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Entrevista a Michael Sandel

Pedro Javier López

portada

Michael Sandel es uno de los más conocidos profesores de Harvard. Sus obras sobre ética y política son valoradas desde la academia, pero además convirtieron estos temas difíciles en best sellers, ya que el estilo que usa en sus obras y en sus clases es claro y sencillo.

Su cátedra Justice está completamente disponible en internet y gracias a ello ha tenido alumnos en casi todas las partes del mundo. Además, ha puesto a prueba su sistema de docencia haciendo interactuar cientos de personas hablando y preguntando sobre grandes dilemas de nuestros tiempos.

Pedro Javier López: En esta entrevista intento ahondar en su papel como docente: la relación con sus estudiantes, cómo logra que se interesen por los temas de Filosofía Política, y un poco sobre cómo logró ser profesor. Así, en la habitación de su hotel, empezaron sus respuestas:

Michael Sandel: Ser profesor en Harvard y enseñar a estudiantes que son muy, muy buenos, definitivamente es un reto; pero también es un gran placer, ya que la calidad de la discusión es altísima.

Pero debo decir que desde que he tenido la oportunidad de viajar alrededor del mundo –especialmente en los últimos años– y de conocer estudiantes de universidades de otros lugares, he quedado sorprendido e impresionado por cuán interesados están los estudiantes por involucrarse en preguntas sobre Filosofía Política, y también por lo profundas y bien armadas que son sus preguntas y sus posturas.

Creo que hay un gran deseo entre los estudiantes universitarios por hablar y por desarrollar las grandes preguntas de Ética y Filosofía Política. ¡Quieren entender qué es lo que creen y por qué!

PJL: Además de esta coincidencia, ¿Encuentra diferencias entre esos estudiantes y los estudiantes de Harvard?

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Michael Sandel De Me Judice, CC BY 3.0

MS: Las diferencias son menos dramáticas y menos obvias de lo que podríamos pensar. Claro que existen algunas diferencias culturales que uno podría identificar después de algún tiempo, pero esas diferencias no son evidentes.

Le pongo un ejemplo: hicimos un experimento sobre aprendizaje mutuo en el que conectamos en tiempo real cuatro grupos de estudiantes de diferentes países con mis estudiantes de Harvard. Así logramos crear un salón de clase global en el que participaban estudiantes de Shanghái, Nueva Delhi, Tokio y Sâo Paulo.

Podíamos vernos y oírnos en tiempo real y con esa mecánica hicimos varias clases: una sobre igualdad y desigualdad, otra sobre límites morales del mercado, y otra sobre obligaciones morales y cívicas. Fueron unas discusiones fascinantes entre países y culturas, pero de lo que los estudiantes y yo nos dimos cuenta fue que los desacuerdos entre los estudiantes de un país son tan fuertes como los que se pueden presentar entre estudiantes de diferentes países o de culturas distintas.

Y esto no es algo sorprendente, pues ninguna sociedad es homogénea o tiene un acuerdo sobre las respuestas de las grandes preguntas éticas. Los desacuerdos son tan fuertes dentro de una nación como entre naciones radicalmente diferentes; entre otras cosas porque no hemos contestado y difícilmente llegaremos a un acuerdo sobre las grandes preguntas éticas que tocan nuestras vidas: el valor de los otros, la importancia de actuar correctamente, la igualdad y la desigualdad…

PJL:¿Y encuentra muchas diferencias en la forma en la que hablan de estas preguntas éticas las personas del común las que no son estudiantes de estas grandes universidades y sus estudiantes?
MS: No que me haya dado cuenta, y creo que esto se debe a que los temas éticos sobre los que los invito a hablar empiezan con ejemplos muy concretos sobre los que casi todo el mundo tiene una opinión: ¿Giraría usted su carro si con eso salvara cuatro vidas pero inevitablemente se perdiera una vida?, ¿es correcto empujar a una persona de un puente si con esto se salva la vida de los otros?... Sobre esto todo el mundo tiene una opinión sin importar cuánta filosofía se haya estudiado.

Ahora bien, en la medida en la que vamos avanzando en el curso, yo presento algunas posturas y algunos textos filosóficos que son retadores y un poco complicados de entender, por ejemplo Kant o Aristóteles: textos e ideas que son muy difíciles. Pero en mis libros y en mis ponencias empiezo hablando de asuntos y preguntas muy concretas en las cuales cualquiera, más allá de su background filosófico, tiene una postura. Ese es el punto de arranque para una reflexión crítica y el inicio de un razonamiento moral; y creo que por esa razón las personas se pueden interesar en estos debates, más allá de que tengan o no tengan entrenamiento académico.

PJL: Eso me lleva a la siguiente pregunta: ¿Cómo es la relación de sus estudiantes con los textos de su clase?
MS: Algunos de los textos filosóficos son más comprensibles que otros: por ejemplo, John Stuart Mill escribe de una forma muy cercana, mientras que Kant escribe de forma abstracta y difícil. Pero lo que intento hacer es presentarle el texto a los estudiantes después de que ya se hayan enganchado en un debate relacionado con los argumentos filosóficos que se presentan en el texto.

Lo hago así porque quiero que los estudiantes lean las palabras de los filósofos famosos, no solo como momentos en la historia de las ideas, mas sí como episodios en los cuales todavía estamos metidos. El objetivo es mostrar a los estudiantes que lo que algunos filósofos dijeron sigue siendo relevante para las posturas que ellos actualmente tienen; ya sea sobre los derechos, la justicia o las obligaciones civiles.
 
Leer los textos de esta manera –con un interés personal claro– hace que los textos filosóficos se vuelvan más comprensibles de lo que podrían ser, e invita a los estudiantes no a adorar a los filósofos famosos del pasado, sino a involucrarse con ellos, a razonar con ellos o discutir con ellos. Así que lo interesante de esta forma de ver la Filosofía Política es que los estudiantes se sienten con el poder de poner en duda y de retar lo que los autores han dicho.

Las clases de Sandel son inusuales. En ocasiones pueden reunir a mil personas alrededor de los temas de su clase. Aun con estos grupos enormes mantiene uno de los elementos fundamentales de su metodología: la participación y la interacción entre los asistentes.  Muchas veces, tiene más un rol de moderador que de “profesor”, y por eso en algunas de sus clases de 50 minutos podemos oír que las participaciones de los estudiantes ocupan 30 minutos.

Sus clases en Harvard se hacen dentro del teatro Sanders, donde él siente que el ambiente se presta para recrear lugares icónicos: “La intimidad del teatro Sanders aumenta la intensidad de la discusión y hace que se sienta como yo me imagino que se pudo haber sentido el Ágora de la antigua Atenas, en la cual la gente se reunía a pensar y debatir sobre las grandes preguntas de su momento”. Pero esto, esta posibilidad de participar y de generar un debate alrededor de las opiniones de los estudiantes es algo que resulta mucho más difícil de lo que parece…

 

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Harvard Memorial Hall CC BY-SA 2.0

PJL: Hay algo de su clase que me interesa: el papel de los estudiantes, la manera en la que interactúan con usted y la propiedad con la que hablan. Pero ¿los otros estudiantes consideran que la opinión de sus pares es tan importante como la suya?
MS: No lo sé. Tal vez no… Pero, cuando oyen a sus pares hablar y presentar una posición frente a cientos de compañeros –cosa que requiere mucha valentía–, casi todos los demás oyen esto de forma atenta porque saben que después ellos serán invitados a decir si están de acuerdo o no. Además, el hecho de que se esté dando un debate entre los estudiantes les da a quienes están presentes en el auditorio un sentido de pertenencia.

Todos los estudiantes de la clase están participando –más allá de que no estén hablando–, pues están evaluando y cuestionando lo que sus compañeros dicen, lo que los filósofos dicen y lo que yo digo.

PJL: ¿Y esta forma en la que sus estudiantes participan ha cambiado con el uso de nuevas tecnologías en el salón, como celulares, tabletas y computadores?
MS: La nueva tecnología es, simultáneamente, una bendición y una maldición. Es una bendición pues crea la oportunidad –como en el curso online de Justice– de compartir lo que sucede dentro del salón a otras personas alrededor del mundo. Esto me ha permitido expresar una idea en la que creo firmemente: que la educación superior es un bien público y no un privilegio privado. Ahí está el gran beneficio de las nuevas tecnologías: diseminar y crear un acceso abierto y gratuito a la Universidad, como lo hemos logrado con el curso de Justice.

La desventaja de la nueva tecnología se presenta dentro del salón de clase –y creo que eso es a lo que te referías–, donde los estudiantes se ven tentados a estar distraídos con sus computadores o sus teléfonos. Yo y otros profesores hemos luchado con este  asunto, buscando una manera de evitar las distracciones; así que he instituido una nueva política en mi clase: los estudiantes no tienen permiso de usar aparatos electrónicos en el salón pues eso le quitaría importancia a la participación activa en la discusión.

PJL: Quería hablarle de esto, pues en algunos de los videos de Justice me pareció ver a una persona distraída en el computador mientras otra persona estaba hablando….
MS: ¡¿Really?! Pero ¿cómo sabes que está distraído y no tomando notas en su computador?
PJL: Eso no lo puedo responder porque, en mi opinión, la edición del curso de Justice fue muy cuidadosa e intentó mostrar a los estudiantes en sus mejores momentos: con total atención, o revisando el texto, o tomando apuntes cuidadosos… Pero creo que esto no es totalmente real: ¿Usted cree que es solo mi impresión?
MS: La versión del curso que está disponible online fue grabada hace algunos años, justo antes de que la presencia de los iPhone y del texting se volviera tan difundida. Claro que tenían teléfonos y computadores, pero no estoy seguro de que el internet funcionara en el teatro.

Desde entonces el uso de los teléfonos y los computadores se ha vuelto mucho más común y a veces problemático, así que si fuéramos a hacer una grabación hoy, verías más estudiantes haciendo texting… o la edición tendría que ser más cuidadosa.

PJLEntonces, ¿Usted cree que la edición de las clases fue honesta, o fue una edición que pretendía mostrar el curso ideal para que esto se reflejara en otros lados?
MS: Yo diría que fue honesta, por dos razones: yo estaba preocupado cuando empezamos a grabar las clases de que la presencia de cámaras y luces adicionales distrajera o causara en los estudiantes o en mí un cambio en la manera en la que habíamos hablado durante los otros años; pero la conciencia de que en el salón había cámaras duró, por ahí, 15 minutos. En la medida en la que avanzamos y mientras el semestre progresaba, podría decir sinceramente que los estudiantes y yo nos olvidamos, más o menos, de la presencia de las cámaras. Yo no noté ninguna diferencia en la manera en la que los estudiantes se comportaban o en la forma en la que respondían frente a los semestres anteriores.

También pienso que, en esta época, los estudiantes están tan familiarizados con que todo se esté grabando o fotografiando y sea puesto en Facebook, que creo que los estudiantes tomaron las grabaciones como algo natural, y me alivió descubrir, cuando lo hicimos, que no aparecieron diferencias significativas frente a la forma en la que el curso había andado en los años anteriores.

Ahora, frente a la edición, yo diría que fue mínima y muy pocas cosas fueron dejadas por fuera: algunos anuncios iniciales, algunas de mis repeticiones o algunos comentarios de los estudiantes que estaban totalmente fuera del tema; así que lo que quedó en video fue solamente una versión ligeramente pulida de lo que realmente sucedió.

Aún más, le voy a dar otro ejemplo: hay un día en el que los estudiantes hacen bromas como parte de un ritual de iniciación a los clubes estudiantiles, y por eso algunos de los estudiantes se disfrazan; y esto salió en la película: un estudiante sentado en las primeras filas disfrazado de Spiderman. Así que la edición sí fue relativamente ligera.

PJL: Cuando vi ese capítulo en el en que Spiderman está sentado en la clase en la fila 10 me preguntaba ¡¿Cómo hizo para concentrarse en no mirarlo, o para no pedirle que revelara su verdadera identidad?!
Suelta una carcajada y responde:
MS: Tengo un par de respuestas para eso. Primero, estoy acostumbrado a lidiar con estudiantes, y con ellos ese tipo de cosas suceden de vez en cuando. Por eso no me distrae tanto. 

Hubo otra ocasión en la que tuvimos que evitar una broma más elaborada en la cual un estudiante se iba a disfrazar de banana gigante y otra persona disfrazada de gorila iba a entrar al teatro Sanders para perseguir la banana alrededor del lugar. Pero cuando los ayudantes de la clase vieron llegar esta banana de dos metros al inicio de la sesión, rápidamente intentaron convencerla de que se fuera. Así que, claro, hubo problemas como este; pero más allá de esto hacemos lo posible por vivir y seguir adelante con lo que suceda…

Creo que la banana y el gorila habrían distraído mucho más; por lo menos Spiderman se quedó sentado y atento toda la clase.

PJLPara terminar, usted ha dicho que para ser profesor de Harvard es importante tener suerte: ¿Se refiere a algún hecho en particular?
MS: No. A lo que me refiero es a que, como en cualquier competencia, la suerte tiene su parte. La gente –especialmente los estudiantes o los profesores que son admitidos a algunas selectas universidades– piensa que eso lo lograron solo mediante su esfuerzo, su talento y sus propias habilidades, y que por eso merecen estar ahí. Yo, por el contrario, creo que en la vida las oportunidades –ser admitido o ser profesor de algunas universidades– implican suerte o circunstancias afortunadas,  además de las calificaciones o credenciales que se tengan. Hay muchas personas que están cualificadas para hacer los trabajos que usted o yo hacemos, pero lograrlo no solo depende de eso: depende también de estar en el momento adecuado, en el lugar indicado.