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Integración económica y delincuencia organizada transnacional: el drama de la trata de personas de paraguayos en la triple frontera

Susana Jiménez Zabala - Laura Alejandra Granados Vela

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Introducción

Alrededor del mundo, las fronteras entre algunos países se caracterizan por su gran multiculturalidad y características naturales y económicas que las hacen una de las zonas más importantes para los países que las ostentan. Sin embargo, las fronteras también suelen ser porosas y de difícil control, por lo que pueden ser foco de actividades ilegales. Esto se da especialmente en lugares donde existe constante flujo de migrantes y hay poca presencia estatal que pueda contrarrestar este tipo de delitos. Precisamente, esta es la situación que se vive en la zona de Triple Frontera entre Paraguay, Argentina y Brasil. Esta región corresponde principalmente a las ciudades de Ciudad del Este (Paraguay), Puerto Iguazú (Argentina) y Foz do Iguazú (Brasil), territorios característicos por un importante movimiento administrativo, comercial, turístico, multicultural y migratorio; pero también de tráfico ilícito de drogas, tráfico de armas, contrabando, organizaciones transnacionales delictivas y explotación sexual.
Una de las mayores actividades ilícitas que hay en esta Triple Frontera es la Trata de Personas, la cual se caracteriza por centrarse en la explotación sexual de niños, niñas y mujeres. Esta problemática se ve fomentada por las condiciones económicas y comerciales junto al constante tránsito de personas en los pasos fronterizos. De esta manera, el presente texto pretende analizar cómo la explotación sexual en la zona de la Triple Frontera se ve incentivada por la migración transfronteriza de la región. Así, el texto se dividirá en tres partes: la primera expondrá el contexto de la Trata de Personas y la migración en la región a estudiar; la segunda parte se centrará en la migración existente en la Triple Frontera; la tercera parte se enfocará en la Trata de Personas dentro de la Triple Frontera.

Una región de boyante desarrollo

Paraguay, Argentina y Brasil comparten una región de frontera terrestre y fluvial en la que se han desarrollado dinámicas propias de integración y migración. En esta región, viven aproximadamente 450.000 personas de manera estable (Organización Internacional para las Migraciones, 2010), y estos habitantes se encuentran en su mayoría en situaciones precarias de vida. Las condiciones de subsistencia de gran parte de estas personas están condicionadas a trabajos mal remunerados y en actividades informales, en donde la pobreza y vulnerabilidad de la zona tienen como consecuencia la escasez y deficiencia en la calidad de servicios salubres, educativos y sociales. Este déficit en la prestación de servicios básicos afecta en gran medida a la población joven y adolescente, quienes, para salir de sus precarias condiciones, se ven obligados a obtener ingresos a una edad temprana, y de esta manera contribuir a su propia subsistencia y la de sus familiares. Esto ha permitido que se generen redes informales de emigración y de Trata de Personas (Organización Internacional para las Migraciones, 2010). La Triple Frontera ha sido destino de diferentes grupos y comunidades inmigrantes, lo que ha facilitado la consolidación de un espacio altamente diverso culturalmente, y que a su vez ha permitido el establecimiento de paraguayos, argentinos, brasileños, árabes, chinos, coreanos, indios y aborígenes, entre otros; y las actividades principales de comunidades como los inmigrantes árabes, chinos y coreanos, se basan en el comercio de importación y exportación desde y hacia la zona (Páez, s.f.).

Estos tres Estados se han caracterizado históricamente por ser países receptores y emisores de migrantes. Asimismo, el tránsito de migrantes entre estos ha sido considerable a través de sus fronteras durante varias décadas. En especial, durante la época dictatorial del Cono Sur se resaltó el movimiento de migrantes, por ejemplo, de argentinos a Brasil, de paraguayos a Argentina, y brasileros a Paraguay y Argentina. De esta manera, se ha presenciado una tendencia creciente de la migración hacia esta región gracias a los macroproyectos energénicos hidroeléctricos de la Represa de Itaipú en los años setenta (Brasil-Paraguay) y la Represa de Yacyretá-Apipé en los años ochenta (Argentina-Paraguay), la integración que se ha dado entre estos países por medio de Mercosur, y el auge económico desde los años noventa en la región. Esto también ha generado relaciones comerciales y de intercambio económico fronterizo, propiciando que el tránsito de personas esté ligado con temas laborales. Este panorama transfronterizo, si bien ha beneficiado a los tres Estados, también ha incentivado el surgimiento de actividades ilegales tales como el tráfico de armas, drogas y personas; siendo este último el fenómeno una de las mayores problemáticas, por lo que la Trata de Personas será objeto de estudio en el presente texto.

La Trata de Personas ha sido un tema de constante discusión, al igual que su definición. Para el presente texto, se tendrá en consideración el concepto consensuado en el Protocolo para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas, especialmente Mujeres y Niños, con el que se da a entender que la Trata de Personas implica la “captación, el transporte y el traslado […] de manera forzosa de personas con la finalidad de ser explotadas” (Naciones Unidas, 2003);  problemática que ha generado víctimas gracias a las dinámicas migratorias en esta región durante la última década (Organización Internacional para las Migraciones, 2010).

Tanto en Argentina, como en Brasil y Paraguay, se han realizado esfuerzos gubernamentales e institucionales para hacer frente a esta problemática. Los tres Estados han ratificado el Protocolo para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas, especialmente mujeres y niños; en Argentina se decretó la Trata de Personas como delito federal con la Ley No. 26.364 de 2008, al igual que la creación de la Oficina de Rescate y Acompañamiento a las Personas Damnificadas por el Delito de Trata; en Brasil se ha realizado un Plan Nacional para Combatir la Trata de Personas mediante el Decreto No. 6.347 de 2006; y en Paraguay se formalizó la Mesa Interinstitucional para la Prevención y Combate a la Trata de Personas, el cual luego lograría la tipificación del delito de la Trata de Personas mediante la Ley No. 3.440 de 2008. Además de ello, este tema ha sido importante en las agendas de discusión de foros como Mercosur y la OIM, quienes han realizado esfuerzos para sensibilizar con respecto al tema y conformar una red transfronteriza para contrarrestar esta problemática.  Sin embargo, los esfuerzos no han sido eficientes en su totalidad, sobre todo en una región tan porosa como lo es la frontera entre estos tres países (Organización Internacional para las Migraciones, 2010).

Ya que la región se caracteriza por su facilidad al momento de hacer tránsito migratorio a través de las fronteras, los movimientos de personas no son controlados efectivamente, y no se poseen registros verídicos de la entrada o salida de personas. Esto se debe a la progresiva interconectividad de esta región, que data desde la construcción de la Represa de Itaipú a mediados de la década de los setenta, junto con elementos concordantes con las políticas de integración del Mercosur como son la figura de Tránsito Vecinal Transfronterizo (TVF), el alto impacto del turismo de la región, entre otros factores que inciden en el contexto de la región.

Esta Triple Frontera ha sido descrita como “una región tristemente célebre por la explotación sexual comercial de menores de edad y mujeres, en la que el crimen organizado es constante en la zona y donde la justicia no tiene presencia” (Organización Internacional para las Migraciones, 2010), (Organización Internacional para las Migraciones, 2010). Durante los años noventa la región comenzó a ser lugar recurrente para el contrabando y el terrorismo, acorde con el desarrollo paralelo de procesos de integración económica. A pesar de la riqueza cultural de la zona, esta se ha visto degradada por la reputación que la ilegalidad le ha dado, teniendo en cuenta que el comercio es una de las principales actividades de los inmigrantes, y su principal fuente de ingresos (Giménez Béliveau, 2010).

Se ha determinado la existencia de redes de reclutamiento de niños y adolescentes para prostíbulos, y también se encuentran ejerciendo en las calles y hoteles. Ya que la región se caracteriza por su facilidad al momento de hacer tránsito migratorio a través de las fronteras, los movimientos de personas no son controlados efectivamente, y no se poseen registros estrictos de la entrada o salida de personas. De lo anterior, es posible mencionar que el transito transfronterizo es un fenómeno que ha existido históricamente en la Triple Frontera, debido a la situación socioeconómica de la región y a su condición de zona de integración propicia que la migración de un lugar a otro sea constante y fluida. De esta manera, la ilegalidad se ha fortalecido, propiciando la creación de redes de tráfico que tomen provecho de las facilidades migratorias y de tránsito de una frontera a otra para transportar víctimas, lo cual ha generado que los países afectados tomen posiciones frente al tema y busquen adentrarse en esta problemática. Por ello, se hace necesario entender que la migración se ve como un factor esencial para que se desarrolle la ilegalidad y la explotación sexual, haciendo de la Triple Frontera, un lugar conocido por las redes de tránsito y las actividades ilegales.

Migración en la Triple Frontera: el lado oscuro de la libertad de tránsito

Los censos de Brasil, Argentina y Paraguay de las últimas dos décadas han demostrado tendencias migratorias de tránsito fluidos de personas entre los tres Estados, lo cual es un insumo de gran utilidad para comprender la lógica migratoria en la Triple Frontera. Según estimaciones de la Organización Internacional para las Migraciones (2012, pág. 42) se evidencia que residen en este país 59.079 argentinos para 2011, siendo 5.295 residentes de Alto Paraná; en cambio, hay 81.337 brasileños, de los cuales 36.965 viven en este departamento (OIM, 2009, pág. 28). Por su parte, el Censo de Argentina de 2010 muestra que hay 559.267 paraguayos residiendo en este país, de los cuales 26.799 residen solamente en la Provincia de Misiones; mientras que los brasileños son 41.330 en toda Argentina, residiendo 13.000 de estos en la provincia fronteriza (Comisión Económica para América Latina, 2017). Por último, el Censo de Brasil de 2012 destaca que hay 29.067 argentinos y 39.251 paraguayos residiendo en éste país (Comisión Económica para América Latina, 2016). Lo anterior demuestra que el flujo de personas entre los tres países es sustancial y constante, llegando a tener una gran concentración en la Triple Frontera. Si bien esto es un indicativo de relaciones migratorias fluidas, regiones como la Triple Frontera son susceptibles de fenómenos transnacionales que son propiciados por la migración.

La principal actividad económica en la Triple Frontera es el comercio transfronterizo (siendo llamativos los bajos precios de los productos importados sin impuestos), los cultivos (principalmente de soja), el turismo (ligado al atractivo natural regional de las Cataratas de Iguazú) y el trabajo informal que circula de un lado de la frontera a otro. Asimismo, esta condición comercial y económica de la zona, va unida a la existencia de actividades ilegales como el contrabando y el tráfico de bienes y personas (Montenegro, 2007). De esta forma, la mayor parte de los migrantes nacionales de estos países transitan constantemente dentro de la Triple Frontera para dedicarse a alguna de esas actividades económicas (legales o ilegales) o en busca de alguna oportunidad laboral.

Las ciudades fronterizas –en especial, Ciudad del Este y Foz de Iguazú- se caracterizan por su multiculturalidad, resaltada por la diversidad de nacionalidades de los tres países y de extranjeros que visitan la zona. No obstante, el tránsito de personas en la Triple Frontera no ha sido solo temporal o turístico, sino que históricamente se ha visto influenciada por la migración árabe, asentándose en estas ciudades colonias libanesas dedicadas al comercio y lugares de negocio, mayoritarios en la región. Hechos como los atentados a la Embajada de Israel en 1992 ubicada en Buenos Aires perpetrados por militantes de Hezbollah, fueron acontecimientos utilizados para fomentar la discriminación hacia la comunidad árabe que residía en la Triple Frontera; región de la cual se concluyó como vía de entrada según las autoridades. La región como tal también comenzó a ser cada vez más señalada y considerada peligrosa por acusaciones de tener vínculos con redes terroristas islámicas, de las cuales hallan financiación mediante el contrabando (Milia, 2014). Además de lo anterior, también se puede resaltar la migración de asiáticos de ascendencia china y coreana, quienes llegan a estos países en busca de formar negocios comerciales para mejorar su condición económica. Por su parte, Puerto Iguazú se ha mantenido alejada de los flujos migratorios extranjeros concentrados en Brasil y Paraguay, es una ciudad caracterizada por la confluencia migratoria de paraguayos y argentinos mayoritariamente (Montenegro, 2007), (Giménez Béliveau, 2010).

Trata de Personas

El problema de la Trata de Personas tiene dos bases importantes. En primer lugar, la zona de frontera como zona de tránsito y origen de víctimas. En segundo lugar, los países de destino a donde llegan las personas tratadas. De esta manera, las acciones estatales y de cooperación internacional deben ser integrales en la lucha contra la ilegalidad, conociendo las rutas de tráfico y las falencias con las que se cuentan, es necesario entrar de lleno a contrarrestar las redes de tráfico tanto en la Triple Frontera como en Europa y América, como principales destinos. Se hace necesario luchar contra la porosidad de las fronteras y propiciar un mayor control migratorio, que sea efectivo en identificar victimas sexuales y de migración ilegal.

La Triple Frontera es la región de tránsito de numerosas víctimas de la Trata de Personas, desde lugares de orígenes y destinos variados. La mayor cantidad de personas son transportadas por medio de vías terrestres, y las principales rutas son Ciudad del Este-Foz do Iguazú, Foz do Iguazú-Ciudad del Este, Ciudad del Este-Sao Paulo, Ciudad del Este-Buenos Aires; y el tránsito por las ciudades fronterizas entre Paraguay, Argentina y Brasil es regulado de forma ineficaz (Ministerio Público de la República de Paraguay y Organización Internacional para las Migraciones, 2014). Por otra parte, se evidencia una alta expedición de documentos falsos para movilizar a las personas de un lado a otro en la frontera. Además del transporte terrestre, existen zonas aéreas utilizadas con fines de explotación sexual. Aproximadamente son 100 aeropuertos clandestinos los que se encuentran cercanos a la Triple Frontera, en los cuales se transportan constantemente armas, drogas, dinero y personas (Barvinsk, 2014).

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La captación de las víctimas en el país paraguayo se realiza principalmente en Asunción y Ciudad del Este, siendo estas también ciudades de destino para la trata interna. Por otro lado, los principales destinos de las víctimas en Ciudad del Este son Argentina y Brasil. Existen redes transfronterizas que se encargan de transportar personas, especialmente adolescentes de sexo femenino, de un país a otro los fines de semana para la explotación sexual, en especial hacia Brasil, y las víctimas son trasladadas en canoas, a pie, motos o en camiones (Ministerio Público de la República de Paraguay y Organización Internacional para las Migraciones, 2014). Existe además una serie de casos de trata de mujeres indígenas paraguayas que son trasladadas hacia Brasil para su explotación sexual. Las condiciones de vida de los habitantes indígenas, dan paso a la facilitación de permitir este tipo de delitos, los cuales son cometidos por paraguayos no indígenas y brasileños (Caputo, 2013).

En el caso de Argentina, existe una mayoría de víctimas del mismo país que corresponden al 51%. Sin embargo, se evidencia un 36% de víctimas procedentes de Paraguay. Las personas que son captadas con fines de explotación sexual, ingresan en su mayoría por un paso fronterizo habilitado y existe predominancia de la ruta Paraguay-Argentina, en donde este último se ha consolidado como país destino de numerosas víctimas paraguayas. Las mujeres que son reclutadas, se les ofrece migrar hacia Argentina con la promesa de conseguir trabajo, vivienda y comida, y al llegar al país, son trasladadas a provincias como Córdoba y Misiones. Las víctimas son en su mayoría mujeres cabeza de hogar con problemas económicos, y con antecedentes de abuso sexual o violencia intrafamiliar, lo que las ha llevado a acceder a formas laborales precarias o ilegales (Unidad Fiscal de Asistencia en Secuestros Extorsivos y Trata de Personas, 2010).
Por otro lado, la Trata de Personas en la Triple Frontera hacia el exterior busca sacar victimas de trata a otros países del mundo desde estos países. Para lograr lo anterior, los líderes delictivos buscan pasar de un país a otro a las víctimas por medio de los puentes fronterizos como el Puente de la Amistad (entre Brasil y Paraguay) y el Puente San Roque González de Santa Cruz (comunica a Paraguay con Argentina), de allí son llevadas a las capitales o grandes ciudades de estos Estados para ser trasladadas a otras partes del mundo por los aeropuertos internacionales de ciudades como Rio de Janeiro, Sao Paulo, Buenos Aires, Córdoba o Asunción (Ministerio Público Fiscal de Argentina y el Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales, 2010), (Ministerio Público de la República de Paraguay y Organización Internacional para las Migraciones, 2014).

Para las víctimas de la Triple Frontera los principales destinos resultan ser América, Europa y Asia, haciendo el paso principalmente por España donde conectan con demás países. Paraguay es un país de origen y destino de personas traficadas para la explotación sexual, y los principales destinos de las victimas paraguayas (además de Argentina y Brasil) son España, Bolivia, Chile, Francia, Corea del Sur y Japón. Por su parte, Argentina es un país de tránsito y de destino, por lo que las personas tratadas que salen por este territorio o tienen como destino este país de Sudamérica generalmente vienen de otros países como Brasil, Paraguay, Republica Dominicana y Bolivia. Así, las mujeres y niñas traficadas desde Argentina tienen como destino Chile, México, Italia, Estados Unidos y países de Europa Occidental.

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Además del tránsito transfronterizo para la explotación sexual interna que está inmerso en la región, se resalta la facilidad con la que las redes ilegales logran traficar a sus víctimas para sacarlas de estos países. La ilegalidad hace mella en la frontera y logra saltarse los controles estatales para poder llevar a las personas a los destinos mencionados. La particularidad de estos países, según el caso, como lugares de origen, destino y tránsito de personas tratadas, hace de la Triple Frontera un lugar recurrente para reunir estas tres características e impulsar actividades ilegales.
Por último, la Triple Frontera es un centro turístico altamente concurrido en la que se ubican las Cataratas del Iguazú. Parte del atractivo del que los inmigrantes aprovechan al llegar a la zona, es el del turismo sexual. Estos turistas, de procedencia en su mayoría desde Europa y Norteamérica, llegan a la región para ejercer este tipo de delito como parte de su viaje, y estas actividades son propiciadas incluso por operadores de la región que ofrecen la trata sexual de mujeres y de menores dentro de viajes preparados. El flujo permanente de turistas ha generado la creación de un fenómeno llamado “turismo sexual exótico”, el cual define la trata y explotación sexual de indígenas. Las mafias y redes internacionales que operan en la Triple Frontera, han incrementado de igual forma el tráfico de personas en la región, ya que existe un vacío estatal y legal del que se aprovechan para separar a las mujeres y niños y así facilitar su explotación, y dificultar su rastro para ser rescatados (Bello, 2013), (ABC, 2005), (Revista Militar Digital, 2010).

Conclusiones

La Trata de Personas es un fenómeno multidimensional y complejo, que se hace difícil de contrarrestar y atacar, esencialmente por su naturaleza transnacional que facilita su propagación. En la zona de la Triple Frontera este fenómeno ha logrado tener gran avance debido las facilidades de la región para la migración, tales como poca presencia estatal, las fronteras porosas, el transito transfronterizo, la limitación de las legislaciones para perseguir y castigar el delito, incentivos para que las personas accedan a formar parte del tráfico y la existencia de una población vulnerable que permite la captación de mujeres y niños de manera sencilla. Todos estos factores en conjunto, hacen de esta región un lugar difícil de tratar y controlar, por ello constituye un reto para estos Estados.

Como se enfatizó a lo largo del texto, la migración ha sido un factor esencial en la propagación de esta actividad ilegal, y por ello es importante tener un enfoque migratorio a la hora de contrarrestar el fenómeno, reconociendo las características de la región y las falencias existentes. Siguiendo lo anterior, es necesaria una intervención estatal fuerte dentro de la región, que busque combatir y desmantelar las redes delictivas, ejerciendo un mayor control migratorio. También se requiere de mayor cooperación fronteriza, que permita acceder a información conjunta y se fortalezca la seguridad en los pasos de frontera. Lo anterior debe ir acompañado de concientización social que permita informar a la población sobre los métodos que utilizan las redes para atraer personas, de esta manera se buscaría prevenir que mujeres y niños caigan dentro de las redes de traficantes. La situación en la Triple Frontera es compleja, se debe enfrentar la triple condición de región de origen, tránsito y destino de víctimas, que fortalece a los traficantes e imposibilita a los Estados implicados para contrarrestar el problema a corto plazo. Así, es principal menester que la reacción institucional sea oportuna y que la migración, como salida de escape de personas que busquen un mejor horizonte laboral y económico, no caiga en manos siniestras que puedan evanescer el sueño de buscar un mejor futuro.

Bibliografía

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