en especial las de los más necesitados. Ruth siempre tuvo un espíritu de compartir conocimiento con generosidad y se preocupó de transmitir su saber con excelencia. Su huella como salubrista y como maestra quedó impresa en la forma en que interpretó la atención primaria en salud con humanismo; en la forma como concebía la relación con el paciente y el papel del médico frente a la sociedad. Además, el trabajo comunitario de Ruth y el de otros profesores del Departamento de Salud Pública permiten con la experiencia en terreno enseñar a pensar de forma crítica la medicina, lo que significa una rigurosidad y una ética sistemática de sospecha de la verdad en forma absoluta. También significa aprender a disentir, a debatir de manera respetuosa y, sobretodo, a escuchar al otro desde su diversidad; en el mundo moderno se hace necesario entender la pluralidad.

Reflexiones finales de una Práctica en salud comunitaria

Junto a esta práctica, denominada de salud pública, en el año 2015 me acerqué, por primera vez, a lo que significa para mí ser un médico integral. Mientras estuve con Ruth en la práctica de atención primaria en salud, en los jardines infantiles de la localidad de Barrios Unidos, la experiencia me permitió llenar este vacío, ya que, durante esos cuatro meses, la práctica fue dando respuesta a la inquietud de cómo y con qué herramientas podría trasformar vidas. Y comprendo con la experiencia vivida en terreno, con más certeza, la complejidad del trabajo en campo y con las comunidades. Junto a la doctora Ruth comprendí la importancia de adoptar estos conocimientos dentro de mi práctica clínica y médica. Entendí que mi quehacer diario no puede estar desligado ni desvinculado de la familia y de la comunidad.

La importancia de humanizar nuestra profesión y, en conjunto, comprender cada una de las situaciones y procesos de vida, son determinantes de los efectos de nuestras intervenciones en las condiciones de salud de una persona y de la comunidad. Esto concuerda con lo que significa representar los ideales de un médico rosarista. Es por ello que el trabajo en campo y la experiencia de la práctica son un elemento esencial del aprendizaje de todos los agentes que proveen de salud a nuestro país.

No podemos dejar de resaltar el componente de la experiencia en campo, en la formación de los futuros médicos rosaristas. La práctica en la comunidad aporta, enriquece, cambia vidas, elimina paradigmas erróneos, crea algunos más nuevos y, sobre todo, nos hace mejores personas, mejores prestadores de salud, un poco más conscientes, más sentidos, más humanos.

Al intentar dar respuesta a la inquietud que suscitó esta reflexión, lo distintivo del médico rosarista es su formación integral, que va más allá de diagnosticar y atender al paciente que viene en busca de su ayuda, aquejado por alguna dolencia. Puesto que trasciende el entendimiento de las causas estructurales de la dolencia y la comprensión de los determinantes, entiende el lugar que ocupa la comunidad y la cultura, y asume un papel activo en la transformación social.

Referencias

  1. Organización Mundial de la Salud. Primary Health Care: Now more than ever. Suiza: OMS; 2008.
  2. International Conference on Primary Health Care, Alma-Ata, USSR, 6-12, September 1978.
  3. https://ibvn.wordpress.com/2009/03/02/%C2%BFsabes-que-es-el-ethos/

[1] Enfermera de la Universidad Nacional, magister en Educación, experta en salud pública y profesora vinculada al Departamento de Salud Pública y la Universidad del Rosario, desde 1966 hasta el primer semestre del 2016.

[i] El ethos es el aspecto de la cultura que corresponde a la escala de valores de una persona. Es una especie de mente subconsciente a nivel colectivo… que determina el carácter y la calidad de vida de un pueblo, su estilo moral y estético y la disposición de su ánimo. Un ethos es una experiencia común… una comprensión nacida del encuentro entre seres humanos; es difícil de analizar o comprender a simple vista porque no proviene de alguna forma de argumento coherente o ideología, sino que es más bien una experiencia compartida que vive alimentándose de su constante memoria. Es lo que hace que los latinos seamos tan… latinos… y que no seamos (ni podamos ser) anglos o sajones… o de ninguna otra manera. El ethos (¡por supuesto!) determina nuestra… ética.