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Rodrigo Cobo Vásquez (ROCO): Del bisturí al pincel

Jairo Hernán Ortega Ortega, MD.

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Dentro de los pintores del mundo le encantaría haber sido el genial Leonardo Da Vinci del Renacimiento o quizás Pedro Pablo Rubens con su innumerable obra, sin despreciar a Vermeer y sus pequeños pero maravillosos formatos; en otra época hubiera querido nacer en la piel del iluminante Rembrandt y más adelante no dudaría en ser el talentoso Vincent Van Gogh el de las manchas con vida propia o el perfeccionista Dalí de los sueños, sin olvidar a Picasso el de la libertad total. En Colombia,  no discutiría que Alejandro Obregón reencarnara en él con sus fuertes y alegres colores del caribe. Es Rodrigo Cobo Vásquez, natural de Palmira - Valle, de formación Médico Especialista en Cirugía, pero Pintor de nacimiento.

Nace un Cirujano
Tercer hermano entre los ocho hijos de Erenio y Bertha. Erenio se desempeñó como Síndico de hospital y Bertha fue educadora toda su vida. Se siente orgullosamente vallecaucano. Sus hermanos ejercen profesiones diversas, desde contadores públicos titulados y abogados, pasando por expertas en ventas y restauranteros, hasta administradores de alto coturno. Una de sus hermanas, casada con holandés, vive en Rotterdam, lo cual va a influir en el lado artístico de nuestro cirujano.

Su infancia está marcada por la inmensa casona familiar, una casa muy simpática, con un cielo raso alto, con paredes de adobe, los baños se ubicaban en el exterior de la vivienda. Estudió en el Colegio de Cárdenas, toda una institución en el Valle del Cauca, oficial y exigente; en su época empezaron 12 primeros de bachillerato y sólo terminaron 4. Se gradúa a los 16 años y siente inclinación por ser médico o hacer algo de Artes; se decide por la Arquitectura teniendo en cuenta la afición de su padre por esta carrera, pero su madre quería que fuera médico. Consideraba que tenía aptitudes para las dos.

Hizo un año de Arquitectura, pero las matemáticas, la asignatura de máximos y mínimos y las derivadas, le hicieron desistir porque no les encontraba sentido. Su vocación de servicio y el gusto por la química, la biología y el ser humano, lo llevaron a decidirse por Medicina. Se considera afortunado de poder haberla cursado con honores en la Universidad de Antioquia, a donde ingresar no era nada fácil. Fue una de las experiencias más lindas de su vida, adora su Medicina de la U. de Antioquia. Estudió con pasión.

La medicatura rural la hace en San Vicente del Caguán, allí conoció a Diana Méndez quien es su esposa.

Terminada la carrera quiso especializarse en Cirugía Plástica, pero el difícil acceso a la misma se lo impidió.

La admiración por los Cirujanos antioqueños, pioneros en trasplantes renales e implantes de manos, lo inclinó por la Cirugía General sin desechar del todo la Plástica. Decide hacerla en Chile ya que en dicho país, para ser Cirujano Plástico primero se debía recibir como Cirujano General.

A Chile llevó su Medicina y su Arte. Culmina Cirugía General, pero por situaciones familiares no pudo esperar los dos años en los cuales le iban otorgar el cupo a Cirugía Plástica. Le tomó cariño a la Cirugía General, se dio cuenta que uno no lo sabe todo nunca y que debía ser humilde para seguir aprendiendo todos los días de la vida. Hizo un año de Cirugía General en el Hospital de La Samaritana para reforzar lo aprendido  con los chilenos. Ha ejercido la Cirugía General en varios pueblos de Cundinamarca (Gachetá, Facatativá), Seguro Social (Clínica Misael Pastrana Borrero); desde hace catorce años labora en la Clínica Juan N. Corpas; también opera en CAFAM.

Nace un Pintor
De la antigua casona palmireña le impactaron los grandes solares, las altas cenefas de colores vivos y los baldosines españoles de mosaicos rechinantes. Esos diseños y esos colores marcaron su niñez y su gusto por las artes.

Sentía pasión por el color. A los tres años ya le impactaban los lápices de colores que llevaban al colegio sus hermanos mayores, y las blancas hojas de los cuadernos de dibujo, pero de manera muy especial el papel calcante que las separaba. Le maravillaban. Terminó rayando esos cuadernos con los colores de una marca que no olvida: Recreo.

Al notar esa dicha indescriptible que le producía dibujar, sus padres empezaron a comprarle sus propios lápices para colorear. La pintura satisfacía sus gustos, piensa en ella como hobby. Durante el bachillerato pintó afiches influenciado por el arte psicodélico y el pop. Le agradaba tratar de imitar a los artistas americanos padres de esa vanguardia. En el colegio ganó concursos de pintura.

Las primeras obras que vendió fueron  unas flores de papier máche coloreadas, para el día de la madre. Eso fue a los 12 años, cuando se sentía un Picasso. Al llegar del colegio nada le apasionaba más que dejar tirados los libros y correr al taller de pintura publicitaria del negro Ocoró (escribiendo este artículo caigo en cuenta que al descomponer esas sílabas y leerlas al revés se forma el nombre artístico de Rodrigo Cobo Vásquez: ROCO).

Incursionó en la pintura con vinilo. Ocoró le decía que tenía madera e iba a ser un genio del arte; nunca le negó ni un pincel. Era maravilloso. En Palmira no existían escuelas de arte. Su padre lo llevó al Conservatorio Antonio María Valencia en Cali; el olor a la trementina, al óleo y al aguarrás lo cautivó. Era como estar en un palacio. Por su corta edad casi no lo reciben, pero el desnudo que pintó al carboncillo como prueba de ingreso le abrió las puertas del Conservatorio y los corazones de sus maestros.

Se concentraba tanto en pintar  que, un día, en vez de tomarse el café que su abuelita le había dejado, se tomó el agua donde limpiaba los pinceles, al confundir los pocillos.

Hace su primera venta profesional gracias a un Jesucristo pintado al óleo. El regalo más apasionante que ha recibido es el juego de óleos que su madre, en esa época, le llevó desde Bogotá.
 
Viviendo como Cirujano y Pintor
Hace 29 años se casó con Diana; ella había ido a San Vicente del Caguán a hacer el año rural como Bacterióloga. Desde el principio hubo una empatía especial entre ellos, les gustaba el arte, disfrutar los paisajes, los ríos y los atardeceres; contemplar la luna y coincidíeron en que ambos pintaban al carboncillo. Terminado el año rural se casaron. Diana es su polo a tierra, su todo.

Viajan a Chile donde nace su hija menor, Sandra Valeria, muy talentosa. Estudia Artes Visuales en la Universidad Javeriana. Canta muy bonito, tiene un oído musical espectacular. Interpreta la guitarra de manera empírica.

Carolina, la hija mayor es otra gran artista, Maestra en música, de la Universidad de Los Andes, con énfasis en canto lírico; interpreta el piano, es políglota. Hizo una maestría en Oxford. Vive en Estados Unidos, dirige una Fundación donde se forman niños en las artes musicales. Compone Jazz y tiene su propia banda. Ya escucharemos de ella.

A la par con su trabajo médico, afectado por las injustas condiciones que la Ley 100 impone a los profesionales de la salud, ROCO ha realizado veintidós exposiciones, en Cali, Palmira, Medellín, Santiago de Chile, Bogotá, Ecuador y Estados Unidos. En 1969 ganó el premio especial de pintura infantil de la Cámara de Comercio de Palmira; en total ha recibido más de trece distinciones, la última en el año 2011 al ganar el Concurso de pintura CAFAM.

Una característica de sus obras son las “transparencias”, las cuales plasma con una técnica depurada y mágica. En 1988 su impactante obra Niño de la Guerra, un óleo sobre lienzo, de 100 x 70m cm, fue escogida para ilustrar la portada de la Revista de la Sociedad Colombiana de Cirugía. En Holanda el marchand de art de una galería, al admirar una de sus obras, le encarga treinta cuadros para exponer; exposición que nunca se pudo llevar a cabo porque ROCO no pinta por encargo sino por la pasión que le indica el corazón.

Su colega en la pintura y la cirugía, el Dr. Julián Castelblanco Sierra, manifiesta: “cuando recién lo conocí, dentro del ámbito de un quirófano, fue evidente su calidad profesional, su habilidad quirúrgica y su sensibilidad humana, pero jamás imaginé que estaba frente a un artista y no cualquier artista, sino frente a un pintor que ha dedicado toda su vida a explorar el mundo del dibujo y del color”.

Sin embargo, lo que más satisfacción le da al Dr. Cobo Vásquez es el reconocimiento que, de diversas formas, le expresan sus pacientes agradeciéndole el buen trato y el manejo oportuno, certero y adecuado que les brinda. Su sensibilidad de artista la trasplanta a sus pacientes.

Rompiendo paradigmas
Este creador que superpone imágenes, con una técnica y estética propias, piensa que las logra en sus obras debido a que en la realidad, en un momento dado, todo se mezcla: alma. espíritu, cuerpo, instinto...En el fondo todos, plantas, animales, cosas, seres humanos, terminamos siendo átomos. A medida que va pintando, se va recreando y aparecen cosas que ni ha imaginado. Hay que disfrutar cada pincelada, pero también cada incisión que hace el bisturí.

La cirugía es exigente y lo absorbe, pero siempre trata de pintar, en especial los fines de semana porque su espíritu se lo reclama y sus hijas y esposa lo animan y patrocinan porque también son artistas. Le encanta compartir con artistas de diversas áreas.

Considera que la tecnología le quita imaginación a la gente y espontaneidad a los artistas. Cree que el arte puede ayudar a la humanidad para evitar tanta guerra y que el ser humano deje de pensar en hacerse millonario de la noche a la mañana porque eso hace que descuide la creación y el trabajo. Es un firme convencido de que una forma de salvar al mundo es que haya otro Renacimiento, en todo y en todas las Artes.

Se considera un pintor dentro de lo clásico, no entiende los grafitis. El performance puede llegar a ser interesante aunque no es versado en ello. Es más sensible a lo tradicional. Se siente más cómodo frente a un lienzo. El arte es muy amplio y no tiene porqué entenderlo todo. Desde niño vio que el arte, en gran parte, era estética; algo visual que comunica y es agradable. A Colombia la considera una potencia artística en todas las áreas por la creatividad innata de que gozamos.

En su vida nunca ha pesado más la cirugía que la pintura, ni la pintura más que la cirugía. Se siente privilegiado porque goza tanto del quirófano como del estudio de arte. Al momento vive de la cirugía pero viene pensando que muy pronto, al pensionarse, volcará todas sus energías hacia los pinceles y el óleo. Aunque duda que pudiera ser más temprano que tarde. Por ahora busca robar tiempo para pintar Los Caballos de Rondón, donde reivindica al caballo como un guerrero que también nos dio la independencia con su fuerza y su energía.

Si usted, apreciado lector, comparte los sentimientos artísticos de ROCO y admira su obra (expuesta en parte en las fotografías que ilustran este artículo), ayúdele a tomar la decisión de dedicarse de lleno a la pintura escribiéndole a rodrigocobova@yahoo.com.ar