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Candidatos por firmas o hecha la ley, hecha la trampa.

Juan Corredor García. Estudiante de Ciencia Política y Artes Liberales en Ciencias Sociales.

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Abstract

La proliferación de candidaturas por firmas resulta un hecho sin precedentes en la historia republicana de Colombia. Al margen de la imagen negativa de los partidos, la ley esboza zonas grises que son aprovechadas por políticos para empezar sus campañas antes que los candidatos por partido y con la posibilidad de evitar cualquier tipo de responsabilidad penal o política si violan topes de financiamiento para recoger firmas, justamente porque no hay topes. Además, la misma ley les da mayor libertad lo cual da lugar a establecer alianzas con otros partidos. Por lo anteriormente expuesto, el adagio popular “hecha la ley, hecha la trampa” cobra vigencia para las elecciones presidenciales de 2018.

Según la Registraduría Nacional del Estado Civil, se han inscrito un poco menos de 30 candidatos a las elecciones presidenciales de 2018 mediante el mecanismo de las firmas de ciudadanos. Tanto medios de comunicación como analistas políticos han calificado esta proliferación de candidatos por firmas como un hecho sin precedentes en la historia del país justamente por el descrédito que arrastran los partidos políticos. Hoy por hoy, incluso las FARC cuentan con una imagen más favorable (12%) que los partidos (10%) según la última encuesta Gallup.

No solo la imagen negativa de los partidos políticos ha servido de caldo de cultivo para que pululen los candidatos a la presidencia por firmas. Si bien hay quienes genuinamente utilizan este mecanismo de participación ciudadana en alcaldías y gobernaciónes en lo que la Constitución Política llama “grupos significativos de ciudadanos”, otros sacan provecho de la ambigüedad de la ley al menos en tres sentidos. O como dice el adagio popular: “hecha la ley, hecha la trampa”.

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Primero, porque no existen topes para el financiamiento de las campañas de los comités promotores de las candidaturas por firmas. En un país como Colombia donde el financiamiento de las campañas electorales es más opaco que transparente, las leyes deberían ir encaminadas a superar ese vacío legal y dotarse de mejores herramientas para determinar unas reglas del juego claras y proporcionar igualdad de condiciones para los competidores.

Segundo, porque recolectar firmas les da mayor tiempo de campaña electoral que a los candidatos que van por partidos políticos (la cual inicia el 27 de enero de 2018). En esencia, hasta tres meses de ventaja les da esta este mecanismo de participación ciudadana con respecto a los candidatos inscritos por partidos políticos, que son básicamente tres (Polo Democrático Alternativo, Claudia López y próximamente el candidato del Centro Democrático).

Y tercero, porque las firmas posibilitan que los candidatos establezcan alianzas con otros partidos y movimientos ciudadanos sin incurrir en doble militancia o en palabras más comunes: trasfuguismo. Ir por firmas es, en resumen, una verdadera ganancia para los candidatos que por medio de un discurso inclusivo, pretenden desligarse de la noche a la mañana de sus partidos.

Por lo anterior, describo esta proliferación de candidaturas por firmas como un oportunismo político en su máxima expresión. La misma imprecisión de la ley conduce a que los políticos abusen de ella y la manipulen a su antojo. La mayoría de los casi 30 candidatos por firmas han militado alguna vez en un partido político. Otros incluso han sido líderes naturales de partido, como Germán Vargas Lleras con Cambio Radical y Martha Lucía Ramírez con el Partido Conservador.

Sumado a esto, existen razones prácticas que dan cuenta del auge de las firmas en esta contienda. Elisabeth Ungar, politóloga y directora de Transparencia por Colombia, en una entrevista en Hora 20 de Caracul Radio las enunció de la siguiente manera:

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Fundamentalmente, el desprestigio de los partidos, desprestigio del cual han sido causantes muchos de los candidatos que hoy quieren ir por firmas pero consideran que deslindarse de un partido puede ser una forma de conseguir más votos, más adeptos, presentarse como independientes o como un mensaje de antipolítica haciendo política. Otros lo hacen para dejarse contar y para después poder hacer alianzas. Se ha vuelto una práctica común.

En efecto, la imagen de los partidos ha llegado a su punto más crítico en la historia republicana. Lo anterior permite entender por qué los políticos se presentan a la presidencia de 2018 por fuera de los ellos, aunque hay quienes afirman que la verdadera contienda inicia en enero del próximo año y que a partir de este momento los partidos revivirán porque cuentan con maquinaria política y redes clientelares. Francisco Leal Buitrago y Andrés Dávila Ladrón afirman que en “los sistemas políticos que ha experimentado la sociedad colombiana a lo largo de su historia, las relaciones de clientela han sido uno de los componentes principales. La deficiente institucionalidad del Estado ha permitido que estas relaciones hayan operado de manera destacada todo el tiempo” (1990, pág. 17).

La clientela se encuentra en el seno de los partidos. Por ello, la distancia que tomen los candidatos será temporal. En unos meses, se conocerán todas las alianzas entre candidatos y partidos, pues hasta el momento solo se cuenta con la alianza del Partido Verde, el Polo Democrático y Compromiso Ciudadano de Sergio Fajardo. Los políticos saben que las elecciones se ganan con votos y los partidos, a pesar de su imagen negativa, siguen siendo los mayores captadores del voto.

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En todo caso, no hay que olvidar algunos aspectos de la cultura política colombiana como la abstención del 60% durante las últimas décadas. Basta recordar incluso en las decisiones que no incluyen a candidatos, como lo fue el plebiscito para refrendar los Acuerdos de Paz que llegó al 62%, es decir, 21 millones de ciudadanos se quedaron en sus casas, una cantidad igual al total de habitantes que tiene Holanda y Uruguay.

De momento, el auge de los candidatos por firmas provoca una atomización del electorado, es decir, la repartición de los votos en pequeñas cifras que se reparten en varios candidatos. Es un hecho que esta no sería la forma más factible de ganar estas elecciones. No obstante, la atomización se ha dado por un oportunismo político de los candidatos, la misma ambigüedad de la ley que privilegia ir a la contienda por fuera de los partidos y la imagen desfavorable que enfrentan las colectividades políticas.

Nadie quiere presentarse con un partido, pero el éxito de los candidatos por firmas será justamente aliándose con los partidos y no por fuera de ellos. Y esto no lo sostienen aún los candidatos pero a medida que avance la campaña, el número de candidatos irá depurándose y agrupándose en torno a los competidores con potencial de llegar a la Casa de Nariño.

Bibliografía:
Leal, F. & Ladrón, A. (1990). Clientelismo. El sistema político y su expresión regional. Bogotá: Tercer Mundo Editores.
Gallup. (2017). Gallup poll #120 Colombia Agosto 2017. Recuperado en: images.etn.eltiempo.digital/uploads/files/2017/08/30/0259-17000010%20GALLUP%20POLL%20-120.pdf