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Más allá de Policarpa y Antonia Santos: La mujer como heroína encubierta durante la Reconquista

Ruth Lorena Morales Villalobos

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“¿Hay heroínas entre nosotros? ¿Qué nos puede presentar más grande la historia griega y romana? El sexo delicado olvidó su debilidad y su blandura cuando se trata de la salud de la Patria (…) Cuando el gobierno sepa quién es esa heroína formidable, debe decretarla una banda de honor para premiar el mérito y el valor”.
Francisco José de Caldas (Diario político de Santa Fé 29 de julio 1810).

“Ve a morir con los hombres, nosotras las mujeres marcharemos adelante: presentaremos nuestros pechos al cañón y que la metralla descargue sobre nosotras, y los hombres nos sigan y a quienes hemos salvado de la primera descarga, pasen sobre nuestros cadáveres, se apoderen de la artillería y liberen la patria”
(Heroína anónima, 20 de julio)

En diversos periodos de la historia colombiana la mujer ha jugado un rol significativo, en ciertas ocasiones  de forma protagónica y en otras como  organizadora encubierta. Por tal razón, desde hace varios años se han ampliado los estudios históricos sobre la intervención de la mujer en la esfera pública, prueba de esto son los diversos artículos que historiadores de la talla de Aida Martínez Carreño han realizado sobre el tema. Ahora bien, es debido mencionar que pese al esfuerzo de la academia por profundizar en estos temas, aún prevalecen ciertos lugares comunes en cuanto a las formas de intervención y personajes relevantes en la contribución de las mujeres dentro la construcción de la nación colombiana.

Considerando esto, el presente texto espera esbozar algunos aspectos sobre la participación de la mujer durante el periodo de la reconquista española, tomando como enfoque las contribuciones de aquellas que prestaron su apoyo a la causa realista o patriota, pero que no han tenido la misma divulgación que las hazañas de personajes como Policarpa Salavarrieta y Antonia Santos.

Para lograr este fin, en primer lugar, se enunciarán algunas características del periodo conocido como la “Pacificación”; en segundo lugar se hará una alusión a casos de viudas que fueron afectadas por los hechos acaecidos, junto con una breve descripción de la legislación colonial para las mujeres; en tercer lugar, se  abordara de manera directa la intromisión de diversas mujeres que estuvieron favor del bando realista o de la causa patriota; en cuarto lugar se suscitarán ejemplos sobre la manera como las mujeres intervinieron en el proceso de independencia en otros lugares de América latina y por último, se presentaran las conclusiones del texto.

  1. Una  costosa pacificación

Después de la restauración del mandato del Rey Fernando VII en España, este nombró al audaz  militar Pablo Morillo como Teniente General en Jefe del ejército expedicionario con el propósito de lograr la paz en el territorio americano (Rodríguez Villa, 2007). Cabe anotar que el Monarca dotó al General Morillo con las facultades necesarias para lograr dicho fin, así le permitió dar indultos y proferir sentencias de todo tipo; bajo esa lógica Morillo instauró varios cuerpos y entes que le ayudarán a restaurar la soberanía española en tierras americanas.

Entre estos organismos, cabe mencionar como primera medida a su Estado Mayor, que tuvo como misión reestablecer el orden en los diferentes puntos de concentración republicana, este cuerpo castrense estuvo compuesto por militares como Julián Bayer, Francisco Warleta, Miguel de la Torre y su mano derecha el General Pascual Enrile, quien luego tendría en sus manos la potestad de condenar o salvar la vida del sabio Caldas. Es preciso mencionar que después de haber cercenado las diversas manifestaciones de insurrección, estos permanecieron al lado de pacificador, como sus consejeros y fieles servidores[1] (Academia Colombiana de historia, 1909).

Otra de las entidades que se generan en la época es el Tribunal de Purificación, encargado de juzgar los crímenes de insurrección y diversas formas de traición a la Corona. Este tribunal tenía la potestad de sentenciar a muerte a los que fuesen hallados culpables o de darles un indulto si lo estimaban conveniente. Todo esto se deriva de las amplias atribuciones concedidas a Morillo por el Rey[2], no obstante cabe anotar que por recomendación de este, debería primar la promulgación de amnistías sobre los diferentes tipos de condenas, cuestión que por la fallida experiencia de Morillo en las islas Margarita no fue aplicada en el territorio de la Nueva Granada.

Por otro lado, si bien la pena de muerte era el peor castigo, Morillo consideró que era justo que quienes habían usurpado los bienes de la Hacienda Pública, pagaran por este delito, por tal motivo fue diseñada la Junta de Secuestros. Esta colación contó con la colaboración de criollos que aún seguían aferrados al ideal español  como Faustino Martínez, Martín Urdaneta, José María Hinestrosa  y Tomás Tenorio[3] entre otros (Abella, 1966, págs. 77-79).

Dicha junta realizaba un control minucioso de los bienes adquiridos por quienes habían ocupado un cargo público durante 1810 a 1816 o de los individuos que de alguna manera hubiesen contribuido con la sedición. Después de esto, acusaban a los juzgados de haber tomado recursos del erario para incrementar su patrimonio personal y posteriormente casi la mitad de sus bienes les era expropiada, desde sus grandes haciendas hasta sus prendas de vestir y todo esto era rematado en la plaza mayor entre los puentes de San Francisco, San Agustín y San Victorino (Abella, 1966).

En suma como diría David Bushnell, el General Morillo y sus lugartenientes, aplicaron una política de terror, diseñada para liquidar a las principales figuras militares y políticas de la patria boba y, al mismo tiempo escarmentar a la población de los peligros de la desobediencia (Bushnell, 2009). Por tal motivo, el costo de la reconquista fue supremamente irrisorio, aún no se tiene el número exacto de aquellos que perdieron la vida en la huerta de Jaime, pero tan solo con la muerte de personajes insignes como Francisco José de Caldas, bajo la premisa de “España no necesita de sabios”[4] y la perdida de juristas como Camilo Torres o la devastadora situación que soportaron los cartageneros por 106 días, muestran que este proceso fue el régimen del terror en la Nueva Granada.

  1. Grandes mujeres detrás de grandes hombres: La cuestión de la viudas

Tomando en consideración todos estos hechos, muchas fueron las víctimas que la historia ha ignorado, porque se ha hablado de la terrible perdida de los dirigentes como Caldas, Torres y Castillo y Rada, empero, es valioso indagar sobre cómo fue la situación que sus familias y esposas tuvieron que afrontar durante los procesos judiciales de estos y aún peor, después de la ejecución de los mismos. Ahora, cabe mencionar que las consecuencias no solo eran económicas, sino sociales, porque la presión social era y sigue uno de los medios más efectivos de coerción, imaginar el señalamiento al que fueron sometidas las familias de los próceres es algo digno de ser estudiado.

Así, en este acápite del texto se abordarán los casos de algunas mujeres que reclamaron sus derechos, para defender el patrimonio e integridad de sus familias. Para esto es preciso ahondar en la situación jurídica de las mujeres en la primera parte del siglo XIX. Inicialmente, se debe mencionar que en la legislación de las Indias la capacidad jurídica de la mujer no quedo plenamente delimitada, por eso regían los documentos peninsulares como, las Siete Partidas (1265), el Ordenamiento de Alcalá (1386), la Nueva Recopilación (1567) y la novísima recopilación (1808) (Lux, 2004)[5].  En consonancia con esto, cabe mencionar que en la cotidianidad la mujer casi siempre estaba bajo la protección legal de algún tutor masculino.

Esta protección no solo se daba en el ámbito legal, sino que cierto tipo instituciones sociales lo avalaban y procuraban su subsistencia en el tiempo. Algunas de las particularidades de estas leyes consistían en que, según las leyes de Toro, la mujer podía, de forma independiente de su cónyuge, aceptar una herencia, pero no podrían contraer deudas o comparecer en un juicio, lo que explica la razón por la que muchas mujeres durante la reconquista fueron condenadas de forma arbitraria.  

De otro modo, en cuanto a la cuestión económica, mientras el matrimonio fuese vigente, la dote y los bienes conyugales estaban bajo la dirección del hombre, lo que significa que, no solo la dote era administrada por el esposo, sino tambien las propiedades obtenidas dentro del matrimonio por cualquiera de los conyugues. Las esposas apenas podían poseer y administrar los bienes aportados al matrimonio, llamados bienes parafernales (Londoño Vega, S.F.).Todo esto, permite ver una lógica de sumisión de las mujeres a sus esposos y entender que su labor radicaba en la protección de su hogar y futuro de sus hijos, lo que explica sus reivindicaciones ante lo que consideraban injusto ante las medidas de la pacificación.

Sin embargo, la legislación solo contemplaba casos extremos en los que la mujer podía ser sujeto de derechos y uno de esto era la vuidez (Capdequi,1941). En este caso la mujer tenía la potestad de reclamar su dote y las pensiones a la corona, para sostener a su familia. Por otro lado una curiosidad en este asunto, radica en que las vuidas de los militares podían pedir socorro a la corona y soliciatar un pasaje de regreso a España (Lux, 2004, pág. 78).

Así la ausencia de tutores masculinos le permitió a la mujer manejar su capital e incluso incursionar en la lógica mercantil, de hecho muchas se apoyaron en la ley para proteger sus bienes ante la Junta de Secuestros. De esa manera, para ejemplificar lo anterior vale la pena mencionar casos como el de María Tadea Lozano y Catalina Tejada vuidas de rosaristas.

Primero, María Tadea Lozano de Peralta esposa y sobrina de Jorge Tadeo Lozano, con el cual tuvo ocho hijos, después de que el Arzobispo de Santafé de Bogotá realizara una dispensa para legitimar dicha unión. No obstante, al momento en el que Jorge Tadeo fue  fusilado el 6 de julio de 1816,  el tribunal de secuestros, embargó todos sus bienes que incluían Haciendas en Chinauta y Soacha que ascendían a 35.000 pesos de ese tiempo. María Tadea alegaba que no todo este capital hacía parte de la herencia del procer, sino que había sido fruto del trabajo mancomunado del matrimonio, así alegaba que según la Novísima Recopilación, no era posible secuestrar la parte que le correspondía (Lux, 2004).

Exposición Mujeres en la Independencia-Archivo Histórico UR 2

Por otro lado es preciso resaltar que María Tadea fue una de las pocas mujeres en  rescatar parte de su patrimonio, ya que su esposo cedió y depositó a su nombre algunos bienes antes de morir, así que dichos bienes le fueron concedidos bajo la figura de arrendamiento, todo esto lo hizo bajo la representación de su primo Manuel Alvarez Lozano.

Por otro lado, Catalina Sánchez de  Tejada, Viuda de José Acevedo y Gómez y madre de la poeta  Josefa Acevedo y Tejada, tuvo que encargarse de la educación de sus hijos después del exilio y muerte de su esposo, así que  junto con otras viudas como Isabel Caycedo, viuda de Antonio Baraya, reclamó la dote que sus padres le habían dado a su esposo. Esto ya que según las siete partidas de 1265 y otras leyes españolas, las mujeres podían reclamar su dote si su marido era juzgado o era un disipador  (evidentemente si dicha mujer tenía un hermano o padre, la dote pasaba a manos de este). En el caso de Catalina, la dote correspondía  a la hacienda El Rabanal, y reclamaba como suya la casa de Acevedo en el barrio La Catedral, para suerte suya contó con el apoyo de algunos chapetones de la Junta de Secuestros y sus bienes fueron salvados (Abella, 1966).

Consecuentemente, las mujeres para proteger su patrimonio familiar, se desarraigaron de la sumisión que habían heredado por tradición y comenzaron a protagonizar diferentes pleitos con autoridades como los oidores, virreyes e incluso llegaron a redactar cartas dirigidas a Fernando VII, con el propósito de presentar lo que ante ellas figuraba como una injusticia. Ahora, cabe mencionar que la mayoría de estas reivindicaciones se realizaron de manera individual e iniciadas solamente por su propia voluntad (Cherpak, 1995). En nuestro contexto pocos son los grupos que adelantaron labores conjuntas para defender sus intereses.

  1. Las heroínas realistas y patriotas

El centro de atención del presente texto radica en la participación de las mujeres durante el periodo de la reconquista; respecto a este tema, es preciso mencionar que no existió una única razón por la que las mujeres se vincularon a la lógica guerrerista, algunas lo hicieron por la afinidad ideológica de sus padres, hermanos o esposos (Cherpak, 1995). En tanto que otras se sumaron a la contienda de manera indirecta o directa, por las atrocidades cometidas en su contra por los realistas o patriotas. Acciones como la expropiación de sus bienes o el asesinato de un ser querido despertó en estas el deseo de incursionar en la lucha ideológica y política de la reconquista.

Dicha colaboración se manifestó en múltiples formas, tomando como base su aparente desinterés en las ideas políticas; muchos temas de gran relevancia se dialogaban frente a estas sin desconfianza alguna, lo que permitió que fungieran como espías de uno y otro bando. Asimismo, en ocasiones sus casas eran escenario de tertulias y grupos de conspiración; de hecho en algunos textos se menciona que en el momento en el que Morillo arriba a Santa Fé  un número de damas de la élite ofrecen sus casas para alojar al  General en Jefe (Abella, 1966). Por otro lado, es valioso mencionar que algunas mujeres donaban sus bienes materiales por el bien de la causa, como el caso de las mujeres del Socorro, quienes se ofrecieron a vestir a 100 hombres que estaban recibiendo educación militar (Cherpak, 1995, pág. 107), también otras emprendían largos viajes entre campamentos de guerra para transportar diversos tipos de provisiones (García López, S.F.).

Asímismo, Ana Belén García, historiadora resalta otras labores de las mujeres durante esta epoca tales como:
La presencia en los campamentos como (troperas, rabonas, guareñas, soldaderas) acompañando a las tropas, preparando los avituallamientos, cocinando, atendiendo a los heridos, enterrando a los muertos, portando las armas; la lucha como miembros de las guerrillas patriotas o como soldados en los campos de batalla, algunas vestidas de hombre para ser aceptadas en el combate, otras ejerciendo su condición de mujeres guerreras, en ocasiones desempeñando rangos militares y actuando como estrategas (García López, S.F.).

Ahora bien, una función fundamental que vale la pena mencionar, consistió en instigar  y divulgar las ideas con un tinte emancipatorio, en diferentes espacios públicos como las chicherías o las calles de San Victorino. Es en este punto en el que vale resaltar la labor de Barbara Forero, una mujer recordada por su relación amorosa con el rosarista Pedro Fermín de Vargas y el escándalo público que esto generó, pero no por la labor que desempeñó una vez se alejó de Vargas y regresó a Santa Fé. Cabe recordar que Pedro Fermín de Vargas se encontraba casado con Doña Catalina Tejada[6]; por su parte Barbara Forero era la esposa legítima de  Don Ignacio Nieto, quien se enteró demasiado tarde de la historia sentimental de su esposa y el Corregidor de Zipaquirá Pedro Fermín (Vargas-Tisnés, 2012).

Forero, regresa a Santa Fé, después de su huida con Pedro Fermín por los llanos y este último se embarca hacía Paris (Arciniegas, 1996). Bárbara Forero se enfrenta a la crítica y presión social de la época, convirtiéndose en maestra en un colegio de párvulos, pero esta mujer criticada por la comunidad santafereña es quien, junto con José María Carbonell, movió a los santafereños de las chicherías y de San Victorino a levantar su voz y exigir un cabildo abierto[7], aquel 20 de julio de 1810 (Monsalve, 2010, pág. 88). De hecho, la acción de esta heroína opacada, fue resaltada por el mismo General Morillo, quien refirió en 1828 que:

“Bárbara Forero, compañera de Matilde, que se presentó en público a arengar, se preciaba de tener escuela pública y abierta en su casa para enseñar a sus compatriotas los bellos modales, etc., es natural de Zipaquirá y ha salido desterrada a Suesca” (Vargas-Tisnés, 2012).
 
Cabe mencionar que seguramente en esta año Barbara junto con otras mujeres fue condenada por el Tribunal de Purificación, posiblemente no con los procesos jurídicos normales, por su condición como mujeres, según lo establecía la jurisprudencia peninsular de la época.
 
En otro orden de ideas, como se mencionó con anterioridad una forma diferente de colaboración con la causa, consistió, en que algunas mujeres prestaron sus casas como centro de congregación para la planeación de conspiraciones, bajo la denominación de tertulias o sociedades literarias, que asemejaban la figura de los salons al estilo francés. Uno de dichos centros sociales fue la tertulia del buen gusto que se asentó en la casa de Doña Manuela Sanz de Santamaría, a la que concurrían personajes como el Jurista Camilo Torres y su esposa Doña Francisca Prieto, prima de Doña Manuela, quienes en contra de la tradición de su contexto y su condición de mujeres, amaban las letras y  las ideas de la ilustración (Monsalve, 2010, pág. 23).
 
Las tertulias fueron el medio para que los ideales de la ilustración se difundieran en el Virreinato de la Nueva Granada; cabe mencionar que a dichas reuniones llegaron a asistir otros personajes insignes de la Nueva Granda, como Francisco José Caldas, Manuel Rodríguez Torices y Miguel José Montalvo. Este espacio de sociabilidad estaba constituido como centro de divulgación de textos literarios, pero en sus sesiones se trataban temas como la guerra entre Francia y España y se propagaban las iniciativas de revolución. Doña Manuela no era mujer común de la sociedad santafereña[8], de hecho, dominaba varios idiomas como latín, italiano y francés, adicional a eso, era propietaria de una biblioteca de historia natural que llegó a ser elogiada por Humboldt. (Buitrago, 2012).
 
En ese orden de ideas, entre las filas de las mujeres patriotas es ineludible mencionar la participación de Andrea Ricaurte, quien se convirtió en la protectora de la Pola y en ocasiones colaboró con la fuga de algunos prisioneros durante el régimen del terror de Morillo. Por otro lado, Doña Josefa Ballén, esposa de Don Frutos Joaquín Gutiérrez participo en la tertulia del buen gusto y también en las manifestaciones del 20 de julio en contra de los españoles (Buitrago, 2012). Por último, cabe recordar que fue un grupo de mujeres las que rogaron a Morillo perdonara la vida del rosarista José María Castillo y Rada.
 
No obstante, las damas de la Nueva Granda no apoyaron de manera exclusiva las ideas patriotas, por esto es preciso abordar los casos de mujeres que profesaban su lealtad con la corona española. El primer caso,  da muestras de una lógica bastante común en los escenarios de guerra y es el enfrentamiento ideológico en el seno de una familia; así sucedió con Josefa Antonia Baraya, hermana del militar Antonio Baraya, quien le rogó a este no compartiera las ideas de la revolución, además, esta mujer junto con otras acompañó a la Virreina, en su tránsito de la cárcel al palacio y de ahí a un centro religioso, para protegerla del escarnio de la multitud enardecida  (Buitrago, 2012).
 
En ese sentido, Eufemia Benito de Arrellano redactó una carta al rey, en la que aseguraba que había propendido por cuidar los bienes e intereses del rey en estas tierras de la “bárbara plebe”. Más aún, como lo postula Cherpak las mujeres realistas realizaron contribuciones muy similares a aquellas que apoyaban a los patriotas, por ejemplo en Popayán, un histórico lugar en el que las élites se asentaban, Doña Juana María del Campo, les informaba a las tropas realistas el estado de los militares patriotas, de hecho, Doña Juana fue descubierta y sus bienes fueron confiscados (Lux, 2004, pág. 130). Porque no es posible pensar que los escarmientos por no compartir la ideología eran solo del bando realista, solo bastaría realizar un análisis detallado de las injusticias cometidas durante la patria boba, con los españoles peninsulares y quienes aún guardaban el regreso de Fernando VII “el deseado”.
 
Así, el accionar de las mujeres no estaba determinado por su filiación sanguínea con algún miembro de las dirigencias realistas o patriotas, sino en algunos casos el apoyo a alguna causa en específica derivada de las experiencias y conocimientos adquiridos de manera autónoma.

  1. La lucha de las mujeres en el resto de los territorios “pacificados”

 

Exposición Mujeres en la Independencia-Archivo Histórico UR 3

La lógica jurídica y  la incidencia de discursos moralistas sobre la mujer estaban en casi todas las colonias españolas en América, sin embargo, las injusticias cometidas en contra de sus familias también eran comunes en todo el territorio, lo que explica la participación activa de la mujer en los procesos emancipatorios en América. Por eso, se hace necesario, realizar una breve alusión de las damas que desempeñaron diversas actuaciones en la esfera pública durante la época de la reconquista.
 
Como primera medida, en el caso ecuatoriano, Manuela Cañizares,  quien ofreció su casa como el lugar de reunión de los organizadores del levantamiento de 1809, más aún, llegó a instar a  los conspiradores a tener valor y no conformarse con la servidumbre. Por tales motivos, en el momento de la instauración tuvo que huir del alcance de Morillo y se sugiere que falleció en el convento de Santa Clara en Quito (Monsalve, Mujeres de la Independencia, 2010, pág. 41).
 
Por otro lado, otras mujeres contribuyeron económicamente como Josefa Herrera, márqueza de Maenza, en el caso ecuatoriano o María Suarez de Ocumare en Venezuela (Cherpak, 1995, pág. 107). Empero, las lógicas de división persisten en el caso latinoamericano, solo es preciso tomar en consideración que la misma hermana del libertador María Antonia Bolívar se disculpaba ante el Rey por el comportamiento de su hermano. De hecho, similar al caso Colombiano muchas mujeres a la llegada de Morillo se presentaban como servidoras de “Su Majestad el Rey Fernando VII”, como el caso de Josefa Lucía Arteaga, natural de Venezuela, quien sufrió del desprecio de su misma familia por apoyar la causa realista (Cherpak, 1995, pág. 114).

  1. Conclusiones

 La participación de las mujeres en el movimiento ilustrado responde a diversas cusas y motivaciones, entre ellas es posible destacar de manera evidente la influencia de sus parientes cercanos con las causas realista o patriota; por otro lado esta la cuestión de la clase social y la solvencia económica, puesto que es perceptible un patrón respecto a que la élite política y social de algunas regiones, como Popayán y Santa Marta, apoyaban la causa realista, en tanto que quienes no gozaban de estos privilegios o  tenían riquezas académicas pero no materiales, estaban un poco más a favor de la causa patriota.
 
Es menester resaltar la manera como las circunstancias empujaron a muchas mujeres a dejar la tradición de sumisión a su esposo y ser sujetos activos en una lógica económica, mercantil e incluso civil, como es el caso de las viudas de  durante el régimen de la Primera República (1810-1816) y la Pacificación de Morillo.  Desde otro enfoque, la participación de las mujeres puede explicarse por las actos arbitrarios cometidos por realistas o patriotas que ocasionaron una cosmovisión de verdugo-salvador.
 
Asimismo, es preciso resaltar la importancia de las tertulias, sociedades literarias y otros espacios de sociabilidad, en los que la mujer podía desprenderse de la dependencia social e intelectual y comenzar a permearse levemente de las ideas de la ilustración y comenzar a generar un pensamiento crítico, ya sea por las conversaciones que escuchaban o por los libros que probablemente tenían la oportunidad de leer.
 
Finalmente, si bien el estudio sobre las mujeres en la construcción de la sociedad colombiana y latinoamericana ha sido abordado por diversos académicos, tomando como referentes claves a historiadores como José María Monsalve., aún es preciso realizar un trabajo de divulgación en las comunidades no académicas, para la consolidación de una memoria historica que propenda por la equidad y vaya más allá de los lugares comunes que se limitan a apreciar la participación de valiosas mujeres como Policarpa Salavarrieta y Antonia Santos, con el propósito de reconocer los aportes de otras mujeres que marcaron la formación de la nación colombiana.

“No sólo el amor es el móvil de las acciones de las mujeres: 
ellas son capaces de todos los entusiasmos, y los deseos de
la gloria y de la libertad de la patria no les son unos sentimientos
extraños; antes bien, suelen obrar en ellas con más vigor,
como que siempre los sacrificios de las mujeres son más desinteresados.”

 
Leona Vicario (Figura destacada dela guerra independencia de México)

Bibliografía
Abella, A. (1966). Don Dinero en la independencia. Bogotá: Ediciones Lerner.
Buitrago, L. (6 de septiembre de 2012). Las mujeres de la tertulia del buen gusto y sus amores. Obtenido de Revita credencial: Universidad Elexternado: http://www.revistacredencial.com/
Academia Colombiana de historia. (1909). Boletin de história y Anriguedades Volumen V. Boletin de história y Anriguedades .
Arciniegas, G. (24 de Junio de 1996). BÁRBARA FORERO. Obtenido de El Tiempo: http://www.eltiempo.com/archivo/
Biblioteca Nacional (S.F.).“Las mujeres y la sociedad colonial de Santafé de Bogotá, 1750-1810”, por María Himelda Ramírez y Aida Martínez Carreño. Ver: Archivo Biblioteca Universidad Nacional: http://www.bdigital.unal.edu.co/43159/
Bushnell, D. (2009). Colombia una Nación a pesar de sí misma. Bogotá: Planeta.
Cherpak, E. (1995). Las mujeres en la independencia, sus acciones y contribuciones. En C. p. social, Las mujeres en la historia de Colombia Tomo I (págs. 83-116). Bogotá: Norma.
García López, A. B. (s.f.). Las heroínas calladas de la Independencia Hispanoamericana. Obtenido de Centro Virtual Cervantes: http://cvc.cervantes.es/literatura/mujer_independencias/garcia.htm
Londoño Vega, P. (s.f.). Las colombianas durante el siglo XIX. Credencial histórica.
Lux, M. (2004). Mujeres patriotas y realistas entre dos órdenes. Bogotá: Universidad de los Andes.
Monsalve, J. D. (1926). Mujeres de la Independencia. Bogotá: Academia Colombiana de Historia.
Monsalve, J. D. (2010). Mujeres de la Independencia. Bogotá: Academia Colombiana de Historia.
Rodríguez Villa, A. (2007). El teniente general D. Pablo Morillo, primer Conde de Cartagena y Marqués de la Puerta. Boletín de la Real Academia de la Historia, 457-481 .
Vargas-Tisnés, G. (9 de Agosto de 2012). Pedro Fermín de Vargas y Bárbara Forero: un amor ilustrado. Obtenido de Biblioteca Virtual Luis Angel Arango: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/
 
No sólo el amor es el móvil de las acciones de las mujeres: 
ellas son capaces de todos los entusiasmos, y los deseos de
la gloria y de la libertad de la patria no les son unos sentimientos
extraños; antes bien, suelen obrar en ellas con más vigor,
como que siempre los sacrificios de las mujeres son más desinteresados.
Leona Vicario

Bibliografía
Abella, A. (1966). Don Dinero en la independencia. Bogotá: Ediciones Lerner.
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Vargas-Tisnés, G. (9 de Agosto de 2012). Pedro Fermín de Vargas y Bárbara Forero: un amor ilustrado. Obtenido de Biblioteca Virtual Luis Angel Arango: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual


[1] Cabe anotar que si bien dichos individuos permanecieron al lado de Morillo, en diversas ocasiones se presentaron diferencias procedimentales y enfrentamientos entre miembros del Estado Mayor y el General Morillo, uno de ellos tuvo lugar cuando Manuel Serviez y Francisco de Paula Santander logran escapar del control de Miguel de la Torre, esta cuestión causó grandes tensiones entre el antes mencionado y Morillo (Caballero, 1980)

[2] Ver Archivo digitalizado por el Archivo  del Ministerio de Educación en España

[3] Tomas Tenorio fue rosarista y familiar de los próceres Camilo Torres y Francisco José de Caldas

[4] La validez de esta frase aún se cuestiona, considerando que no hay un registro detallado sobre que Morillo o Pascual Enrile hayan respondido de esta manera al Sabio Caldas, ante su petición de indulto

[5] Es valioso mencionar que gran parte de la recopilación de este texto se realizó tomando como base el estudio de la profesora Martha Lux, sobre las mujeres en la época de independencia

[6] Al enterarse del engaño Doña Catalina denuncia el adulterio de su esposo, para recobrar los bienes que este manejaba a su nombre

[7] Concepto que seguramente gran parte de los individuos residentes de San Victorino no entendían, pero confiaban en personajes como Carbonell y Forero

[8] Su educación fue un problema para sus padres, ya que ellos deseaban que en su vida primaran los valores del espíritu (Monsalve, Mujeres de la Independencia, 2010)